miércoles, 1 de septiembre de 2021

Historia de la mentira del porcentaje de eficacia de las vacunas


por Gorka23


En el futuro no le tendré miedo a la verdad, puesto que cuanto más se la pospone, tanto más difícil es enfrentarla

Anna Frank


Historia de una gran mentira. Historia de la gran mentira que supone el denominado porcentaje de eficacia de las vacunas. Cronología:


1º.- En diciembre de 2020, las diferentes Agencias del medicamento autorizaron de uso de emergencia (EUA) las diferentes vacunas experimentales en atención a criterios de eficacia y seguridad. Me centraré, para simplificar, en Pfizer. Concretamente, Pfizer fue autorizada en base a un porcentaje de eficacia del 95% exactamente.


2º.- ¿De dónde salió ese porcentaje de eficacia del 95%? Muy sencillo, de los datos que Pfizer publicó y aportó respecto a su Ensayo Clínico.

En particular, Pfizer aseguró que en su Ensayo Clínico participaron 44.000 voluntarios, pero que, para determinar la eficacia de su vacuna, solo tuvo en consideración a 36.523. De esos 18.198 recibieron la vacuna y 18.325 recibieron placebo como grupo de control. Cuando se llegó a la cifra de 170 infectados por el virus, el Laboratorio aseguró que de esos 170, 162 correspondían al grupo de placebo y 8 correspondían al grupo de vacunados. Es de aquí de donde sale el 95% de eficacia.

Es una simple regla de tres: 162 con respecto al total, 170, representa el 95,29% y, en contrapartida 8 respecto a 170 representa el exactamente el 4,71%. Por tanto, el riesgo de infectarte estando vacunado apenas llega al 5% y la eficacia de la vacuna se sitúa en el 95%.


3º.- Comenzó la campaña de vacunación. Y pronto también comenzó a aflorar la idea de que los vacunados se infectaban y transmitían el virus. Y no era un porcentaje irrelevante, sino que, a medida que pasaba el tiempo, la ciudadanía fue siendo consciente que la posibilidad de infectarse estando vacunado venía a ser similar a la de infectarse sin vacunar.

En este preciso momento se destapó este GRAN ENGAÑO. El porcentaje de eficacia del 95% de Pfizer resultaba ser absolutamente falso y solo fue utilizado como un pretexto para incentivar a la población a la vacunación masiva. En este instante, y en condiciones normales, los ciudadanos teníamos que habernos rebelado y protestado masiva y enérgicamente, exigiendo una profunda investigación y la depuración de las responsabilidades legales oportunas de los responsables, en el marco de un gran engaño universal que afectaba a la salud de toda la población mundial.

Lejos de suceder lo anterior, nadie hizo nada. Durante décadas, los medios de comunicación, las grandes cadenas, la prensa escrita, las series, las películas, los tertulianos, los informativos y los gigantes de la comunicación de internet han manipulado y moldeado convenientemente la mente del ciudadano. En las denominadas “democracias occidentales” se ha condicionado, manipulado, dirigido, secuestrado e influenciado lo más importante de una democracia: la capacidad del ciudadano de pensar libremente, con espíritu abierto y crítico. Se ha implementado la dictadura del pensamiento condicionado, impuesta por la élite.

En este contexto, y una vez descubierto que era falso que el 95% de las personas vacunadas no se infectaba, los medios de comunicación cambiaron el contenido del concepto eficacia, que ya no se refería a prevenir la infección sino que hacía referencia a la posibilidad de no enfermar gravemente y evitar el fallecimiento. No lo dijo Pfizer porque iba en contra de su ensayo (recordad, 170 infectados, 168 placebo y 8 vacuna), ni tampoco lo dijeron las Agencias del medicamento que validaron ese 95% de eficacia. Lo dijeron los medios de comunicación de manera insistente y masiva para que, lentamente, en el subconsciente del ciudadano se fuese introduciendo y aceptando ese increíble “cambiazo”.


4º.- Pasa el tiempo. Y el ciudadano ya no confía en que exista un 95% de posibilidades de no enfermar gravemente o fallecer con la vacuna, máxime cuando aparecen las variantes y sabe que las vacunas se diseñaron en base al genoma del virus originario de Wuhan.

¿Qué hace entonces el “oficialismo”? Pues muy sencillo, empieza a dar informaciones que rebajan el nivel de eficacia. Aparecen estudios diversos con una eficacia inferior, hay Gobiernos como Israel o Reino Unido que hacen lo propio y en los medios de comunicación también se difunde la bajada de la eficacia, diciendo que se debe fundamentalmente a la variante Delta.

Pero, ¿A cuánto rebajan la eficacia? Siempre se establece este nuevo porcentaje en la horquilla que va del 60% al 80%. Se trata, nuevamente, de otro gran engaño.

