Originalmente publicado en el blog de Alma apátrida.
Hace cierto tiempo, oí decir al africanista catalán Ferran Iniesta que el origen del conflicto de Casamance (región de Senegal que lucha por su independencia, cuyo principal grupo guerrillero firmó un alto el fuego en 2014) no había que buscar tanto los motivos en explicaciones de tipo étnico o religioso sino en la presencia de un sujeto social determinado, el "lumpenintelectual": al ser esta región la más escolarizada del país producía un excedente de mano de obra cualificada que no encontraba donde poder poner en práctica los conocimientos adquiridos y, por tanto, su frustración le llevaba a engordar las filas de la guerrilla independentista. Este concepto viene a ampliar el uso del término "lumpen" que el marxismo había asociado al proletariado (cuando hablaba de sus capas más bajas y desorganizadas) o cuando los autores latinoamericanos de la "Teoría de la Dependencia" hablaban de "lumpenburguesía" para referirse a que los sectores capitalistas de sus respectivos países que eran precarios y dependientes y no constituían una verdadera "burguesía nacional".
Creo que en el caso del Casamance o del Rif marroquí, por ejemplo, no podemos hablar de una burguesía nacionalista o regionalista que, desde perspectivas más o menos "democráticas", se opongan al centralismo de sus respectivos Estados porque la misma estructura política nacional impide su formación (como nos recordaba un compañero rifeño en una charla sobre las protestas en esta zona realizada en Martorell en julio del año pasado). Pero en el caso de Cataluña es justo lo contrario y su ideología irradia de arriba abajo todos los segmentos de nuestra sociedad, perdiendo fuerza a medida que desciende en la estructura de clases, como señalan algunos estudios sociológicos.
Por lo tanto, si tenemos en cuenta que según datos del Ministerio de Educación, menos del 10% de los estudiantes universitarios son hijos de padres no universitarios y que, en su época quizás más que ahora, las titulaciones universitarias constituían una perspectiva de movilidad social ascendente, nos encontraremos la base sociológica de la fuerte presencia de la Izquierda Independentista en las Universidades a través de organizaciones como el Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes (SEPC): militancia que ante la creciente precarización del mercado laboral se verá abocada a una precariedad creciente, entrando a formar parte de este "lumpen intelectual". Pero, ¿cuál es la psicología de este sector social? Como he dicho antes, la ideología burguesa irradia la sociedad y la Universidad no es una excepción: lo hace a través del mito de la meritocracia, es decir, la promesa falaz que repiten como loros los docentes serviles de la institución, consistente en que a través de su paso por esta se asciende en la estructura de clases.
Aquellos que han creído este "cuento de hadas" terminan con una conciencia escindida entre lo que esperaban de la sociedad y lo que encuentran, pero como las formas culturales suelen sobrevivir a los cambios en la realidad material, siguen siendo partícipes de este sueño meritocrático y su traducción en su adhesión acrítica al imaginario nacional burgués catalán convirtiéndose en un auténtico submarino ideológico dentro de una clase trabajadora cada vez más precarizada y sus minorías verdaderamente anticapitalistas. De ahí las afirmaciones hechas por un compañero libertario que del "caballo de Troya de los movimientos sociales en las instituciones" hayamos pasado a un proceso a la inversa con el seguidismo y claudicación constante que ha hecho la Izquierda Independentista, a través de su brazo electoral, a las políticas de la burguesía catalana y que culminan con la abstención en la investidura de Quim Torra, admirador personal de los fascistas hermanos Badia.
Como nos recordaba Evaristo de "La Polla Records": "... y llaman Universidades a criaderos de mutantes". Hoy día estos mutantes ideológicos, a través de un auténtico pastiche de populismo, leninismo de andar por casa y pseudoanarquismo, constituye la principal vanguardia de la contrarrevolución pequeñoburguesa dentro de un movimiento obrero, libertario y anticapitalista fragmentado y desorientado: desorientación que, incluso, dá lugar a apoyar organizaciones de la clase media y defenderlas posteriormente con vehemencia en jornadas anarquistas ante la incredulidad de los asistentes.
De los anarquistas depende revertir esta situación antes de que sea demasiado tarde.
Nos jugamos mucho.