La pieza que falta: Israel y los escuadrones de la muerte
Published on: lunes, 26 de octubre de 2015 //
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El jefe de Gobierno de Israel, Netanhayu, visita a un miembro
de los grupos islamistas pro-OTAN que luchan en Siria contra el régimen de Assad, y que son tratados gratis en los hospitales israelíes. |
Todos los análisis del origen del caos actual en Oriente Medio coinciden en dos puntos: destacar la innegable responsabilidad de EEUU en los horrores que azotan la región y, al mismo tiempo, ignorar por completo el papel de Israel. Esta ausencia es llamativa, ya que Israel es una de las mayores potencias militares de la región y durante décadas se ha dedicado a desestabilizar a los regímenes cuyos territorios sufren actualmente las actividades de gigantescos escuadrones de la muerte apoyados política, económica y militarmente por occidente.
Según sabemos ahora gracias a la BBC, el organizador de esos escuadrones de la muerte es James Steele, excoronel de EEUU que organizó también escuadrones de la muerte en El Salvador en los años 80. De esta forma ha quedado demostrada de manera indiscutible la continuidad entre las estructuras de Centroamérica en los 80 y las actuales en Oriente Medio. Pero pese a que Israel jugó un papel fundamental en la lucha contrainsurgencia en Centroamérica en los 80, como destapó en 1986 el escándalo Contragate/Irangate, hasta la fecha la «prensa libre» occidental ha preferido ignorarlo.
Afortunadamente, existe gran cantidad de información sobre la conexión israelí en el uso estadounidense de escuadrones de la muerte, lo que permite dar un repaso a la cooperación de los gobiernos de Tel Aviv y Washington desde la creación del Estado de Israel, una relación bastante más compleja de lo que se suele pensar.
ISRAEL Y EEUU AL INICIO DE LA GUERRA FRÍA
Al principio, las relaciones entre Israel y EEUU no eran muy estrechas. Washington (junto con la URSS y Francia) apoyó la creación del Estado de Israel para impedir la realización del plan del agonizante imperio británico de mantener el control de Oriente Medio mediante la creación de una 'Gran Siria'. En sus inicios, Israel fue el aliado de Francia en la región, hasta que la caída de las antiguas potencias coloniales en Oriente Medio cambió el equilibrio de poderes en la región e Israel se orientó hacia EEUU, nueva potencia hegemónica occidental.
Este proceso se inició tras la Segunda Guerra Mundial; la derrota inglesa ante la insurrección sionista en Palestina fue seguida por la decisión de Mossadeq, jefe de Gobierno de Persia (hoy Irán) de nacionalizar la industria del petróleo en manos de la actual BP, lo que habría dejado a Inglaterra sin un suministro seguro de petróleo y habría asestado un golpe mortal a la «Sterling Area», acabando con la independencia financiera inglesa. Tan sólo la intervención de EEUU en 1953 con una intervención similar a la reciente en Ucrania lo impidió, e Inglaterra tuvo que repartir su monopolio del mercado energético persa con empresas de EEUU. Poco después tuvo lugar la invasión anglo-francesa de Egipto para impedir la nacionalización del Canal de Suez (1956), que fue un desastre debido al sabotaje económico de la economía de Francia e Inglaterra por EEUU. Poco después fue derrocada la monarquía pro-británica iraquí que había apoyado la invasión franco-británica de Egipto y el Pacto de Bagdad fue disuelto (1958), acabando con el intento de Londres de tener una estructura militar global propia paralela a la de EEUU (OTAN, ANZUS, etc.).
Esta sucesión de desastres de las antiguas potencias coloniales dejó claro a Israel (aliada de Francia por aquel entonces y que apoyó la invasión de Egipto en 1956) que EEUU era el único aliado válido, debido a su capacidad para hacer frente al ascenso del hostil nacionalismo árabe, aliado con la URSS y contrario a la existencia de Israel. Pero una alianza la forman dos, por lo que Israel tenía que ganarse el interés de EEUU, y a comienzos de la Guerra Fría Israel era un país que no tenía un modelo económico claramente definido, con un déficit colosal en su balance comercial con el exterior, y que sólo podía sobrevivir económicamente y superar el problema de la acumulación primitiva de capital gracias a inmensas transfusiones de capital extranjero; entre 1953 y 1965, el 47,2% del flujo de capitales hacia Israel eran pagos alemanes de reparaciones por el Holocausto.
