martes, 10 de julio de 2018

Anarquismo y sexo, por Anarchist Federation

Artículo publicado en Organise!, órgano de la Anarchist Federation, número 59 (2002)

Los puntos de vista anarquistas sobre el sexo pueden ir desde la idea de que “todo vale” entre adultos que consienten, hasta los enfoques más tradicionales de lo que constituye el amor libre entre individuos. Una cosa que estas diversas opiniones tienen en común, sin embargo, es la idea de la libertad sexual y la oposición a la opresión sexual. Sin embargo, la libertad pro-sexual y la opresión anti-sexual están abiertas a una amplia interpretación y pueden abarcar análisis diversos, y a veces contradictorios, de un anarquista a otro.

Dentro de ciertas tradiciones históricas anarquistas (así como dentro de la izquierda), a menudo ha habido una importante corriente de “puritanismo” respecto el sexo y cualquier actividad considerada generalmente como frívola.

Todos conocemos la historia de Emma Goldman bailando toda la noche con tipos en un evento social anarquista, siendo culpada luego de tener un comportamiento que no corresponde a un revolucionario (también conocemos su posterior indignación). También sabemos que parte del movimiento anarquista en la revolución española han sido acusados de un puritanismo similar, y la idea de que los revolucionarios anarquistas y comunistas de alguna manera deben vivir como monjes ascéticos o monjas continúa hasta nuestros días en algunos lugares.

Las novelas de escritores anarquistas del siglo XIX como Octave Mirbeau fueron clasificadas como pornografía por el 'establishment' literario de la época. El Diario de una camarera retrató los hábitos sexuales de la burguesía de tal forma que Jean Grave comentó: “Qué suciedad y decadencia hay bajo la bonita superficie de nuestra sociedad”. Para ser justos, la antiheroína proletaria de Mirbeau, Celestine, tampoco era una santa sexualmente, pero el énfasis en la llamada “perversidad” sexual y “depravación” de los ricos en la novela implica claramente la idea de que un descarriado sexual es de alguna manera burgués. Esto realmente no es tan diferente de la antigua Militant Tendency (ahora el Socialist Party) diciéndonos hace unos años que la homosexualidad no era más que una enfermedad burguesa.

Valores victorianos

Además de esto, está el efecto duradero de ciertos elementos dentro del movimiento de liberación de la mujer, que llevó a muchas feministas y sus seguidores masculinos a adoptar actitudes ‘puritanas’ hacia el sexo y la sexualidad, y adoptar la censura contra la pornografía y todo tipo de erótismo.
Sin duda, han surgido muchas cosas positivas del feminismo y del movimiento de mujeres en general, pero un inconveniente importante fue el crecimiento de la creencia de que los hombres en general son intrínsecamente explotadores hacia las mujeres (lo que ciertamente se basa en el hecho real de que muchos hombres se comportan de esta manera durante mucho o al menos parte del tiempo), mientras que las mujeres siempre fueron vistas como víctimas de la dominación y opresión masculinas. En algunas feministas que siguieron este punto de vista se dió un gran salto de fe, pasando a afirmar que todos los hombres son abusadores sexuales reales o al menos potenciales, mientras que las mujeres, por otro lado, son vistas como fundamentalmente santas y casi asexuales, seres que pueden ser corrompidas por los hombres; y aquellas mujeres que, al hacer cosas como salir habitualmente, escoger y follar con tíos (o incluso entablar relaciones con “el enemigo”), en realidad estaban viviendo como víctimas de los hombres y su sistema patriarcal. En el fondo, esta visión como seres “asexuales explotados” de las mujeres tiene mucho en común con la mitología religiosa estándar de la mujer “como santa o puta“ y contiene más que una pizca de los viejos valores victorianos tradicionales. Desgraciadamente, incluso el anarquista circunstancial se aferra aún a parte de esa herencia de proteccionismo moral.

