14 de diciembre de 2016
Con afirmaciones como "Dry the swamp!" ("¡Sequemos la ciénaga!"), Donald Trump se presentó en la campaña electoral en Estados Unidos como un decidido adversario del establishment de Estados Unidos. Millones de estadounidenses que dudan del sistema le creyeron, convencidos de que como presidente hará frente a la élite corrupta del país.
Mientras tanto el sector más informado entre ellos debe tener ya claro no sólo que se han equivocado, sino que fue un engaño realizado de manera deliberada: Trump demuestra desde su elección que es un caballo de Troya que no sólo no va a 'secar la ciénaga’ sino que, al contrario, la va a dar aún más poder.
Y no sólo eso: quienes creían durante la campaña electoral que con Hillary Clinton se decidía seguir con la política militarista de EEUU y con Trump por el contrario se acabaría con ella, desde hace dos semanas se frotaran con incredulidad sus ojos incrédulos: El gabinete del 45º presidente de EEUU, con sus ex-generales y líderes empresariales se parece más a una mezcla de junta militar de latinoamericana y la dirección de una empresa que a los gabinetes de los presidentes anteriores.
Semejante fraude descarado a los votantes no es nada nuevo en los EEUU, y por buenas razones: Por lo menos desde diciembre de 1913 la dirección de la política de Estados Unidos no se decide en la Casa Blanca en Washington, sino en Wall Street y su principal organización, la Reserva Federal, el banco central estadounidense. Ambos tienen una idea diferente sobre el futuro del país que la clase trabajadora.
Detrás de la política de Estados Unidos está siempre la industria financiera
Con el establecimiento de la Reserva Federal en 1913, un cartel de bancos de Estados Unidos y sus dueños ultra ricos se aseguró el control de la moneda estadounidense, el dólar. De esta manera se hizo real el sueño del fundador de la dinastía Rothschild, Mayer Rothschild (1773-1855), que una vez dijo: "Dame el control sobre el dinero de una nación y no me importa quién haga sus leyes".
Desde 1913, el gobierno de Estados Unidos no es ni más ni menos que el ejecutor de la política de la Reserva Federal. Su tarea más importante es vender al pueblo estadounidense para vender los intereses de la industria financiera como propios -por todos los medios. Sólo tres años después de la fundación de la Reserva Federal, el candidato demócrata Woodrow Wilson se hizo votar con la promesa de mantener a los Estados Unidos fuera de la Primera Guerra Mundial que arrasaba Europa. Un mes después de su toma de posesión, declaró la guerra a Alemania.
¿Por qué? Porque los grandes bancos de Wall Street habían concedido préstamos multimillonarios a Inglaterra, Francia e Italia, y temían que, en caso de una victoria alemana, tendrían que condonarlas.
Lo mismo es válido para la Segunda Guerra Mundial, que es de ninguna manera fue una confrontación entre democracia y dictadura -como se afirma en la mayoría de los libros de historia-. Por un lado, los nazis de Hitler nunca habría podido mantenerse en el poder sin los créditos de Wall Street. Y, por otro lado, la maquinaria económica más grande de todos los tiempos, levantada en Estados Unidos y financiado por Wall Street, había llegado a sus límites a comienzo de los años cuarenta.
Es decir: Los Estados Unidos necesitaban mercados para librarse de los productos que no se podían vender en el mercado interno. Para lograrlo Wall Street estaba dispuesto a todo -desde participar en la Segunda Guerra Mundial hasta lanzar bombas atómicas.
Y también las otras guerras de los Estados Unidos –ya sea Corea, Vietnam, Afganistán, Irak, Libia o Siria- se llevaron a cabo en defensa de los intereses de la élite financiera de Estados Unidos. Lo mismo se aplica a las actividades llevadas a cabo con la ayuda de golpes organizados por los servicios de inteligencia de Estados Unidos en Asia, África y América del Sur, que en ningún caso pretendían acaban con dictaduras militares, como se afirmaba. El ejemplo más reciente es la junta militar en Egipto: Sólo puede mantenerse en el poder gracias al apoyo financiero y militar de los Estados Unidos. Y por cierto ha sido durante décadas Arabia Saudita, una de las dictaduras más atrasadas de la tierra, el aliado más estrecho de los EE.UU. en el Oriente Medio.
El sistema se ha independizado hace mucho
A lo largo de sus más de cien años de historia, la industria financiera de Estados Unidos ha creado un aparato enorme para poder ejercer su poder sobre todos los aspectos de la sociedad americana. Domina todos los mercados, el complejo militar-industrial, los medios de comunicación y la política.
