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Noticias Amor y Rabia

¿Ha tenido lugar un golpe de palacio en la Casa Blanca?

Published on: domingo, 22 de septiembre de 2024 // ,


Por Alex Krainer

 

21 de septiembre de 2024


La conducta de Antony Blinken en política exterior ha sido una receta clásica para un motín en las filas militares.


¿Ha tenido lugar un golpe de palacio en Washington?


Este mes, los acontecimientos han tomado un cariz muy extraño en Washington DC. El nuevo gobierno británico ha fijado como prioridad la escalada de la "Guerra Proxy" de Occidente contra Rusia y la incorporación al conflicto, por las buenas o por las malas, de Estados Unidos y otros aliados. Parte de la agenda era permitir a los ucranianos atacar a Rusia con misiles de precisión de largo alcance suministrados por Occidente. Esto no sería exactamente algo nuevo, pero la escalada que pretenden es bastante sustancial y posiblemente incluso incluya armas nucleares.


Las bases para esta escalada se estuvieron preparando durante meses. En marzo de este año, la administración Biden aprobó una nueva "Guía de empleo nuclear" (Nuclear Employment Guidance) en preparación para luchar y "ganar" una guerra nuclear en tres frentes contra Rusia, China y Corea del Norte. A continuación, se hicieron planes para desplegar misiles nucleares de largo alcance en Alemania y Holanda. Los preparativos estaban siendo coordinados entre los neoconservadores de la administración Biden, encabezados por el secretario de Estado Antony Blinken, la OTAN y los miembros de los gabinetes británicos, tanto bajo el primer ministro Rishi Sunak como bajo el nuevo primer ministro Keir Starmer.


El lenguaje corporal es interesante: el cuerpo de Burns, jefe de la CIA, está de espaldas, con las piernas cruzadas y los brazos cruzados, mirando a Moore por encima del hombro. El cuerpo de Sir Moore, jefe del MI6, está abierto, de cara a Burns y al público directamente.


La ofensiva diplomática de Starmer 


Desde su toma de posesión el 5 de julio de 2024, el nuevo gobierno laborista en Gran Bretaña se ha involucrado inmediatamente en una oleada de actividad diplomática y reuniones con muchos líderes gubernamentales en Europa, Asia y Oriente Medio, gran parte de ellas una ofensiva diplomática para "reiniciar" relaciones previamente tensas o descuidadas. En los primeros diez días del gabinete, su ministro de Defensa, John Healey, visitó Ucrania, el ministro de Asuntos Exteriores Lammy llamó a sus homólogos ucranianos y estadounidenses en su primer día de trabajo, a continuación voló el 6 de julio directamente a Alemania para reunirse con la ministra de Relaciones Exteriores alemana Annalena Baerbock, luego viajó a Polonia al día siguiente para reunirse con el ministro de Relaciones Exteriores polaco Radek Sikorski y, después de eso, se fue directamente a Suecia para reunirse con el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Tobias Billstrom.


El 9 de julio, su quinto día en el cargo, Keir Starmer voló a Washington para asistir a la cumbre de la OTAN y reunirse con el presidente Biden. El 16 de julio, el gobierno de Starmer publicó la nueva “Revisión Estratégica de la Defensa” (Strategic Defense Review), una revisión “exhaustiva” de la defensa del Reino Unido, para que sea “segura en casa y fuerte en el exterior durante las próximas décadas”. Por supuesto, todas estas ambiciosas iniciativas dependen en última instancia de la relación especial con EEUU. Sin ella, Gran Bretaña estaría lleno mucho, pero que mucho mas allá de sus posibilidades.


Cómo hacer que la “relación especial” sea a prueba de Trump 


En términos de poder militar, el Reino Unido es un país de segunda, por lo que asegurar la protección estadounidense era la máxima prioridad. En consecuencia, el Acuerdo de Defensa Mutua (MDA, Mutual Defense Agreement) entre los EEUU y Gran Bretaña necesitaba una actualización urgente. El acuerdo se renovó por última vez en 2014 y expiraba el 31 de diciembre de 2024. La nueva actualización importante fue formulada por el gobierno británico en julio de este año: convertirá la duración del MDA en indefinida, convirtiéndolo en un tratado de facto. La idea era hacer que el Acuerdo fuera a prueba de Trump en caso de que el DNC no consiguiera robar las elecciones presidenciales nuevamente en noviembre. El tratado también une los programas nucleares de las dos naciones.


