jueves, 1 de mayo de 2014

El desafío ruso a la hegemonía de EEUU

El golpe occidental en Kiev ha puesto al descubierto el enfrentamiento entre la OTAN y Rusia por el control de Europa Oriental, en marcha desde hace una década

CRIMEA EN SU CONTEXTO
 

Por muchos mapas históricos que se presenten o bases militares de Rusia que tenga en la península, Crimea no es el motivo de la lucha actual entre Rusia y la OTAN. Ucrania, en realidad, tampoco. Como en todo, hay que separar causas de consecuencias, y la causa del enfrentamiento que acaba de iniciar no tiene nada que ver con Ucrania o Crimea.

Lo que estamos viviendo es un capítulo más en el fin de una era, la caida de una potencia hegemónica. Los EEUU, como antaño Inglaterra, Francia o España, están hundiendose de manera lenta pero inevitable. Como todos los imperios previos, aunque su fuerza militar es temible como nunca, económicamente EEUU se sienta hoy en una montaña de deuda que no para de aumentar (una situación similar a la de la España de Olivares). 


 Policías ucranianos prisioneros de los "pacíficos manifestantes". Al fondo, una imagen de Stepan Bandera, lider fascista ucraniano que colaboró con los nazis en la Segunda Guerra Mundial

Esta situación es insostenible a medio plazo, y ha dado lugar a un accionismo inutil que además de malgastar las fuerzas que aún conserva Washington, provoca resistencias entre las demás potencias (ayer Inglaterra con la Guerra de los Boers, hoy EEUU en Irak...). Esta creciente debilidad de la potencia hegemónica dá lugar de manera inevitable a la aparición de zonas de influencia a nivel regional dominadas por las demás potencias.


Una situación similar se díó en los años 30: la Primera Guerra Mundial y la caida del Gold Standard debilitó enormemente a Inglaterra, que además se vió confrontada a la aparición del coloso soviético, un verdadero ave fenix moscovita que destrozó los designios de Londres para la postguerra. Hoy día, tras haber logrado parar los pies a la UE, EEUU ha de hacer frente al creciente poder económico de China, su antigua aliada frente a la Ostpolitik germana, y a una Rusia renacida que, paso a paso, se ha dedicado a reconstruir su antigua zona de influencia.


Este es el juego que hoy se juega, no otro.


LA UE EN LA TRAMPA UCRANIANA


En Ucrania, la UE ha visto con desesperación cómo su incapacidad de ofrecer una perspectiva aceptable a Kiev abría el camino a una alianza estratégica entre Ucrania y Rusia. Esto es precisamente lo que EEUU no aceptará jamás, por lo que su política ha pasado de favorecer un estado débil en manos de mafiosos como en Kosovo (hundiendo la industria y reduciendo la población de Ucrania nada menos que un 12%) a una política de tierra quemada, de guerra civil. Las reacciones viscerales e incluso histéricas de la UE y EEUU, organizando un golpe de estado con ayuda de la extrema derecha que es un viaje a ninguna parte contrastan enormemente con la fría tranquilidad de Rusia.


Tan sólo hay que leer la letra pequeña de los anuncios de las ayudas que la UE, EEUU y el FMI pretenden conceder a Ucrania: ¡1.000, 10.000, 15.000 millones! ... que en realidad se limitan a unos pocos cientos de millones anuales, una gota de agua en el agujero negro de la deuda exterior de Ucrania. Dicha deuda vá a crecer exponencialmente: por un lado, dado que Yanukovich ha sido quitado de en medio, la rebaja de 1/3 que obtuvo de Moscú se ha eliminado, y otra similarmente importante concedida como pago por el estacionamiento de la flota del mar negro en Ucrania acaba de desaparecer (elevando el precio del gas un 80% en total), así como el alquiler multimillonario que pagaba Rusia por sus bases en Crimea.


Aún hay más: el principal ingreso del presupuesto ucraniano, cronicamente deficitario, son los miles de millones que paga Rusia anualmente por el tránsito de gas hacia la UE, que se dejarán de cobrar si Rusia cumple su amenaza de cortar el suministro de gas a Ucrania si Kiev no paga los miles de millones que debe, algo hoy por hoy imposible. Y esa deuda (más de 2.000 millones de dólares, el doble de la ayuda que EEUU ha ofrecido) aumenta a gran velocidad, dado que el valor de los suministros rusos es de cientos de millones de euros mensuales. En realidad, las exigencias rusas de pago o corto de suministro, que cualquier tribunal europeo aceptaría como legítimas, no están dirigidas a Kiev, sino a Bruselas, responsable del actual gobierno golpista en Ucrania.

