lunes, 9 de julio de 2018

¿Estaba manipulado el terrorismo de izquierdas?, por Regine Igel


Artículo publicado en Blätter für deutsche und internationale Politik 10/2007

El 7 de septiembre de 1977 fue secuestrado en Colonia en plena calle el presidente de la patronal alemana Hanns Martin Schleyer por un comando de la “Rote Armee Fraktion” (Fracción del Ejército Rojo, RAF). Los miembros de su escolta fueron asesinados a tiros, y él fue secuestrado y más tarde ejecutado. Medio año más tarde, el 16 de marzo de 1978, ocurrió lo mismo con el presidente del partido demócrata cristiano italiano, Aldo Moro, y sus acompañantes. Para hacerlo se empleó la misma técnica, dos coches cruzados delante y detrás del convoi sirven como trampa. En ambos casos exigieron los terroristas la liberación de compañeros encarcelados, en ambos casos el secuestrado será asesinado tras estar prisionero durante varias semanas y su cadaver será depositado para el público en el maletero de un coche aparcado al borde de la calle. Pero los parecidos son aún más, y llegan hasta los juicios: Ambos ataques no han sido aclarados en los más mínimo hasta nuestros días, y el papel de los participantes sigue siendo desconocido. Y tanto en uno como otro caso se choca con muros ferreos de silencio, tanto en los autores como en los servicios secretos.

Pero en Italia la justicia es independiente y no como en Alemania, dond eestá sometida a las instrucciones de los políticos y sometida a ellos. También es más porosa, no está tan cerrada de cara a la opinión pública como la de la República Federal alemana (Renate Igel, “Kein Maulkorb für den Staatsanwalt. Vom Nutzen italienischer Verhältnisse in der Justiz” (”Ninguna mordaza para el fiscal. Sobre el valor de la situación de la justicia italiana“), in: Blätter für deutsche und internationale Politik, 11/2003, p. 1380-1389). Se descubren cosas sin tabús, y no se esquivan las violaciones de la ley por las instituciones estatales. Por ello la política italiana carece de protección para sus zonas grises, debido a lo cual Silvio Berlusconni dijo durante su mandato como jefe de gobierno que deseaba tener en su país la “situación de Alemania”. Ya a lo largo de las décadas de los 70 y 80 numerosos fiscales y también comisiones parlamentarias de investigación descubrieron durante sus pesquisas sobre el terrorismo de extrema izquierda en Italia, especialmente en el caso Moro, el papel de la CIA y el Mossad en su manipulación y protección con ayuda de su cómplice, los servicios secretos italianos (Regine Igel, “Terrorjahre. Die dunkle Seite der CIA” (Los años del terror. La cara oculta de la CIA), Munich 2006; idem, Strategie der Spannung. Italiens Terror und die CIA” (”La estrategia de la tensión. La CIA y el terrorismo en Italia”, en Blätter..., 7/2004, p.825-834). El juez investigador Ferdinando Imposimato, considerado uno de los más tenaces que hay en Italia, resume de la siguiente forma el estado de las investigaciones: “Entre tanto es incuestionable que la CIA echó una mano en la desactivación de Moro. Esto ya no se discute. Porque durante el secuestro había miembros de la CIA en el comité de crisis del gobierno. La CIA estaba interesada en desactivar a Moro. Porque Moro era coautor del compromiso histórico, el cual –según el consejero de seguridad nacional de EEUU Kissinger- era peligroso, porque habría llevado al partido comunista al gobierno. Y un país de la OTAN no podía tener a un partido comunista en el gobierno” (Conversación de la autora en junio de 2003).

Pero al investigar a los cerebros detrás del terrorismo se concentraron las pesquisas en los servicios secretos occidentales. Esa perspectiva empezó a modificarse lentamente sólo a partir de 1989, con la caida del sistema soviético y la disolución del Partito Comunista Italiano (PCI). Desde entonces los conocimientos sobre la manipulación de las Brigadas Rojas son más variados. Lo decisivo para esa perspectiva es que se han hecho públicas las actas de los archivos de los servicios secretos de los antiguos países del Pacto de Varsovia. Gracias a ellos se ha hecho cada vez más clara la influencia del terrorismo de izquierdas en Europa occidental. Las nuevas investigaciones italianas ponen de manifiesto la estrecha conexión del terrorismo izquierdista internacional, especialmente entre las Brigadas Rojas y la RAF en el caso Moro, así como la manipulación del terrorismo internacional no sólo por la CIA y el Mossad, sino también por la KGB y la Stasi (La seguridad del estado de la Alemania socialista, AyR).

Nuevos hechos e indicios

Los siguientes nuevos hechos e indicios demuestran esas conexiones:

