Una revolución de colores de EEUU 'vuelve a casa para posarse' en las elecciones de 2020
Por Max Parry
Han pasado más de tres semanas desde el día de las elecciones y el presidente estadounidense en funciones aún no ha admitido la derrota. A pesar de la distracción de los medios sobre el sudor de su abogado personal durante una extraña conferencia de prensa, el equipo legal liderado por el ex alcalde de la ciudad de Nueva York Rudolph Giuliani ha hecho un trabajo decente descubriendo posibles fraudes en estados clave donde el recuento de votos se retrasó varios días antes de que el ex vicepresidente fuese declarado "ganador" por los medios de comunicación y Silicon Valley.
Desafortunadamente, las elecciones de 2020 no son un suceso deportivo o un trabajo académico y, por ello, las evidencias de que ocurrieron casos de fraude probablemente no serán suficientes como para que el litigio cambie el resultado, aunque parece que su equipo finalmente se plantea salir de la Casa Blanca cuando llegue enero. Por otra parte, si alguna vez se proporcionó o no la carga de la prueba es irrelevante, ya que antes de que prestara juramento se estaba llevando a cabo un golpe silencioso para destituir al gobierno elegido democráticamente de Donald J. Trump que ahora está entrando en su fase final.
Trump encontró una voz de apoyo poco probable que cuestionó la prematura declaración de victoria de Biden en la excongresista demócrata de Georgia y candidata presidencial del Partido Verde en 2008, Cynthia McKinney, quien esta vez fue la compañera de candidatura del exgobernador de Minnesota Jesse Ventura como participante por escrito en algunos estados elegibles para los divididos Verdes, que nominaron oficialmente al activista sindical Howie Hawkins.
Durante las elecciones de 2016, los demócratas tomaron a Jill Stein como chivo expiatorio por la inesperada derrota de Hillary Clinton, incluso implicando sin fundamento a la candidata del Partido Verde en el engaño del Russiagate simplemente por haber aparecido en 2015 en una gala en Moscú de la cadena de televisión Russia Today (RT) donde el general Michael Flynn y el presidente ruso Vladimir Putin estaban presentes. Las legislaturas de estados indecisos como Pensilvania y Wisconsin no solo excluyeron a Hawkins de las papeletas electorales a instancias de los demócratas en un acto descarado de supresión de votantes, sino que McKinney describió las irregularidades que plagaron las máquinas de votación electrónica en su estado natal de Georgia en 2020 como "déjà vu", después de haber sido engañada por el Congreso mediante tales tácticas en 2006. McKinney también escribió anteriormente un ensayo titulado "La revolución púrpura: ¿la guerra híbrida de EEUU vuelve a casa para posarse?" sobre los esfuerzos del establishment para eliminar a Trump, lo que lo convierte en una referencia histórica adecuada.
El pasado 22 de noviembre se cumplieron cincuenta y siete años desde el asesinato de John F. Kennedy. Cuando se les preguntó por su reacción a la muertepor la espalda del presidente 35° en Dallas en 1963, y menos de dos años antes de su propio asesinato pública, el líder de la lucha por los derechos civiles Malcolm X se manera famosa dijo que “los pollos vuelven al nido para posarse”, en alusión a las intervenciones en el extranjero del gobierno de EEUU, como el asesinato orquestado por la CIA del primer primer ministro del Congo, Patrice Lumumba, en 1960 tras su independencia del dominio colonial belga. Sus comentarios a raíz de una tragedia nacional resultaron demasiado controvertidos incluso para la Nación del Islam (NOI), que censuró públicamente a su ministro más reconocido, que anunciaría su salida de la organización nacionalista negra unos meses después. Al año siguiente sería asesinado a tiros en Harlem, en un asesinato que durante mucho tiempo se sospechaba que había sido obra del programa de contrainteligencia del FBI (COINTELPRO), que se había infiltrado en su círculo íntimo para incriminar al NOI por una muerte misteriosa igualmente vista por la población como una ejecución sancionada por el estado, como la de JFK.
