domingo, 13 de diciembre de 2020

Hipótesis B


9 Septiembre 2020

Ni en China, donde ha surgido de nuevo otra enfermedad infecciosa, ni en las democracias representativas liberales de su entorno, como Taiwán, Corea del Sur o Japón, el daño sanitario, económico y de libertades ha sido comparable al de las sociedades avanzadas occidentales, con alguna excepción como Suecia, donde no han aplicado ninguna restricción democrática ni económica y, sin embargo, han sufrido la letalidad propia de la gripe común. Mal ejemplo para los demás, porque deja al descubierto que son víctimas de la peor gestión de lo que ha terminado convirtiéndose en la mejor jugada geoestratégica de la dictadura china, justo cuando la guerra comercial de Trump (un presidente empresario) le estaba haciendo más daño y un poco antes de que se enfrente al veredicto de las urnas. ¿Casualidad buscada? ¿Oportunidad hábilmente aprovechada?

Porque de eso se trata. De esconder el bulto, de zafarse de la responsabilidad, conseguir impunidad y, además, por si esto fuera poco, incrementar su poder.

No hay nadie que en términos económicos, políticos y sanitarios lo haya hecho peor que los dirigentes de las naciones más avanzadas tecnológica y científicamente, más prósperas y libres del planeta. Nuestros nuevos señores feudales ahora llamados “políticos” en lugar de “nobles”.

Toda la actuación seguida durante su incompetente gestión, dejándose llevar por las hábiles y ágiles manipulaciones, ocultaciones y desinformaciones de China, la causante de la epidemia, y la OMS, su cooperador necesario, para convertir esta enfermedad de letalidad leve en una pandemia apocalíptica ante la que sólo fuera posible reaccionar al más puro estilo medieval (confinamiento, aislamiento social, máscaras planas en lugar de aquellas con forma de pico, genocidio eugenésico sobre ciertas capas de población, dantescas escenas de Hospitales desbordados y muertos “abandonados” en residencias, carpas de patinaje sobre hielo…), toda esa actuación, decía, apenas ha sido (está siendo) puesta en escena en ningún otro sitio que no sean los países occidentales y occidentalizados de Europa, América y Oceanía.

Ese es el problema y la razón última de que en estos países continúe la farsa de una pandemia cuya gravedad sólo está sostenida por la desinformación y la propaganda, ocultando el esclarecedor ejemplo de Suecia y pasando de puntillas por el de España, que es donde más se ha recortado la libertad y los derechos fundamentales, más se ha hundido la economía y, al mismo tiempo, donde se han producido más muertes por habitantes de todo el mundo, incluidos los países más pobres y atrasados.

Entre los, hace apenas unos meses, impensables procedimientos para mantener una farsa de este calibre, la mayor sin duda de toda la Historia de la Humanidad por su desproporción entre lo que realmente es (letalidad entre el 0,2 y el 04%) y el daño causado, resalta uno que está moviendo ríos de tinta, de persecución preventiva contra la disidencia y de hipótesis y teorías variopintas: las vacunas.

¿Por qué esta innecesaria e irresponsable celeridad para poner una vacuna en el mercado que obligue a toda la población? Una celeridad desesperada que no tiene absolutamente ninguna justificación en la gravedad de la enfermedad (recordemos, letalidad de entre el 0,2 y 0,4%), muy pocas garantías de eficacia (menor que la ya muy baja de la gripe estacional) y alto riesgo de provocar efectos secundarios dañinos por no seguirse las pautas y tiempos exigidos por la normalidad científica, lo cuál viene escandalosamente probado por la exigencia de las farmacéuticas de que las autoridades (políticas, por supuesto) les eximan de cualquier responsabilidad civil ante eventuales daños a la población, insólita exigencia que la UE se ha apresurado a aceptar?

¿Qué beneficio tiene y para quién esa vacuna precipitada, poco necesaria desde el punto de vista sanitario y sin las garantías habituales?

Una hipótesis se está generalizando ante lo incomprensible del asunto. La conspiración de las élites para controlarnos (nanochips) y reducir la población (substancias nocivas ocultas). Es lógico que ante lo descabellado del asunto se generen explicaciones del mismo nivel. Como es lógico que los mismos que están comportándose de forma tan precipitada y arriesgada lleven a pensar a personas sensatas y realistas que en el trasfondo de esta desesperada prisa por lograr una vacuna para algo que mata (si la asistencia sanitaria es mínimamente eficiente) más o menos como la gripe común se esconde la intención de llevar a efecto un control masivo y/o la reducción traumática de la población. Y como también es lógico que quienes están impulsando esas vacunas, utilicen la reacción de extrañeza y sospecha de quienes denuncian su irresponsabilidad para convertirla en conspiranóia con la que ocultar su comportamiento conspiranógeno.