ÁFRICA, ORIGEN DE LA ALIANZA EEUU-ISRAEL
A pesar de esta desastrosa situación económica, el nacionalismo sionista difundía una imagen de Israel como una arcadia girando en torno a «Kibutz socialistas», lo que atraía la simpatía de los nuevos estados surgidos en la descolonización; no todos los países surgidos tras el fin de los imperios coloniales se lo tragaron, y se prohibió a Israel asistir en 1955 a la Conferencia de los Países No-Alineados de Bandung, acusándole de ser una avanzadilla del imperialismo occidental (como se había visto en la crisis de Suez). África, no obstante, abrió sus puertas a Israel gracias al apoyo de Kwame Nkrumah, el líder de Ghana, que simpatizaba con Israel debido a su lucha contra Inglaterra, antigua potencia colonial de ambos países. Gracias a ello, los primeros pasos hacia una colaboración con EEUU se dieron a mediados de los 50 en el continente africano, cuando Washington empezó a hacer uso de Israel en lo que se calificó de «utilización imaginativa de la táctica del tercer país», consistente en la penetración discreta (Low Profile Penetration) y llevar a cabo operaciones en los nuevos estados africanos usando a Israel como tapadera.
La colaboración entre Israel y EEUU se extendió en los 60 a labores de contrainsurgencia, para hacer frente a los movimientos anticolonialistas africanos. De manera paralela, EEUU empezó a financiar y armar a Israel: si de 1949 a 1961 la ayuda militar a Israel no llegó al millón de dólares, en 1962 subió de golpe a 13,2 millones, y al siguiente año se permitió a Israel comprar tecnología militar avanzada de EEUU; Washington sustituyó rápidamente a Francia como suministrador de armas a Israel, incluyendo el programa de armamento nuclear israelí, a lo que De Gaulle respondió imponiendo un embargo de armas a Israel tras la Guerra de los Seis Días (1967).
La colaboración con EEUU selló el futuro del modelo económico israelí, que pasó a centrarse en dos pilares: por un lado, un modelo de acumulación de capital basado en un sector militar-industrial que es la extensión virtual del de EEUU, desarrollado gracias a la ayuda financiera estadounidense y las transferencias de tecnología, las inversiones directas de las corporaciones de EEUU, los proyectos de co-inversión y los traspasos de licencias, la reducción del costo de la investigación y el desarrollo militar por medio de ventas recíprocas. Para hacerse una idea de la importancia del militarismo en la economía israelí, baste decir que a mediados de los 80 las 150 empresas israelíes que exportan material militar empleaban a 60.000 personas, cerca del 20% de la mano de obra israelí. El otro pilar es la ayuda de Washington: en el primer semestre de 2015, Israel recibió 3.100 millones de dólares, siendo el país que más ayuda recibe de EEUU, más del doble de lo que reciben Afganistán o Egipto, los siguientes en la lista. Según un informe sobre la economía de Israel, «la ayuda estadounidense se ha convertido en poco más que una transferencia de recursos entre dos partes del mismo sistema económico», lo que lleva al analista Jan N. Pieterse a hablar de una osmosis entre Israel y EEUU.
ISRAEL Y AMÉRICA LATINA
Tras los primeros pasos en África, la actual alianza Israel-EEUU se forjó en la práctica en Latinoamérica. Este proceso se inició bajo Kennedy, bajo cuyo mandato el empleo de tácticas contrainsurgencia se generalizó; no es sorprendente que el asesinato de Lumumba, el líder anticolonial del Congo, tuviera lugar menos de un mes después de tomar posesión del cargo, o que el centro donde el ejército de EEUU entrena en las estrategias y prácticas de la guerra sucia, en Fort Bragg, lleve su nombre (John F. Kennedy Special Warfare Center and School). Pocos meses después del desastroso intento de invadir Cuba (1961), Kennedy anunció su «Alianza para el Progreso», que pese al nombre consistía en combatir por todos los medios el ascenso de la izquierda en América Latina iniciado en los 50 y aumentado tras la Revolución Cubana de 1959.