  1. Una importancia especial es el descubrimiento de la –completamente desconocida en Alemania- estrecha conexión entre miembros de la RAF y de las Brigadas Rojas durante la época entre los secuestros de Hanns Martin Schleyer y Aldo Moro. Entre junio de 1977 y mayo de 1978, es decir, a partir del inicio de los preparativos para el ataque a Aldo Moro hasta poco después de su asesinato, varios miembros destacados de la RAF estaban en Italia (Rolf Heißler, Rolf Clemens Wagner, Gabriele Kröcher-Tiedemann, Christian Klar, Willi Peter Stoll, Sieglinde Hoffmann, Brigitte Mohnhaupt, Volker Speitel und Brigitte Heinrich). El 11 de mayo de 1978, dos días después de la ejecución de Aldo moro, fueron detenidos en Zagreb Brigitte Mohnhaupt, Sieglinde Hoffmann, Klaus Clemens Wagner und Peter-Jürgen Boock gracias a informaciones provenientes de Milán. Mohnhaupt y Hoffmann admiten en los interrogatiorios a los que fueron sometidos haber ido de viaje a Milán, pero no dicen que allí tenían una dirección fija. Así se sabrá que estaban en contacto con Mario Moretti, lider de las Brigadas Rojas desde 1974 y principal responsable del ataque contra Aldo Moro.
  2. En las viviendas utilizadas por las Brigadas Rojas que fueron descubiertas a finales de 1978 se encontraron documentos que demuestran unos lazos estrechos entre la RAF y las Brigadas Rojas, entre ellos las actas de un debate interno en la prisión de Stammheim (donde estaba detenida la cúpula de la RAF). Especialmente importante es un escrito político que se encontró de las Brigadas Rojas de noviembre de 1977 (ver: Brigate Rosse, “Attaccare, Colpire, Liquidare e Disperdere” (Atacar, Golpear, Liquidar y Dispersarse), Nr. 4 11/1977, incluido en Senato della Repubblica Legislatura VIII Documenti, S. 139). A lo largo de 45 páginas se elogia a la RAF. Se dice que es la “vanguardia político-militar del proletariado de las metrópolis europeas” y “un punto de referencia básico para las iniciativas revolucionarias en todo el continente”. Y se incluye una lista de todas las ciudades italianas en las que se han llevado a cabo acciones de solidaridad en protesta por los militantes de la RAF muertos en la prisión de Stammheim (Tras el secuestro de Schleyer por la RAF, un comando del FPLP secuestró en Palma de Mallorca un avión lleno de turistas, lo desvío hasta Somalia y, tras ejecutar al capitán y rociar con alcohol a los pasajeros, exigió la liberación de los líderes de la “primera generación” de la RAF. El gobierno alemán envió un comando del GSG9, su cuerpo de élite antiterrorista, que recuperró el control del avión y eliminó a casi todos los miembros del comando del FPLP. Poco después los líderes de la RAF encarcelados en Stammheim fueron suicidados, AyR).
  3. En atentados de la RAF en Frankfurt y Hamburgo pue posible incautar granadas que habían sido robadas en Suiza y que procedían de un arsenal de las Brigadas Rojas (Comisión parlamentaria sobre el ataque a Aldo Moro, Doc. XXIII Nr. 5, Roma 1990, Anexo p. 294.). Tras la muerte a tiros de la policía de los destacados miembros de la RAF Willi Peter Stoll y Elisabeth von Dyck en 1978 y 1979 se les encontraron documentos de identidad falsificados que habían sido robados por miembros de las Brigadas Rojas en la localidad Sala Comacino.
  4. A estos hechos objetivos han de añadirse las declaraciones hechas en 1980 por Patrizio Peci, antiguo miembro de las Brigadas Rojas que colaboró con la justicia. Todas sus declaraciones han podido confirmarse como verdaderas. Peci declaró que entre ambas organizaciones había contactos “intensos” como mínimo desde 1975/76 por parte de Mario Moretti, y tras el secuestro de Aldo Moro entre Moretti y Willi Peter Stoll. Moretti siempre ha negado dichos contactos, pero su compañero en el secuestro de Moro, Lauro Azzolini, declaró a los investigadores que durante el secuestro tuvieron lugar contactos intensos entre la RAF y las Brigadas Rojas.
  5. Gracias a la intervención de Brigitte Heinrich (que fue agente de la Stasi en 1977 y durante largo tiempo a partir de enero de 1978, y que fue entregada a la RFA tras la caida del muro) hizo su aparición en estos contactos italo-alemanes Volker von Weingraber, alias Karl Heinz Goldmann, un agente de la Verfassungsschutz (un servicio secreto alemán encargado de la seguridad interior) y miembro del “Bewegung 2. Juni” (Movimiento 2 de junio). Weingraver, que residía en la Via Solari de Milán, participó en reuniones de los brigadistas e informaba al servicio secreto de Alemania occidental. El juez investigador Imposimato comenta al respecto “no haber entendido nunca que tipo de informaciones quería recopilar ese agente”. Para él, “Todo es una cuestión preocupante, ya que Weingraber no hizo nada para impedir el secuestro de Moro” (Declaraciones del juez Imposimato a la autora en junio de 2007. Sobre Weingraber aparecieron hace algunos años artículos en la prensa alemana, según los cuales abandonó su trabajo como agente tras siete años recibiendo una compensación de cerca de un millón de marcos, gracias a la cual vive actualmente en una “bella fattoria di vino” en la Toscana).