De hecho, el ruido de sables nuclear parece emanar en gran medida de Londres. Por ejemplo, Malcolm Chalmers, subdirector del Royal United Services Institute (RUSI), el think-tank más antiguo y prestigioso de Gran Bretaña, propuso ya en 2022 que Occidente debería recurrir a la política de riesgo nuclear para desestabilizar a Rusia. Fue este mismo Malcolm Chalmers quien se mostró jubiloso con el nuevo Acuerdo de Defensa Mutua, considerándolo como una victoria diplomática para el Reino Unido: "Es una buena noticia para el Reino Unido que no tenga que preocuparse de que una futura administración estadounidense utilice una futura renovación [del MDA] como palanca". ¡Qué astuto! Ahora podemos sembrar tensiones en todo el mundo y, si las cosas se ponen feas, los estadounidenses tienen que venir a nuestro rescate. Esta es una buena posición desde la que manipular a Estados Unidos para que luche en las guerras que elija Gran Bretaña.


Este episodio refuerza una vez más la impresión de que la "relación especial" entre los EEUU y el Reino Unido es un acuerdo similar al de Master-Blaster (para aquellos que tengan la edad suficiente para recordar al Master-Blaster de la película Mad Max 3). En este acuerdo, Blaster es el gigante poderoso y musculoso que es manipulado por su Maestro/Master, un enano viejo y cruel que cabalga sobre la espalda del gigante. Una vez que comiences a prestar atención a esta dinámica, encontrarás cada vez más evidencia de que el impulso y las ideas que dan forma a las guerras permanentes de Occidente, especialmente contra Rusia, se originan en Londres.



Desfilando a la alianza 


Toda la actividad diplomática bajo el gobierno de Starmer también implicó una gran ostentación pública de la “relación especial” con el objetivo de proyectar la imagen de una alianza sólida y poderosa que sigue comprometida al 100% con la defensa del “orden internacional basado en reglas” e intimidando a cualquier recién llegado arrogante que se atreva a desafiarlo. El 7 de septiembre vimos, por primera vez en la historia, a Sir Richard Moore, el jefe del MI6 británico, y a William Burns, el jefe de la CIA, aparecer juntos en público.


Para todos aquellos que no pudieron asistir a la ocasión, el talentoso Sr. Moore publicó un tuit al respecto, con un enlace a la grabación en vídeo del evento. Dos días después, ambos publicaron un artículo de opinión en el Financial Times, en el que se explayaron sobre las amenazas al orden basado en normas y sobre cómo defenderlo. Lo más importante es que expresaron su férreo compromiso de defender a Ucrania durante el tiempo que fuera necesario.



Al día siguiente, el 10 de septiembre, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, viajó a Londres para reunirse con su homólogo británico, David Lammy, y al día siguiente ambos fueron a visitar juntos Kiev. En esa ocasión, Blinken y Lammy casi con certeza ultimaron el plan de comprometer a ambas naciones a ayudar a Ucrania a penetrar profundamente en Rusia con misiles de precisión de largo alcance suministrados por Occidente. Sólo dos días después, el primer ministro Starmer voló a Washington de nuevo para reunirse con el presidente Biden, aparentemente para “discutir” los acontecimientos en Ucrania, entre otras cosas.


Algo salió mal en Washington 


Ahora bien, normalmente el Primer Ministro no viajaría y se reuniría con su homólogo estadounidense sólo para "discutir" cosas. Su reunión tendría lugar sólo en el momento en que se pudiera firmar el acuerdo y anunciarlo en una conferencia de prensa conjunta: una muestra pública de su unidad, objetivos compartidos y determinación. De hecho, según fuentes del gobierno británico, las decisiones ya estaban tomadas y Sir Keir trajo consigo todos los documentos. Sin embargo, la ceremonia de firma nunca se llevó a cabo, ni tampoco la conferencia de prensa conjunta. Algo salió mal.