El objetivo de los programas de contrainsurgencia era separar a la población de las guerrillas mediante el uso de represión a gran escala. Debido a ello, el número de asesores policiales enviados por EEUU a América Latina en 1962 fue el doble que en 1961, mientras que el número de policías entrenados por EEUU aumentó un 100%; en 1962 se crearon dos organismos para entrenar a la policía en métodos de control social y represión, y entre 1961 y 1965 se aumentó un 40% el presupuesto de la CIA para América Latina. Cuando la represión no era suficiente, Washington puso en marcha golpes de Estado, una verdadera plaga en la década de los 60 en América Latina (18 entre 1960 y 1968). Al mismo tiempo, en 1962, el Estado Mayor conjunto del ejército de EEUU definió como «insurgencia» a cualquier forma de oposición ilegal contra el régimen en el poder, incluyendo la resistencia pasiva, afiliarse a sindicatos ilegales, participar en huelgas prohibidas, o hacer cualquier cosa puesta fuera de la ley por el régimen correspondiente. Es en esta época cuando EEUU aprobó abiertamente el uso del terror —como el de los escuadrones de la muerte— que cínicamente calificaron de «contraterror».
A partir de 1962 se inicia el gran flujo de apoyo de EEUU hacia Israel. Según el estudio U.S. Aid to Israel, «Kennedy y sus sucesores otorgaron 6.000 millones de dólares a Israel para que modernizara sus fuerzas armadas entre 1962 y 1976». En la década de los 60, Israel sirvió a los intereses de EEUU en África en la lucha contra los estados surgidos de la lucha anticolonial (los mismos que abrieron la puerta del continente a Israel), y en 1963 inició en el Congo lo que será su especialidad: entrenar unidades de élite. Finalmente, la Guerra de Yon Kippur (1973) provocó la ruptura de relaciones diplomáticas de todos los estados africanos con Israel, a excepción del Apartheid sudafricano y sus satélites. Esto fue un duro golpe, ya que África era hasta entonces el continente donde Israel había acumulado más contactos y experiencia (en 1968 Israel era reconocido diplomáticamente por 32 países africanos).
Participar en los planes de Kennedy para Latinoamérica permitió a Israel pasar página y reposicionarse en el mundo en el momento adecuado. Para EEUU, el verdadero valor de Israel como aliado sería evidente en las décadas de los 70-80 en las carnicerías en América Central.
ISRAEL Y LA OLIGARQUÍA CENTROAMERICANA
La relación de Israel con Centroamericana es tan vieja como su existencia como estado; en 1947-48 el representante de Guatemala en el Comité Especial de la ONU para Palestina (y antiguo embajador en EEUU) Jorge García Granados, apoyó la idea de la partición de Palestina, y luchó para que Guatemala reconociese diplomáticamente a Israel en 1948. El régimen nicaragüense de la familia Somoza fue más allá, y tras vender armas a los colonos sionistas en la década de los 30, nombró en la posguerra a Yehuda Arazi embajador en Europa; Arazi era un miembro de la organización armada sionista clandestina Haganá, y con la tapadera del cargo compró armas que se emplearon para la creación del Estado de Israel. Durante la Guerra Fría ninguno de los dos países apoyó una sola resolución crítica hacia Israel en la ONU, mientras que, por ejemplo, Venezuela y Perú apoyaron 18. No obstante, las relaciones económicas y militares de Israel con Centroamérica eran mínimas. Esto cambió en los 70.
La aparición de movimientos de masas de izquierda y la negativa de la oligarquía a hacer concesiones sembraron las bases de una situación pre-revolucionaria en la región. El peligro se hizo evidente en 1979, tras el derrocamiento del régimen de Somoza en Nicaragua, la creación el año siguiente del FMLN en El Salvador, que no tardó en hacerse con el control de amplios territorios del país, y la lucha contra los movimientos campesinos fuertemente anclados entre la población campesina de Guatemala.