  6. Al ser interrogado Peci declaró que fue la RAF la que estableció el contacto de las Brigadas Rojas con los extremistas palestinos del Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP), el cual suministró armas, lo cual fue confirmado en otra investigación. Este suministro de armas también tuvo lugar hacia otras organizaciones terroristas europeas. La comisión parlamentaria de investigación asegura que dicho trafico de armas fue autorizado por la KGB y que las armas provenían en su mayoría del Bloque del este.
  7. En una entrevista televisiva de Hans Joachim Klein, que en 1978 se salió de las “Revolutionären Zellen” (Células Revolucionarias, RZ) y abandonó el terrorismo, éste habló de una relación estrecha entre la RAF y las Brigadas Rojas. También hubo una reunión entre las Brigadas Rojas y Wilfried Böse (RZ), quien murio a tiros en 1976 durante la operación para liberar a los secuestrados por el FPLP en un avión en Entebbe [Ver Senato della Repubblica XIII Legislatura Doc. XXIII, No. 64 Vol.1, Tomo V, parte seconda, S. 247. (En ese documento de la comisión parlamentaria de investigación sobre los atentados terroristas se exponen los resultados de las investigaciones de diversos fiscales sobre la influencia del este en el terrorismo en Europa occidental). El ex-brigadista Alberto Franceschini ha informado que los contactos con el “Movimiento 2 de Junio” (Bewegung 2. Juni) se iniciaron tras la detención de Baader y Meinhof en 1972. Se trataba de cuestiones logísticas: los alemanes “suministraban armas y diversos aparatos que se necesitan para practicar la guerrilla urbana” (Conversación con la autora, junio 2007).
  8. Importante es también la declaración de un testigo el mismo día del ataque a Aldo Moro. Según ese testimonio, los dos atacantes que conducían una Honda (Una técnica utilizada también durante el ataque a auf Siegfried Buback en abril de 1977) hablaban alemán. Esa “presencia alemana” ha sido admitida incluso por el en aquel momento ministro del interior, Francesco Cossiga, ante la comisión de investigación.
  9. En Roma, donde fue secuestrado y asesinado Aldo Moro, se destapó a dos agentes activos de la KGB. Sobre ambos se encuentran datos en las actas del servicio secreto que Vasili Mitrojin, archivista de la KGB, trasladó a Londres en 1992 y entregó al servicio secreto inglés, y que están en la comisión de investigación del parlamento italiano. Uno de ellos es Sergei Sokolov, que vigiló estrechamente a Moro durante cuatro meses antes de su secuestro. Formaba parte del Departamento 5 del primer directorio de la KGB, responsable de asesinatos, secuestros y atentados (Ver las declaraciones de Imposimato a la comisión parlamentaria 81 en Seduta, 26.20.2005). El segundo agente, que llevaba mucho tiempo trabajando para el KGB, era el italiano Giorgio Conforto. Su hija, Giuliana Conforto, mantenía estrechas relaciones con circulos terroristas internacionales en Suiza y su tráfico de armas. En la vivienda común suya y de su padre se descubrió incluso el arma de origen checo con la que Moro fue asesinado.
  10. Los ex-brigadistas Alberto Franceschini, renato Curcio y Michele Galati han dicho por separado a los investigadores que suponen que Mario Moretti, quien siempre podía salvarse de ser detenido y que tras la detención del grupo fundador en 1974 se convirtió en el líder de las Brigadas Rojas, era un agente, posiblemente de la KGB. Numerosos indicios señalan que Moretti y otros de la dirección de las Brigadas Rojas tras 1974 mantenían lazos con el servicio secreto italiano SISMI.
  11. Al ser detenida el 16 de junio de 1982 en el aeropuerto de Fiumicino en Roma Christa Margot Fröhlich, de las “Revolutionären Zellen”, llevaba consigo una maleta llena de explosio de origen checoslovaco. Las investigaciones de Rosario Priore descubrieron que había llevado a cabo muchos viajes entre Bagdad, Damasco, París y Bucarest y que era una figura central del grupo de Carlos, que actuaba desde Berlín oriental protegido por la Stasi y la KGB, al cual también pertenecían Thomas Kram y Johannes Weinrich. El 2 de agosto de 1980 estuvo junto con Thomas Kram durante un día en Bolonia –exactamente cuando tuvo lugar el mayor atentado en Italia (Respecto a Thomas Kram hay investigaciones en marcha; ver Parl. Comm. XIV legislatur Resoconto 83a seduta 25.1.2006 y 98a seduta 25.1.2007).
  12. En lo que respecta a la ejecución similar de los ataques contra Hanns Martin Schleyer y Aldo Moro, en la comisión parlamentaria sobre el asesinato de Aldo Moro se especuló que Willi Peter Stoll hubiese sido el responsable de efectuar los disparos contra los guardaespaldas de Schleyer y Moro. Cuando la policía descubrió el 6 de septiembre de 1978 a Stoll, que estaba en busca y captura, en un restaurante en Dusseldorf, fue asesinado por un policía de un tiro. El mismo destino compartió la miembro de la RAF Elisabeth von Dyck. Tan sólo Rolf Heißer sobrevivió, gravemente herido. Los tres habían participado en el ataque a Hanns Martin Schleyer. Se les incautaron documentos de identidad que llevaban consigo y que estaban falsificados de la misma forma que los de los miembros de las Brigadas Rojas que participaron en el secuestro de Aldo Moro. Los indicios apuntan a que los tres estuvieron en Italia durante el secuestro de Moro.

