martes, 12 de enero de 2021

Una de infiltrados

De izquierda a derecha y de arriba abajo: Gambín, Lejarza, Aloi, Martínez, Grandes, García, Pérez, Nel y García Torres


por David Fernández, traducción de Nodo50


Infiltrados, anacletos y fondos reservados. Alcantarillado estatal, talonarios y tecnorepresión. Repasamos el abanico de infiltraciones descubiertas en los movimientos sociales catalanes a propósito del vigésimo aniversario de la “Operación Garzón”, en la que se autorizó judicialmente la infiltración de un confidente en la organización armada Terra Lliure y en la que se emprendieron acciones contra el independentismo catalán. Agentes policiales que se hacían pasar por activistas militantes con fines represivos, dinámicas de control social y métodos abiertamente ilegales de una guerra sucia muy singular y aún no escrita, pero que sigue activa en busca de información. Este verano se cumplen veinte años de la “Operación Garzón” que introdujo al confidente Txema Aloi en el entorno de Terra Lliure bajo la supervisión del juez y la asesoría de Mikel Lekarza

Nota de Nodo50: a la izquierda "David García", actual mando de las UIP en Madrid


Junio de 1992 no fue un mes normal. A pesar de que la historia oficial ha recordado el arranque de los históricos Juegos Olímpicos de Barcelona de ahora hace veinte años, ha vuelto a negar a qué precio se hicieron y qué factura se pagó. Recurso recurrente, la amnesia y los deliberados olvidos para tapar que aquellos juegos olímpicos –además de procesos especulativos, pelotazos económicos, un modelo de crecimiento hoy en quiebra y un alud de españolismo– arrancaron en medio del runrún de los golpes arbitrarios, las bolsas asfixiantes y el dolor sordo de los electrodos aplicados por agentes de las unidades antiterroristas de la Guardia Civil.

A golpe de tortura, entre el 29 de junio i el 14 de julio de 1992, cuando faltaban diez días para la inauguración, veintiocho personas de diferentes sensibilidades políticas fueron detenidas, veintitrés denunciaron torturas y diecinueve fueron encarceladas. Entremedio, la Guardia Civil irrumpió, pistola en mano, en las sedes del periódico El Punt y del semanario El Temps; por su parte, CiU clausuró el programa L’Orquestra que hacía Jordi Vendrell en Catalunya Ràdio por hacerse eco de las denuncias de torturas. Hasta setiembre, un total de 60 personas fueron encausadas aunque 35 de ellas nunca fueron juzgadas.

La singular pax olímpica

El operativo represivo para golpear al independentismo combativo –decidido previamente en una reunión celebrada en Baden-Baden (Alemania) en la que habrían participado Narcís Serra (ministro de Defensa), José Luís Corcuera (ministro de Interior), Felipe González, Pujol y Maragall– se empezó a forjar a principios de 1990, cuando Mikel Lejarza el Lobo –el histórico infiltrado en ETA de la dictadura– estaba sentado plácidamente en el despacho de l’Audiencia Nacional para proponer al juez la introducción de un infiltrado policial en Terra Lliure. Garzón aceptó, y garantizó plena inmunidad policial y judicial –tal y como acabó sucediendo– y el Lobo salió por la misma puerta por la que había entrado. El infiltrado ya estaba escogido: se trataba de Josep Maria Aloi, alias Txema, un manresano residente en Barcelona que volvió a su ciudad natal, uno de los núcleos más activos del independentismo combativo. Aloi pasó algunos filtros y contactó con miembros de la organización armada.

En el documental ’Doble juego’ (emitido por TV3 en 2007), el comandante Fernando San Agustín recordaba que la función del infiltrado es “conseguir información cierta, segura y oportuna en el tiempo, discreta en la fuente y continuada”. El hoy ex-comandante era propietario del complejo Can Padró Security & Safety Training en Castellbell i el Vilar (Bages), el centro de entrenamiento donde, casualmente, fue captado Txema. San Agustín es –también casualmente–  ex-miembro jubilado de los servicios secretos españoles y, en el mismo programa afirma que era necesario evitar “que alguien aprovechara la oportunidad para colgar la senyera”. Fuera como fuese, el mismo día que se inició la Operación Garzón, Txema –que había participado en la colocación de un artefacto explosivo en la estación de RENFE de Sant Sadurní d’Anoia el 3 de marzo de 1992– había quedado con David Martínez, el primer detenido de la operación. Al día siguiente desapareció, se esfumó.

