Por ANATOL GORELIK (*)
Se ha mencionado a menudo que antes de morir Kropotkin había expresado varias veces el deseo de que los anarquistas y cooperativistas encarcelados, así como los cooperativistas de Dmitrov encarcelados por haber tomado posición a favor del cooperativismo, por influjo de las ideas que él había expresado en una conferencia acerca de ese tema en Dmitrov, pudiesen participar en su entierro.
«Recuerdo —dice la compañera de Kropotkin— que [mi hija] Alexandra Petrovna escribió a Lenin para que permitiese a los anarquistas y a los cooperativistas encarcelados estar presentes en el entierro.»
La otra voluntad de Kropotkin fue que La Internacional no fuese cantada ni interpretada durante su entierro, porque según él se parece a los aullidos de perros famélicos. Propuse también que se respetase esta voluntad, lo cual se cumplió a pesar de los anarco-bolcheviques.
Al llegar a Moscú en el tren que traía el cuerpo del difunto me enteré de que Lenin había recibido la carta y que, como se trataba de un asunto muy delicado, la había transmitido al ejecutivo del comité central panruso de los soviets. Como Pilatos, Lenin se lavaba las manos al respecto.
Los anarquistas, los socialistas revolucionarios, los tolstoianos e incluso algunos comunistas estaban indignados por el jesuitismo de Lenin, quien, mientras decretaba honores nacionales con todo el aparato del gobierno, del partido y de la Internacional Comunista de pie ante la tumba del gran anarquista y del gran revolucionario, se negaba al mismo tiempo a ejecutar las últimas voluntades de ese gran humanista, rebelde a toda injusticia y a toda opresión. Sólo los anarco-bolcheviques trataron de justificar la conducta de Lenin.
No conseguimos que saliesen de la cárcel todos los prisioneros, pero hicimos fracasar por completo los planes jesuíticos de los comunistas y de los anarcobolcheviques, que querían hacer creer al mundo que en Rusia los anarquistas y los comunistas trabajaban en buen entendimiento dentro de la dictadura del proletariado.
Desde la partida de Dmitrov, en el tren, me puse de acuerdo con muchos camaradas, sobre todo estudiantes y obreros, que prometieron ayudarme sucediese lo que sucediese. En primer término, decidimos protestar contra Lenin y los comunistas, a pesar del aparato de la inquisición policíaca. Después, nos pusimos de acuerdo para levantar el estandarte de la rebelión de Kropotkin y desplegarlo ante los que, por cobardía o complicidad, ayudaban a los comunistas a engañar a los anarquistas y a los revolucionarios de otros países.
Sobre el tren escribimos pensamientos de Kropotkin: «Allí donde está el poder, está la violencia y la coerción». «Los derechos no se dan, hay que cogerlos.»
Cuando el tren llegó a la estación de Savelev de Moscú se produjo un enfrentamiento particularmente fuerte, los anarcobolcheviques querían evitar manifestaciones contra los comunistas y se proponían llevar el ataúd a la Casa de los Sindicatos, a marcha forzada, sin cortejo ni ceremonia. Sobre todo porque numerosos camaradas y simpatizantes se unieron a nosotros.
Nos opusimos a ello enérgicamente, formamos una cadena y nos colocamos a la cabeza del cortejo entonando canciones anarquistas y anticomunistas.
Al llegar a la cárcel de Butirka, donde había centenares de anarquistas encarcelados, nos detuvimos para cantar cantos revolucionarios anarquistas.
La juventud comunista y los cooperativistas de Dmitrov, los tolstoianos y los socialistas revolucionarios nos seguían, pero los anarcobolcheviques protestaban; algunos decían que estábamos insultando al difunto.
De esta manera llegamos lentamente a la Casa de los Sindicatos.
Al día siguiente, 11 de febrero, la Cheka anunció que sólo pondría en libertad a los prisioneros a quienes consideraban anarquistas (siete personas).