El terrorismo de izquierdas alemán y la red internacional

Todas estas informaciones llevaron al juez investigador Imposimato y otros conocedores de la materia a suponer que la RAF participó en el secuestro de Moro –y no sólo mediante consejos, sino con una participación activa en los preparación de la puesta en marcha del ataque El abogado suizo Denis Payot, que ya había actuado como enlace entre la RAF y el estado durante el secuestro de schleyer, también se ofreció como enlace en el caso Moro. Ya por aquel entonces estaba convencido de que el secuestro de Moro no había sido solo obra de las Brigadas Rojas, sino de las Brigadas Rojas y la RAF. Eso lo supo por el entorno terrorista que conocía bien (Imposimato calificó de muy importante esta valoración en una conversación con la autora en junio de 2007). Y Sergio Flamigni, miembro durante muchos años de la comisión parlamentaria de investigación del ataque contra Moro y autor de muchos libros destacados considera a la RAF como la maestra de las brigadas Rojas en lo que se refiere a la técnica del ataque y de la eliminación de la escolta (Sergio Flamigni, La sfinge delle Brigate Rosse, Milán 2004, p. 214 ss).

Por eso exige el juez investigador Imposimato que se investigue si también en el caso Schleyer hubo una implicación de la Stasi o de la KGB (Lo mismo pide Corinna Ponto en relación al atentado contra su padre Jürgen Ponto, que fue asesinado por la RAF en julio de 1977; ver Die Welt, 28.7.2007). Existen indicios de una conexión Stasi-RAF ya desde comienzos de los 80. Antíguos líderes brigadistas dispuestos a colaborar hablaban en los interrogatorios ya entonces de la “RAF sovietica”, o de la RAF y otros terroristas de izquierda alemanes como “satélites de otros”. Evidentemente conocían la influencia de la Stasi y la KGB sobre la RAF (Antonio Savasta y Michele Galati se expresaban así en un texto de  las Brigadas Rojas, extractos del cual fueron publicados el 30.1.1982 en ”Lotta Continua“. Allí se critica abiertamente a la RAF por estar subordinada a la Unión Soviética, ver. Atti parlamentari Resoconto stenografico camera dei deputati, VIII legislatura-discussioni-seduta del 1 febbraio 1982, S. 39919). También Hans-Joachim Klein, que abandonó el terrorismo, daba a entender en su autobiografía “Vuelta a la humanidad” (Rückkehr in die Menschlichkeit) publicada en 1979 la existencia de un control exterior: “Se dice siempre que los diversos grupos, es decir la RAF, el ‘Movimiento 2 de junio’ o las ‘Células Revolucionarias’ son completamente independientes. Eso es completamente falso. Sin Haddad no funciona nada”. Esa alusión fue tomada en su día tan sólo como una prueba de la fuerte influencia del FPLP, el ala izquierdista radical de la OLP, sobre el terrorismo de izquierda alemán. Pero gracias a las actas de los servicios secretos que el archivista de la KGB Vasili Mitrojin entregó en 1992 en Londres al servicio secreto inglés y que están disponibles en la cominión de investigación parlamentaria italiana se sabe que Haddad era agente del KGB con el apodo “Nazionalist” desde 1970 [Ver el informe final de la comisión de investigación parlamentaria sobre las actas de Mitrojin del 15.03.2006, p. 286 ss; también Christopher Andrew y Vasili Mitrojin, op.cit., p.472. (La identidad de Haddad/Nazionalist como agente del KGB fue confirmada por un antiguo oficial del KGB en el reportaje de la cadena de TV pública alemana ZDF “Das Wunder von Mogadischu” (El milagro de Mogadisco) del 04.09.2007)]. Wadi Hadda era el segundo en la organización tras George Habash, líder de la OLP, y responsable de los contactos internacionales. El jefe desde 1973 de la KGB, Juri Andropov, informó a Leonid Brézhnev, jefe de gobierno y del partido de la Unión Soviética, que gracias a Haddad el KGB controlaba las acciones del FPLP. Entre 1970 y 1975 tuvieron lugar entregas de armas por parte de Haddad a carlos y las “Células Revolucionarias” (idem).

Según los documentos de la Stasi, que estaban a disposición de la comisión parlamentaria de investigación sobre las actas de Mitrojin, Johannes Weinrich, miembro del grupo de Carlos y de las “Células Revolucionarias”, actuaba como eslabón de enlace entre el FPLP, los terroristas de Alemania occidental y la Stasi. Era responsable de entregar las armas, explosivos y documentos de viaje que procedían de la stasi, y daba apoyo logístico para el transporte de armas a occidente. Los también de esta manera controlados terroristas se les garantizó a cambio protección contra “el enemigo”, es decir occidente –en forma de darles asilo y una vivienda (Idem, p. 292). La DDR (República Democrática Alemana, RDA) garantizaba a los buscados en la República federal Alemana via libre para viajar desde el aeropuerto Berlín-Schönefeld a los países árabes que estaban aliados con el Bloque del este, y muy especialmente la República Popular del Yemen del sur. Allí –como también en el Líbano y Siria- recibían los terroristas de muchos países entrenamiento militar. De esa forma se reunieron vascos, bretones, irlandeses, corsos, italianos, japoneses, turcos y alemanes de la RAF y el “Movimiento 2 de junio”.

Las investigaciones internacional prueban la existencia de una red internacional, creada por el conocido editor Giangiacomo Feltrinelli y que, tras su muerte en 1972, fue continuada por el brigadista Giovanni Zamboni (Tras su entrada en la clandestinidad se hicieron cargo Lauro Azzolini y Mario Moretti, y tras 1981 Giovanni Senzani. Ver Senato della Repubblica XIII Legislatura Doc. XXIII, No. 64 Vol.1, Tomo V, parte seconda). Zamboni mantenía relaciones excelentes con la primera y segunda generación del terrorismo de izquierdas alemán. A través suyo recibió la RAF armas de origen checoeslovaco. Ya en 1973 sabía Zamboni que la RAF recibía apoyo logístico de la Stasi. Berlín oriental era para las Brigadas Rojas la conexión con los palestinos, los cuales se encargaban de su instrucción militar. La Stasi organizaba contactos con Haddad y Habash, los dos líderes del FPLP apoyado por los soviets que residían en el Berlín oriental, así como con el destacado terrorista Carlos. Había otros puntos de apoyo del terrorismo internacional en Suiza y Francia. En Suiza estaba una “columna exterior de naturaleza tecnico-logística” del terrorismo italiano y alemán. Formaban parte de ella la “Organización de Lucha Anarquista” (Anarchistische Kampforganisation, AOK) y la “Ayuda Roja Internacional” (Internationale Rote Hilfe), dirigida por Petra Krause. En lo que se refiere a Francia, en el parís de mediados de los 70 se encontraban en París numerosos cuadros dirigentes de las Brigadas Rojas que habían quedado en un segundo plano en torno a Mario Moretti, los cuales al fundar la organización querían imponer una linea militante y de todos los cuales se sospechaba que cooperaban con los servicios secretos. A finales de los 70 y principios de los 80 miembros de la RAF se retiraban a menudo a la capital francesa.  Evidentemente esto no sólo tenía lugar porque las autoridades francesas –hasta épocas muy recientes- daban cobertura a numerosos terroristas extranjeros, sino para llevar a cabo unos intercambios intensos. Como declaró el mismo Moretti –y ha sido confirmado por las investigaciones- allí se reunió con representantes de grupos terroristas de Europa occidental como la RAF, la ETA y el IRA.