Esto nos lleva a repasar brevemente, hoy y veinte años después, el recurso a la infiltración como estrategia represiva y los casos conocidos que se han dado en el seno de los movimientos sociales catalanes durante los últimos años, el último de los cuales nos remite al año 2007 por unos hechos de 2001. Dos años antes –porqué la cloaca también es catalana, no sólo estatal–, la consellera de Interior Montserrat Tura anunció el aumento de la partida económica para pagar confidentes: una partida fiscalizada semestralmente en el Parlament por una comisión reducida que conoce la motivación y la cuantía. En 2005, uno de los motivos fueron las protestas sociales alternativas contra la cumbre euro-mediterránea que acogió Barcelona.

CADA UNO EN SU SITIO

Veinte años, pues, desde la infiltración policial en Terra Lliure. Y, desde entonces, un mínimo de ocho confidentes descubiertos. Juez severo, el tiempo pone a cada uno en su sitio, sobretodo a los responsables políticos que comandan la represión. En 2004, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo condenó al Estado Español por no investigar las torturas sufridas por quince de los independentistas detenidos en 1992. Hoy, prácticamente todas las personas detenidas, encarceladas y torturadas ese año siguen su vida política, activa y solidaria.

Pero, ¿qué hay de los máximos responsables de la represión, los habituales demócratas de toda la vida? El director general de la Guardia Civil Luís Roldán –que fue quien más negó las torturas– fue condenado por ladrón, después de una rocambolesca huída asiática; Narcís Serra dimitió por las escuchas ilegales del CESID al monarca español –del rey para abajo, todo controlado; Rafael Vera, secretario de Estado para la Seguridad, fue condenado por los GAL aunque indultado a posteriori, y Corcuera fue juzgado por el caso de los fondos reservados. Ellos comandaban aquel operativo represivo.

¿Y Garzón? El juez está inhabilitado y ha sido nombrado miembro del Consejo Europeo para la Prevención de la Tortura. Ego hiperbólico en su soledad, Baltasar Garzón acaba de fundar la Fundación Baltasar Garzón, en la que constan como miembros el ex-ministro de Asuntos Exteriores de Israel Shlomo Ben Ami o Eduardo Martín de Pozuelo, coordinador del Área Informativa de Terrorismo del periódico La Vanguardia, el mismo periódico que hace veinte años no vio bolsas ni golpes ni electrodos por ningún lado. Aún así, siempre nos quedará Kundera: “La lucha contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”. Veinte años después y más que nunca.

HURGANDO EN LA HISTORIA: LOS ANTECEDENTES

GAMBÍN, MARTÍN VILLA Y EL “CASO SCALA”

Joaquín Gambín Hernández fue un confidente infiltrado conocido como el Grillo, el Legionario o el viejo anarquista. Bajo las órdenes del comisario Manuel Gómez Sandoval, viajó a Barcelona desde Murcia, donde actuaba bajo las órdenes del comisario J.M. Escudero. Fue el impulsor del atentado a la sala Scala de Barcelona (enero de 1978), episodio de terrorismo de Estado para aislar y desprestigiar a la CNT. Fue detenido en 1981 después de un tiroteo en Valencia. En 1983 fue condenado a siete años de cárcel de los que cumplió dos. En 2002, con 71 años vivía plácidamente en Murcia.

