por Conor Friedersdorf
Una discusión saludable debe dejar espacio para la disidencia
Cuando tenía 21 años, Estados Unidos experimentó un trauma nacional: los aviones se estrellaron contra el World Trade Center, las casi 3.000 personas que murieron en los ataques terroristas de ese día, las ruinas que siguieron ardiendo durante meses en la Zona Cero y el saber desconcertante de que era casi seguro que, más pronto o más tarde, al-Qaeda volvería a atacar. La discusión reflexiva nunca es tan difícil como en esos momentos. Como decenas de millones de otros estadounidenses, sentí miedo, ira, ansiedad, destellos de rectitud moral y un deseo de luchar y vencer al mal mientras pensaba en lo que acababa de suceder y cómo Estados Unidos debería responder. Sin embargo, visto en retrospectiva, la deliberación reflexiva nunca es tan vital como en las secuelas de los traumas nacionales. Nuestro país se habría beneficiado entonces de un debate mejor, con menos rechazo al desapasionamiento y a la disidencia, y con menos apelaciones a la claridad moral a expensas del rigor analítico.
Recordemos la determinación nacional de castigar no solo a Osama bin Laden y al-Qaeda, que llevaron a cabo los miles de asesinatos, sino también al régimen afgano que albergaba a la organización terrorista; también al dictador de Irak, que no tuvo nada que ver con los atentados; y, de forma más abstracta, la táctica del terrorismo, la ideología del islamo-fascismo, el extremismo violento en general y el terror mismo. Finalmente, el presidente George W. Bush afirmó que el objetivo final era "acabar con la tiranía en nuestro mundo". El celo utópico que impulsaba presagiaba catástrofes evitables. Pero se sospechaba que cualquiera que planteara preocupaciones prudentes en ese momento era alguien desleal o insensible, o carecía de claridad moral.
No hay dos épocas exactamente iguales. No existe ninguna persona similar a Bush en nuestro momento actual de trauma nacional, ningún error tan catastrófico como la guerra de Irak se muestra en el horizonte, y la llegada de las redes sociales ha transformado la forma en que se imponen las ortodoxias sociales y culturales. Pero el problema de los atroces asesinatos policiales ha vuelto a ser el centro de atención nacional por el video del oficial de policía blanco de Minneapolis Derek Chauvin, con sus rodillas sobre el cuello de George Floyd, un negro, y la nación ahora tiene que hacer frente a preguntas complicadas y resultantes sobre contra quién o qué luchar. Los estadounidenses protestan no solo contra los policías asesinos, sus compañeros que los instigan y los sindicatos que los protegen, sino también contra la policía, el estatuto de lo relacionado con los confederados (el bando sureño, mayoritariamente agrícola, que defendía la esclavitud y perdió la guerra civil en EEUU frente al bando norteño, más industrializado, AyR), la "fragilidad blanca", el neocolonialismo, las microagresiones, el racismo sistémico, el neoliberalismo y el capitalismo.
A medida que una coalición confortablemente amplia favorablemente las reformas policiales, se está desarrollando una lucha distinta y separable en el ámbito de las ideas: una cruzada de muchos frentes dirigida a vencer una vagamente definida supremacía blanca.
Esa cruzada es tan vulnerable a errores y excesos como cualquier otra lucha contra males abstractos. Algunos de los cruzados más celosos exigen afirmaciones de solidaridad y castigan la más leve disidencia. Las instituciones imponen castigos draconianos por transgresiones menores. Los individuos son el chivo expiatorio de los males estructurales. Hay esfuerzos en lograr el despido de personas, incluidas algunas que comparten el deseo de justicia racial. Hay innumerables diferencias entre las épocas de Bush y Donald Trump, incluida la forma en que nuestra política está moldeada por la marca incompetente de crueldad autoritaria de Trump. Pero en el clima cultural sofocante y antiintelectual de 2020, donde se prefiere la solidaridad a la disidencia, escucho ecos de una lógica maniquea muy familiar: Elige un lado. O eres un antirracista o eres un aliado de la supremacía blanca. ¿Estás con nosotros o contra nosotros?