Bajo el capitalismo, todo y todos son una mercancía, todos tenemos nuestro precio de mercado. Y ya sea vendiendo nuestra fuerza de trabajo como trabajadores, o comprando cosas necesarias (y algunas cosas no tan necesarias) como consumidores, todos existimos como parte integrante del sistema mercantil del capitalismo mundial.

El sexo, por tanto, no es diferente y es algo que no solo es comercializable sino que se comercializa agresivamente bajo el capitalismo (como todos sabemos, ‘sex sells’ –el sexo vende). Sin embargo, cuando se compra y se vende sexo, ya sea pornografía, prostitución, etc., las feministas de izquierda, partidarias de la censura, y algunos anarquistas, tienden a ver este comercio como algo peor que muchas otras formas de explotación capitalista.

Lapping it up

Como ejemplo, recientemente se abrió un club de lap dance en Nottingham y se organizó rápidamente una campaña para cerrarlo. Ahora mismo no sé si los anarquistas estuvieron realmente involucrados en esta campaña, pero sí sé que algunos anarquistas ven una campaña de ese tipo como una causa digna.

Entiendo los argumentos de las feministas a favor de la censura. Sin embargo, el punto de vista de que la pornografía (y en este caso, el ‘lap dance’) de alguna manera incita a los hombres a cometer actos de violencia o violación contra las mujeres es muy dudosa. Además, la descripción simplista de la pornografía y la industria del sexo en general -que se considera un lugar donde las mujeres involucradas son víctimas súper explotadas- me parece que está basada en una forma de conservadurismo o liberalismo, moralismo criptoreligioso, ayudado en gran medida por la mitología sensacionalista de los medios de comunicación, difundida en grandes cantidades. Pero solo un poco de este punto de vista se basa en la realidad real del trabajo sexual o la industria del sexo, que, en verdad, es extremadamente amplia y polifacética. Sí, algunas partes son horrendamente explotadoras, a veces equivalen a una esclavitud real (no salarial) y son poco más que un medio para los intereses comerciales grandes y pequeños, legítimos e ilegales, para acuñarla.

Pero yo diría que (ciertamente en este país) muchas secciones de la industria del sexo no son ni más ni menos explotadoras que cualquier otra actividad capitalista y otras secciones todavía son de lo menos explotador que se puede encontrar bajo el capitalismo. Por lo tanto, generalizar demasiado sobre la industria del sexo lleva a una comprensión muy limitada e ingenua y no dice nada sobre las condiciones reales que en ella dominan.

Ahora tiendo a pensar en los clubes de lap-dancing como, bueno... mierda. Pero en el esquema socioeconómico de las cosas, dentro del capitalismo, los ubicaría en la categoría de “ni más, ni menos” que el resto de las industrias explotadoras del sistema. En los clubes de lap-dance, por lo general, existen estrictas reglas de seguridad de ‘no contacto físico’ entre bailarinas y espectadores, y si no te molesta ser mirada por un tipo o varios, entonces el dinero no es tan malo y está mucho mejor pagado que la mayoría de los otros trabajos de la clase trabajadora. También es el tipo de trabajo en el que puedes ir y venir a tu gusto y las horas suelen ser bastante flexibles. Es cierto que los empleadores suelen discriminar dando trabajo solo a mujeres consideradas estereotípicamente “atractivas” o “sexys” y teniendo un límite máximo de edad, partiendo de la base de que eso es lo que atrae a los que pagan.

Entonces, como anarcocomunistas, nuestra actitud hacia un club de ‘lap dance’ debe ser más o menos similar a nuestra actitud hacia un cine, una fundición o un supermercado; en otras palabras, se trata de negocios como los demás. Pero, por supuesto, no es tan simple, ¿verdad? ¿Por qué la gente se pone tan furiosa con estos clubes hasta el punto de querer hacer campañas para cerrarlos, mucho más de lo que hacen contra el taller textil local que paga una mierda por un horario de 12 horas a trabajadores “ilegales”? ¿Es porque en el primero una mujer tiene la audacia de bailar desnuda o semidesnuda durante unas horas por un salario medio decente? ¿O es porque los activistas no quieren tener cosas (no muy) sucias detrás de puertas cerradas en su vecindario?

