jueves, 16 de agosto de 2018

El 'Procés': Un movimiento contrarevolucionario, por Arqueòleg Glamurós

(Publicado originalmente el 5 de agosto de 2015)

El día 15 de Junio ​​de 2011, el Presidente de la Generalitat tuvo que llegar hasta el Parlamento de Cataluña volando en helicóptero, para esquivar una enfurecida revuelta social. Mas trataba de aprobar, con la abstención cómplice del PP y el apoyo de Joan Laporta, los presupuestos autonómicos que suponían la mayor destrucción y recorte del Estado del Bienestar en la historia catalana. Rodeando del Parque de la Ciutadella habían más de 2.000 personas y cientos más estaban acampados o reunidos en plazas por toda Cataluña y España. La clase dirigente tenía que inventar algo muy bestia y potente si quería detener aquel germen de una Revolución.


En ese momento el independentismo era algo ridículo y minoritario, a pesar de la sentencia del Tribunal Constitucional recortando el Estatuto o los simulacros de referéndums por toda la geografía. En 2010 ERC había obtenido uno de sus peores resultados en la historia (10 diputados), los independentistas puros de SI (4 diputados) estaban divididos y compartían grupo mixto con Ciudadanos, mientras que CIU no pasaba de reclamar un Pacto Fiscal. Las movilizaciones independentistas para la Diada de 2011 fueron un sonoro fracaso: una breve concentración de poco más de 8.000 personas. El 9 de Julio de aquel año una manifestación independentista convocada por la "Plataforma pel Dret a Decidir" congregó entre 13.000 y 30.000 personas, pasando con más pena que gloria.

Es el terror a una revuelta social surgida en las plazas lo que anima al Gobierno a montar, impulsar y teledirigir un Procés de repliegue identitario como una némesis del 15M. Este movimiento, si bien ya existía, no se hizo masivo hasta que recibió el apoyo logístico, mediático y entusiasta del Gobierno. La ANC (constituida pocos meses después de los hechos del Parlamento) se hace pasar por una supuesta "Asamblea" cuando en realidad tiene un organigrama vertical donde su portavoz se escogido por una oscura cúpula de dirigentes, ignorando completamente el voto directo. Sus marchas populares tratan de reconducir la rabia y el enfado provocados por el paro, los recortes y la corrupción, canalizando los anhelos de cambio y el odio social hacia concentraciones mesiánicas de apoyo, aclamación y adoración al Lider, bajo el lema "todos con el Presidente".

La lógica del Procés consiste en hacer cómo que se dan pasos hacia la independencia, que en realidad no son más que burdas farsas teatrales de carácter lacrimógeno y simbólico. Referéndums de mentirijilla, declaraciones parlamentarias sin efecto jurídico, firmas de decretos televisadas, supuestas estructuras de estado que nunca se concretan en nada o proyectos de ley que acaban impugados. Una vez se perpetra la nueva comedieta, Mas lamenta que ha fracasado por culpa de España y convoca nuevas elecciones, que siempre son anunciadas como las últimas antes de la independencia, a fin de mantenerse al poder un tiempo más. Un bucle eterno, replicado hasta la más vomitiva de las náuseas, aderezado con mosaicos norcoreanos y performances masivas para mantener entretenido al rebaño.

El verdadero objetivo del Procés  sin embargo, no es la independencia. Esto es la excusa, el pretexto, el relato público. Poco más. De lo que se trata es de mantener a la oligarquía convergente en el poder y aplastar cualquier alternativa de izquierdas.

La primera víctima fue el PSC, el único partido progresista que ha conseguido quitarv a la derecha la Presidencia de la Generalitat en dos ocasiones desde la II República. El Procés provocó una fuerte tensión entre los dirigentes burgueses nacionalistas y sus bases proletarias más federales. Los socialistas han implosionado en varios grupúsculos irrelevantes que han terminado por mendigar un puesto en las listas de Mas, donde su traición será gratamente recompensada. Con ICV han intentado algo parecido, pero sólo han conseguido comprar a una persona: Romeva.

Posteriormente lograron domesticar ERC como si fuera un dócil corderito. Los nuevos dirigentes mediocres, diestros y acomplejados, como Bosch, Terricabres o Rovira, han apoyado todo tipo de atrocidades neoliberales y presupuestos austericidas, barriendo las corruptelas mafiosas bajo la alfombra. A cambio, Mas les dando cancha, gestos y humo. ERC ha pasado del glorioso Tripartito a aplaudir con entusiasmo cada recorte, asumiendo con ilusión su papel de muleta de la oligarquía.


