Tierra y Libertad (número 79, enero 1992)
Ante el recrudecimiento en la actividad de los grupos nacionalistas, xe-nófobos, racistas, fascistas y nazis, que se verifica en Europa, algunas agrupaciones libertarias, como por ejemplo la Federación Anarquista Francesa, han asumido posiciones y desarrollado acciones que se situan completamente fuera del terreno de la lucha específicamente anarquista: la guerra social. Incluso se han dejado arrastrar hacia el campo de la violencia meramente política, participando, junto a fuerzas políticas democráticas y de izquierda, en luchas contra mítines, manifestaciones y otras acciones políticas de los grupos fascistas y neo-nazis.
Al concentrar sus esfuerzos en la lucha contra el "peligro fascista" y el participar en los frentismos políticos antifascistas, o sea, en luchas que oponen a los defensores del capitalismo democrático los defensores del capitalismo fascista, las referidas agrupaciones libertarias se sitúan en el campo de las luchas que se limitan a tocar los aspectos "excesivos" de la sociedad jerárquico-capitalista.
Estas luchas políticas, principalmente las que se desarrollan en el ámbito de la violencia política, además de hacer el juego al propio fascismo, sirven para desviar a las capas mas rebeldes de la juventud y del proletariado del combate anti-estatal y anti-capitalista, esto es, la única lucha que realmente ataca la causa profunda del fascismo.
Por lo visto, ciertos libertarios no aprendieron bien las lecciones de la historia. ¿No saben que fue la derrota de la revolución proletaria alemana la que tomó inevitable la subida de Hitler al poder? ¿No saben que sólo el desarrollo de la revolución social podría haber impedido la victoria de Franco en la Guerra Civil española? Puede ser que no comprendan que es la ausencia de perspectivas verdaderamente revolucionarias, o mejor, la debilidad de la lucha revolucionaria e internacionalista, hecho para el que mucho contribuyeron las payasadas del "socialismo" estatal, lo que explica en buena medida la gran ola de nacionalismo que atraviesa hoy una parte considerable del globo.
En los periodos de profunda crisis económica y social, fenómenos como la xenofobia, el racismo y el fascismo tienden, naturalmente, a desarrollarse en el seno de todas las sociedades capitalistas. La lucha defensiva contra el "peligro fascista", que es en el fondo una lucha política en favor del capitalismo democrático, es incapaz de truncar el ascenso del fascismo, también porque las prácticas racistas y otras acciones de carácter fascista son armas contrarevolucionarias a las que el llamado Estado de Derecho también recurre forzosamente, para impedir la unión solidaria de los trabajadores del mundo entero y combatir el desarrollo de la acción directa de los explotados. Como demuestra la historia, han sido las democracias quienes han preparado el terreno al fascismo.
Para combatir eficazmente al fascismo, o dicho de otra manera, para luchar contra el fascismo sin caer en el reformismo, es fundamental tener presente la complementariedad que existe entre la acción de los grupos fascistas y la actuación de las variadas institucio-nes de la democracia capitalista (gobierno, partidos políticos, sindicatos reformistas, patronal, policía, etc.). Es preciso tener presente que ambas son prácticas integrantes de la contra-revolución capitalista. Así, es lamentable que muchos libertarios franceses se preocupen tanto de Le Pen y sus secuaces, y descuiden, por ejemplo, la lucha contra la práctica nacionalista y racista del sindicalismo oficial. Es lamentable que participen, conjuntamente con otras fuerzas democráticas, en manifestaciones contra el viaje de Le Pen a esta o aquella población francesa, pero que no se hayan movilizado para combatir las manifestaciones nacionalistas de la C.G.T. francesa realizó contra el despido de trabajadores franceses en la industria del automóvil, manifestaciones en las que se pedía el cierre de las fábricas Renault de Portugal y España.
En conclusión, podemos afirmar que la única lucha que ataca eficaz y consecuentemente al fascismo, es una lucha que también enjuicia a la democracia: la lucha internacionalista, anti-estatal y anti-capitalista. Así, los anarquistas que son coherentes con sus principios, no se dejan liar en enfrenta-miento meramente políticos con los grupos fascistas y neo-nazis, como con cualquier otra fuerza política. Los enfrentamientos que pueden tener con los fascistas son indisociables de su intervención en la guerra social.
Por último hemos de decir que consideramos indispensable para el desarrollo del movimiento anarquista internacional que sus varias componentes clarifiquen sus posiciones sobre la cuestión de la lucha antifascista. En nuestra opinión, el periodo histórico que atravesamos exige que el movimiento anarquista internacional se pre-pare para una ofensiva revolucionaria, lo que no se conseguirá si es susceptible de influencias reformistas. Para nosotros, el movimiento anarquista no es la corriente mas izquierdista de la extre-ma izquierda política, sino un movimiento que lucha por una revolución social, internacional, libertaria e igualitaria.