Con la claridad que le caracteriza, el profesor Antonio Arnaiz Villena, catedrático de Inmunología, denuncia en este artículo la cascada de noticias sobre número de muertos, de contagios por el SARS-CoV-2, que da lugar a la enfermedad COVID-19. “Muchas veces -como subraya el autor- sin base científica alguna”. Termina con una serie de recomendaciones para políticos, periodistas e investigadores
Escribo desde el punto de vista de un veterano medico y científico y me inquieta el silencio que está guardando la medicina clínica científica ante el miedo generado por las poco explicadas y alarmantes noticias que este verano de 2020 nos bombardean continuamente y sobre la enfermedad COVID-19 misma.
Los médicos del Primer Mundo hemos aprendido al abordaje de la cura de enfermedades y enfermos en Sesiones Clínicas hospitalarias: para quien no lo sepa, en ellas se reúnen médicos, enfermeros y biomédicos de diferentes especialidades y se estudia la historia clínica del paciente. Cada uno expone sus conclusiones, dispares, sobre el diagnóstico del enfermo y su tratamiento y, barajando los conocimientos científicos sólidos que existen, se llega a un diagnóstico del paciente y a un tratamiento. La información que se da al paciente, a sus familiares y a los medios, cuando procede, se basa pues en sólidas conclusiones científico-médicas.
Además, teniendo en cuenta el juramento hipocrático de ética médica, aquilatando las previsiones de la evolución de la enfermedad, sin afirmar nunca plazos y muerte, para no crear más alarma y más sufrimiento al paciente y a su entorno.
Pues bien, estos procedimientos en el caso del coronavirus han sido sustituidos por un aluvión de noticias ofrecidas por todos los medios sin excepción escalofriantes sobre número de muertos, número de contagios y previsiones, muchas veces sin base científica alguna. La epidemia del coronavirus puede activarse o no, y los medios de lucha son preparar a la Sanidad de los estados, fortaleciéndola y no aterrorizar a la población, con una híper información que no vale para nada a la gente excepto para crear una epidemia de miedo y terror, a los que nadie da soluciones, ni explicaciones sensatas y científicas, sino que provocan que se tomen medidas de restricción, confinamiento y mascarillas aún más alarmantes.
Los médicos se han inhibido, quizá por motivos de desconcierto aún o de miedo a otros estamentos sociales.
Los administradores de las autonomías o estatales en España, cada uno con un criterio diferente (ausencia de ciencia médica universal) están tomando, pues, este verano de 2020 la iniciativa de medidas coercitivas que están generando pánico en la ciudadanía, con el contrapeso de los jueces, que hacen lo que pueden, supongo, con el criterio también dispar de los forenses adscritos a sus juzgados y de los informes médicos que reciban. No existe una discusión médica científica universal que sirva para guiar a administradores, a jueces y a ciudadanía a entender lo que pasa, y neutralizar el miedo instalado en la sociedad.
El miedo y el estrés psicológico deprime el sistema inmunitario, disminuyendo las defensas anti-microbianas, aparte de poder causar depresión y otras alteraciones psicológicas. Además, se han destruido entramados económico sociales muy importantes, relacionados con el turismo y los servicios o no.
Se ha alterado de forma radical la enseñanza a todos los niveles. La misma Sanidad ha quedado muy dañada al volcarse en atender al coronavirus y retrasando listas de espera de operaciones y pruebas diagnósticas de imperiosa urgencia: será necesario conocer si el número de muertes producido por esta desatención es significativo: deben de intervenir profesionales médicos, incluyendo toda la enfermería y el personal de apoyo hospitalario y de primaria.
Las corporaciones o agrupaciones de medicina y enfermería deben ayudar a suprimir el miedo e instaurar el sentido común médico-científico. Se deben contestar, después de las discusiones pertinentes:
- Si un individuo sano que tenga una pequeña parte de la secuencia del virus (o PCR positivo) es o no contagioso y si se debe aislar o no. Hay que decidir si una PCR positiva no es un contagio, sin que haya síntomas ni en el positivo, ni esté identificado un hipotético individuo que le contagiara la PCR positiva. Además, este virus esta relacionado con otros similares existentes hace tiempo y ha podido estar entre nosotros antes de 2020; asimismo, se están haciendo pruebas masivas a población sana, que no tiene síntomas. Este es uno de los temas que más miedo está creando y debe darse una respuesta científico-médica.
- Cada tratamiento o medida sobre los componentes sanos de la población que se tome ha de ser sobre estrictas bases científicas. En algunos países de nuestro entorno se utilizan solo mascarillas en espacios cerrados: no se sigue tampoco un criterio médico-científico en este caso.
- ¿Se ha acabado la epidemia del coronavirus en nuestro país? Según las curvas de matemáticos y epidemiólogos, se acabó en mayo en Madrid. Las UCI de grandes hospitales de Madrid tienen en julio de 2020 muy pocos individuos ingresados atribuibles solo a patología COVID-19.
Tengamos en cuenta que ahora comienza el segundo pico de muertes anual: el del calor, en contraposición al del invierno. Muchos enfermos crónicos muy ancianos y/o débiles fallecen también en esta época. Algunos de ellos serán PCR positivos, ya que se hacen pruebas a todos los que entran en hospitales.
Hay que estandarizar los métodos de contaje de muertes atribuibles solo a COVID-19.
En conclusión, es responsabilidad ética y profesional de los estamentos médicos científico-clínicos no dejar solos a periodistas, economistas, biólogos moleculares, epidemiólogos-matemáticos, políticos y administradores y jueces en una época tan importante, en la que hay que acabar con la epidemia del miedo y ayudar a tomar decisiones sobre la sociedad principalmente basadas en criterios científico-médicos, que restaure el entramado social anteriormente existente cuanto antes.