"El verdadero problema de la humanidad es el siguiente: tenemos emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología de dioses”.
Edward O Wilson
“Es escandaloso fingir que el terremoto fue sólo un evento natural, porque si eso es cierto, no hay necesidad de arrepentirse y tratar de evitar la ira de Dios, y ni siquiera el diablo mismo podría inventar una idea falsa más propensa a llevarnos a todos a una ruina irreparable.”
El sacerdote jesuita Gabriel Malagrida tras el terremoto de Lisboa de 1755
Ha sido un proceso gradual, que casi nos ha pasado desapercibido pero, poco a poco, hemos llegado todos -desde los gobiernos y los medios de comunicación a los propios ciudadanos de la mayoría de las naciones- al convencimiento de que ya sabemos cuál es la causa de la persistencia de la pandemia COVID: la irresponsabilidad de la ciudadanía, y de cuál es, por tanto, la solución: la responsabilidad personal. Existen unas medidas no farmacológicas por todos conocidas (lavado de manos, distancia, mascarilla, ventilación) que son eficaces contra la pandemia y si todos las usáramos acabaríamos con ella.
Para ilustrar lo que se está diciendo voy a usar dos ejemplos. El primero son las recientes palabras del primer ministro sueco al anunciar medidas más restrictivas para los ciudadanos de su país:
"El tiempo que tengamos que vivir con estas medidas depende de lo bien que tomes tu propia responsabilidad y muestres solidaridad con los demás.”
El segundo es más bruto y su autor es el gobernador de Nueva York Andrew Cuomo que dice esto:
"Si te distanciaras socialmente, usaras una mascarilla y fueras inteligente, nada de esto sería un problema, es todo autoimpuesto. Es todo autoimpuesto. Si no comieras el pastel de queso, no tendrías un problema de peso. Es todo autoimpùesto”.
Por tanto, esto se acaba cuando la ciudadanía quiera y si no se acaba es porque tenemos lo que nos merecemos, porque somos malos. Este es el discurso oficial establecido y de esta culpabilización de la ciudadanía es de lo que voy a hablar en esta entrada. Me parece que es un ejemplo de lo que se conoce como hipótesis del Mundo Justo.
La Hipótesis del Mundo Justo
La llamada Hipótesis/Falacia o Creencia en un Mundo Justo consiste en creer que el mundo es un lugar justo, ordenado y predecible en el que la gente tiene lo que se merece y se merece lo que tiene. Consiste en la creencia de que vivimos en un mundo en el que las cosas buenas le pasan a la gente buena y las cosas malas le ocurren a la gente mala. El padre de la idea es Melvin Lerner que observó cómo la gente culpaba a las víctimas de su sufrimiento y realizó una serie de experimentos en los años 60 del siglo pasado. En ellos, los participantes observaban cómo se administraban una serie de choques eléctricos a unas víctimas inocentes (en realidad eran unos actores) lo que al principio les trastornaba y disgustaba. La gente quería ayudar o compensar a la víctima. Pero si el sufrimiento continuaba, y no podían hacer nada por evitarlo, empezaban a devaluar y despreciar a la víctima. La interpretación sería que nuestra necesidad de vivir en un mundo justo y predecible es tan grande que si algo pone en duda esa creencia, reinterpretamos la situación para que se ajuste a la creencia. Y una forma de hacerlo es reinterpretar la conducta o la personalidad de la víctima.
La creencia en el mundo justo se ha visto que correlaciona con autoritarismo de derechas, religiosidad, mayor tendencia a castigar (y con mayor creencia en el libre albedrío), actitudes más negativas hacia grupos menos privilegiados…Y también se ha asociado a mayor satisfacción con la vida y a menor depresión. Es fácil comprender que la creencia en un mundo justo es buena o incluso necesaria para la salud mental. Es una ilusión positiva que nos ayuda a vivir. Sería muy difícil vivir en un mundo en el que no creyéramos que nuestras acciones van a tener recompensa y que podemos influir en nuestro futuro. Reconocer que estamos expuestos al azar y que el mundo es inseguro podría generar incluso una parálisis de nuestra actividad en el mundo y nos impediría seguir adelante.