A comienzos de los 80 los investigadores italianos descubrieron una oscura escuela de idiomas en París, llamada Hyperion (Renate Igel, Terrorjahre. Die dunkle Seite der CIA”, Munich 2006, p.231). Esta escuela resultó ser una organización pantalla para el terrorismo de Europa occidental y un centro de distribución de armas y explosivos mayoritariamente del Bloque del este. Curiosamente justo durante el secuestro de Aldo Moro se abrió en Roma una sucursal de la escuela Hyperión. Giovanni Pellegrino, que fue durante muchos años presidente de la comisión parlamentaria de investigación, describió esa siniestra institución como “un lugar donde los servicios secretos occidentales y orientales se cruzaban”. El objetivo era “trabajar en común contra (los enemigos) del equilibrio de fuerzas acordado en Yalta” (Giovanni Fasanella, Claudio Sestieri y Giovanni Pellegrino, Segreto die Stato, Turín 2000, p. 125 ss (No se conocen nombres de alemanes relacionados con esa escuela) ). Esta valoración, aparentemente increible, significa que en el ataque terrorista contra Aldo Moro, y posiblemente en el terrorismo de extrema izquierda en general, tenían lugar conversaciones entre los servicios secretos orientales y occidentales, para dirigir el terrorismo. Varias de las personas del mundo político italiano llamadas a declarar por la comisión parlamentaria de invstigación, incluidos generales, han expresado por separado esa sospecha.

El terror como producto de la cooperación entre servicios secretos

Hoy día muchos policías italianos, investigadores e historiadores están de acuerdo en que, si se hubiese querido, se habría podido acabar con el terrorismo a comienzo de los 70, cuando ya se conocían los nombres de cada miembro mediante infiltrados. Pero los servicios secretos del este y el oeste han cubierto y manipulado el terrorismo. Ni en el caso de la CIA ni en el del KGB tuvo lugar la manipulación exterior del terrorismo de izquierdas en Italia de manera directa sino, siguiendo las reglas de actuación de los servicios secretos, de manera encubierta, es decir de manera indirecta y muy ingeniosa y sofisticada. El legendario juez investigador Giovanni Falcone hablaba continuamente de “cervelli raffinati” (cerebros refinados) cuando se refería a las acciones subversivas de los servicios secretos contra sus revelaciones del trabajo conjunto de la Mafia y la políctica.

Ya en la década de los 70 se sospechaba de numerosos brigadistas, que se creía habían sido infiltrados en su organización como agentes provocadores y que eran dirigidos por servicios secretos (Regine Igel, “Terrorjahre”, op. Cit., p. 242 ss). Los infiltrados de la Verfassungschutz alemana descubiertos más conocidos son Peter Urbach, Ulrich Schmücker y Volker von Weingraber. No estaban infiltrados para evitar actos criminales e identificar a los miembros de sus organizaciones. Más bién sctuaban –y eso está documentado- como agentes provocadores que debían provocar actos violentos, incluso con armas y explosivos. Valga como un ejemplo entre muchos el caso de Valerio Morucci, líder de las Brigadas Rojas en cuya agenda telefónica se encontraron los números de teléfono de dos importantes generales de los servicios secretos. Lo que se sabe seguro es que Giovanni Sentani era a partir de 1975 el “cerebro político” de las Brigadas Rojas, y al mismo tiempo mantenía “estrechas relaciones con los servicios secretos” (Fasanella, Sestieri y Pellegrino, op. Cit., p. 228).

El general Gianadello Maletti, número dos del servicio secreto militar italiano en los 70, confirmó en 1997 a la comisión de investigación parlamentaria sobre los atentados que los servicios secretos habían jugado un papel importante en el terrorismo. Respecto a la actitud de la política italiana hacia el terrorismo declaró: “recibimos la orden de dejar hacer”. Al hacerlo Italia debía subordinarse a los intereses políticos de los americanos. Al ser preguntado sobre Alemania, Maletti dijo que en esa cuestión no había diferencias con la situación en Italia, excepto que la República Federal Alemana tenía mucha más importancia que Italia de cara a la política de seguridad americana y el trabajo de los servicios secretos. El general Maletti sue condenado a elevadas penas de prisión por encubrir a terroristas y ayudar a la realización de atentados, como muchos otros funcionarios de los servicios secretos. Pero no tuvo que cumplir su pena. Cuando se empezó a destapar todo en 1980, se trasladó a vivir a Sudáfrica. Ya en 1976 dijo que las Brigadas Rojas se habían reorganizado en 1975, con el objetivo de ser más violentas y secretas. Para ello se sontrataron terroristas de todas partes, quedando ocultos en las sombras los que los habían reclutado. Y copncluía: “Yo no diría que se las pueda calificar de ‘izquierdistas’ ” (Il Tempo, 20.6.1976; Regine Igel, “Terrorjahre”, op.cit. p. 218).

Para muchos de los antiguos miembros del antiguo PCI que siguen activos hoy día en la política esa manipulación sigue siendo un tabú. A eso ha de añadirse que a lo largo de la história italiana, durante mucho tiempo el periodismo y la justicia han considerado que la manipulación del terrorismo era una cuestión exclusiva de la CIA (Esto se refleja en el libro “Terrorjahre” de la autora). Se aceptan con desgana los conocimientos que se tienen actualmente sobre los servicios secretos del este de Europa, es decir, que no sólo la CIA sino ambos bloques “dejaron hacer” a los terroristas, y que más allá de ello incluso les impulsaron a actuar de manera activa (A esto puede que se deba que muchos intelectuales de extrema izquierda como Rossana Rossanda y otros agrupados en torno a ‘Il manifesto’ se niegen tozudamente hasta nuestros días a aceptar una manipulación de las Brigadas Rojas por los servicios secretos pese a la información de que se dispone). Los motivos de la incomodidad respecto a esa manipulación están a la vista: porque, a diferencia de Alemania, en Italia el extremismo de izquierdas tenía una fuerte implantación entre los intelectuales de izquierdas de Italia. Muchos calificaban de traición la evolución del PCI, de tener la revolución como objetivo a pasar al parlamentarismo occidental. En ese contexto, un apoyo de la Unión Soviética a una lucha armada vista como revolucionaria sólo podía ser favorecida, sin ni siquiera manipularla desde el exterior.

