Mientras por toda la UE se absuelven criminales de guerra, un soldado de EEUU que desertó para evitar participar en la guerra de Irak ha sido sometido a una campaña de silencio en los media y el desinterés por parte de la izquierda
(Circular Nº 1)
Actualmente, el número de países involucrados —directa o indirectamente— en conflictos militares es el mayor desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Por desgracia, el aumento constante del uso de la violencia militar es inversamente proporcional al número de protestas antimilitaristas. La ilusoria —y autoritaria— idea de que las armas pueden solucionar se ha extendido entre la extrema izquierda; buena prueba de ello son los voluntarios en el Donbass del lado de los prorrusos, en cuyas filas abundan fascistas europeos y nostálgicos zaristas rusos, por no hablar de su total dependencia del Kremlin, sin cuya ayuda sería imposible su supervivencia al carecer de suministros de cualquier tipo (alimentos, energía, etc.). Este apoyo a los novorrusos y los nuevos «brigadistas internacionales» contrasta con la ausencia del antimilitarismo, una idea fundamental de la lucha contra el poder.
Un ejemplo de esta situación es la soledad de André Shepherd.
Tras pasar entre 2004 y 2005 cinco meses en Irak como mecánico poniendo a punto helicópteros de guerra de tipo Apache, Sheperd decidió desertar cuando supo que tenía que volver al país arrasado por EEUU; según el tribunal superior de justicia de la UE, Shepard tomó esa grave decisión por estar convencido de que «no debía participar en una guerra que consideraba ilegal ni en crímenes de guerra que, según él, estaban siendo cometidos en Irak». «Cuando leí y oí sobre como reducían a despojos a los habitantes del país con las ametralladoras o que les reventaban en pedazos con los misiles Hellfire empecé a sentirme avergonzado de lo que estaba haciendo». Por ello, en 2007 desertó, solicitando asilo en Alemania, alegando que «desde el punto de vista estadounidense, la deserción es un delito grave».
En 2011, Alemania rechazó ofrecer asilo a Shepard (que está casado con una ciudadana alemana), abriendo la vía a una deportación. Shepard recurrió la sentencia entonces ante un tribunal alemán (en Munich), que prefirió lavarse las manos y pedir al tribunal superior de justicia europeo que «interprete la directiva (ley europea) sobre el estatuto del refugiado». Dicha directiva afirma que «un acto de persecución puede, entre otras, revestir la forma de "procesamientos o penas por la negativa de cumplir el servicio militar en un conflicto en el que el cumplimiento del servicio militar conllevaría delitos"».
A pesar de ello, en un ejercicio de cinismo sin precedentes el tribunal de justicia de la UE afirma que una agresión militar desplegada sobre la base de una resolución del Consejo de Seguridad «ofrece, en principio, todas las garantías de que en ella no se cometerán crímenes de guerra», algo que, asegura, es improbable debido a que los estados participantes en la coalición militar agresora incluyen en su legislación el castigo de los crímenes de guerra; todo ello, afirma el tribunal «puede hacer menos verosímil la tesis según la cual un militar de uno de estos estados podría verse llevado a cometer tales crímenes».
El colmo del cinismo del dictamen del tribunal superior de justicia de la UE es su exigencia de que Shepard demuestre que EEUU llevó a cabo crímenes de guerra en Irak. Según el tribunal, el mantenimiento de las fuerzas armadas es un «ejercicio legítimo» por parte de un Estado que la deserción impide, por lo que para que Shepard pueda recibir asilo ha de demostrar que hubo motivos para ello. Es decir, el tribunal deliberadamente busca un medio de evitar aplicar la legislación europea que ofrece asilo a quienes no quieran participar ven crímenes de guerra, para lo cual exige a Shepard que demuestre que su negativa a «cumplir con el servicio militar» era el único medio para «poder evitar participar en la realización de crímenes de guerra»; en otras palabras: Shepard necesita presentar evidencias de crímenes de guerra en Irak para poder recibir el estatuto de refugiado.
(Abril 2015)
EL QUE HACE LA LEY HACE LA TRAMPA
29-10-2014: Cinco militares acusados de practicar torturas sistemáticamente en la base española de Diwuaniya (Irak) en 2004 son absueltos. ¿Motivo? España no declaró la guerra a Irak, y al no haber guerra (técnicamente hablando), no hay crímenes de guerra. Además según el tribunal la Convención de Ginebra no es valida para civiles, que califica de posibles «terroristas».
19-03-2015: Un tribunal militar polaco absuelve a cuatro militares acusados de asesinar civiles en Afganistán en 2007. Motivo: el tribunal «no está convencido de que se tratase de un intento deliberado de matar civiles». Según el tribunal, «no tenían intención de disparar a la aldea, ni matar civiles». Los soldados dispararon 24 salvas de mortero mientras se celebraba una boda, matando 8 civiles (entre ellos ancianos, niños y una embarazada).
Desde 13-03-2015: Revisión de la absolución del coronel alemán Georg Klein, que ordenó bombardear en 2009 un camión de combustible robado a la OTAN cuando los civiles se repartían el «botín». Resultado: al menos 142 muertos, incluidos niños. Los pilotos fueron condenados en EEUU, y Klein ha sido absuelto y ascendido a general.
Una diferencia importante entre los EEUU y las anteriores potencias hegemónicas es la existencia de una arraigada resistencia en el seno de su ejército a desobedecer órdenes. Esta resistencia a la jerarquía, reflejo de la mentalidad estadounidense, alcanzó su clímax durante la guerra de Vietnam, donde la resistencia de los soldados fue un factor tan importante como ocultado de la derrota de EEUU. La resistencia se manifestó en la negativa a obedecer órdenes por parte de batallones y un sabotaje generalizado contra el esfuerzo militar que llegó incluso a poner fuera de combate portaaviones, y alcanzó el clímax con el llamado «fragging», consistente en quitar de enmedio a mandos lanzándoles una granada de mano.