Esta es la foto y la presentación en Twitter de Morgane Merteuil, la secretaria general del sindicato de trabajadores del sexo, STRASS. Merteuil presume de ser puta, quiere seguir siéndolo y pide a las feministas abolicionistas que le dejen serlo: “Prefiero ser puta que trabajar una fábrica”, afirma M. M. cuando le preguntan por su oficio.
Quentin Girard, el preriodista de Libération que adelantó la noticia, cuenta que con la llegada del socialismo al poder, las feministas francesas han emprendido una ofensiva para abolir del todo la prostitución, y el sindicato STRASS se opone duramente. En su libro Liberad el feminismo, publicado esta semana, Morgane denuncia la campaña de acoso de las asociaciones feministas y antiprostitución en primera persona. El librito empieza así: “En mi trabajo de azafata de barra americana, entendí muy pronto que si quería ganar más de 20 euros por noche debía ponerme a tailler des pipes (hacer felaciones). Al pensarlo, no vi el menor inconveniente, prefiriendo eso para pagar mis estudios a tantos otros trabajos penosos”.
A los 25 años, Merteuil ha puesto entre paréntesis sus estudios, y trabaja como escort girl a domicilio en París mientras milita activamente en el sindicato. Su cruzada para despenalizar el ejercicio del oficio más viejo del mundo le opone a asociaciones como Ni putas ni sumisas, a las que acusa de “imponer una imagen mainstream y burguesa de la mujer. No son ni emancipadoras ni creadoras de nuevas cosas, salvo para las que buscan un trampolín caliente hacia el Gobierno”, afirma.
Merteuil dispara directamente contra Najat Vallaud-Belkacem, ministra de los Derechos de las Mujeres y portavoz del Gabinete, por su radical posición abolicionista, y acusa al feminismo institucional de “estigmatizar a las mujeres que llevan velo con su pensamiento poscolonial que cree que los que son distintos están atrasados”.
Siguiendo los escritos de Virginie Despentes y de la suiza Grisélidis Réal, Merteuil rechaza la idea de “una sociedad binaria, que opone a hombres y mujeres, porque las relaciones de dominación son más complejas y se sobreponen varias opresiones”. Sobre el hecho de ser prostituta, defiende la libre elección entre putas y clientes: “Sí, los hombres pueden ser tiernos y precavidos. Sí, las mujeres pueden amar el sexo. Y sí, prostituirse puede ser una forma de reapropiarse del propio cuerpo y la sexualidad”, escribe.
El panfleto, según analiza Girard en Libération, “oculta o trata de forma rápida los aspectos negativos de la prostitución y el velo, aunque trata de combatir el oprobio moral y se sitúa contra el proxenetismo, la esclavitud, el tráfico de seres humanos y la explotación infantil”.
La declaración final parece pecar de cierta ingenuidad no exenta de pasión: “Somos prosexo, proporno, proputas y por la libertad de llevar el velo, o al menos por la toma de conciencia de que no existe solo una prostitución sino varias, que no existe solo un velo sino muchos. Solo así podremos calificar el feminismo como una lucha por la dignidad de las mujeres, entendida como una lucha para que cada mujer pueda ser considerada digna, sean cuales sean sus elecciones”.