En esa época, el presidente Carter de EEUU usaba la retórica de los Derechos Humanos como arma ideológica contra la URSS; fruto de ello fueron los acuerdos de Helsinki, que sirvieron para usar ONGs como tapadera para desestabilizar el bloque soviético (origen de las «Revoluciones de colores»). La dialéctica de los «derechos humanos» fue utilizada como excusa para detener la ayuda militar directa de EEUU a los regímenes centroamericanos entre 1977 y 1982, y sustituirla por una serie de estructuras entremezcladas de redes de tráfico de armas, drogas y mercenarios que alcanzaría el clímax en los 80 con el Irangate. Es entonces cuando Israel sustituyó a EEUU en el suministro de armas y entrenamiento contrainsurgencia a los regímenes centroamericanos sin que hubiese la menor reacción por parte de EEUU. No podía ser de otra manera: tras el fin de la Guerra de Vietnam en 1975 Washington carecía del apoyo de la sociedad estadounidense para implicarse en un conflicto a gran escala, y los diversos escándalos (Watergate, Papeles del Pentágono, etc.) y el control del Congreso hacían recomendable una intervención «discreta». Israel permitía evitar todos esos problemas: la experiencia del ejército israelí en prácticas represivas y el uso de tortura, así como el silencio de la sociedad israelí ante las prácticas repugnantes del gobierno garantizaban el nivel de discreción y profesionalidad que EEUU necesitaba.
CAZANDO DRAGONES
Antes de seguir es necesario entender la lógica retorcida que llevó a Israel a colaborar con las prácticas genocidas de EEUU. Tras el Holocausto, llevado a cabo mediante guetos, campos de exterminio y escuadrones de la muerte, el nacionalismo judío (el sionismo) usó dichas masacres como argumento para justificar la creación de un Estado. Para asegurarse el control del territorio, el sionismo no ha tenido escrúpulos en usar limpieza étnica, torturas, asesinatos extrajudiciales y masacres contra la población civil de Palestina. Esta política de «el fin justifica los medios» para asegurarse su supervivencia, ha hecho que Israel no haya tenido problema alguno en mantener relaciones con dictaduras genocidas o en ayudar a crear los aparatos represivos necesarios para llevar a cabo genocidios. Como decía en los 80 la revista de Costa Rica Derechos Humanos en América Central, «Israel continua denunciando los genocidios nazis de la Segunda Guerra Mundial contra las poblaciones judías... 35 años después, sigue persiguiendo nazis por todo el mundo, pero no tiene problemas ni se avergüenza de colaborar con el genocidio de campesinos en América Central, o de los indios de Guatemala y Nicaragua».
Un ejemplo perfecto de esta lógica es Michael Harari, que fue en los 70 el 'número 3' en la jerarquía del servicio secreto israelí, el Mossad. Harari fue miembro de las unidades armadas clandestinas sionistas que lucharon contra el poder colonial británico, organizó con la complicidad de De Gaulle la inmigración judía clandestina en la postguerra que acabó forzando a Londres a retirarse de su protectora, debía a que dicho país jugó un papel clave en las estructuras de contrabando de drogas y armas del Irán/ Contragate, en las que Israel era uno de los pilares.
ARMANDO Y ENTRENANDO A GENOCIDAS
Harari era una avanzadilla de un plan para toda la región. A lo largo de la década de los 70, Israel se convirtió en uno de los principales proveedores de armas de América Central; tras el embargo de EEUU a la venta de armas a las dictaduras centroamericanas (1977), Israel monopolizó el comercio de armas de la región, poniendo en marcha un programa de modernización de los ejércitos, suministrando para ello todo tipo de armamento, desde fusiles y tanques a cazas y barcos. El nuevo papel de Israel era imposible de ocultar: según un testigo estadounidense, poco antes de ser derrocado el dictador nicaragüense Somoza los miembros de la Guardia Nacional, columna vertebral del régimen, «parecían casi soldados israelíes, con sus rifles Galil y, aquellos que no los habían tirado, sus cascos de paracaidistas israelíes».
Además de suministrar armas, Israel creó estructuras de contrainsurgencia en toda la región para asegurar la supervivencia de los regímenes centroamericanos, usando tecnología punta. Israel era el país ideal para sustituir el vacío dejado por EEUU en la región tras el embargo de Carter, al disponer de gran cantidad de especialistas con experiencia en la lucha contrainsurgente debido a su guerra contra la población palestina. Según un especialista, «muchos ex oficiales (israelíes) han estado viajando por Centroamérica, ofreciendo sus servicios como asesores antiterroristas, consejeros permanentes, instructores e incluso como simples guardaespaldas».
