por Tania
La nueva subnormalidad nos va matando poco a poco, nos cocemos en nuestro propio jugo bajo las mascarillas. La ansiedad aumenta, la sensación de estar viviendo una pesadilla absurda, una película de catástrofes cutre y con toques almodovarianos. Me da vergüenza mirar a los embozados y a la vez me da pena ver el miedo en sus ojos. Unos temen a un virus y otros tememos a la dictadura y el totalitarismo. Unos temen contagiarse de un virus supuestamente muy peligroso y otros temen la multa o la represión.
Saldremos más malos, más ruines. Saldremos diciendo: Yo sólo cumplía órdenes. Me dijeron que no visitara a mi padre en la residencia y lo hice. Me dijeron que lo encerrarían en una habitación de dos por dos y no hice nada. Me dijeron que me quedase en casa y lo hice. Me dijeron que saliera a determinadas horas y lo hice. Me dijeron que los coles cerraban y ahora los abren con la misma arbitrariedad con la que los cerraron. Pusimos bozales a nuestros propios hijos y aceptamos que les tomaran la temperatura, para acostumbrarles a ser ganado humano o futuros soldados de guerras absurdas. Porque esto es una guerra en la que uno mismo se impone la pena y se autodestruye. ¡Suicídate! ¡Y nos suicidaríamos!
Tengo miedo del ser humano. En pocos meses hemos comprendido cómo pudieron suceder todas las masacres del pasado ordenadas por el poder. Yo sólo cumplía órdenes. Así se lo contaremos a nuestros nietos. ¿Nietos? ¿Alguien tendrá nietos? Queridos niños, en la “gran estabulación” de 2020 yo sólo cumplía órdenes.
¿Y dónde están los psiquiatras preocupados por la infancia? ¿Y los pediatras con sensibilidad? ¿Dónde están los colectivos antisistema y la izquierda, siempre tan crítica con el poder? ¿Y la “derechita valiente” con bozal? No están o se han hecho policías del pensamiento, policías de balcón o de los parques infantiles. O quizás están esperando a ver qué dice tal o cuál líder de opinión para repetir como un papagayo la frase de moda del mes.
Pero hay otras frases atemporales que deberíamos recordar: Divide et impera. Primero no dañar.
Lo que también ha quedado claro es que la gente que rondamos los 40 años somos una generación de mierda, capaz de hacer las mayores atrocidades y encima sentir que uno es muy bueno, buenísimo, con los demás. Es lo que en neolengua se denomina ser un “responsable”.
Dan ganas de huir y de salir corriendo, de buscar un refugio cuando ya no se pueda luchar más contra el ataque psicológico y cognitivo que estamos sufriendo. Nacimos para amar y ser amados, para cuidar unos de otros. No para abandonarnos o separnos en nombre de una hipócrita y falsa “responsabilidad”.
La metamorfosis del ser humano en animal de ganado va a necesitar de muchos especialistas en veterinaria e informática. No sabíamos bien por dónde llegaría la estabulación, si sería en nombre del ecologismo o el cambio climático y, por nuestro bien, se nos delimitarían zonas y horarios de entradas y salidas en los smart guettos. Ahora parece que va a ser la amenaza de un virus la que nos estabule y nos marque. Por nuestro bien, siempre por nuestro bien. Por nuestra seguridad, por nuestra Gran Seguridad.
Dicen los que saben de estas cosas que “diabolos” viene de “diaballein” que es desunir, separar. Podemos, por tanto, afirmar sin asombro que imponer una “distancia de seguridad” desde las administraciones del estado podría ser descrito como algo diabólico. No existe la distancia de “seguridad” porque distanciarse, dependiendo de en qué contextos, es inseguro. El ser humano no puede vivir aislado y necesita convivir, hablar y relacionarse con las personas que ama, sus afines. Por supuesto, con otras personas necesita mucha distancia, la máxima posible. Es realmente siniestro decirle a unos niños que no pueden jugar juntos porque pertenecen a “burbujas” diferentes. Donde dicen “burbujas” se refieren de nuevo a estabulaciones.
En fin… Que Dios nos coja confesados en esta epidemia de hipocresía, crueldad sin límites y acedia.