Por Patrick Basham, director de The Democracy Institute
Decir en voz alta que le parecen extraños los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 es invitar a la burla. Debes ser un loco o un teórico de la conspiración. Táchame de chiflado, entonces. Trabajo haciendo encuestas de opinión y estas elecciones me parecen profundamente desconcertantes. También creo que la campaña de Trump todavía está en su derecho de impugnar los recuentos de votos. Algo muy extraño sucedió en la democracia estadounidense en las primeras horas del miércoles 4 de noviembre y los días siguientes. Es razonable que muchos estadounidenses quieran saber exactamente qué.
Primero, considere algunos hechos. El presidente Trump recibió más votos que cualquier presidente en ejercicio en busca de la reelección. Obtuvo 11 millones de votos más que en 2016, el tercer aumento de votos más grande en la historia de EEUU de un presidente en ejercicio que busca la reelección. A modo de comparación, el presidente Obama fue reelegido cómodamente en 2012 con 3,5 millones de votos menos de los que recibió en 2008.
El número de votos a favor de Trump aumentó mucho porque, según las encuestas a pie de urna, tuvo mejores resultados en muchos grupos demográficos clave. El 95% de los republicanos votaron por él. Tuvo resultados extraordinariamente buenos entre los hombres blancos de clase trabajadora del campo.
Obtuvo la mayor proporción entre todos los votos minoritarios que ha recibido un candidato republicano desde 1960. Trump aumentó su apoyo entre los votantes negros en un 50% durante 2016. A nivel nacional, el apoyo de los negros a Joe Biden cayó muy por debajo del 90%, nivel por debajo del cual los candidatos presidenciales demócratas normalmente pierden.
Trump aumentó su participación en el voto hispano nacional en un 35%. Es aritméticamente imposible que un candidato presidencial demócrata gane Florida, Arizona, Nevada y Nuevo México con el 60% o menos del voto hispano del país. Los Bellwether states (estados de referencia o indicadores de la tendencia en las elecciones, AyR) tendieron aún más que en 2016 en favor de Trump. Florida, Ohio e Iowa desafiaron las encuestas de los medios estadounidenses (que de manera unánime antes de las elecciones aseguraban que Biden iba a obtener una victoria masiva en las elecciones, motivo por el que han quedado desprestigiadas por partidistas, AyR) y dieron grandes victorias a Trump. Desde 1852, solo Richard Nixon ha perdido la elección presidencial en el colegio electoral tras ganar este trío de estados, y esa derrota de 1960 frente a John F. Kennedy sigue siendo objeto de gran sospechas de fraude.
Los estados del medio oeste de Michigan, Pensilvania y Wisconsin siempre giran en la misma dirección que Ohio e Iowa, sus compañeros regionales. Ohio también se balancea en la misma dirección que Florida. Los recuentos actuales muestran que, más allá de algunas ciudades, el Cinturón de Óxido (Rust Belt, antiguo corazón de la industria pesada de EEUU que ha quedado diezmado tras la falta de inversiones y la deslocalización neoliberal de empresas a China en los 70 y 80, AyR) se inclinó en favor de Trump. Sin embargo, Biden lidera en Michigan, Pensilvania y Wisconsin debido a una aparente avalancha de votos negros en Detroit, Filadelfia y Milwaukee. El margen 'ganador' de Biden se debe casi en su totalidad a esos votantes en estas ciudades, ya que casualmente su voto negro se disparó solo en justo aquellos lugares necesarios para asegurar su victoria. No recibió niveles comparables de apoyo entre grupos demográficos similares en otros estados comparables, lo cual es muy inusual para el vencedor de las elecciones presidenciales.
Se nos dice que Biden ganó más votos a nivel nacional que cualquier candidato presidencial en la historia de EEUU. Pero ganó un mínimo histórico de 17% de todos los condados del país; tan sólo ganó 524 condados, a diferencia de los 873 condados que ganó Obama en 2008. Y, sin embargo, de alguna manera Biden logró superar en votos totales a Obama.
Los candidatos presidenciales victoriosos, especialmente los que desafían al presidente en funciones, suelen tener empujar al voto a otros candidatos de su partido (efecto conocido como down-ballot coattails, AyR). Esto no ocurrió con Biden. Los republicanos mantienen el control del Senado y han disfrutaron de una 'ola roja' (el rojo es el color del Partido Republicano, AyR) en la Cámara de Representantes, donde obtuvieron una gran cantidad de escaños y ganaron todos los 27 en los que el resultado no estaba claro. El partido de Trump no perdió el control de ni una sola legislatura estatal y, de hecho, logró avances a nivel estatal.