La horquilla 60-80% ofrece credibilidad. Por una parte, se corresponde con la bajada del 95% que la ciudadanía ha percibido. Pero por otra se mantiene en unos porcentajes que justifican la necesidad de seguir vacunando masivamente. ¿De dónde sacan los datos?

Si quisieran decir la verdad, lo tendrían muy sencillo. Bastaría con dar todos los días datos desagregados por parte de los hospitales, las CCAA, nuestro Gobierno y el resto de Gobiernos entre personas infectadas, hospitalizadas, en UCI o fallecidas que han sido vacunadas (incluso las marcas de las vacunas) y las que no han sido vacunadas. Los datos los tienen pero si nos los dan, hemos de suponer que no son tan buenos como nos quieren hacer pensar. Quizás, si verdaderamente diesen esos datos, al día siguiente terminaría la campaña de vacunación de unas vacunas no adaptadas a las nuevas variantes y con una eficacia muy limitada en el tiempo (sin hablar de los efectos adversos)

Y, para cachondeo general, el 23 de este mes la FDA aprueba Pfizer, otorgándole una efectividad del 91% en base únicamente a 44.000 voluntarios (cuando hay cientos de millones de vacunados ya con Pfizer) solo dos días antes que los CDC aseguren (ayer 25 de agosto) que la efectividad de Pfizer es del 66%.


5º.- ¿Qué es la eficacia (efectividad) de las vacunas? ¿Qué representa ese porcentaje? Esta es la pregunta, es “la madre del cordero”, la base del engaño.

Si yo tiro una moneda al aire, podré decir que tengo un 50% de posibilidades de que salga cara. Tengo perfectamente definido el objeto o el contenido del porcentaje: o es cara o es cruz. Pfizer hizo lo mismo con su famoso 95%, o estás infectado o no lo estás (de 170 infectados, 162 con placebo y 8 con vacuna)

Pero cuando empiezas a hablar de pasar la enfermedad de manera más benigna, con sintomatología menos grave ¿De qué estamos hablando, realmente? Es un concepto absolutamente indeterminado y la primera regla para determinar porcentajes es que no deben tener como objeto situaciones difíciles de precisar o determinar.

Por ejemplo, si un vacunado se infecta y está dos meses fastidiado en su casa, con malestar, dificultad respiratoria, pérdida de gusto y olfato, etc, entonces ¿Está o no está dentro del porcentaje de eficacia del 91% que dice la FDA? Y si uno tiene que ser ingresado en un hospital y le dan el alta a los dos días, ¿Está o no está dentro del porcentaje de eficacia? Y si uno se infecta y pasados tres meses desarrolla sintomatología persistente Covid, ¿Está o no está dentro del porcentaje de eficacia? Y si uno está en la UCI y finalmente no fallece, ¿Está o no está dentro del porcentaje de eficacia? ¿Cómo comparamos a este de la UCI que se salva? ¿Ponemos al lado a otro no vacunado con la misma edad, patologías, genética, carga viral, variante, etc, para ver si fallece y comparar?

Esto es una “tomadura de pelo”. Como el 95% de no infectarse era una falsedad, se han inventado algo que es ambiguo, difuso, relativo, difícil de clasificar y determinar. No se pueden establecer porcentajes con algo tan poco preciso, comparable y medible.

Era mejor el 95%, aunque fuese radicalmente falso. Hicieron como en esos anuncios donde dicen que 9 de cada diez dentistas, dermatólogos, expertos en lavadoras, etc recomiendan un dentífrico, una crema o un detergente. No bromeo, al contrario. Esta pantomima fue la esencia del engaño porque estamos totalmente condicionados y manipulados. Si la gente compra el dentífrico o la crema ¿Cómo no van a ponerse una maravillosa vacuna que evita infectarse (o enfermar gravemente, ya como queráis) de un virus nuevo y muy dañino?


6º.- Decidí no hablar de efectos adversos por respeto. Por cierto, el mismo respeto que no tiene alguno cuando constantemente relata que un no vacunado sufrirá consecuencias graves. Respeto para todos, se hayan vacunado o no.

Ahora también voy a dejar de hablar de la eficacia (mejor dicho efectividad) de las vacunas. No voy a seguir participando más de esta farsa sobre el porcentaje de algo indeterminado y que es utilizado discrecionalmente a conveniencia por unos pocos para el lucro, la manipulación y el sufrimiento de la ciudadanía.

No soy anti-vacunas. Todo lo contrario, soy anti-mentiras. Los ciudadanos tenemos derecho a conocer la verdad, máxime cuando estamos seriamente afectados por una gravísima crisis sanitaria, social, económica, laboral, de derechos y libertades y, en definitiva, vital.

Nos “están jodiendo” la vida y, lo que es peor, en base a burdas mentiras. Si la verdad resulta muy dura y difícil de asimilar, yo prefiero conocer la verdad, porque prefiero “estar jodido” con la verdad a que me “estén jodiendo” otros con sus mentiras.