Lo cierto es que el terrorismo de izquierdas fue apoyado de manera directa desde berlín oriental -y no sólo el de la RAF. Hoy día se conocen –de manera casual y no como resultado de investigaciones- acciones de apoyo evidente de la RAF por parte de la Stasi, como el dar refugio en la DDR a diez de los terroristas más buscados en Alemania occidental y la ayuda directa para obtener formación militar y organizar envíos de armas a comienzo de los 80. Entre tanto ya se sabe de importantes terroristas de izquierda que trabajaron de la manera más estrecha posible con la Stasi, entre ellos Klaus Croissant, Brigitte Heinrich, Werner Lotze, Till Meyer y Inge Viett. A diferencia de lo que se ha descubierto en Italia, la justicia alemana ha investigado poco incluso tras la caida del muro sobre la cuestión del apoyo del terrorismo de izquierdas por la DDR. En círculos de antiguos miembros de la Stasi se dice que eso no selleva a cabo porque desde muy temprano en círculos de mando de la Rpública Federal Alemana, es decir, antes de la caida del muro, se sabía de la conexión Stasi-RAF (Michael Müller y Andrea Kanonenberg, “Die RAF-Stasi-Connection” (La conexión RAF-Stasi), Berlin 1992; Gerhard Wisnewski, Wolfgang Landgraeber y Ekkehard Sieker, “Das RAF Phantom” (El fantasma RAF), Munich 1992). Esto coincidiría con la opinión citada anteriormente del presidente de la comisión partamentaria de investigación, Giovanni Pellegrino, que considera plausible la existencia de un pacto secreto entre el este y el oeste en el tema del terrorismo.

Pero, ¿qué habla a favor de esa tesis espectacular de una manipulación común del terrorismo de izquierdas por la KGB y la CIA? Sobre todo los hallazgos del caso Moro nos dan datos a este respecto.

El caso Moro como lección

El juez Imposimato resume sus hallazgos graduales del caso Moro de la siguiente forma: “Y yo me pregunté entonces, ¿es posible que dos servicios secretos enfrentados puedan estar interesados en el mismo resultado? Si, es posible, porque ambos están interesados en librarse de Moro”.

El caso Aldo Moro es el atentado del terrorismo italiano de los años 70 y 80 que tuvo más repercusión. Entre tanto se ha convertido en una lección de las intrigas de los servicios secretos. La situación política italiana se tensaba cada vez más a mediados de los 70. Esto intensificó los planes para formar un gobierno compartido por parte del líder de los democrata cristianos de izquierdas, Aldo Moro, y el jefe del PCI, Enrico Berlinguer, que estaba apoyado por al menos un tercio de los votantes –una situación única en occidente. Ese llamado “compromiso histórico” tenía una amplia aceptación entre la población italiana, pero el ala izquierda comunista, los democrata cristianos de derechas y los socialistas se oponían. En Washington también se desconfiaba profundamente de los planes de Moro y Berlinguer, que se veían como una amenaza a las relaciones de poder establecidas. Moscú tampoco estaba interesado en cambiar el equilibrio del orden mundial, repartido en un hemisferio oriental y otro occidental, como se acordó en Yalta. Políticos, investigadores e historiadores italianos ven en ese pacto entre Washington y Moscú la llave decisiva detrás de la especialmente intensas actividades de los servicios secretos interiores y extranjeros en el mundo clandestino italiano.

Y es que el fomento y control del terrorismo permitía a las estrategias secretas de occidente y el este el poder desestabilizar el orden político vigente y evitar los cambios políticos que se avecinaban. El objetivo de Washington con los atentados de falsa bandera (false flag), que se endilgaban a la extrema izquierda pero habían sido ejecutados por la extrema derecha, era desprestigiar y así debilitar a la izquierda, y de esta forma mantener abierta la posibilidad de emplear la violencia militar en el interior del país contra una izquierda liderada por el PCI que era cada vez más fuerte. El este buscaba en general al fortalecer el terrorismo el debilitar las democracias occidentales –pero sin pretender debilitar con ello el equilibrio de fuerzas que estaba por encima entre occidente y el este. Por ello no es sorprendente que diversos círculos políticos estaban perfectamente informados por anticipado de la existencia de planes secretos para secuestrar a Aldo Moro. A este respecto testificó Pierliugi Ravasio, un miembro de la organización secreta Gladio, que el general Pietro Musumeci, importante funcionario del SISMI y miembro de la P2, tenía un infiltrado en las Brigadas Rojas y gracias a el estaba informado sobre lo que iba a ocurris antes del secuestro de Moro. También está documentado que tanto la BKA (Bundeskriminal Amt, Departamento Criminal Federal, el FBI alemán) y la Verfassungsschutz sabían por anticipado del ataque contra moro, a través del agente Weingraber, infiltrado en el “Movimiento 2 de junio” que cooperaba con las Brigadas Rojas.  En las actas de la comisión de investigación parlamentaria se encuentra el informe del servicio secreto civil italiano SISME sobre la situación previa al ataque contra Aldo Moro, según el cual esas informaciones se transmitieron a las autoridades alemanas encargadas de investigar. También estaban informadas del ataque a Moro previamente las autoridades francesas, como pudo saber el juez investigador en sus pesquisas en París. Esa profunda implicación de los servicios secretos ayuda a entender por qué casi ninguno de los atentados de la “Fracción del Ejército Rojo (RAF)“ o del “Movimiento 2 de junio” han sido correctamente investigados, y por qué graves incoherencias y contradicciones en la gestión de los procesos han dado lugar a sospechas recientemente.