El abanico de instituciones afectadas recientemente por excesos es notable. Aquí puedo señalar solo una pequeña muestra de lo que se ha hecho público. El economista de la Universidad de Chicago, Harald Uhlig, tuiteó que Black Lives Matter “se torpedeó a sí mismo” al respaldar los llamamientos para dejar de financiar a la policía. “Es hora de que los adultos sensibles regresen a la habitación y tengan conversaciones serias, serias y respetuosas sobre todo esto”, escribió. "Necesitamos más policías, tenemos que pagarles más, tenemos que entrenarlos mejor". Como respuesta, otros académicos organizaron una campaña para sacarlo de la dirección editorial de una revista académica; y la Reserva Federal de Chicago (Fed), una institución cuasi gubernamental, cortó sus lazos con él, afirmando que sus puntos de vista son incompatibles con el "compromiso con la diversidad, la equidad y la inclusión" de la institución. Sin embargo, la creencia de que quitarle fondos a la policía es una mala idea y de que los manifestantes que la defienden perderán apoyo político, es muy común. Muchos en la Fed seguramente lo creen también. Todos los juicios políticos en las instituciones públicas son complicados. Ese juicio político es una farsa.
En la universidad de Los Ángeles (UCLA), Gordon Klein, un conferencista que ha enseñado en la institución desde 1981, rechazó con desdén una solicitud enviada por correo electrónico para modificar los requisitos de su examen final para estudiantes negros durante las protestas de George Floyd. "¿Hay estudiantes que puedan ser de padres mixtos, como mitad negro mitad asiático?" escribió. "¿Qué sugerís que haga con respecto a ellos? ¿Una concesión completa o a medias?" Y concluyó el correo electrónico diciendo: "Una última cosa me llama la atención: recuerde que Martin Luther King (MLK) dijo que las personas no deben ser evaluadas en función del 'color de su piel'. ¿Cree que su solicitud iría en contra de la advertencia de MLK?".
Negar la solicitud del estudiante estaba entre sus responsabilidades, según afirmó el Comité de Libertad Académica del Senado Académico de UCLA. Pero, sin embargo, una petición que pedía su destitución acumuló 21.000 firmas y el profesor fue suspendido en espera de una investigación. "Esta investigación se basa casi con certeza en el tono o el punto de vista de su correo electrónico, que se experó, aunque fuera de manera brusca, de una forma protegida sobre un asunto de profundo interés público", argumentó la Fundación para los Derechos Individuales en la Educación (Foundation for Individual Rightsin Education). "Klein debe ser reintegrado en su puesto de inmediato, y los líderes de la UCLA deben dejar en claro que su compromiso con la libertad académica es más fuerte que una turba que acosa en la red".
En Vermont, la directora de una escuela pública publicó lo que pensaba sobre Black Lives Matter (BLM) en Facebook: "Creo firmemente en lo que quiere Black Lives Matter, pero NO estoy de acuerdo con las medidas coercitivas tomadas para obtenerlo... Si bien quiero apoyar a BLM, no creo que se deba hacer que la gente sienta que tiene que elegir a la raza negra sobre la raza humana. Si bien entiendo la urgencia de sentirme obligado a abogar por la vida de los negros, ¿qué pasa con nuestros compañeros policiales? ¿Qué pasa con todos los demás que abogan y exigen la igualdad para todos?"
Su junta escolar rápidamente anunció que a pesar del "impacto significativo y positivo" de la directora, su "flagrante falta de comprensión" hacia Black Lives Matter dañaría a la escuela y a sus estudiantes si permanecía a cargo. La expulsaron por expresar sus ideas, algo que está claramente protegido por la Primera Enmienda de la Consttución, llevando a cabo una discriminación por motivos ideológicos. Fue una violación ilegal de sus derechos civiles.
Un respetado científico del análisis de datos, David Shor, tuiteó un enlace a un artículo académico publicado recientemente por el profesor de Princeton Omar Wasow, que concluye que las protestas violentas disminuyen las perspectivas electorales de la coalición demócrata. Como resultado, fue expulsado de una lista de correo electrónico de analistas de datos de centro izquierda y parece que lo despidieron de su trabajo en Civis Analytics. (Emerson Collective, el propietario mayoritario de The Atlantic, revista que publica este artículo, es un inversor minoritario en Civis Analytics). "Para aquellos de ustedes que no se dan cuenta de lo que hace que ese tweet sea problemático", escribió un miembro de la lista de correo electrónico, "traten de no analizar demasiado la validez estadística de ese trabajo de investigación y piensen en el impacto más amplio que tendrá si la gente lo percibe como cierto". Esa norma exige que las personas autocensuren la verdad.
