martes, 12 de mayo de 2020

Los muertos que vos matáis...


Un ejemplo perfecto de la fina ironía inglesa es una caricatura de Kevin “Kal” Kallaugher de 2003, publicada el 18 de octubre de 2008 en The Economist, uno de los principales portavoces del capitalismo británico. En ella puede verse como un vendedor no da abasto con la demanda de sus camisetas y tazas con el slogan “el capitalismo ha muerto” (capitalism is dead). Lo que está pasando demuestra que Kal estaba en lo cierto: el capitalismo hoy día carece de oposición y funciona como un reloj. Un gráfico con las cifras de muertos por el virus y las inyecciones monetarias de la Reserva Federal para estabilizar bastaría para darse cuenta de que cuando acaban es cuando se levanta el confinamiento. Dicho de otra forma, nos han robado hasta la camisa distrayéndonos con una historia apocalíptica, como un mago utiliza una maniobra de distracción para llevar un elefante al escenario sin que el público se dé cuenta.


Con razón nos decían antaño los mayores del Ateneo libertario de la CNT, situado en una buhardilla de la Plaza Mayor de Valladolid, que, si veníamos esperando ver la revolución -o si queríamos buscar cizaña con la CGT-, nos podíamos ir por donde habíamos entrado. Su objetivo era que nos impregnásemos de la ética anarquista y nos desprendiésemos de ese optimismo tan típico de la juventud, resto de la recién pasada infancia, que no es más que una forma simplista de ver la vida. Dicho de otra forma: cuanto antes nos cayésemos del caballo, mejor.

El objetivo de la militancia anarquista no puede ser un “orgullo” estúpido de ser esclavo ni el exhibicionismo pueril a través de camisetas y chapas, sino el ser capaz de encontrar un rumbo en la vida que sea capaz de compatibilizar las miserias de la existencia con nuestros anhelos de disfrutarla de la manera más digna posible, usando el ideal anarquista para conseguirlo. Avanzar en esa dirección, como logró el Movimiento Libertario a comienzos del siglo XX, es lo que logrará que se resquebraje este sistema enloquecido: es la ética, y no la épica de la lucha, el objetivo a alcanzar. En caso contrario, como advierte Nietzsche, de tanto perseguir dragones nos convertiremos en uno de ellos. Es necesario recordar que en los 70/80 se vivió una época similar a la que nos dirigimos, con fuertes recortes que tendrán su reflejo en luchas sociales, y que la militancia y las organizaciones revolucionarias de aquella época se derrumbaron al llegar la socialdemocracia al poder, reflejo de que lo que quiere la mayoría no es luchar constantemente sino vivir o, más bien, sobrevivir. Si la militancia revolucionaria depende de las crisis cíclicas del sistema para existir, es parte de él, y por tanto parte del problema.

La realidad es que, antes de que empiecen las luchas sociales, todo el pescado todo el pescado ya está vendido: una pseudoizquierda en el gobierno hace el trabajo sucio, la izquierda “radical” ha sido infiltrada con ideologías identitarias y apocalípticas, y como distracción tenemos a Vox, una extrema derecha inflada de la noche a la mañana para hacer el paripé. El escenario está preparado, el capitalismo estabilizado: como escribía Pierre Corneille en 1643 en su obra Le Menteur (El Mentiroso), “los muertos que vos matáis gozan de buena salud“.