Parece que la cúpula militar estadounidense se tomó en serio la advertencia de Vladimir Putin sobre esta escalada. Vale la pena reflexionar atentamente sobre sus palabras:


Hay un intento de sustituir conceptos. Porque no se trata de autorizar o prohibir al régimen de Kiev atacar en todo el territorio. Ya están atacando con drones y otros medios. El ejército ucraniano no es capaz de atacar con sistemas modernos de precisión de largo alcance de fabricación occidental. No puede hacerlo. Sólo puede hacerlo utilizando información de satélites, de la que Ucrania no dispone. Se trata de datos procedentes de satélites de la UE o de Estados Unidos en general, de satélites de la OTAN... Por tanto, no se trata de permitir que el régimen ucraniano ataque. Se trata de decidir si los países de la OTAN participan directamente o no. Si se toma esta decisión, significará que los países de la OTAN, Estados Unidos, los países europeos participan en la guerra en Ucrania. Se trata de su participación directa. Y esto, por supuesto, ya cambia significativamente la esencia misma, la naturaleza del conflicto. Esto significaría que la OTAN, Estados Unidos y los países europeos están en guerra con Rusia. Si es así, teniendo en cuenta el cambio en la esencia misma de este conflicto, tomaremos las decisiones apropiadas en función de las amenazas que se nos presenten”.


Según algunas fuentes, la advertencia de Putin se vio reforzada por las comunicaciones extraoficiales entre el liderazgo militar ruso y sus homólogos estadounidenses, que comprendían que se les estaba empujando al borde de una guerra total. En respuesta, parece que el liderazgo militar estadounidense se hizo cargo de la conducción de la política exterior estadounidense, tanto en términos militares como diplomáticos. El secretario de Estado Blinken y su alegre banda de neoconservadores parecen haber sido marginados. Por eso el acuerdo entre Estados Unidos y el Reino Unido para intensificar la ofensiva contra Rusia no obtuvo la firma de Blaster.


El cambio de la cúpula también se ha notado en Oriente Próximo. El general Michael E. Kurilla, jefe del Comando Central de Estados Unidos, visitó Israel la semana pasada (la segunda vez en una semana), aparentemente también para anunciar una nueva política. Supuestamente informó a los israelíes de que si provocan una guerra contra Hezbolá o contra Irán, Estados Unidos no acudirá en su ayuda: están solos. 


El golpe de Estado en la Casa Blanca no fue anunciado oficialmente y casi con toda seguridad no lo será. Probablemente solo nos enteraremos de estos cambios con el tiempo, al observar el patrón de los acontecimientos. Si la política estadounidense realmente cambia de rumbo de manera sustancial, esto corroboraría que el golpe efectivamente tuvo lugar. Esto puede parecer inconcebible, pero no debería serlo. El secretario Blinken ha estado llevando a cabo una política exterior verdaderamente descabellada, infligiendo un daño masivo a los Estados Unidos en términos materiales, estratégicos y de reputación. Tal conducta provocaría inevitablemente la desaprobación y la oposición dentro de las filas de los estamentos de defensa y política exterior estadounidenses.


Cuando el Estado Mayor de Hitler se amotinó en 1938 


Esta última escalada, urdida con la ayuda de los británicos, pondría a Estados Unidos en grave peligro. La carga de lidiar con las consecuencias recaería directamente sobre los militares. Al mismo tiempo, no está claro qué se podría ganar, si es que se puede ganar algo, con el temerario aventurerismo de Starmer y Blinken. Se trata de una receta clásica para provocar un motín, y este tipo de motines suelen ocurrir en momentos críticos a lo largo de la historia.