Un grupo de defensores de llevar a cabo reformas policiales identificó ocho políticas de uso de la fuerza que están estadísticamente asociadas con menos asesinatos policiales. A continuación, presionaron con éxito a docenas de ciudades para que adoptaran sus medidas 8 Can’t Wait (8 que no pueden esperar), como prohibir los estrangulamientos, la obligatoriedad de usar medidas de desescalación, y exigir que la policía actúe para acabar con el uso excesivo de la fuerza. En un signo de los tiempos, su sitio web ahora encabezado con un mea culpa. "Incluso con la mejor de las intenciones, la campaña #8CANTWAIT sin quererlo restó mérito a los esfuerzos que han invertiro compañeros organizadores en lograr cambios de paradigma que han sido posibles recientemente", escribieron. "Por esto, nos disculpamos de todo corazón y sin reservas".
Debido a que incluso un radicalismo insuficiente de los aliados genera ira, muchos pueden sentirse tentados a callase y observar. Pero "el silencio es violencia" (silence is violence), insisten algunos. Esa frase se canta en las calles y su lógica se está aplicando a personas e instituciones. En el The New York Times, el autor Chad Sanders instó a evitar el silencio, aconsejando a sus amigos blancos que envíen mensajes de texto a sus familiares y seres queridos "diciéndoles que no los volverá a visitar ni responderá sus llamadas telefónicas hasta que tomen medidas significativas para apoyar las vidas de los negros, a través de protestas o contribuciones económicas". Esas son prácticas típicas de una secta.
La productora teatral Marie Crisco escribió y distribuyó un documento en Google Docs titulado "Teatros que no se pronuncian" (Theaters Not Speaking Out) en el que se señala con el objetivo de avergonzar a más de 400 locales de arte y ensayo que "no han hecho una declaración contra las injusticias hacia los negros". El periódico Los Angeles Times informó que tras publicarse lel manifiesto con su lista negra, muchos teatros enviaron mensajes de solidaridad con Black Lives Matter. Crisco dijo al diario que lo que escribían sonaba como si fuera fruto de la vergüenza por "sentirse abofeteadas y vacíos por dentro".
¿Cómo podrían no hacerlo? Antes de este mes, nadie esperaba que los teatros publicaran declaraciones sobre las injusticias cotidianas o que el personal del teatro fuera capaz de redactarlas con el tono y el contenido adecuados. Sin embargo, muchas instituciones son tratadas como si, por no publicar rápidamente algo que se ajuste absolutamente a interpretaciones muy controvertidas del antirracismo, las hiciera merecedoras de ser humilladas.
Una librería de Denver, The Tattered Cover, se sintió obligada a principios de este mes a explicar por qué no había publicado un comunicado sobre las protestas en su ciudad. "Queremos hacer una declaración de apoyo y tomarnos un momento para explicar por qué hemos estado callados", declararon los dueños de la librería. "Estamos de acuerdo, aceptamos y creemos que las vidas de los negros importan. Rechazamos la validez de la declaración 'Todas las vidas importan' (la respuesta de quienes dicen que critican la visión de BLM centrada exclusivamente en las vidas de los negros, AyR)... Nos solidarizamos con nuestros amigos y vecinos negros, y lamentamos la insensata y brutal pérdida de vidas; no solo de George Floyd y otras víctimas recientes, sino de todas las vidas perdidas por siglos de opresión y abuso. Creemos que debe haber un cambio sistémico".