Lerner presentó su teoría en un libro en 1980: The Belief in a Just World: A fundamental delusion. Desde entonces, se ha seguido estudiando el fenómeno y los experimentos se han replicado en diferentes lugares, por diferentes investigadores y en diferentes campos, lo que sugiere que el concepto es bastante robusto (lo digo con todas las precauciones que debemos tener hoy en día con los experimentos de psicología social que están teniendo muchos problemas de replicación). Se ha estudiado mucho, por ejemplo, en el caso de la violación, donde se ha visto que se produce una culpabilización de la víctima (que si llevaba ropa provocativa, que si bebió demasiado…), o en el de la pobreza (los pobres son vagos y perezosos), etc.
Pero un terreno en el que se ha observado este fenómeno de culpar a la víctima ha sido en el de la enfermedad. Repetidamente se ha observado que la gente culpa a los enfermos de sus enfermedades. Se ha encontrado un desprecio hacia personas con neumonía, cáncer de estómago, obesidad (el gobernador Cuomo hace la comparación precisamente entre la Obesidad y el Covid como cosas autoimpuestas), pacientes con cáncer de pulmón, enfermedades relacionadas con el alcohol, o el SIDA. Lo que estamos viviendo actualmente en esta pandemia por COVID-19 parece un ejemplo más de esta culpabilización de la víctima, aunque con matices propios de una pandemia.
Cuando digo que se está culpabilizando a la ciudadanía y que eso es un ejemplo flagrante de “culpar a la víctima” y de falacia del mundo justo, estoy considerando que toda la sociedad es víctima de una pandemia, aunque no en la misma medida, lógicamente. La peor parte, evidentemente, la llevan los fallecidos y enfermos graves y con secuelas y sus familias, pero esta enfermedad está provocando consecuencias como problemas económicos, académicos, recorte de libertades como desplazamientos, cierre de hostelería, miedo, angustia, depresión, etc., que están afectando gravemente la vida de todas las personas. Y todos queremos que este sufrimiento acabe cuanto antes.
El caso es que la pandemia actual ha sumido al mundo en un estado de miedo, de inseguridad y de incertidumbre y el ser humano no tolera bien la duda y la incertidumbre, necesitamos una narrativa que nos dé seguridad. Como dice E.O. Wilson en la cita de cabecera, seguimos teniendo emociones paleolíticas y en pleno siglo XXI estamos reaccionando de la misma manera en la que ha reaccionado la humanidad desde la antigüedad, cuando las epidemias se atribuían al castigo de seres sobrenaturales o dioses. La creencia en un mundo justo nos da una explicación y siempre es mejor una explicación que ninguna.
Vale, todo esto está muy bien, pero igual me estoy pasando… ¿No es acaso verdad que las medidas no farmacológicas son eficaces para disminuir la transmisión comunitaria del virus y que si actuamos con responsabilidad la pandemia desaparecerá? Bueno, digamos que el jurado sigue reunido deliberando. En países como España estamos aplicando esas medidas desde julio y nos encontramos de nuevo en una situación de colapso sanitario similar a la de los meses de marzo-abril. “Ya, vale, pero date cuenta” - me podéis responder- “que la gente lleva la mascarilla en la barbilla, con la nariz fuera, se las quitan con familiares y amigos, etc”. “Si utilizáramos bien estas medidas sí que serían eficaces”.
De acuerdo, en el siguiente apartado voy a responder a este punto con otra argumentación, pero quiero mencionar aquí algo -aunque sea de pasada- para señalar que hay muchas cosas que no están claras. Resulta que la gripe ha desaparecido este año en el hemisferio sur y en lo que llevamos de temporada en el hemisferio norte parece que también. Una de las hipótesis que se maneja para explicar esto es precisamente el uso de medidas no farmacológicas que impedirían la transmisión de la gripe. Pero sopas y sorber no puede ser. Se nos está culpabilizando del COVID por usar mal esas medidas: todo el mundo lleva la mascarilla en la barbilla, enseñando la nariz y eso es un desastre porque no nos libramos de la epidemia del COVID… pero mágicamente, ¿usar la mascarilla mal sí protege de la gripe?
Vamos a aceptar ahora, para los efectos de mi argumentación, que estas medidas bien utilizadas sí son eficaces. Si esto fuera cierto para la COVID-19, también debería serlo, como decíamos, para la gripe. Si cumplimos con las medidas no farmacológicas también acabaremos con la gripe. Y, por la misma regla de tres, también podríamos hacer lo mismo con la tuberculosis, o la malaria, o el resto de las enfermedades infecciosas…Es decir, si no acabamos con todas las enfermedades infecciosas es por falta de responsabilidad individual porque todas ellas se transmiten de unas personas a otras y si cortamos esa transmisión se acabó la historia. Parece lógico, ¿cómo no nos habremos dado cuenta antes de que podíamos acabar con todas las enfermedades infecciosas de un plumazo? Pero… algo nos dice dentro de nuestra cabeza que no es tan fácil, ¿no?