El papel de la CUP es aún más penoso. Una vez en el Parlamento, los medios de la derecha nacionalista les han reído sus gracietas y salidas de tono. Con cuatro arrumacos Mas ya tenía al sobrinito rebelde Fernandez comiendo de su mano y atacando sin piedad a ICV-EUiA, que es el papel que les ha tocado en el auca del Procés. Son niños bien, han estudiado en los mismos colegios de élite de la oligarquía y forman parte de las familias más ilustres de Cataluña. La izquierda favorita de la derecha, aquella que tiene tantos escrúpulos para hacer frentes populares como prisas para ir a aplaudir y abrazar a Mas. El nuevo candidato, Antonio Baños, parece aún infinitamente más afín a las tesis del Procés que David Fernandez, y ya ha dicho que no contempla ningún Gobierno sin CDC, aunque Mas pierda las elecciones.

En 2014 la amenaza de una alternativa a Mas desde la izquierda parecía haber terminado para siempre. Pero, de repente, en las elecciones europeas hizo su aparición un factor insospechado y no previsto en el guión del Procés. La aparición de Podemos supone que:

1) España es reformable. Hay una gran parte de españoles que quieren romper con el statu quo sin abrazar a la derecha ni seguir una lógica etnicista.

2) Existe una fuerza emergente en España que acepta el derecho a decidir. Por lo tanto, la culpa no es de España, sino del PP. No es necesario crear un nuevo estado, tan sólo cambiar el Gobierno y se podrá hacer un referéndum legal y vinculante.

3) Es posible construir una izquierda no nacionalista mayoritaria en Cataluña que haga frente a Mas y no se someta a sus delirios procesistas. Existe, pues, una gran masa progresista catalana que vive al margen de la lógica del populismo identitario.

Cuando la derecha catalana pensaba que con la ANC había conseguido aplastar al 15M para siempre, de repente se lo vuelve a encontrar y esta vez no en las plazas, sino en las urnas. Las elecciones municipales fueron un drama apocalíptico para la élite convergente. Una izquierda alternativa, de matriz española pero no españolista, los acababa de expulsar del ayuntamiento de Barcelona. Un sudor frío bajaba por su frente, el rechinar de dientes se convertía en un terremoto en la Generalitat. Después de tanto esfuerzo y millones gastados en propaganda, cuatro obreros charnegos ajenos a su manipulación podían tomar el poder.

Es a partir del terror a una victoria de la izquierda de donde nace la lista de Junts pel Si. Según una encuesta de El Periódico, en caso de que CDC y ERC fuesen por separado, Cataluña Si Que Es Pot podría quedarse a pocas décimas de convertirse en la primera fuerza política. Mas se debería volver a sentirse dentro de aquel helicóptero sobrevolando una masa de indignados que le rodeaban, en vez de aclamarlo. Es por este motivo, y no por ningún otro, que pocos días después de la encuesta se formula la lista conjunta y aparecen supuestos elementos de maquillaje progresista como Romeva y Llach para tapar a Mas, el verdadero candidato y cerebro de todo.

El Procés, que nació para combatir a los indignados, se ha convertido ahora en una herramienta para detener las diversas confluencias de izquierdas. Una rotura del status quo lampedusiano, al servicio de la oligarquía, sin que en ningún caso se ponga en duda el reparto de la riqueza y la relación capital-trabajo. Similar a lo que ocurre con UKIP en el Reino Unido, AFD en Alemania, Ciudadanos en España, entre otros.

El 27S será un plebiscito, uno de tantos, entre la oligarquía y el proletariado, entre la casta y la gente, entre la corrupción y la justicia social, entre el neoliberalismo y el socialismo, entre etnicismo y revuelta social, entre la derecha y la izquierda, entre el ANC y el 15M. En resumen entre "Junts pel Si" y "Catalunya Si Que Es Pot", entre Artur Mas y un líder vecinal llamado Lluís Rabell. No dejes que las banderas románticas no te dejen ver la realidad material, pues en estas elecciones sólo son una mera tapadera.



PD: He encontrado este gráfico en las redes sociales donde se demuestra mi tesis de que el auge del independentismo no tiene nada que ver con la sentencia del TC, sino que saumenta repentinamente a partir de que Mas entras con helicóptero en el parlamento e impulsara la ANC como una némesis del 15M para canalizar las ansias de rotura del statu quo. También podemos apreciar como la aparición de Barcelona En Comú en las municipales provoca una caída en picado del independentismo.