por Daniel Lazare
A veces, las personas critican demasiado rápido, pero otras veces no lo suficientemente rápido. Un ejemplo de ello es "Freedom for Humanity", un mural que causó un gran revuelo cuando un artista conocido como Mear One lo pintó en una pared de Londres en 2012.
¿El problema? La obra mostraba a un grupo de capitalistas sentados alrededor de un enorme tablero de Monopoly apoyado sobre las espaldas encorvadas de cuatro hombres desnudos con diferentes colores de piel. Con sus bigotes, papada y narices protuberantes, la media docena de hombres blancos parecían, bueno, un poco semíticos y, de hecho, Mear One reveló en una entrevista que dos de los retratos eran de hecho dos judíos, Lord Rothschild y Paul Warburg (los otros eran John D. Rockefeller, JP Morgan, Andrew Carnegie y, por alguna razón, el escritor y místico Aleister Crowley -und estacado oculista de principios del siglo XX, AyR-).
Se lanzaron acusaciones de que la imagen era antisemita porque equiparaba a los judíos y la explotación, y surgió el coro indignado habitual. Pero luego el alboroto se calmó y todos siguieron adelante con otros temas. ¿Y por qué no? La gente está ocupada, tiene otras cosas en la cabeza y, además, ¿quién quiere meterse en una batalla por algo tan explosivo como el antisemitismo? Como observó una vez George Orwell, "es casi imposible mencionar a los judíos en forma impresa, ya sea favorable o desfavorablemente, sin meterse en problemas". Así que la gente agachó la cabeza y pronto se olvidó de “Libertad para la humanidad”.
Pero ahora el incidente parece uno de los eventos más influyenentes de principios del siglo XXI. La razón es que acabó desarrollando una curiosa otra vida. Media docena de años más tarde, una persona de la derecha del Partido Laborista -sí, esas cosas existen- llamada Luciana Berger atacó al disputado izquierdista Jeremy Corbyn (futuro líder del Partido Laborista cuya militancia ha sido suspendida en 2020 acusado de antisemitismo, AyR) y descubrió que había estado entre quienes se posicionaron en defensa de Mear One. "Estás en buena compañía", tuiteó por aquel entonces Corbyn al artista -que en realidad es un estadounidense llamado Kalen Ockerman-. "Rockefeller destruyó el mural de Diego Viera porque incluye una imagen de Lenin".
En realidad era Diego Rivera, el muralista mexicano más conocido hoy como el esposo de Frida Kahlo. Pero estropear el nombre de un artista no es lo que metió a Corbyn en un lio, sino el no mostrar la sensibilidad necesaria hacia una minoría agraviada. Berger y sus partidarios entraron en acción, asegurando en Ono acusador que el enfoque indiferente de Corbyn era típico de un Partido Laborista plagado de antisemitismo. La militancia de Corbyn en el partido fue suspendida y sus seguidores miembros fueron purgados por el delito de "negacionismo", es decir, por decir que el problema no era tan amplio como decían Berger y compañía. Con los líderes del partido advirtiendo que “miles y miles" serían expulsados si no dejaban de participar en crímenes de pensamiento similares, el estado de ánimo no era tanto el del Londres del año 2020 como el Moscú de 1937, cuando fue decapitada la antigua dirección bolchevique debido a cargos igualmente vagos y paranoicos.
De un arañazo a un peligro de gangrena, como dijo Trotsky una vez. Pero estar perdido en medio del sturm und drang (en referencia al movimiento literario del mismo nombre del siglo XVIII, precursor del romanticismo, surgido como reacción emocional contraria al racionalismo de la época, AyR) era una cuestión de suma importancia. ¿Fue "Freedom for Humanity" realmente tan mala como todos decían? ¿Fue en realidad la segunda venida de Mein Kampf o simplemente una declaración honesta y bien intencionada sobre el sufrimiento humano en una era de explotación desenfrenada?
La respuesta correcta es la esta última, razón por la cual merece la pena echar un nuevo vistazo a la controversia que desató.
La pintura de Mear One no es una obra sutil. Pero tampoco lo fue el mural del Rockefeller Center de Diego Rivera, que pudo recrear en la Ciudad de México con el título Man, Controller of the Universe (el hombre, controlador del universo), y al que Freedom for Humanity se asemeja vagamente. Pero si bien ambos muestran trabajadores, burguesía decadente y maquinaria industrial, el tono es diferente. Mientras que Rivera, como el buen marxista que era, era fundamentalmente optimista en su descripción de los trabajadores y campesinos que construyen una nueva sociedad, Mear One está menos preocupado por el mundo venidero que por el mundo tal como existe actualmente. De ahí que sus imágenes sean más lúgubres y pesimistas.
Esto puede indicar un cierto declive en la imaginación política desde la época de Rivera. Pero ese no es el problema, por supuesto. Más bien, se trata de si la media docena de retratos de personas en su centro son antisemitas. La respuesta es sí, es decir, es sí si asume que todo anciano blanco con papada y nariz protuberante es judío. Pero, si ese es el caso, ¿qué pasa con Jimmy Durante, también conocido como Schnozz, nacido de inmigrantes católicos italianos en el Lower East Side de Nueva York? ¿O con W. C. Fields, descendiente de un impecable linaje protestante anglosajón de una pequeña ciudad de Pensilvania, cuya nariz es igualmente prominente?
¿O con el actor Robert Morley para el caso? ¿O con Rembrandt? Como ninguno es judío, la respuesta es no. En cuanto a Warburg y Lord Rothschild, sí, son judíos, pero ¿qué pasa con eso? ¿Están los críticos de Mear One diciendo que no hay judíos en las filas de la burguesía? ¿Están pidiendo un sistema de cuotas estricto en el que solo puedan ser representados en proporción estricta a sus número de miembros? ¿O están diciendo que los artistas no deben representar la realidad en absoluto, sino que deben retocarla para eliminar todas y cada una de las imágenes que alguien, en algún lugar, pueda encontrar ofensivas?
Todoeso es una tontería. Freedom for Humanity no es racista, y todo el episodio no fue sobre antisemitismo, sino sobre cómo provocar la histeria para hacer que la gente se pona firme y alineada. Después de todo, criticar a Israel está prohibido en lo que respecta a las élites gobernantes angloamericanas. Como había que encontrar una manera de silenciar a los disidentes, ¿qué mejor manera podía usarse que a acusación de antisemitismo? El mundo ha avanzado desde los días de Dachau y el Gulag, y los métodos de control ya no son tan brutales. No obstante, siguen siendo eficaces.
Entonces, si las personas hubieran reaccionado más rápidamente en 2012, si hubieran argumentado que la acusación de antisemitismo es demasiado importante como para ser usada alegremente, entonces tal vez los demagogos no hubieran acabado teniendo mano libre para hacer lo que quieren. Es vital cortar estas tendencias de raíz antes de que se conviertan en una caza de brujas a gran escala, que es precisamente lo que está pasando en la actualidad.