MIKEL LEJARZA “EL LOBO”: A LA SOMBRA DE CARRERO BLANCO

Mikel Lejarza fue un histórico infiltrado en ETA durante la dictadura franquista a las órdenes del SECED (creado por Carrero Blanco, y predecesor del CESID). Apareció en Barcelona a principios de los noventa y creó la empresa de seguridad Orion que funcionó como tapadera y desde donde comandó la infiltración del manresano Josep Maria Aloi en Terra Lliure. En 1995 trabajó para el Conde de Godó, propietario de La Vanguardia, que le pagaba 5,5 millones de pesetas al mes por el caso de las escuchas ilegales ordenadas por el aristócrata para controlar fusiones mediáticas. Junto con el coronel del CESID Fernando Rodríguez fue condenado a siete meses de cárcel.

“TXEMA” ALOI: EL INFILTRADO EN TERRA LLIURE

Txema Aloi es hijo de familia catalanista, trabajador de banca y piloto experto de helicópteros. Años después de infiltrarse en Terra Lliure y desaparecer al inicio de la “Operación Garzón”, se encuentra cara a cara con uno de los torturados, a quien niega como puede su traición. En 2002 se lo localiza en Brasil donde trabaja para la seguridad de la empresa catalana de juego CIRSA, muy extendida en Latinoamérica. Desde 2007 alterna Brasil con Manresa.

ALBERT MARTÍNEZ: EL AGENTE INSUMISO

Albert Martínez fue numero uno de su promoción en el Cuerpo Nacional de Policía. Como topo del CESID se infiltró en el movimiento antimilitarista catalán que promovía la insumisión. Apareció en Barcelona cuando dos catalanes desertaron de su mili al ser destinados al Golfo Pérsico durante el conflicto armado de 1991. Martínez frecuentaba el Casal de la Pau de la calle Cervantes, centro neurálgico del movimiento insumiso, y participó de las actividades del Mili KK. En 1994 se vinculó a la Liga Comunista Revolucionaria donde fue descubierto por antiguos compañeros de colegio, que revelan su profesión. Albert Martínez desapareció de Barcelona pero en seguida reapareció en Valencia para infiltrarse en los GRAPO.

ÁNGEL GRANDES HERREROS: DE LOS OKUPAS DE BARCELONA A LA BRIGADA ANTITERRORISTA DE GUIPÚZCOA

Agente de la Policía Nacional, Ángel Grandes Herreros inició su militancia en torno al movimiento okupa en 1993. Colaboró con la radio libre Línia IV, de Nou Barris. En 1994 se integró en el Kau Subversiu, de la Universidad de Barcelona. Desde el mundo universitario accedió a la Brigada Universitaria a Chiapas y al Colectivo de Solidaridad con la Rebelión Zapatista. Viajó dos veces a Chiapas como observador internacional para la protección de los derechos humanos de las comunidades indígenas. Participó en la campaña contra el Euroejército y se integró en el movimiento por la insumisión a través del CAMPI. Infiltrado en el Ateneu Llibertari de Gràcia compartió espacio con la Assemblea d’Okupes y trató de acercarse al independentismo a través del Ateneu Popular Okupat Resistència Roja. En una reunión convocada ad hoc se lo destapa. Él lo niega todo pero desaparece al día siguiente. A finales de los 90 se lo localiza en la Brigada Antiterrorista de Guipúzcoa. Estuvo imputado por el asesinato de su pareja en Madrid: llegó al juzgado, dijo quién era, dónde trabajaba y que sabía muchas cosas. No se ha vuelto a saber de él.

FERNANDO PÉREZ LÓPEZ: DE CNA ALS GRAPO

Pérez López se infiltró en los movimientos sociales madrileños en 1997 y participó en actos de la CNT y Cruz Negra Anarquista. Su DNI fue expedido en Barcelona y dice que nació en Martorell. Él afirmó, en la capital española, que venía del intenso movimiento okupa barcelonino. En el Rastro de Madrid se acercó al círculo de la AFAPP, organización de familiares de presos del PCE(r), donde acabó militando. Incluso llegó a llevar a miembros de la asociación a casa de su supuesta madre, en la calle Guipúzcoa de Barcelona. Los atiendió una mujer de unos sesenta años que hacía de madre. Fernando desapareció en Julio de 2002 y ese mismo mes, el piso quedó vacío súbitamente. La operación finalizó con la detención de catorce personas acusadas de terrorismo. Cuando las abogadas preguntaron al juez Guillermo Ruiz de Polanco por su paradero, éste respondió que no constaba ningún detenido con ese nombre. Mientras tanto, la Guardia Civil emitía un comunicado en el que lo tilda de peligroso terrorista. Fernando es agente de la Guardia Civil.