Otra anomalía se encuentra en la comparación entre los datos de las encuestas y los datos que no se obtienen mediante encuestas. Estos últimos incluyen: tendencias en el registro de votantes de partidos; los votos de los candidatos en sus primarias; el entusiasmo que produce cada candidato; el número de seguidores en las redes sociales; los ratings en emisiones y medios digitales; las búsquedas en la red; el número de donantes (especialmente los pequeños); y el número de personas que apuestan por cada candidato.
A pesar de los malos resultados recientes, las encuestas académicas y de los medios de comunicación tienen un impresionante récord de un 80% de éxito en predecir al ganador en la era moderna. Pero, cuando las encuestas se equivocan, las métricas de datos distintos a los de las encuestas no lo hacen; estos últimos tienen un récord del 100% en predecir al ganador. Todas las métricas de datos distintos a los de las encuestas pronosticaron la reelección de Trump. Para que Trump perdiera estas elecciones, las encuestas mainstream deberían de haber acertado, pero no fue así (de manera unánime pronosticaban una 'ola azul' que daría una victoria espectacular a Biden, en lugar del ajustado resultado oficial, AyR). Además, para que Trump perdiera, no solo una o más de las métricas de datos distintos a los de las encuestas tenían que estar equivocadas por primera vez, sino que todas tenían que estar equivocadas, y al mismo tiempo; no es un resultado imposible, pero si extremadamente improbable.
Los patrones de votación atípicos unidos con fallos de pronósticos en las encuestas y de las métricas de datos distintos a los de las encuestas deberían hacer que los observadores reflexionasen. Al misterio se suma una cascada de información sobre la extraña manera en que se acumularon y contaron las papeletas electorales.
Las siguientes peculiaridades también carecen de explicaciones convincentes:
- A última hora de la noche de las elecciones, con Trump cómodamente por delante en los datos del recuento, muchos estados swing (cuyo resultado no estaba claro, AyR) dejaron de contar las papeletas. En la mayoría de los casos, los observadores fueron apartados de las instalaciones de recuento. El recuento generalmente continuó sin que los observadores estuvieran presentes.
- Los recuentos de votos estadísticamente anormales fueron la nueva normalidad cuando se reanudó el recuento. Eran inusualmente grandes en tamaño (cientos de miles) y tenían una relación Biden-Trump inusualmente alta (90 por ciento o más a favor de Biden).
- Se contaron las papeletas que llegaron tarde. En Pensilvania, 23.000 papeletas de voto en ausencia (de personas que no votan en persona sino por correo, AyR) tienen fechas de devolución por correo imposibles y otras 86.000 tienen fechas de devolución tan extraordinarias que plantean serias dudas.
- La falta de coincidencia de las firmas de las papeletas de votación por correo. La destrucción del correo en sobres de votación, que deben contener las firmas.
- Tasas históricamente bajas de votos inválidos por errores de votos en ausencia, a pesar de un aumento masivo del voto por correo. Es tan estrecho el margen de Biden para ganar que, como observa el analista político Robert Barnes, "si los estados simplemente impusieran la misma tasa de votos inválidos de votantes ausentes que las elecciones recientes, entonces Trump ganaría las elecciones".
- Votos desaparecidos. En el condado de Delaware, Pensilvania, faltan 50.000 votos guardados en 47 tarjetas USB.
- Votantes no residentes. El Voter Integrity Project de Matt Braynard estima que en Goorgia votaron 20.312 personas que no cumplían los requisitos de residencia necesarios para votar. En Georgia, el margen de Biden para ganar a Trump es de 12.670 votos
- Graves defectos en la "cadena de custodia" de los votos. Direcciones residenciales no válidas. Número récord de personas muertas votando. Papeletas en perfectas condiciones y sin la menor arruga, es decir, que no se han enviado por correo en sobres como exige la ley.
- Anomalías estadísticas. En Georgia, Biden superó a Trump con el 89% de los votos contados. Para los siguientes 53 lotes de papeletas contados, Biden lideró a Trump por el mismo margen exacto de entre el 50,05% al 49,95% en cada uno de los lotes de papeletas. Es particularmente desconcertante que todas las anomalías estadísticas y de recuento de votos favorecieran a Biden. Tanto si el motivo fue un simple error humano o una actividad malintencionada, o una combinación de ambas, lo que está claro es que sucedió algo raro.
Si usted cree que solo los chiflados tienen preocupaciones legítimas sobre estos errores y afirmaciones, tal vez el chiflado sea usted.