lunes, 21 de diciembre de 2015

Encubriendo a los criminales hasta el final


Por JULIO REYERO

A finales de mayo hemos conocido un nuevo episodio de la esperpéntica actuación del arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, en relación al caso de abusos sexuales en su diócesis por parte de los sacerdotes llamados «Los Romanones».

Por fin el arzobispo se supone que ha entregado la documentación al titular del Juzgado de Instrucción Nº 4, Antonio Moreno, con las declaraciones que hicieron en el seno de la Iglesia los imputados por abusos sexuales a menores, después de haber borrado información de discos duros y ordenadores encontrados por la policía.

Mientras el arzobispo afirma sin rubor haber colaborado con la investigación del juez en todo momento, éste último no opina lo mismo. Lleva desde noviembre del año pasado enviando hasta cinco requerimientos a los que el arzobispo ha hecho caso omiso o no ha entregado lo que se solicitaba, dificultando cuatro días la entrega de la última notificación en mano por «encontrarse ausente». Sólo cuando el juzgado ha lanzado un ultimátum de 3 días para recibir la documentación, el arzobispo lo ha entregado a punto de expirar el plazo, al tercer día. Muy propio.

Según el arzobispo, estos casos competen a la autoridad eclesiástica, en concreto a la Congregación para la Doctrina de la Fe (antigua Inquisición), agarrándose a una norma franquista y a la legislación canónica. Incluso en un alarde de cinismo monseñor Martínez se ha ofrecido para «mediar» entre el Vaticano y el juzgado a la hora de abordar la competencia del caso. Según el juez, el «secreto pontificio» y otras normas en las que se escuda el arzobispo son reglas internas de la Iglesia y «no vinculan a los tribunales civiles».

Pero no podemos olvidar de qué personaje estamos hablando. Francisco Javier Martínez era obispo de Córdoba cuando estalló el escándalo protagonizado por el cura de Peñarroya-Pueblonuevo, José Domingo Rey Godoy, acusado de abusar sexualmente de 6 niñas menores de edad. Puesto en conocimiento de la diócesis de Córdoba por las víctimas, la Iglesia se dedicó a recoger hasta 2.800 firmas de apoyo al sacerdote utilizando para este fin incluso medios como CajaSur, presidida por el sacerdote Castillejo, la residencia de ancianos o los comercios del pueblo. Durante los 3 años que duró el juicio las víctimas tuvieron que cruzarse con su agresor en el pueblo respaldado por el obispo y muchos fieles, y sólo tras su entrada en la cárcel fue sustituido como párroco por Martínez. Tras cumplir 7 de los 11 años de prisión a que fue condenado por sentencia confirmada por el Tribunal Supremo, a Rey Godoy le reservaron un puesto en el Archivo Diocesano donde trabaja actualmente sin ser molestado.

Pero no era muy difícil suponer que su arrojo en defender a los verdugos de estos abominables casos sea un reflejo de la mentalidad de este señor. Y efectivamente le hemos podido escuchar en «la entrevista más desagradable que alguien le había hecho en Córdoba en 7 años» (se ve que el periodismo flojea), justificar la protección de estos criminales diciendo que «la justicia humana tiene sus límites y sólo la justicia de Dios es justa».

Pero no solo actúa y opina en estos casos. Es famosa su homilía (pública en YouTube), donde además de reivindicar «esa tan denostada Edad Media», acabó diciendo que el aborto «autoriza al hombre a abusar sin límites del cuerpo de la mujer». Y también salió a presentar con la cabeza alta el libro Cásate y sé sumisa de Costanza Miriano, publicado en una editorial iniciativa del Arzobispado, que contiene perlas como ésta: «Muchas mujeres luchan con los maridos y llegan a ser insoportables. Sólo porque no han comprendido el secreto de la acogida, ni tampoco el de la sumisión, ni el de la obediencia como acto de generosidad». Además de recomendar que las mujeres den pasos atrás o se pongan de rodillas para solucionar los problemas, para financiar esta abyecta propaganda han incluida en el libro el número de una cuenta corriente donde aportar donativos (todo momento es bueno para estos profesionales).

Francisco Javier Martínez no es el único y no podríamos atrevernos a decir que tiene la actitud más infame (la competencia es dura), pero desde luego es un buen ejemplo de cómo la Iglesia «de los pobres», la de los más de 2 años del nuevo Papa «revolucionario», mantiene en sus puestos a los responsables de encubrir numerosos casos de abusos sexuales a menores y de transmitir la propaganda más reaccionaria en defensa de un orden a todas luces injusto.

PRISMA, Nº 3.