Agentes de “nuevo tipo”

Las autoridades italianas responsables de destapar las actividades de los servicios secretos están muy por delante, en comparación con Alemania. Ya en el marco de la investigación del primer gran atentado del 12 de diciembre de 1969 en el Banco de agricultura de la Piazza fontana de Milán, el juez investigador Guido Salvini encargó en 1996 a un reconocido experto que examinase los documentos no catalogados del “Ufficio per gli affari riservati” (Oficina de Asuntos reservados) del Ministerio del interios [Dicha oficina está vista como la central de la CIA en Italia]. El resultado causó sensación, ya que a través de los documentos quedó clara la profunda injerencia de los servicios secretos en las organizaciones terroristas de izquierda en los años 70 [Tribunale di Milano, Ufficio istruzione. Relazione di Perizia. Proced. Pen. N.2/92F R.G.G.I., N.9/92ª R.G.P.M. Reperti ”Via Appia“ perito Aldo Giannuli, S.27, y en el anexo 18 (traducciones propias de los originales italianos)]. Y esto no sólo ocurria en Italia. Ya a finales de los años 60 empezaron a reunirse de manera regular los directores -o sus lugartenientes- de los servicios secretos de los seis países de la CE de antaño (Alemania, Italia, Francia, Belgica, Holanda y Luxemburgo) así como de Irlanda, Inglaterra, Dinamarca y los EEUU (Es interesante señalar que a partir de 1979 el servicio secreto rumano también participó en las reuniones del “Club de Berna”). El tema a tratar: la actuación coordinada de cara a las organizaciones políticas que no forman parte del parlamento. En las actas resumidas de la reunión del 19 de febrero de 1969 señalaba el participante alemán Günther Nollau que “un servicio secreto americano” había financiado elementos extremistas en el entorno universitario. Esto es comentado por el examinador del documento como una referencia a la “operación Chaos” (Regine Igel, “Terrorjahre”, op.cit., p. 128 ss. Allí también el Field Manual 30/31 del General Westmoreland. La Operación ”Chaos“ fue destapada por la Comisión Rockefeller de investigación), que aparentemente no es responsabilidad de los representantes allí reunidos. Se trataba de un plan desarrollado en EEUU en 1967, en el que destacaba la importancia de los agentes provocadores en grupos de extrema izquierda.

El “Club de Berna” (Idem, p. 281), así llamado a partir del nombre de la localidad en la que se fundó ese ilustre gremio (que al mismo tiempo es donde la CIA tiene su sede central en Europa), discutía y plasmaba en las actas cuatro años después, el 19 de enero de 1973 en Colonia, los problemas relacionados con la infiltración de grupos de organizaciones de la izquierda no parlamentaria por agentes de los servicios secretos (Tribunale di Milano. Op.cit., p. 34 ss, y Anexo 18). Günther Nollau, desde el 1 de mayo de 1972 persidente de la Verfassungsschutz alemana, tenía la presidencia de la reunión. El participante italiano Francesco D’Agostino se quejó de que las estrecheces de la legislación, ya que un agente debía violar la legislación como muy tarde al lograr formar parte de la dirección de una organización. La propuesta de más alcance que se dió en esa reunió provino de Hans-Josef Horchem, de la Verfassungsschutz de Hamburgo, y posterior director del “Instituto para la investigación del terrorismo” (Instituts Terrorismusforschung) de Bonn. Se trata de crear un “nuevo tipo” de agente para llevar a cabo la infiltración. Para poder ser aceptado y ser creible de cara a la organización el “agente activo” necesita más “cultura y formación”. Estas han de cubrir al menos las siguientes áreas: “La ideología y los diversos comportamientos de los grupos terroristas; el conocimiento de todos los medios de los servicios secretos y las técnicas que pueden ser empleadas; el manejo de explosivos y armas”. Además ha de asegurarse “que se pongan a su disposición medios materiales y ayudas para su futura vida”. El experto italiano Aldo Giannuli comantó: ”lo cierto es que las medidas propuestas no se corresponden con la imagen de una actividad simple de información. Aquí se diseña la imagen de un agente que se infiltra en el los grupos dirigentes de la extrema izquierda, para de esa fforma manipularlos“.

En la comisión parlamentaria no hay la menor duda de que Umberto Federico d‘Amato, el iniciador del “Club di Berna”, era El hombre de la CIA en Italia, y que sus hombres empezaron pronto con la infiltración de pequeños grupos del movimiento estudiantil. Cuando, en el contexto del secuestro del juez Sossi, se permitió el lapsus de decir “conocemos a cada uno de los brigadistas” –y la opinión pública italiana se preguntó porqué no les había detenido-, poco después su oficina fue disuelta. El general de los servicios secretso Giovanni Romeo, responsable durante muchos años de la Gladio y que era responsable de la seguridad interior en el servicio secreto militar SISMI durante el secuestro de Moro, reconoció al ser su interrogad en 1990 por la comisión de investigación parlamentaria sobre los atentados que había habido infiltrados de los servicios secretos desde el principio. Gracias a ellos se pudo saber todo sobre las actividades y objetivos de las Brigadas Rojas (Regine Igel, “Terrorjahre”, op.cit., p. 242).

Dudas sobre el deseo de investigar de la justicia alemana

Mientras en italia fiscales y comisiones parlamentarias de investigación son muy productivas en descubrir cosas, en Alemania domina el tabú y se tapan las cosas. En Alemania los que destapan las omisiones graves o las justificaciones carentes de lógica y las contradicciones y apuntan a los motivos de la justicia, la política y los servicios secretos. A menudo han de aguantar calumnias por ello.
Debido al debate sobre el indulto a Chistian Klar se pusieron de manifiesto flagrantes omisiones y contradicciones en lo referente al proceso y condena por el asesinato del fiscal federal Siegfried Buback. Así fue fácil reconocer que no sólo se había hecho de manera chapucera, sino que se habían ocultado hallazgos de manera consciente. Debido a ello el hijo del asesinado, Michael Buback, declaró públicamente a los medios de comunicación que dudada que la justicia alemana quisiera investigar. Para el los servicios secretos estaban implicados, veía “indicios de un secreto”, y deseaba que las autoridades competentes dieran “respuestas satisfactorias y comprensibles” (Süddeutsche Zeitung, 30.4.2007; tageszeitung, 15.8.2007; Passauer Nachrichten, 8.9.2007]. Se le unió Corinna Ponto, una hija del presidente del consejo de administración del Dresdner Bank Jürgen Ponto, asesinado por la RAF en julio de 1977. Ella habló de un “esclarecimiento grotesco” (Die Welt, 28.7.2007).