Por ejemplo, cuando el 21 de abril de 1938 Hitler ordenó al general Wilhelm Keitel  que elaborara planes para invadir Checoslovaquia, los altos mandos militares alemanes se alarmaron profundamente, hasta el punto de que un grupo de altos comandantes, agrupados en torno al jefe del Estado Mayor de Hitler,  el general Ludwig Beck, urdieron una estrategia en tres fases para desbaratar la temeraria persecución de Hitler: (1) trataron de disuadir a Hitler de perseguirlos; (2) suplicaron a los británicos que apoyaran firmemente a Checoslovaquia y advirtieran a Hitler de que Gran Bretaña se opondría a él; y (3) si Hitler persistía en su resolución de hacer la guerra, le asesinarían. La fecha para ello se fijó para el 28 de septiembre de 1938.


Por supuesto, el general Beck y su Estado Mayor no tenían idea de que eran precisamente los británicos los que estaban llevando a Alemania a la guerra (aunque no contra Checoslovaquia, sino contra la URSS), tal como están llevando hoy a los EEUU a la guerra. De hecho, esperemos que este reciente episodio ayude a disipar la idea de que las aventuras imperiales se están gestando en los EEUU y que el Reino Unido sólo se deja arrastrar a regañadientes, y que su único defecto es su lealtad inquebrantable y firme.


Por cierto, esa es la misma defensa que utilizó el príncipe Andrés para explicar su continua amistad con el depredador sexual convicto Jeffrey Epstein (el único arrepentimiento del príncipe fue haber sido "demasiado honorable"). La verdad es que, a través de canales invisibles y desconocidos, Londres suele estar en el asiento del conductor cuando se trata de fomentar trucos sucios y desventuras militares en defensa del imperio. Una vez más, cuanto más se presta atención a esto, más inconfundible se vuelve la relación.


Sea como fuere, si efectivamente se hubiera producido un motín en el Pentágono y un golpe de Estado en la Casa Blanca, se podría haber evitado la escalada hacia la Tercera Guerra Mundial, y ésta sería la mejor noticia que leerá hoy en todo el día. Mientras tanto, el jueves 19 de septiembre el Parlamento Europeo votó a favor de la escalada de la guerra, pero esa medida podría servir sólo para acelerar la desintegración de la Unión Europea. Los eurodiputados pueden votar lo que quieran, pero el ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radek Sikorski, reveló a los bromistas rusos Vovan y Lexus a principios de este mes que "no hay voluntad de entrar en la guerra en Europa occidental". Desde Europa, las medidas tienen en su mayoría que ver con la grandilocuencia y la demostración de virtud.

La OTAN y el mito de la intocabilidad

Published on: domingo, 16 de junio de 2024 // ,


 


Por Augusto Zamora


Hay, en la guerra en Ucrania, un sustrato ideológico-político que determina y fundamenta buena parte de las decisiones del “Accidente colectivo” y que explica la estridencia belicista de no pocos gobernantes del gallinero europeo. Es la siguiente: los países miembros de la OTAN creen, ciegamente, que son intocables. Que ellos pueden hacer lo que les venga en gana sin riesgo de sufrir represalias porque, detrás de ellos, está EE.UU. y su apabullante presupuesto militar, que no debemos confundir con su poder militar real. Los números, como las estadísticas, son engañosos y, desde ese engaño (en muchas ocasiones convertido en autoengaño), se pierde fácilmente la medida de las cosas. A tal escenario asistimos en Europa, donde, desde el derrotado electoralmente Macron, hasta los países exiguos del Báltico, braman por escalar el conflicto con Rusia con empeño delirante, como si Rusia fuera San Marino o Andorra.