MANUEL BLANCO ÁLVAREZ ’PEDRO’: ALTERMUNDISMO POLICIAL

Se hace llamar Pedro. Su correo es pedritoanarka@hotmail.com. Desde 1992, como infiltrado, se vincula a la solidaridad con América Latina. En 1992 se integra a la Red de Apoyo Zapatista de Madrid. Participó en los Encuentros contra el Neoliberalismo en Madrid y Zaragoza, en el Foro Indígena de Valladolid y en asambleas del movimiento antiglobalización. En 2002, bajo la presidencia española de la UE intensificó su militancia ante el auge de las protestas sociales de Madrid, Barcelona y Sevilla por la celebración de contra-cumbres. La asamblea de Nodo50, Vigilando al vigilante detectó que las IP que usaba Pedro correspondían a ordenadores del ministerio del Interior: Pedro es miembro del Cuerpo Nacional de Policía. Meses después se lo vio entrar en la sede de la Brigada Central de Información en el madrileño barrio de Moratalaz.

NEL: DESDE ASTURIAS A BARCELONA A REVENTAR CRISTALES

Nel se infiltró en organizaciones de la izquierda autónoma de Asturias. Viajó a Barcelona en plena era Valdecasas, en un autobús del sindicalismo combativo asturiano. Estuvo rompiendo cristales e incitando a las manifestantes a hacer lo propio durante la mani contra el Banco Mundial de 2001. Los hechos se descubrieron en 2007 en el transcurso del juicio contra los sindicalistas Cándido y Morala, de la Corriente Sindical de Izquierdas (CSI), por las movilizaciones contra el cierre de Naval Xixón. El policía volvió a aparecer para testificar contra Cándido y Morala, inspiradores de Los lunes al sol y que acabaron encarcelados. El CSI denunció una trama policial con infiltrados por medio.

DAVID GARCÍA MARTÍN: UN PAYASO EN BÉTERA

David García Martín se infiltró en el movimiento antimilitarista en la era ZP en Bétera. Durante una acción sorpresa no-violenta se pretendía entrar en la base militar de la OTAN para hacer un llamamiento a la desobediencia ante la guerra. Decenas de efectivos policiales estaban esperando a los activistas. Uno de ellos llevaba una peluca rosa, iba disfrazado de payaso y era miembro activo del Espacio Horizontal contra la Guerra de Madrid. Antes había pasado por la Solidaridad Zapatista, por Marinaleda, por la Semana de Lucha Social de Madrid en 2000 y por el Foro Social Transatlántico. El caso se esclareció en 2005, cuando la Universidad Autónoma de Madrid nombró a Santiago Carrillo Doctor Honoris Causa. En las protestas que llevaron a cabo grupos de extrema derecha, un agente de paisano detuvo ante las cámaras de la CNN a un fascista que lanzó una papelera. El policía era David García Martín, del CNP, el mismo payaso que dos años antes había intentado ocupar la base militar de Bétera.

LUÍS GARCÍA TORRES: EN EL 15M DE SEVILLA

El último caso conocido de infiltración remite al mes de junio pasado. El policía García Torres, de 26 años, se acercó al movimiento del 15M sevillano, donde empezó a colaborar de manera entusiasta. Pero un antiguo trabajo de camarero que dejó para opositar a policía lo delató. Los compañeros del movimiento, ante el cúmulo de lagunas de su vida personal, se invitaron a ir a su casa, en un lugar desconocido. De camino, García entró en el lavabo de un bar. Tardó demasiado y cuando salió, casualmente los esperaba un control policial una calle más allá: los agentes dijeron que estaba en busca y captura y se lo llevaron a comisaría. No se ha sabido nada de él desde entonces.