Las elecciones sirven dentro de este sistema tan sólo para mantener la fe del pueblo estadounidense en la creencia errónea de que tienen algo que decir en la definición de su propio destino. El tan nombrado conflicto entre demócratas y republicanos se manifiesta al mirarse de cerca como un método efectivo desde hace décadas para capturar las tendencias críticas dentro de la población y por lo tanto evitar una ruptura política en un amplio sector de la población.
Exactamente dicho mecanismo ha podido observarse en las pasadas elecciones con el ejemplo de Bernie Sanders: tal y como han demostrado los correos electrónicos publicados por Wikileaks, Sanders sirvió desde el principio en la campaña electoral para recuperar aquellos votantes que querían darle la espalda al Partido Demócrata y –tras acordar previamente su retirada con la dirección del partido- presentar a Hillary Clinton, que había sido objeto de duros ataques por Sanders en la campaña, como un "mal menor".
Al igual que Sanders, Trump centró su "campaña electoral" en el deseo de protestar de la población, fruto de un profundo descontento popular, con la diferencia de que en lugar de centrarse en una vía supuestamente socialista como hizo Sanders, se centró en una nacionalista ("Make America great again!", "¡Volver a hacer grande a Estados Unidos!"), y al hacerlo repetía incesantemente iba a "luchar contra el establishment".
Muchos observadores superficiales creyeron por eso que el tiburón inmobiliario multimillonario quería "secar la ciénaga de Washington" de verdad. Dicha transformación, sin embargo, es algo tan realista como la cuadratura del círculo: significaría que la industria financiera de Estados Unidos se habría quedado mirando con los brazos cruzados tras de cien años de la dictadura ilimitada, como su poder se les escapa por la vía parlamentaria...
El mandato de Trump estará marcado por la decadencia de EEUU
Entre tanto, Donald Trump ha puesto de manifiesto que será un presidente que se basará más que cualquiera de sus predecesores en la industria financiera y los militares para el ejercicio del poder. Esto no es casualidad, ya que Trump asume el cargo en un momento de problemas monumentales que empeoran de forma continua y se dirigen con la lógica inexorable hacia un Crash del sistema financiero y el fin de la dominación global del dólar.
Desde el colapso de Lehman Brothers a raíz de la crisis de hipotecas subprime, el sistema financiero mundial sólo se mantiene en pie gracias a las manipulaciones de la Reserva Federal y otros bancos centrales, de un nivel sin precedentes históricos. Desde 2008, los bancos centrales han imprimido dinero por valor de varios dígitos de billones de dólares y han bajado más de 670 veces los tipos de interés.
Estas medidas no tienen, como se supone, la intención de facilitar la recuperación de la economía real. El dinero se ha empleado casi exclusivamente en la especulación financiera y en generar burbujas gigantescas en los mercados de bonos, acciones y bienes raíces. Los inversores conservadores han asumido riesgos mayores que nunca debido a las bajas tasas de interés, y muchos bancos de importancia sistémica en el mundo sólo se mantienen a flote de manera artificial, el sistema es más frágil que nunca.
Con una deuda pública de casi 20 billones de dólares lo que espera a la clase trabajadora de EEUU no es la recuperación prometida por Trump con puestos de trabajo bien pagados, sino la austeridad con recortes drásticos de todo tipo. Una vez la inflación afecte a la economía real se harán visibles las consecuencias de que 60% de los estadounidenses no tienen más de 1.000 ahorrados. Si Trump, como ha anunciado, pone en marcha además recortes de impuestos para los muy ricos, EEUU vivirá graves conflictos sociales.
Precisamente en ese momento se verá por qué el establishment de Estados Unidos, que durante mucho tiempo apoyó a Hillary Clinton, en la etapa final de la campaña electoral pasó a apoyar a Trump: para reprimir la explosión social inevitable provocada por el desarrollo actual del sistema financiero hace falta en primer lugar un gobierno que distraiga de los verdaderos culpables de Wall Street y presente como cabeza de turco a las minorías –algo que ya ha recomendado Trump, entre otras cosas con sus ataques contra los musulmanes durante la campaña electoral. Si eso no funciona, se necesita un gobierno al estilo de las dictaduras latinoamericanas, que solucione la cuestión social mediante el uso de la violencia -es decir, un gabinete como el de Donald Trump, en el que el área de la "seguridad nacional" se ha puesto directamente en las manos de los militares.