La UE ha caido en una trampa: por un lado, no puede permitirse que Ucrania entre en la Comunidad Económica Euroasiática (CEEA) rusa, ya que a continuación entrarían Moldavia y Georgia, y tras estas dos, otros países como Azerbaiyán o Turquía pasarían a estar en la órbita de la CEEA. Y, por otro lado, Bruselas es incapaz de impedir el aumento creciente de la influencia rusa en los Balcanes: gracias al gaseoducto South Stream, Hungría se ha aliado con Moscú, Serbia ha estrechado sus relaciones con Rusia, y Bulgaria finalmente ha abandonado su curso antiruso y ha preferido colaborar con Moscú... Para colmo, la crisis ucraniana ha sembrado el pánico en Polonia y los países bálticos, cuya política exterior antirusa hasta la médula les ha llevado a sembrar un caos que ahora amenaza con engullirles, y que ahora piden ayuda a Bruselas para no hacerse cargo de las consecuencias de sus actos: como Fausto, estos aprendices de brujo han puesto en marcha acontecimientos que los superan y ante los cuales son impotentes.

LA ENERGÍA COMO EJE DEL ENFRENTAMIENTO RUSIA-UE


En este contexto se explica que nada más empezar la crisis ucraniana la UE declarase South Stream ilegal, y que hace unos días la UE haya congelado su decisión de permitir el uso ruso del gaseoducto Opal. Pero la construcción de South Stream está en marcha y Moscú se ha negado a detenerla, y cuando se ponga en marcha la influencia de Rusia en los Balcanes sumentará a costa de del prestigio de la UE, que sufrirá un duro golpe. Por ello, es muy posible que proximamente Bulgaria o Turquía (países clave para el trazado de South Stream) sufran una desestabilización similar a la de Ucrania.


La decisión rusa de provocar la secesión de Crimea ha de entenderse en el contexto del enfrentamiento entre Moscú y Bruselas: al provocar un conflicto territorial, Rusia impide que Ucrania pueda entrar en la OTAN, y una anexión rusa de Crimea serviría como advertencia para Georgia y Moldavia, que pretenden firmar este año un acuerdo de libre comercio con la UE pese a las advertencias de Moscú. Ambos países tienen zonas secesionistas con presencia militar rusa, zonas que que llevan años solicitado formar parte de la Federacón Rusa y muchos de cuyos habitantes tienen la ciudadanía rusa...



Pero la crisis actual vá mas allá de Europa: sumergir a Ucrania en un caos social, quizás incluso en una guerra civil, implica la paralización del suministro energético ruso que atraviesa Ucrania, lo que afectaría de manera especial al sur de Europa. De esta forma, el desastre apoyado por la UE y EEUU en Ucrania sería un arma de doble filo, al favorecer el avance de South Stream. Y no sólo eso: pese a que la prensa occidental evita hablar al respecto, Putin ha dejado claro su interés en una alianza estratégica entre la UE y la UEE. Esta propuesta rusa ha sido respondida con abiertas amenazas por parte de EEUU, y la propuesta a la UE de crear un área de libre comercio trasatlántica, alternativa que ha sido aceptada por la UE.


¿EL ASCENSO DE UNA ALIANZA EUROASIÀTICA?


Aún no está claro es cuál será la respuesta rusa a la negativa de la UE, pero ya se han conocido algunos indicios: por un lado, Rusia ha amenazado abiertamente a lo largo del conflicto por Ucrania que podría firmar un gigantesco contrato de suministro de gas con China; hoy día, Rusia depende económicamente de sus ingresos energéticos a la UE, lo que la convierte en un blanco fácil del chantaje de Bruselas. Un acuerdo a largo plazo con China acabaría con al dependencia de la UE y abriría la puerta a posibles aumentos del precio del gas (la ley de la oferta y la demanda, baby).


Pero esto no es lo único que puede estar preparando Rusia como respuesta al golpe de la OTAN en Ucrania: Moscú ha repetido ultimamente su negativa a apoyar los embargos contra Irán, y está negociando un acuerdo triangular (típico, por cierto, de los soviets en la Guerra Fría) con Irán. Dicho acuerdo consiste en que Rusia suministra todo tipo de materias primas y productos a Irán a cambio de su producción petrolera. 

¿Qué sentido tiene que Rusia, el mayor productor mundial de petroleo, esé dispuesta a hacer frente a sanciones de todo pelo de occidente para comprar petroleo a Iran? La respuesta es sencilla: el petroleo iraní, que de esta forma pasaría a ser ruso, serviría para suministrar energéticamente a la India, el principal aliado de la Unión Soviética durante la Guerra Fría y un pais enorme carente de recursos energéticos propios. Además, Rusia ha ofrecido su apoyo a los proyectos de Iran de construir un gaseoducto que, atravesando Pakistán, suministre a la India. De esa manera, Putin lograría establecer una alianza energética con la India, algo en lo que fracasó la URSS antaño (debido a la Guerra de Afganistán).


En resumen: tras poner orden en su patio trasero (Asia Central), recuperar su influencia en Europa del este y consolidar mediante la CEEA su alianza con varias repúblicas ex-soviéticas, Putin busca establecer una alianza estrategica basada en la energía con China y la India. Si lo logra, el aislamiento de Occidente será total, y el futuro mismo del sistema económico de EEUU, basado en el petrodolar, estará en peligro...