Las actividades de Israel fueron múltiples: para vencer a la guerrilla urbana instalaron en Guatemala dos centros informáticos para almacenar los datos de la población, que se usaban para suministrar las listas de objetivos a los escuadrones de la muerte; además, mediante programas informáticos especiales utilizados contra la resistencia palestina se podían detectar los escondites de la guerrilla mediante el patrón de uso de electricidad y agua, gracias a lo cual se lograron detectar 27 «casas seguras» de la guerrilla en la ciudad de Guatemala tan sólo en 1981. Para controlar a la población civil se pusieron en marcha programas de «desarrollo agrícola» para poner en práctica las tácticas empleadas en los territorios ocupados de Palestina contra la población civil, arrasando pueblos enteros y obligando a sus habitantes a trasladarse a «aldeas estratégicas» bajo control del ejército, para aplastar cualquier intento de organización de la población; las fosas comunes encontradas de manera habitual en torno a dichas poblaciones dejan claro más allá de toda duda el terror a que se sometía allí a la población. Con razón se calificaba en aquella época a Guatemala, donde se aplicaron estos programas a gran escala, de ser «un inmenso campo de concentración disfrazado de Estado», y las declaraciones de altos cargos del Estado guatemalteco calificando a toda la población india de terrorista y justificando su exterminio lo confirmaban.
El objetivo del uso del terror no era combatir a las guerrillas, como afirmaban las dictaduras, sino aplastar los intentos de autoorganización de la población. Según Kieran Kelly, la táctica de los escuadrones de la muerte mezcla conscientemente a la guerrilla que se pretende combatir y a la población civil, que es el verdadero objetivo: las víctimas (sindicalistas, líderes campesinos o activistas comunitarios) no compartían una ideología, sólo tenían en común participar en los movimientos sociales de la época. Dichos movimientos representaban la aspiración de una sociedad más justa que fue extirpada mediante una orgía de terror que no fue espontáneo, sino algo fríamente planeado usando las tecnologías más modernas de la manera más eficiente gracias a la ayuda de Israel. Un repaso a la Centroamérica en los 80 pone de manifiesto que, allí donde era necesario poner en marcha la maquinaria genocida de los escuadrones de la muerte se puede encontrar el rastro de Israel:
GUATEMALA:
Según el periódico israelí Ha’olam Hazeh, en 1982 había unos 300 asesores israelíes en Guatemala, y según el Washington Post (16.08.1983) «asesores israelíes —unos de manera oficial, otros de manera privada— ayudan a los agentes de la seguridad interna guatemalteca a cazar a los grupos clandestinos rebeldes». Según Jeremy Bigwood «los israelíes usaron el análisis de llamadas telefónicas —algo similar a lo que hace hoy día la NSA— y fueron capaces de destruir las guerrillas urbanas guatemaltecas. (También) ayudaron en el campo cartografiando cada cabaña campesina e identificando las ideas políticas de sus habitantes». En 1983 instalaron PROMIS, programa capaz de analizar información de multitud de bancos de datos (similar al actual «Big Data») y que fue clave para crear las listas de personas a ejecutar por los escuadrones de la muerte; según el ex-miembro del Mossad Ari Ben-Menashes, 20.000 personas fueron ejecutadas por dichas listas creadas de manera automatizada.
EL SALVADOR:
En 1973, Israel convirtió a la fuerza aérea salvadoreña en la mejor de Centroamérica y tras 1977 se convirtió en el proveedor del 80% de las importaciones de armas. Ya antes de 1977 Israel enviaba expertos en contrainsurgencia a El Salvador y, en 1979, el Partido Comunista salvadoreño denunció el entrenamiento de militares salvadoreños en Israel y los asesores militares israelíes que llegaron al país tras la firma de acuerdos secretos con Israel. Estos asesores entrenaron (entre 1977 y 1979) «equipos de contraguerrilla», en realidad los temibles escuadrones de la muerte. No era ningún secreto: en 1979 el subsecretario de Interior del Gobierno salvadoreño reconoció que había asesores israelíes que trabajaban junto con los escuadrones de la muerte, y que habían instalado un sistema computarizado de información, como en Guatemala. La guerrilla salvadoreña reaccionó secuestrando, juzgando y ejecutando en 1979 a Ernesto Liebes, cónsul honorario de Israel en San Salvador, por «criminal de guerra» y a finales de ese mismo año se bombardeó la embajada israelí.