No está claro si el líder musulmán afroamericano creía que el gobierno de Estados Unidos estaba detrás de la muerte de Kennedy, pero es probable que no fuera lo suficientemente ingenuo como para pensar que las mismas maquinaciones utilizadas en el extranjero no podrían ser llevadas a cabo por esas mismas fuerzas a nivel nacional para destituir a alguien elegido para gobernar por el pueblo estadounidense al que se oponían. Si el asesinato de Kennedy fue, de hecho, el resultado de la "influencia injustificada del complejo militar-industrial" que su predecesor Dwight D. Eisenhower advirtió durante su discurso de despedida, lo que ocurrió fue casi con certeza un golpe de Estado secreto. El presidente ya había sido socavado por su propio Estado Mayor Conjunto y la CIA tras tratar de desactivar la crisis de los misiles cubanos, y sus negociaciones secundarias con Nikita Khrushchev fueron saboteadas por funcionarios de línea dura dentro de su propia administración. La lucha interna que echó a pique los intentos de distensión de Kennedy es paralela a las facciones rivales que socavaron la diplomacia de Trump con Corea del Norte hasta el final.
El politólogo Michael Parenti explicó en su ensayo "El asesinato de JFK: Defendiendo el estado Gangster" cómo el 35° presidente de EEUU fue atacado por el estado de seguridad, que percibía a Kennedy como un "blando frente al comunismo" y que aplacaba a la Unión Soviética en sus esfuerzos diplomáticos tras la fallida invasión de la Bahía de Cochinos:
"La sucia verdad es que Kennedy era odiado de todo corazón por las fuerzas de derecha en este país, incluidas muchas personas poderosas en las organizaciones de inteligencia. Había traicionado el interés nacional tal como ellas lo definían, negándose a hacer todo lo posible contra Cuba, haciendo propuestas de acercamiento con Castro y negándose a intensificar la guerra terrestre en Vietnam. También lo vieron como un liberal anti-empresarial que estaba llevando al país por el camino equivocado. Si Kennedy era realmente tan liberal es otro tema. Lo que los derechistas de la seguridad nacional veían en él era lo que contaba".
Si bien la verdad ampliamente percibida sobre el asesinato de JFK permanece sellada fuera de la vista del público, el Comité Cg´hurch y las Comisiones Rockefeller de la década de 1970 expusieron las numerosas juntas respaldadas por la CIA que derrocaron a líderes populares en Guatemala, Siria, Irán, República Dominicana, el Congo, Brasil, Indonesia, Chile y muchas otras naciones del sur global (el tercer mundo, AyR). Desde entonces, la estratagema de cambio de régimen preferida por la CIA ha sido utilizar lo que, paradójicamente, se denominan organizaciones no gubernamentales (ONG), que en realidad reciben fondos del gobierno de EEUU, como atajos para desestabilizar a las naciones que no cumplen, con el pretexto de apoyar movimientos de oposición "prodemocracia". Durante la Guerra Fría, la gran mayoría de los estados derrocados eran gobiernos de izquierda o socialistas alineados con el Bloque del Este, pero en el mundo postsoviético, muchas de los gobiernos derrocados han estado lejos de ser de izquierdas y eran incluso conservadores, y su única ofensa fue favorecer los lazos económicos con Rusia o China y resistirse a la hegemonía occidental.
De manera similar, cuando los movimientos de protesta nacionales han tomado forma en Estados Unidos, el establishment político ha utilizado las fundaciones plutocráticas de la Big Philanthropy y el Complejo Industrial sin Fines de Lucro para apartarlos de su propia agenda.
