sábado, 15 de octubre de 2022

Encuentros en la cuarta dosis


Por Berta González de Vega 


13 de octubre de 2022


Por mucho que nos insulten, ni somos antivacunas ni chiflados


Ahora que vamos a por la cuarta dosis de la vacuna del Covid, parece apropiado reflexionar sobre preguntas en el aire que no consiguen suscitar el interés de la prensa más consolidada y de los políticos españoles. Quizá la causa del desinterés se encuentre en una especie de nueva religión, el cientifismo, que se conforma con lo establecido por los organismos reguladores, asociaciones médicas con financiación de los laboratorios farmaceúticos y comunicados de la industria interesada. Los apóstoles cientifistas miran a los disidentes con desdén y superioridad moral y señalan a todos, con trazo grueso, como retrasados cavernícolas conspiranoicos terraplanistas, sin saber que muchos son investigadores de universidades de prestigio, represaliados por salirse del guion.


Vamos con las preguntas. Si la epidemia del Covid iba a ocurrir entre los no vacunados, ¿por qué se dejaron de dar datos de hospitalizados y muertos con su estado de vacunación? ¿Cómo es posible que Twitter suspenda durante unas horas la cuenta del consejero de Salud de Florida, Joseph Ladapo, por informar de que deja de recomendar las vacunas a varones sanos menores de 40 años por el riesgo de miocarditis? Ladapo es médico por Harvard, se opuso en California a los confinamientos, le ficharon en Florida y, ahora, con los datos de meses y meses de vacunación, ha tomado esa decisión. Por cierto, ¿cuántos en España saben que hubo países nórdicos que ya hace meses dejaron de recomendar también las vacunas a varones menores de 30 años por lo mismo? ¿Qué datos de miocarditis hay en España? ¿Podemos estar protegidos de alguna manera especial los españoles? ¿Qué dice la Sociedad Española de Cardiología?


¿A qué se deben los infartos en gente joven de los que en estas semanas han hablado el jefe de Cardiología del Hospital Carlos Haya de Málaga y la jefa del Hospital Universitario de Navarra? ¿Serán todos por golpes de calor? ¿Sabemos ya a qué se debe el exceso de mortalidad? ¿Cuántos niños se han muerto de Covid en España?


A algunos nos enseñaron el placer de hacernos preguntas para satisfacer la curiosidad. El gusto de un buen debate con refutaciones fundadas. Y, por mucho que nos insulten, ni somos antivacunas ni chiflados conspiranoicos.


Jay Bhattacharya es profesor en Stanford y uno de los firmantes de la 'Great Barrington Declaration', que pedía evitar confinamientos masivos. Hace unos días, en Twitter, explicaba lo que era la anticiencia: no haber dejado visitar a los abuelos que se morían solos; haber obligado a camareros con mascarilla a servir a comensales sin ellas; no haber organizado ensayos rápidos con medicinas ya existentes para tratar el Covid, como la ivermectina; pretender que hay consensos absolutos cuando no los hay; insinuar que la teoría del escape de laboratorio de Wuhan es racista y conspiranoica… La cita falsa de Churchill decía que el fascismo del futuro se llamaría a sí mismo antifascismo. Estamos a un paso de que la anticiencia de hoy llame terraplanista a cualquiera que se haga preguntas, en el encuentro con la cuarta dosis.