Supongamos una vaca esférica
Los ingenieros tienen un chiste acerca de la tendencia de los científicos teóricos a eliminar las complejidades de la realidad de sus modelos. Va más o menos así. Un granjero acude a un físico teórico para pedirle consejo sobre cómo aumentar la producción de leche de sus vacas. Después de trabajar en el problema durante semanas, el físico llama al granjero para decirle que ha encontrado la respuesta. Le dice al granjero: “¿puede venir a la universidad el próximo miércoles para escuchar la presentación de mi descubrimiento?”. El miércoles siguiente, el granjero va a la sala de conferencias, que está abarrotada, y su amigo físico está delante de una enorme pizarra dispuesto a comenzar la charla. El granjero y los asistentes se sientan y el físico va hacia el encerado y dibuja un gran círculo. “Para empezar” -dice- “supongamos una vaca esférica”…
Mal empezamos si partimos de la suposición de que una vaca es esférica… Una vaca no tiene forma de esfera, tiene forma de vaca. Si partimos de una realidad equivocada, no obtendremos los resultados que deseamos. Igual nosotros también estamos partiendo de una realidad equivocada al decir: “supongamos una ciudadanía que puede cumplir las medidas no farmacológicas correctamente”. Igual deberíamos preguntarnos: ¿se pueden cumplir correctamente esas medidas en la realidad?
Veamos un ejemplo. Según este informe de 12 de Noviembre de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica sobre la situación Covid-19 en España, “el ámbito más frecuente de exposición se da en el entorno del domicilio (31,6%)”. Bien, pongamos una familia de tres miembros. Ella es sanitaria, el marido es conductor de autobuses o tendero y su hija está en el instituto o en la universidad. Para que los miembros de la familia no se contagien entre sí deberían mantener distancia física, desinfectar los vasos, platos, toda la cubertería, mesas, los baños, etc., y usar mascarilla en casa. Además deberían hacer esto durante un año o más. ¿Es esto factible o estamos partiendo de algo como “supongamos una familia de robots sin emociones”? Remito a los lectores a la entrada Las opciones que parece que tenemos donde explicaba que a veces en la vida parece que tenemos opciones que en realidad no tenemos. O, dicho de otra manera, hay cosas que no están en nuestro Posible Adyacente.
Se me puede poner la objeción de que ciudadanos de algunos países (especialmente asiáticos) lo han conseguido y si ellos lo han hecho, nosotros también podemos. Primero, muchos países que resulta que lo habían hecho muy bien en la primera ola y eran un ejemplo de responsabilidad, educación y compromiso ciudadano han pasado a ser un ejemplo de irresponsabilidad en la segunda. Curioso. Segundo, habría que demostrar que los resultados obtenidos en esos países se deben a la conducta de la gente, igual intervienen factores genéticos o tienen más inmunidad por epidemias previas, etc. Hay muchas cosas todavía que no sabemos de este coronavirus.
Pero aceptemos que en esa otra sociedad o cultura los buenos resultados son debidos a la conducta de la gente, porque son más disciplinados, obedientes, colectivistas, o lo que sea (lo de si tienen mejores líderes vamos a dejarlo de lado). Realmente, parece haber diferencias culturales y de comportamiento entre individuos de sociedades orientales y occidentales a muchos niveles. Pues aún así, una cultura no se improvisa, una cultura que es resultado de miles de años de evolución no se elige a voluntad y no pasa uno a tener una mentalidad japonesa esta semana y una mentalidad alemana a la siguiente.
Resumiendo, lo que yo quería decir en esta entrada es que me parece que culpabilizar a la ciudadanía de esta pandemia es con alta probabilidad erróneo desde el punto de vista científico, injusto desde el punto de vista moral e ineficaz desde el punto de vista práctico, por lo que dejar de hacerlo sería beneficioso para el conjunto de la sociedad. No vivimos en un mundo justo y el wishful thinking no es la solución a la pandemia. “Si todos usáramos bien las medidas esto se acababa”. Ya, y si las vacas fueran esféricas hay un método muy bueno para que den más leche.