Sólo hay que ver la forma en que las manifestaciones masivas a nivel nacional contra el racismo y la brutalidad policial de este año se transformaron rápidamente en un movimiento para elegir a Joe Biden, autor de la redacción de la versión del Senado de la Ley de Control y Aplicación de la Ley de Delitos Violentos de 1994, sin que se aprobara una legislación sustancial para reformar la policia. El movimiento corporativizado Black Lives Matter (BLM), que recibió subvenciones de 100 millones de dólares de la Fundación Ford, la fachada filantrópica de la CIA, surgió del legado de las efímeras protestas de Occupy Wall Street (OWS) en 2011, que a su vez fue cooptado por reformistas y grupos favorables al Partido Demócrata. No por casualidad, OWS también fue infiltrado por el activista político serbio Srđa Popović de Otpor! (“¡Resistencia!”) y el Centro para la Aplicación de Estrategias y Acciones No Violentas (CANVAS) que anteriormente lideró la Revolución Bulldozer que derrocó al presidente yugoslavo Slobodan Milošević en el año 2000.
Un componente central de la plantilla de las 'Revoluciones de colores' inspiradas en Gene Sharp es la ingeniería de escenarios electorales controvertidos en los que los líderes elegidos para el cambio de régimen pueden ser derrocados después de parecer que consolidan el poder, como se ve en las revoluciones de temática electoral en Serbia (Bulldozer), Georgia (rosa), Ucrania (naranja), Kirguistán (tulipán), Moldavia (uva) y otros países. De la misma forma en que Biden se declaró vencedor a pesar de las demandas presentadas en un tribunal federal, lo mismo ocurrió recientemente en el extranjero en las disputadas elecciones en Bielorrusia, donde la líder de la oposición respaldada por Estados Unidos, Sviatlana Tsikhanouskaya, se anunció a sí misma como la ganadora de las elecciones presidenciales para encender la chispa de las protestas planificadas de antemano en Minsk contra el presidente bielorruso Alexander Lukashenko. Esta fue una imitación de un plan fallido de los disturbios del Movimiento Verde de 2009 en Irán durante el mandato del presidente Mahmoud Ahmadinejad, así como de la crisis presidencial en Venezuela el año pasado, entre otros.
El abogado de Trump, Rudy Giuliani, pareció confundido cuando alegó que las irregularidades del voto electrónico que involucran a la empresa de software electoral Dominion Voting Systems tenían vínculos con el fallecido ex presidente venezolano Hugo Chávez y el financiero internacional George Soros, quien en realidad apoya a la oposición al gobierno chavista en Caracas apoyada por los Estados Unidos. Giuliani puede estar equivocado, pero apunta a algo acertado, con la diferencia de que en las controvertidas elecciones estadounidenses su cliente ocupa el puesto del presidente venezolano Nicolás Maduro, mientras que Biden sería el equivalente al autoproclamado “presidente interino” Juan Guaidó. Sin algunas excepciones como la del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (quien ciertamente reconoce un puchero electoral cuando lo ve), la mayor parte de la "comunidad internacional" felicitó a Biden por su supuesta victoria, al igual que el líder ilegítimo golpista de Venezuela. Mientras tanto, tanto la pseudoizquierda como la derecha conservadora parecen estar igualmente equivocadas acerca de Soros, que no es ni el multimillonario caritativo ni el fantasma "globalista" que imaginan, sino un magnate empresarial anticomunista que favorece el capitalismo buitre y el imperialismo occidental bajo la bandera de la democracia liberal.
Como lo mencionó Cynthia McKinney, a raíz del impactante triunfo de Trump sobre Hillary Clinton en 2016, comenzaron a circular rumores de que una 'Revolución de colores' estadounidense financiada por un filántropo estaba en proceso, una 'Revolución púrpura', apodada así en base a la Sra. Clinton, que eligió ponerse una combinación de azul y rojo, que pretende simbolizar la oposición bipartidista a Trump, en su discurso de reconocimiento de su derrota electoral. Fuese cierto o no, fue en las primeras horas posteriores a su derrota cuando la campaña de Clinton supuestamente decidió echar la culpa de la improbable victoria de Trump a una interferencia rusa no probada. ¿O fue incluso antes? Memorándums de la CIA recientemente desclasificados demuestran que meses antes de las elecciones de julio de 2016, Clinton había orquestado un plan para desencadenar una campaña de difamación que vinculase a Trump con la presunta piratería rusa del servidor de correo electrónico del Comité Nacional Demócrata. Los documentos también mostraron sin lugar a dudas cómo se inició la investigación de Rusia a pesar de que tanto el FBI como la CIA conocían la intención de Clinton de vincular a Trump con el Kremlin.