¿Y por qué la gente está menos inclinada a molestarse en hacer campañas contra el taller textil local? ¿Es simplemente porque son un grupo de extranjeros los que trabajan allí y en realidad les importa una mierda que los refugiados trabajen largas horas, en condiciones terribles con poca o ninguna regulación de salud y seguridad, y que les paguen mal? ¿Es porque trabajar en un taller textil es al menos un “trabajo honesto” donde nadie tiene que desnudarse? ¿O las personas simplemente están de acuerdo con que ese tipo de cosas sórdidas sucedan a puerta cerrada en su vecindario?

Ahora, cuando hablo de lo que llamo el segmento intermedio del sector de explotación sexual “ni más ni menos” (por ejemplo, clubes de ‘lap-dance’), tengo la sospecha de que todo se reduce a la moralidad. Lo que realmente está en cuestión aquí es que las personas usan sus cuerpos de manera sexual por dinero. “Y solo una persona realmente explotada haría eso, ¿no? O alguien dañado psicológicamente... abusado sexualmente cuando era niño... una víctima indefensa... alguien que está del lado del enemigo... Bueno, ¿cómo puede una mujer que se respete permitirse ser convertida de esa manera en un objeto?”.

Bueno, lamento decirlo, pero es como si algunos de nosotros no hubiéramos salido de la era de la Reina Victoria y el sexo siguiese siendo el gran tabú que siempre fue. Sexo a la venta, sexo como mercancía, sexo en público, sexo impreso y en las películas, fuera de lo común, extraño, pervertido, fetichista, sexo rebelde, sexo de estilo misionero, de hecho, cualquier tipo de sexo en una arena pública es el problema .

Las personas que optan por atacar al club local de ‘lap dance’, pero no a su gasolinera local, lo hacen debido a su punto de vista moral / moralista sobre el sexo. El sexo lo convierte en un problema moral porque si solo estuviéramos hablando de una relación económica simple, entonces es tan aburrido como cualquier otra industria. Pero no es así, ¿verdad? Por ello, cuando ciertos anarquistas seleccionan como objetivo a combatir un club de ‘lap dance’ o una librería para adultos, no están basando sus acciones en un análisis de clase, sino en lo que creen que es moralmente bueno o malo para el resto de nosotros (lo que en realidad cuestiona su interpretación del anarquismo). El poner su oposición a la industria del sexo como una elección moral personal no tiene absolutamente nada que ver ni con un análisis de clase revolucionario ni con el anarquismo en sí mismo.

Capas de piel revolucionaria

Otra cosa inquietante sobre la ideología favorable a la censura es su ignorancia (posiblemente deliberada) de que el ser más abierto en el campo sexual es una fuerza liberadora e incluso revolucionaria. No es coincidencia que durante muchos episodios revolucionarios, la pornografía y lo erótico hayan jugado un papel importante en la cultura popular revolucionaria. Las imágenes sexuales creadas para el placer han existido desde hace milenios, pero por lo general solo eran accesibles para los pudientes, los cultos y el alto clero. Pero durante la revolución francesa, una mayor expresión sexual libre y la distribución de la pornografía salieron a la luz de verdad. En otras palabras, también se hizo disponible libremente para nosotros, la plebe. Recuerdo haber leído acerca de los primeros días de la revolución portuguesa de 1974, cuando la dictadura fascista acababa de caer y toda la literatura prohibida se había hecho disponible de pronto, por lo que uno podía encontrar obras de Bakunin, Kropotkin, Marx y Lenin ¡amontonadas junto a un taco de revistas porno!

