viernes, 15 de mayo de 2020
La guerra que no nos contó Hollywood, por David Becerra
Este libro no es exactamente una novedad, pero ya advertimos que este viaje lo íbamos a emprender sin consultar horarios. Nuestro imaginario sobre la Segunda Guerra Mundial se nutre esencialmente de imágenes y escenas procedentes de las grandes producciones cinematográficas de Hollywood. Lo mucho o poco que sabemos de aquellos años que asolaron el mundo aparece siempre mediatizado –interferido, acaso– por las narrativas proyectadas en la gran pantalla. Hollywood ha impuesto el relato de la Segunda Guerra Mundial.
El desembarco de Normandía, el día D, se representa como el punto de inflexión de una guerra a la que han acudido los norteamericanos para salvar a Europa del nazismo. El soldado americano, que extraña a su familia, a la que siente muy lejos, pisa el suelo del Viejo Continente con gesto de héroe, al intervenir en una guerra que no es la suya, pero que por imperativo moral, movido por su altruismo, se ve forzado a participar. Y a vencer. En la escena final, EEUU alza la bandera de la victoria, como el ejército que ha liberado Europa. Este es el relato que sobre la Segunda Guerra Mundial ha construido EEUU y que la industria cinematográfica de Hollywood, como buen aparato de propaganda, se ha encargado de popularizar.
Claro que en él quedan lugares oscuros sobre los que arroja luz el historiador Jacques R. Pauwels en El mito de la guerra buena. La presencia de EEUU en la Segunda Guerra Mundial difiere del mito. En primer lugar, su participación es tardía, ya que en un inicio ni siquiera tenía claro quién iba a ser su enemigo. EEUU elegiría su enemigo de quien saliera más debilitando de los enfrentamientos entre nazis y soviéticos. Nunca descartó una alianza con Hitler. De hecho, cuando finalmente se alía con la URSS, la oligarquía norteamericana, abiertamente filofascista y con importantes negocios en marcha con la Alemania nazi, cree que su país se ha equivocado de enemigo.
Lo cierto es que ni la entrada de EEUU en la guerra fue determinante ni el desembarco de Normandía marcó un antes y un después en la victoria de los aliados. Cuando EEUU entra como fuerza beligerante en el conflicto lo hace porque ve como muy probable el peor de los escenarios jamás imaginado: que la URSS surgiera de la Segunda Guerra Mundial como el único vencedor del nazismo. Un escenario que dejaría a los norteamericanos en una posición geopolítica nada favorable. Del mismo modo, Pauwels señala que “el propósito del desembarco en Normandía era permitir a los aliados occidentales llegar a Berlín antes que el Ejército Rojo”. Y añade que el triunfo de esa batalla tampoco dependió en exclusiva del potencial militar estadounidense, sino de una ofensiva soviética que impidió que los alemanes transfirieran tropas desde el frente del este hasta Francia. Nada de heroicidades ni altruismos. Este es sólo uno de los episodios referidos, y aclarados, por Jacques Pauwels en El mito de la guerra buena. Un libro imprescindible para disputar el relato de la Historia. Para historiadores y para quienes no quieren que les roben el pasado. Para quienes no quieren que les sigan contando películas.