La investigación sobre Rusia que duró tres años, así como el posterior juicio político por el escándalo de Ucrania, fueron solo los capítulos iniciales del golpe suave a cámara lenta contra Trump. Cuando todo lo demás falló, la élite estadounidense comenzó a prepararse para derrocarle en las elecciones de 2020. De hecho, la posibilidad de un segundo mandato de Trump era evidentemente una pesadilla demasiado grande para que el establishment ni siquiera pudiera imaginarla, por lo que solo se prepararon para su derrota y presupusieron su negativa a renunciar al poder. Literalmente, un exfuncionario de alto rango del Pentágono, Nils Gilman, reunió a una camarilla exclusiva de miembros de Washington, demócratas del establishment y republicanos anti-Trump para participar en escenarios de “simulación electoral” de rol y ejercicios de “juego de guerra” de mesa que predicen varios resultados electorales que anticiparon que Trump se resistiría a reconocer su derrota y transferir el poder, precipitando una crisis constitucional. Se llamó Transition Integrity Project (TIP) y contó con la participación de los clintonitas John Podesta y Donna Brazile, a quienes se unieron figuras neoconservadoras prominentes como William Kristol, Max Boot y el criminal de guerra David Frum, ex redactor de discursos de George W. Bush que acuñó la frase del "Eje del mal".
Lo más revelador es que entre los escenarios considerados, incluso en el simulacro postulado donde la premisa era una victoria decisiva para Trump, el TIP determinó que Biden debería ignorar el resultado electoral y considerar cualquier medida necesaria para alcanzar la presidencia, incluyendo provocar una crisis constitucional y una posible guerra civil en la que se alentaría a los estados controlados por los demócratas a separarse de la Unión, se aboliría el colegio electoral y se convertiría en estados a Washington DC y Puerto Rico. Al leer el informe TIP, está claro que el propósito real del ejercicio bipartidista era el planear el muy disputado resultado electoral y la concentración de poder que predecía que desencadenaría Trump. También es posible que el proyecto incluyera a los medios de comunicación en sus planes. Apenas unas semanas antes del día de las elecciones, se desató un escándalo muy publicitado en la revista The New Yorker después de que el escritor y analista legal senior de CNN, Jeffrey Toobin, se expusiera accidentalmente masturbándose durante una reunión de video de Zoom con compañeros de trabajo. Muchos se divirtieron demasiado como para darse cuenta de que la conferencia telefónica online resultó ser una “simulación de elecciones” con los principales columnistas de la publicación haciendo juegos de roles como participantes.
No estaría fuera de lo posible dada la medida sin precedentes en la que los medios de comunicación corporativos y las mayores empresas tecnológicas han influido en el resultado de las elecciones.
Incluso aquellos medios de comunicación como The New York Post, uno de los periódicos más antiguos de los Estados Unidos, se vieron censurados por Twitter por publicar una historia explosiva que contenía correos electrónicos de la computadora portátil de Hunter Biden cuya autenticidad no fue negada ni por el equipo de la campaña electoral del exvicepresidente.
Cuando Trump pronunció una conferencia de prensa en la que describió las acusaciones de fraude electoral de su campaña, los principales medios de comunicación no solo tomaron la decisión orwelliana de "verificar los hechos" de Trump en vivo, sino que también cortaron el discurso en medio de sus comentarios coordinados de manera sincronizada. Luego, cuando las propias publicaciones del presidente en las redes sociales fueron censuradas y marcadas como desinformación, la sacudida fue realmente alta. No es de extrañar que el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, se jactara abiertamente de cómo la plataforma se estaba “asociando con la comunidad de inteligencia” para que la censura fuera un brazo de poder blando después de las elecciones de 2016. Y, en lugar de ser dividido por violar las leyes antimonopolio, Silicon Valley ya ha sido recompensado por mantenerse fiel a sus raíces en el estado de seguridad nacional por el equipo de transición de Biden, formado por ejecutivos de Airbnb, Alphabet, Amazon, Facebook, Dell, DropBox, LinkedIn de Microsoft, Lyft, Stripe y Uber.