Es rara y extravagante la hipótesis A de que las vacunas obedecen a un plan siniestro de las élites que ocultamente gobiernan el Mundo para controlarnos y/o matarnos. Pero no menos raro y extravagante es la prisa por poner en el mercado unas vacunas de las que no se fían ni sus fabricantes, a los que hay que garantizar impunidad legal para que las pongan en el mercado.

Sin embargo, hay otra explicación, una hipótesis B, mucho más sencilla, realista y, también, sórdida.

Los dirigentes occidentales y de los países occidentalizados, que son responsables de la peor gestión sanitaria, política y económica del mundo, no pueden decir ahora, “Es verdad. Nos dejamos engañar y os hemos arruinado la vida, agravando el daño sanitario por el caos y la histeria por los que nos hemos dejado arrastrar hasta robaros la libertad y los derechos más elementales”. Porque, si reconocieran eso o dejaran que esa idea prosperase en la sociedad, habría que llevar a cabo una depuración de responsabilidades políticas, civiles y penales de tal calibre que se llevaría por delante no sólo a la actual generación de políticos sino al propio régimen neofeudal sustentado en la socialdemocracia (de derechas e izquierdas), que tan fácilmente, como estamos viendo, puede degenerar en neocomunismo o nacionalsocialismo.

¿Solución para no quedar en evidencia? “Todo era verdad, la pandemia ha sido (y es) realmente tan grave como para obligarnos a hacer lo que hemos hecho con vosotros. Pero ahora lo vamos a arreglar todo con una vacuna. Tendréis que seguir viviendo en los nuevos rebajados niveles de libertad y prosperidad, en esa nueva normalidad que nos ha impuesto la pandemia, pero podremos salir de esta espiral económica gracias a la vacuna”.

No hay nanochips, ni substancias nocivas para debilitar y matar a la población sobrante. Lo único que hay es la necesidad urgente por parte de los dirigentes políticos de esconder su responsabilidad, conseguir impunidad y, de paso, una sociedad que acepta ser sometida y empobrecida.

Esta la hipótesis B: Las vacunas tienen como único objetivo que los políticos eviten sus responsabilidades por la gestión más desastrosa, incompetente y dañina en el mundo occidental desde tiempos inmemoriales. Se trata de salir indemnes del inmenso daño que han causado con su abismal incompetencia y, además, con más poder.

Con las vacunas se busca el efecto placebo social y político. Poder desmontar la farsa de forma congruente con los términos del engaño que ellos han sufrido y evitar las responsabilidades por el daño que nos han causado. Absolutamente nada más.

Es una hipótesis sencilla, con protagonistas conocidos y motivos rastreramente comunes. Pero es la más realista y, también, la más peligrosa para el verdadero poder, que no es el de los gobiernos en la sombra sino el de los que nos piden el cheque en blanco de nuestro voto, nos imponen leyes, confinamientos y vacunas, esos nuevos señores feudales que controlan la información (la biblia sigue en latín), nos obligan a trabajar la mitad de cada año para ellos, nos imponen la única Verdad revelada por los nuevos doctores de la Iglesia, ahora llamados “expertos” y además, si todo les sale bien con el cuento de las vacunas, se van a ir de rositas tras habernos hecho más pobres y menos libres gracias a su tremenda, vergonzosa y nociva gestión.

Con la vacuna todo volverá a la vieja normalidad de hace 200 años, mientras las personas más lúcidas y sensatas intentan explicarse este despropósito entreviendo razones siniestras y ocultas de un poder en la sombra que, como Satanás y su invisible corte, intenta manejar el destino de la Humanidad.

Puro y rastrero medievo. Incluida la vacuna placebo con la que los poderosos con rostro y mitin intentan escapar de su responsabilidad y, de paso, completamente gratis, llevarnos hasta esa Edad Media actual a la que llamamos “Tercer Mundo”.

Pero cuidado, porque esta hipótesis B no excluye necesariamente la A. No se puede descartar la posibilidad de que “alguien” aproveche la oportunidad de oro que le brindan nuestros dirigentes, especialmente los de occidente, para “dejar caer” en esas vacunas placebo, en el mejor de los casos inocuas, substancias que permitirían controlar a la población o, simplemente, que no es poca cosa, debilitar su salud. Y esto no necesariamente en todo el mundo sino, tal vez, sólo en algunas regiones del planeta que no tienen por qué ser ni las más pobres ni las más superpobladas, sino, sencillamente, las de los adversarios, los competidores y/o los enemigos.