Con esto se llegaba al colmo de la bajeza; decidí entonces confeccionar una bandera de protesta en nombre de los «anarquistas perseguidos y encerrados en las cárceles comunistas». Así se hizo de inmediato, porque el gobierno soviético había puesto a nuestra disposición calicós y pinturas. Improvisé el siguiente texto: «Exigimos la liberación de todos los anarquistas encarcelados por luchar por la misma idea que Kropotkin: la anarquía».
A pesar de las protestas de la comisión artística, la bandera fue colocada en la sala, en un sitio muy visible. Dos horas más tarde fue retirada por la comisión. Entonces logramos hacer otra con una inscripción más dura. El camarada Koslov-Kononof la cuidó durante treinta y dos horas.
El 13 de febrero se produjo el entierro. Casi cien mil personas llenaban la plaza. Para llevar el ataúd erramos seis anarquistas, pero pedimos que ese honor les correspondiese a los camaradas liberados. A la cabeza pusimos la bandera con nuestra protesta. Los miembros de la comisión del entierro vinieron a amenazarnos. Respondimos que Kropotkin era anarquista, que la Cheka no había liberado a los anarquistas y que defenderíamos nuestra bandera de protesta a la cabeza del cortejo.
Así se hizo e incluso Aaron Baron habló en el cementerio en nombre «de los anarquistas encarcelados en la Rusia comunista». Volvimos en el mismo orden hasta la Casa de los Sindicatos, acompañados sólo por los tolstoianos, las juventudes comunistas y los cooperativistas de Dmitrov. Un destacamento de la Cheka nos dejó pasar.
Al día siguiente nos reunimos para volver a acompañar, en un entierro de hecho, a los siete camaradas liberados por la Cheka, quienes se habían comprometido a volver a la cárcel. Esos siete amigos eran: Olga Taratuta (militante anarquista desde 1900, condenada en 1905 a veinte años de cárcel, evadida y vuelta a capturar, luego condenada a muerte en 1908, conmutada a prisión perpetua, liberada en 1917), desaparecida; Fanny Baron (obrera anarquista en Estados Unidos, vuelta a Rusia en 1917, encarcelada por los comunistas en Riazan, evadida, luego detención), fusilada; Aaron Baron (deportado a Siberia, evadido, militante anarquista en los Estados Unidos, vuelta a Rusia en 1917, combatiente contra los blancos, detenido en 1919), desaparecido; David Kogan (anarquista vegetariano, detenido en 1918 por los comunistas), desaparecido; Mark Mrachny (encarcelado durante el zarismo, redactor del periódico anarquista Nabat, detenido en 1920 por los comunistas), expulsado de la URSS; Alexandr Guevky (obrero metalúrgico en la fábrica de locomotoras de Jarkov, anarquista desde 1905, encarcelado durante el zarismo, detenido en 1920), desaparecido; Alexiev Clonetsky (socialista-revolucionario, anarquista a partir de 1919, detenido en 1920), desaparecido.
NOTA:
(*) Como hoy es 8 de febrero, el día que murió Kropotkin, su funeral supuso, cinco días después —el 13 de febrero de 1921—, además de ser un acto multitudinario, la última gran manifestación de protesta, en muchos años, contra el régimen soviético en el mismísimo Moscú.
Os ponemos este texto, escrito en el año 1931, por el anarquista ucraniano de origen judío Anatol Gorelik que fue testigo directo. Gorelik, miembro de la Confederación Anarquista de Ucrania Nabat, fue detenido junto a otros compañeros por los bolcheviques a fines de noviembre de 1920 en Járkov. Liberado a principios de enero de 1921 y vuelto a detener en marzo; es uno de los diez expulsados a finales de ese año. Murió en Argentina en 1956, tras dieciseis años postrado en la cama por una parálisis.
Os ponemos este texto, escrito en el año 1931, por el anarquista ucraniano de origen judío Anatol Gorelik que fue testigo directo. Gorelik, miembro de la Confederación Anarquista de Ucrania Nabat, fue detenido junto a otros compañeros por los bolcheviques a fines de noviembre de 1920 en Járkov. Liberado a principios de enero de 1921 y vuelto a detener en marzo; es uno de los diez expulsados a finales de ese año. Murió en Argentina en 1956, tras dieciseis años postrado en la cama por una parálisis.