¿Puede ser realmente que Trump sea tan odiado por su rechazo a ciertas ortodoxias de la política exterior como JFK? La verdad es mucho más que eso. Es debido a su inclinación a deshonrar las instituciones de Washington en su propio beneficio político, que todo el sistema necesita desesperadamente mantener la fe de las masas en su sistema político corrupto, el estado de seguridad nacional deshonesto, la prensa amarilla y el proceso democrático obsoleto. Es imperativo preservar estas piedras angulares burocráticas como las críticas anteriores porque son un eje para mantener el poder. Trump abrió su propio camino hacia la presidencia como un outsider político y, al hacerlo, socavó los sagrados bastiones del poder en Washington, prometiendo "drenar la ciénaga" mientras erosionaba la fe en las principales agencias de espionaje estadounidenses como un gobierno secreto no elegido o "estado profundo", y sobre todo denunciando a los medios corporativos como "fake news" y "enemigos del pueblo". A pesar de que estas fueron afirmaciones cínicamente dichas por Trump en su propio beneficio, sus detractores las malinterpretaron como falsedades simplemente porque él era la fuente.
La agitación populista de Trump incluso preocupó a su propio grupo de partidarios dentro de la élite gobernante, que lo convenció para suavizar su retórica y revertir muchas de sus posiciones una vez que asumió el cargo. Dado que las elecciones de 2020 no han tenido un resultado deseable, solo ha continuado aumentando la desconfianza popular en el orden político y sus mecanismos que garantizan que el status quo anule la voluntad del pueblo, lo que indica que está más que dispuesto a qu el sistema se hunda con él. De hecho, las encuestas indican que muchos estadounidenses parecen estar de acuerdo con el presidente en que la elección fue amañada a favor de Biden. Esta es precisamente la razón por la que su agitación es considerada peligrosa por la élite que desató sus órganos de medios y agencias de inteligencia desde el primer día para sabotearlo: sabían que está dispuesto a poner al descubierto la corrupción total de los poderes establecidos para ayudar así a su propia causa. Por esta razón, los medios de comunicación han recurrido a los métodos más engañosos y partidistas para retratar a Trump como un peligro único que ha de ser derrocado a toda costa.
No es de extrañar cómo se formó una coalición tan incongruente como la que está tras Biden, desde los republicanos "Never Trumper" del Proyecto Lincoln a los socialistas demócratas de Estados Unidos, desde los monopolios de las grandes tecnologías a Black Lives Matter, de los megadonadores de Wall Street a los restos de Occupy Wall Street, de los funcionarios de seguridad nacional de la era Bush al mal llamado Partido Comunista Revolucionario (Rechazar el Fascismo), y así sucesivamente. O, para dar una idea de cuán absurda era la alianza ideológica para asegurar una presidencia de Biden, el Proyecto de Integridad de Transición fue promovido vergonzosamente incluso por medios de comunicación “progresistas” como Democracy Now!, lo que hizo que su nombre periodístico cubriera críticamente a las figuras muy neoconservadoras de los años de Bush que apoyan el TIP. De alguna manera, quienes estaban en el poder lograron persuadir a los “anti-sistema” para ponerse de su lado contra el hombre naranja malo presentado como el supuesto mal mayor, engañándolos para que defendieran instituciones inviolables, a las que deberían oponerse, y el arcaico sistema electoral estadounidense irrecusable, que los priva de una verdadera democracia. Este es el verdadero legado de la era Trump -solo el tiempo dirá si es su lección.