Lo cierto es que fue necesaria una dura lucha en la conferencia de prensa judicial en Karlsruhe para lograr que finalmente se hiciese público el veredicto judicial del asesinato de Buback. Primero se dijo que una investigación en marcha impedía su publicación, para seis semanas después ser hecho público –eso sí, con partes tachadas de negro para “proteger la personalidad de los afectados”.

La manipulación del terrorismo por los servicios secretos sigue siendo tratado hasta hoy como un tabú por las autoridades alemanas, debido a lo cual la investigación que quiera aclararlo depende de otras fuentes no judiciales. Así nos enteramos de algunas cosas sobre la conexión con la stasi en las memorias de la ex-terrorista Inge Viett. Pero esos contactos supuestamente se establecieron sólo a finales de 1978 durante un viaje de tránsito. En la investigación histórica actual alemana no se encuentra casi ninguna pista sobre las conexiones comprobadas entre el terrorismo de izquierdas alemán y los servicios secretos.

Así, en los dos tomos monumentales editados recientemente por el Hamburger Institut für Sozialforschung (Instituto Alemán de Investigación Social), en el que a lo largo de 1.400 páginas con muchas palabras se intenta explicar el tema “La RAF y el terrorismo de izquierdas”, se evita hablar en lo posible de las actividaes de los servicios secretos. En lo que respecta al tema “La RAF y el terrorismo internacional”, se afirma que la RAF ha “mantenido una variedad de contactos internacionales diversos, que por lo general fueron difíciles y no especialmente exitosos” (Christopher Daase, “Die RAF und der internationale Terrorismus”, en: Wolfgang Kraushaar (Ed.), “Die RAF und der Linke Terrorismus”, Hamburg 2006, p. 905 ss). Al lado de frases de este tipo de encuentra uno también numerosas afirmaciones sin documentar. Así se dice, por ejemplo, “que (la RAF) pudo mantener durante su existencia relaciones internacionales durante mucho tiempo, pero de manera simultánea tuvo que asumir problemas específicos relacionados con la cooperación que llevaron a su fracaso político”. No se explica de qué “problemas específicos relacionados con la cooperación” se trata. No se puede decir precisamente que los autortes tengan un interés criminalístico o una habilidad para tratar este tema.

En lo que respecta a la conexión Stasi-RAF, un experto en la materia nos sugiere que “es seguro que no hay que esperar nada nuevo” más allá de lo ya conocido (Tobias Wunschik, “Baader-Meinhofs Kinder” (Los hijos de Baader-Meinhof), Opladen 1997; idem, “Das Ministerium für Staatsssicherheit und der Terrorismus” (El Ministerio para la Seguridad del estado y el Terrorismo, http://www.extremismus.com). Pero es extraño que el especialista encargado del tema y empleado del departamento de los documentos de la Stasi lo sepa hoy día “con seguridad”, a pesar de que actualmente aun se estén recostruyendo los documentos que la Stasi trituró en 1989. Por ello puede uno suponer, que los documentos destruidos nada más caer el muro deben de ser los más explosivos de todos, debido a que pueden dar indicios de crímenes cometidos por cómplices en el este y el oeste, que tras el fin de la DDR podrían ser castigados.

Dárselas de sabelotodo en temas de organizaciones secretas sólo vale para obstaculizar una investigación integral de ese apartado decisivo de la historia de la postguerra de Alemania y europa. Especialmente porque la falta de descubrimientos por parte d ela justicia no significa en absoluto que no haya nada que descubrir. Quien hoy día se esfuerze en investigar el terrorismo, choca de manera repetida con un muro enorme de silencio. Esto está en la naturaleza misma del tema, ya que uno tiene que confrontar organizaciones secretas a ambos lados, ya sean los terroristas, ya sean los miembros de la Verfassungsschutz. Tan solo de vez en cuando se tiene la suerte de que un antiguo miembro está dispuesto a colaborar total o parcialmente con los investigadores estatales o los que indagan en el asunto, y de esa forma aparece un poco más de luz se proyecta sobre los sucesos no aclarados. Pero el que antiguos líderes terroristas, especialmente cuando se sospecha de su colaboración con los servicios secretos, no digan toda la verdad o algunas verdades al menos, y que los servicios secretos difundan desinformación, para lo cual creen incluso departamentos propios –aparentemente todo eso es, para la mayoría de los investigadores, demasiado explosivo.

Pero las contradicciones evidentes y las incoherencias demuestran que hasta nuestros días hay numerosas cosas que no deben ser detapadas. El fomento del terrorismo en los años 70 y 80 por los servicios secretos sigue siendo un tabú. Hasta hoy día la justicia y la historiografía esquivan este tema, y podría decirse que lo hacen con una obediencia por anticipado. Cuando incluso las instituciones estatales están involucradas en acontecimientos ilegales, el deseo político de aclararlo es evidentemente limitado. Especialmente porque detrás del “top secret” de los servicios secretos a menudo se ocultan cosas contrarias a los principios más elementales de la democracia parlamentaria. Que la justicia sometida a las ordenes de sus superiores no haga nada para descubrirlo es comprensible. Pero, ¿qué ha pasado con el espíritu crítico e investigador de la ciencia y los periodistas? El tema de la RAF es también a ese respecto cualquier cosa menos una página gloriosa –y falta mucho aun para que el tema esté cerrado.