E, históricamente, tampoco es coincidencia que cuando la reacción comienza a endurecerse, tanto Bakunin como las revistas de sexo sean las primeras en tener que venderse clandestinamente por debajo del mostrador. Tampoco es una coincidencia que la pornografía y el llamado “sexo ilícito” sea ilegal y severamente castigado bajo algunos de los regímenes más represivos (y casualmente misóginos) del mundo.

Eso no quiere decir que la pornografía sea una cosa maravillosa y liberadora en sí misma. No lo es. La gran mayoría de la pornografía (particularmente la variedad de tipo ligero producida por los grandes imperios de medios corporativos) es absolutamente terrible, reflejando valores capitalistas muy sexistas y solo parece encaminada a atraer al hombre conformista más deprimido y sexualmente reprimido. Por lo tanto, si la pornografía fuera el alimento del amor, esta sería una Big Mac.
Es interesante notar que esa basura de tipo ligero está ampliamente disponible en cualquier quiosco de periódicos o en las tiendas callejeras; es activamente difundida por los principales medios de comunicación y redes de distribución, y el ‘establishment’ lo considera aceptable y es aceptado por algunas de las instituciones más conservadoras. Por otro lado, la pornografía dura es vista como peligrosa, subversiva y, por lo general, es un asunto policial que se aborda en la Obscene Publications Act (Ley de Publicaciones Obscenas). Si bien algunos de los materiales clasificados como hard-core pueden ser decididamente dudosos e incluso peligrosos, tampoco sorprende que algunos de los materiales eróticos más interesantes, no convencionales, menos estereotípicos y sexualmente diversos se encuentren precisamente bajo esta calificación.

¡Anarco-sexo con pan y mantequilla!

Habiendo dicho todo esto, la pornografía (buena y mala) es, por supuesto, tan sólo más espectáculo; algo para ser utilizado por el observador (habitualmente) pasivo. El sexo y la sexualidad, sin embargo, no son pasivos, sino cosas que hacemos, cosas en las que participamos activamente. Lo que me lleva a la pregunta, ¿puede haber algo así como una visión anarquista del sexo o incluso una sexualidad anarquista?

El hecho de que ciertos lectores puedan estar profundamente en desacuerdo con algunos de los puntos planteados en este artículo significa que es muy tentador contestar que no. También algunos compañeros pueden argumentar que todo es solo una distracción de las luchas reales contra el capitalismo y los problemas de clase relacionados con pan y mantequilla. Sin embargo, no creo que una visión anarquista del sexo y la sexualidad sea de alguna manera una distracción. Además, creo que no está muy alejado de los llamados problemas de “pan y mantequilla”, como algunos camaradas podrían pensar.

La comida, la bebida, un techo sobre nuestras cabezas y el sexo son todas necesidades humanas básicas. De acuerdo, la falta de sexo generalmente no te mata (como es el caso del hambre), pero estar hambriento de sexo puede joderte mentalmente seriamente. Habiendo dicho esto, muchos adultos participan en actividades sexuales de manera bastante regular y, por supuesto, a veces todo es muy bueno, mientras que en otros momentos no es nada agradable. Además, el hecho de que las sexualidades más abiertas y diversas sean reprimidas enérgicamente no solo por la familia, la iglesia, el estado, el sistema educativo, la presión de nuestras parejas, los medios de comunicación y por supuesto el capitalismo en general, sino también por algunos de los que aparentemente apoyan ideologías que parecen más progresistas; rebeldes, radicales, izquierdistas, anarquistas y comunistas.
En consecuencia, aunque no me estoy muriendo de hambre precisamente, supongo que gran parte de la población adulta del mundo está al menos sexualmente desnutrida o mal alimentada (lo que puede generar problemas como falta de confianza en uno mismo, depresión y otras enfermedades mentales, alcoholismo, adicción a las drogas, suicidio). Por lo tanto, yo diría que esta situación es algo que definitivamente merece ser abordada por parte de los revolucionarios.