HONDURAS/NICARAGUA:
A pesar de ser el país más pobre de una de las regiones más pobres del mundo, Israel convirtió a la Fuerza aérea de Honduras en la más poderosa de la región. El motivo era el papel fundamental de Honduras como principal base de la Contra, los escuadrones de la muerte de EEUU contra la revolución sandinista triunfante en Nicaragua, así como en eje logístico de las redes aéreas de contrabando de armas y drogas del Contragate. En 1982 el ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon, visitó bases militares y unidades de la Contra en Honduras, y se reunió con la dirección de la FDN (Fuerza Democrática Nicaragüense), tapadera política de los escuadrones de la muerte nicaragüenses dirigida por Adolfo Calero, ex-presidente de Coca-Cola en Nicaragua. El coronel Steele, que reaparecerá en Irak, era responsable de la logística aérea del Contragate y de crear y dirigir escuadrones de la muerte en El Salvador.
COLOMBIA/PANAMÁ:
Tras el asesinato del candidato presidencial Luis Galán en agosto de 1989, Colombia fue sacudida por una serie de revelaciones sobre el papel de importantes militares y miembros del servicio de inteligencia israelí en entrenar a los temibles grupos paramilitares, escuadrones de la muerte colombianos al servicio de la oligarquía y los barones de la droga, utilizados para masacrar organizaciones de izquierda e impedir la victoria de las guerrillas. El principal responsable gubernamental de la lucha contra la droga acusó a Yair Klein, militar israelí con grado de coronel en la reserva, de ser responsable de organizar dichos entrenamientos, y en la prensa aparecieron informaciones relacionándole con Michael 'Mike' Hariri, y a ambos con el tráfico de armas y drogas entre Colombia y la Contra. Un enorme envío clandestino de armas a Colombia pasando por la isla de Antigua puso al descubierto la participación del gobierno israelí en las operaciones de Klein y Hariri, junto con el traficante de armas israelí Pesakh Ben-Or, muy implicado en el tráfico de armas para las dictaduras centroamericanas.
La esencia del escándalo Iran/Contragate era impedir el triunfo de la izquierda en Centroamérica y debilitar a los principales estados de Oriente Medio para lograr que EEUU controlase la región. Para ello se puso en marcha una gigantesca estructura de tráfico de armas y drogas que extendía sus tentáculos desde las selvas de Centroamérica hasta las montañas de Afganistán y se creó un banco, el BCCI, para gestionarlo. La heroína afgana financió grupos islamistas de los Hermanos Musulmanes al servicio de EEUU contra Moscú, mientras que con la cocaína colombiana y el crack se financió la lucha contrarrevolucionaria en América central, y en ambos casos el dinero así obtenido se empleó para comprar armas, que en muchos casos suministraba Israel.
Participar en el Irán/Contragate y las estructuras del terror contrainsurgente de EEUU hicieron de Israel el principal aliado de EEUU, y afianzaron su posición como la única potencia regional fiable para EEUU. Los beneficios de esta alianza fueron inmensos para Israel; la Guerra Irán-Irak desangró a los principales rivales de Israel en la región, que además les vendía armas a precios muy por encima del valor del mercado; el uso del islamismo por EEUU para desestabilizar a la URSS fue empleado por Israel para debilitar a los Palestinos, apoyando la creación de Hamás (la rama palestina de la Hermandad Musulmana) para debilitar a la laicista OLP; y según Ben-Menashe, participantes israelí de alto rango en el Irán/Contragate (que describió en su libro Profits of War) mediante el dinero obtenido en la venta de drogas se subvencionó la construcción de asentamientos israelíes en los territorios ocupados por Israel.