Entonces, ¿por qué se había quedado callada? La librería explicó que había mantenido una "política de casi 50 años de no participar en el debate público", basada en la premisa de que incluso la mera proclamación de "verdades simples e inalterables" sería un anatema para lo que considera su misión, que es "proporcionar un lugar donde el acceso a las ideas, y el libre intercambio de ideas, puede ocurrir de manera desinhibida". Desde su punto de vista, "si Tattered Cover pone su nombre y su influencia, ya sea en apoyo o en oposición a una idea, los miembros de nuestra comunidad tendrán la expectativa de que debemos hacer lo mismo con todas las ideas. Creemos que participar en un debate público no es lo más valioso que Tattered Cover ha sido y puede ser para nuestra comunidad". Los propietarios concluían comprometiéndose a incluir más títulos de autores negros, programar más eventos con autores negros, y continuar contratando y promocionando empleados de diversos orígenes (es decir, apoyando la diversidad, AyR).
Su declaración de supuesta neutralidad decía todo lo que la mayoría de las empresas dicen cuando apoyan Black Lives Matter. Pero debido a que no su declaración no incluía la solidaridad como algo destacado, se consideró demasiado problemática como para aceptarla. "Acabo de decirle a mi publicista que cancele mi acto del 23/6 junto a Tattered Cover", anunció la autora Carmen Maria Machado. "A diferencia de los propietarios, sé que elegir la neutralidad en temas relacionados con la opresión sólo refuerza la violencia estructural".
Rápidamente, los propietarios emitieron una segunda declaración disculpándose por la primera. "Estamos horrorizados por haber violado su confianza. Merecemos su indignación y decepción", comenzó. "Tattered Cover ya no se mantendrá al margen mientras se violan los derechos humanos. Callar es ser cómplice, ser neutral ante la injusticia es un acto de injusticia en sí mismo". En realidad, las declaraciones de solidaridad y las disculpas autocríticas por tener pensamientos equivocados no promueven la justicia social o racial, de la misma manera en que mostrar y exaltar la bandera estadounidense después del 11 de septiembre no hizo que Estados Unidos estuviera más a salvo de al-Qaeda. Por ahora, la librería no ha emitido declaraciones condenando la campaña estadounidense de ataques con drones, que aún haya personas en detención indefinida por la Guerra contra el Terror o contra la epidemia de violación y abuso sexual en los centros de detención de menores. ¿Es la librería cómplice de todos esos males?
La unanimidad no es posible ni necesaria para combatir el racismo. Por el contrario, los intentos de lograr una unanimidad pueden socavar la lucha: dividen innecesariamente a los antirracistas y debilitan la capacidad de todos para comprender la realidad. Cuando las demandas de consenso son intensas, la gente puede callar o falsificar sus propias creencias. Cuando la búsqueda de la verdad puede hacer que te despidan, algunas personas dejan de buscar la verdad. Por supuesto, la discusión liberal sin restricciones no es suficiente para resolver problemas tan difíciles como controlar los abusos policiales o acabar con el racismo sistémico. Pero es necesaria, no importa cuán justa o urgente sean otras causas. Estados Unidos puede lograr más beneficios y dañar a menos personas con un debate más franco, menos rechazo a la disidencia y menos apelaciones a la claridad moral a expensas del rigor analítico.
Las protestas callejeras no necesitan detenerse. La presión por reformas y el pedir que se rindan cuentas debe continuar. Pero las exigencias de conformidad pueden dañar permanentemente las instituciones que pueden enriquecer a la sociedad con sus diversas misiones y prioridades. Un debate cortoplacista puede privar a los estadounidenses de conocimientos sobre qué tipo de protestas son efectivas; cómo reformar los departamentos de policía sin que aumenten los asesinatos u otros delitos violentos; cómo distinguir y combatir el racismo ideológico frente al autoritarismo; cómo educar a los niños de manera más equitativa; cómo determinar los posibles costos y beneficios de las reparaciones basadas en la raza; cómo determinar la relación entre las instituciones periodísticas, sus misiones y sus lectores; cómo evaluar las protecciones que el capitalismo puede brindar a las minorías étnicas y religiosas; y mucho más.
Sin duda alguna, las vidas de los negros importan, y eso es parte del motivo por el que todos deberían fomentar la disidencia constructiva, incluso cuando parece frustrantemente estar fuera de contacto con los traumas y las emociones. Identificar cambios que logren la igualdad es difícil. Evitar las consecuencias no deseadas es aún más difícil. Sin un proceso de discusión saludable, es más probable que se produzcan catástrofes evitables.