¿A qué se debe el interés repentino de la UE y EEUU por Ucrania? Hace unos meses, la negativa de la UE a ofrecer ayudas a Ucrania llevó al presidente electo del país a aceptar creditos de Rusia, su principal acreedor. ¿A qué se deben entonces las actuales prisas para ofrecer a Ucrania el dinero que antaño se la negó? Teniendo en cuenta la actual situación de recesión permanente y la estrecha interdependencia de la economía europea (y especialmente alemana) con Rusia, ¿por qué amenaza Alemania a Rusia con sanciones, pese al peligro de dar lugar a una espiral mortal de medidas y contramedidas que afectaría profundamente a su economía? Y, sobre todo, ¿era necesario dar un golpe de estado con ayuda de neonazis y llevar al poder a gente dispuesta a matar a tiros a personas desarmadas para lograrlo?
Y esto es tan solo lo ocurrido hasta ahora: quedan por ver las consecuencias del programa de ajuste estructural que pretende llevar a cabo el FMI en un país en el que el estado se está disolviendo por momentos, y las estructuras de poder estatales están siendo sustituidas por milicias. La combinación de desastre económico, injerencia occidental en apoyo de grupos nacionalistas radicales y desintegración del estado es bastante similar a o ocurrido tras el fin de la URSS en Yugoslavia. La diferencia estriba, como se encargó de recordar el representante de un partido nazi en el parlamento ucraniano, en que Ucrania es capaz de dotarse de armas nucleares con relativa rapidez: además de disponer de centrales nucleares y técnicos capaces de producir rapidamente el combustible necesario, en territorio ucraniano están situadas las fábricas de los misiles intercontinentales que constituyen la columna vertebral de la fuerza nuclear estratégica rusa. Un anticipo de lo que podría pasar en el peor de los casos ha ocurrido en la Ucrania occidental, donde manifestantes antigubernamentales de ideología ultraderechista asaltaron los depósitos de armas del ejército ucraniano y robaron misiles portátiles capaces de derribar aviones sin ningún problema...
Los argumentos presentados por la prensa occidental para explicar la actual crisis son poco convincentes: la colaboración de los habitantes de la Galitzia con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, o la conquista rusa del Janato de Crimea hace siglos no nos ayudan lo más mínimo a entender por qué los paises occidentales en lugar de intentar lograr que se calme la situación actual se dedican constantemente a fomentar una escalada de la tension. Por muchos mapas y perpectivas históricas que nos presenten los medios de comunicación, el actual enfrentamiento entre el bloque occidental y Rusia no tiene nada que ver con esos territorios. Es más, tanto Rusia como la OTAN no tardarían en lamentar tener que hacerse cargo de los enormes agujeros negros financieros que arrastra Ucrania, y en el caso de que se desatase una guerra civil, la OTAN y Rusia estarían -están ya- en bandos opuestos, lo que daría lugar a una situación que no tendría nada que envidiar a la crisis de los misiles de Cuba de 1962...
Es necesario entender que ni Crimea ni Ucrania son las causas de lo que está pasando, sino las consecuencias. Y lo mismo ocurre con argumentos similares (pero de una escala mayor), como la lucha por integrar a Ucrania en la Unión Euroasiática o la firma del acuerdo de libre comercio con la UE: de nuevo consecuencias, si bien a una escala mayor. Lo que en realidad estamos viviendo se refleja en el lenguaje que están empleando las partes en conflicto, un lenguaje sorprendentemente cargado de amenazas, paralelo a conferencias donde se plantea un escalonamiento del uso de sanciones económicas, es decir, se prevee una prolongación en el tiempo del actual conflicto. Estamos hablando aquí de guerra económica, la única alternativa actual a un enfrentamiento militar directo. Y en ese enfrentamiento lo que menos importa actualmente es Ucrania. O Crimea.
Debido a la complejidad de los sucesos de Ucrania, y aprovechando las posibilidades que nos ofrece el formato de este nuevo blog, las próximas semanas dedicaremos una especial atención a dicho conflicto. Manteneros a la escucha.