Desviación

También tenemos la visión problemática que mencioné antes, de que cualquier capricho sexual (usualmente etiquetado como “desviación”, “depravación” o “perversión”) es de alguna manera un producto del capitalismo, un rasgo burgués. Si este es el caso, ¿será el sexo en una sociedad anarquista el único que está firmemente arraigado en la realidad social anarco-comunista? O, para decirlo más claramente, ¿significa esto que cualquier sociedad comunista anarquista futura sería relativamente “libre de cosas retorcidas”? Yo, por mi parte, sinceramente espero que no. Un futuro sexual como ese, en cierto modo me recuerda la visión infaltil del “Cielo” cristiano, donde tienes que sentarte en una nube todo el día tocando el arpa. Y, con toda razón, el infierno siempre me pareció mucho más atractivo. Hmmm... a menos que te interesen las fantasías sexuales basadas en los comicios y encuentros socialmente justos e igualitarios entre el miembro de la asamblea de los trabajadores y el delegado local obligatorio... ¿o tal vez sería un poco más atractivo algo de “acción de masas”?

El sexo, por supuesto, a menudo puede reflejar las realidades sociales, pero no tiene que ser ni puede estar totalmente relacionado con nada que conozcamos o que hayamos experimentado. De todos modos, seamos sinceros, el sexo no siempre funciona muy bien a nivel racional y filosófico (excepto en artículos como este). Y la gente hace todo tipo de cosas inexplicables, raras y extrañas cuando están en un estado puramente sexual. Esto puede involucrar cosas como representar fantasías de intercambio de poder sexual, fetichismo, actividades transgénero, etc. A menudo, las razones por las que nos gusta hacer las cosas que hacemos no se pueden explicar en realidad, ni tampoco queremos explicarlas necesariamente (por si acaso hace que algo que encontramos realmente emocionante, de repente parezca mundano). Esto tampoco quiere decir que sean gustos o actividades sexuales enfermizas las que llevemos a cabo (o deseamos complacernos realizándolas).

Desafortunadamente, la psiquiatría ha ofrecido tradicionalmente medicamentos y asilo para cualquier tendencia sexual díscola y “extraña” en las personas (particularmente en la clase trabajadora), y en la sociedad burguesa en general y a sus medios les gusta etiquetar a personas divergentes como “pervertidos”.

Es importante que nunca caigamos en esta forma de pensar. Si los anarquistas revolucionarios alguna vez comenzaran a denunciar a alguien con una orientación o preferencia sexual “no predominante”, sería un desastre total no solo para el anarquismo como filosofía, sino también para nuestra clase y para la humanidad futura. Para mí, la actitud anarquista revolucionaria hacia el sexo y la sexualidad debe abarcar la creencia de que las relaciones y actividades sexuales deben ser seguras, libres, diversas y consensuadas; reconociendo que las personas son homosexuales, bisexuales o heterosexuales, desde los monógamos hasta los polimórficos, desde los asexuales desinteresados hasta los polisexuales desenfrenados, y desde los más suaves hasta los sadomasoquistas más duros. A fin de cuentas, si se trata de una actividad segura y mutuamente consensuada (por extraño que parezca) y todas las partes involucradas se divierten, ¿cuál es el problema?

Afortunadamente, el anarquismo se trata de libertad sexual, apertura, honestidad e igualdad. Y cuando digo esto, no estoy hablando de que todos ideen sistemas de rotación para ver a quién le toca subir a la cima. La honestidad es cuando las personas son verdaderamente y sin prejuicios capaces de expresarse sexualmente sin temor a ser calificadas como pervertidas, desviadas o peleonas.

Y cuando las personas realmente están siendo sexualmente honestas, algunas cosas raras pueden comenzar a suceder. Y eso, a su manera, puede ser bastante revolucionario.