Además, la estrecha alianza militar con EEUU provocó amplios cambios en el seno del Estado hebreo: por un lado, el eje de la economía legal de Israel pasó a ser la industria de armamentos, y por otro el país se convirtió a nivel global en uno de los pocos traficantes de armas y servicios relacionados (entrenamiento, mercenarios, inteligencia...). La posición de Israel en Oriente Medio también mejoró: mediante el Irangate, Israel vendía armas y suministros a Irán, y EEUU suministraba a Irak la información de inteligencia (imágenes de satélite, etc.), de manera que ambos países se desangraron en una guerra que no podían ganar, mientras Israel obtuvo miles de millones de dólares de beneficio y armas, tecnología punta y apoyo diplomático de EEUU.
Todo esto acabó con el escándalo Irán/Contragate (1986), que acabó con el papel destacado de Israel en Centroamérica; sin embargo, el fin de la Guerra Irán-Irak (1988) y la caída de la URSS (1989-91) abrieron paso a una nueva época en la que Israel pudo hacer realidad su objetivo de eliminar a Irak, su mayor enemigo. EEUU aprovechó ser la única superpotencia tras el fin de la Guerra Fría, y puso en marcha la Guerra del Golfo (1991), para aplastar a Irak y hacerse con el control de Oriente Medio. Esta guerra (que en realidad fue una masacre debido a la gigantesca superioridad de medios militares de EEUU) no alcanzó los objetivos deseados debido a que Washington cedió ante las presiones de sus aliados, pero demostró el valor de Israel como aliado.
LA ESTRATEGIA SALVADOREÑA: DE IRAK A SIRIA
El uso de las rivalidades entre EEUU y la UE por parte del dictador iraquí Sadam Husein se repitió al sustituir el dólar por el euro en la venta del crudo iraquí, dando lugar al nacimiento del Petroeuro. Pero esto amenazó el petrodólar, pilar económico de la hegemonía global de EEUU, y la reacción fue la invasión de Irak (2003), arrasando el país e imponiendo el uso del Petrodólar. Como Irak dispone de enormes reservas de petróleo, puede desestabilizar fácilmente el sistema del petrodólar, por lo que EEUU decidió impedirlo debilitando a largo plazo al Estado iraquí mediante escuadrones de la muerte siguiendo el modelo centroamericano. Según la BBC, los organizó el ex-coronel Steele, antiguo responsable de crear escuadrones de la muerte y coordinar el tráfico de armas y drogas a la Contra desde Honduras. Según el periódico inglés The Guardian, que destapó junto a la BBC las actividades de Steele, asesores israelíes entrenaban escuadrones de la muerte en Irak. Y para debilitar al estado iraquí Israel apoya a los nacionalistas kurdos, que suministran 2/3 de su consumo de petróleo a bajo precio.
Tras Irak le tocó el turno a Libia y Siria, principales enemigos de Israel en la región. Mediante la «Primavera árabe», EEUU logró acabar con el régimen de Gadafi, pero su resistencia permitió al régimen de Assad en Siria ganar tiempo para poder defenderse del FSA (Ejército Libre Sirio), coalición creada y dominada por la Hermandad Musulmana y trufada de extremistas islámicos y mercenarios. Mientras el FSA puso en marcha una campaña de masacres contra la población civil siguiendo el modelo centroamericano, los medios de comunicación echaban la culpa de esas salvajadas al régimen sirio para justificar una intervención militar que destruyese al Estado sirio, siguiendo el modelo de Libia e Irak. Israel participó desde el principio en el conflicto sirio, curando a los «rebeldes» heridos y ayudando al Frente al-Nusra a ocupar los altos del Golán, y los «rebeldes» han dicho que si ganan establecerán relaciones diplomáticas con Israel y dejarán de reclamar los Altos del Golán.
La intervención rusa impidió la desintegración del Estado sirio y dio lugar a un nuevo equilibrio de poder en Oriente Medio, llevando a EEUU a pactar con Irán y enfriar su relación con Israel, mientras ataques islamistas contra los drusos han dado lugar a linchamientos de rebeldes y amenazado la paz social israelí; El futuro dirá si Israel, cuya sociedad está cada vez más polarizada por el neoliberalismo y el extremismo religioso, no acabará siendo engullida por la violencia que sembró y le rodea.