No se encuentran análisis serios sobre estas actitudes, que rayan en la demencia, sobre todo cuando provienen de esos países-pulga, que tienen menos soldados que policías hay en San Petersburgo. Hace algunos meses publicamos un artículo titulado “Mambrú quiere una guerra”, en el que citábamos lo escrito por Doug Bandow, miembro del derechista Instituto Cato y exasistente especial del presidente Ronald Reagan, titulado “Trump es directo y tiene razón sobre la OTAN”. En ese artículo Bandow hace referencia al belicismo de distintos gobiernos europeos, en términos que volvemos a citar por su pertinencia en el presente artículo:


“Por ejemplo, poco después de que Rusia invadiera Ucrania, un grupo de funcionarios del gobierno báltico [estonio] propusieron imponer una “zona de exclusión aérea” sobre este último país. Para ser efectiva, tal prohibición requeriría derribar también aviones que operan sobre Rusia, lo que llevaría a una guerra a gran escala. Sin embargo, ni individual ni colectivamente Estonia, Letonia y Lituania poseen nada parecido a una “fuerza aérea”. Obviamente, no podrían ellos imponer una zona de exclusión aérea. […]


“Más recientemente, el presidente de Estonia, Alar Karis, promovió una confrontación naval con Moscú: “Los países occidentales deberían establecer una presencia militar en parte del Mar Negro para garantizar el movimiento seguro de los buques comerciales y de ayuda humanitaria”. Estonia, sin embargo, tiene exactamente seis barcos, dos para el combate costero y cuatro para la minería. Están respaldados por dos aviones y dos helicópteros para el transporte. Evidentemente, alguien distinto de Tallín tendría que asumir el enfrentamiento [con Rusia]…”.


Recientemente, ante la casi inminente derrota del ejército cipayo ucraniano, varios gobiernos europeos -como los de Alemania y Francia-, han cruzado una nueva línea roja, al autorizar que sus misiles sean empleados en atacar objetivos en suelo de la Federación Rusa. En palabras más claras, aprobaron que la guerra se extendiera a territorio ruso, abandonando cualquier atisbo de prudencia y bajo el pretexto de que ellos -Francia, Alemania y demás-, no atacaban directamente territorio ruso, sino que eso lo hacían soldados ucranianos.


EEUU también autorizó el empleo de sus misiles, convencido de que Rusia jamás cometería la temeridad de atacar objetivos estadounidenses. Como puede deducirse, la decisión de autorizar ataques al territorio ruso sólo encuentra explicación si partimos del mismo punto que los dirigentes atlantistas. De que ellos pueden, a través del gobierno pelele de Ucrania, atacar a Rusia, en tanto Rusia no puede responder atacando territorio atlantista. De que son, como ya señalamos, intocables, gracias al Eliot Ness que es EEUU (sin olvidar cómo acabaron los intocables de Ness, recordando el magnífico filme de Brian de Palma).


Alemania, vis a vis, Rusia, tendría nulas posibilidades de ganar una guerra. Los países bálticos durarían lo que una bolsa de caramelos en una piñata. Polonia no tendría mejor suerte. Francia es como el abuelete contando sus batallas y con apenas fuerzas para tragarse la papilla, porque masticar no puede, aunque babear sí. Pese a esa realidad, todos estos gobiernos parecen participar en un juego de bravucones de colegio, a ver quién la tiene más larga, bajo la mirada atenta del matón abusador, a quien todos obedecen y nadie le rechista. Porque, bajo el paraguas del matón, pueden decir cualquier cosa y sentirse autorizados para perpetrar cualquier barbaridad. Son intocables.


¿Realmente lo son? Viene a la memoria un hecho reciente, de calado mayúsculo, como fue el bombardeo con misiles y drones de Israel por parte de la República Islámica de Irán, bombardeo que puso a temblar a medio mundo, creyendo que ya se venía la tercera guerra mundial. Y no pasó nada. Israel tuvo que tragar, salvando la humillación con dos misiles de chispa sobre tierra de nadie iraní. Con aquel bombardeo Irán ponía fin al mito mayor que había recubierto a Israel hasta ese momento: el mito de su intocabilidad. De que Israel -como la OTAN-, podía cometer cualquier atrocidad sin temor a represalias. Ahora sabemos que no es así. Ni su tan cacareado ‘escudo de hierro’ es impenetrable, ni sus sistemas antimisiles derriban todo lo que le puedan echar. También se puso fin al miedo. Al miedo a las represalias sanguinarias de Israel. Eso, en Israel, ya lo saben. Irán puede hacerles daño, mucho daño, entre otras razones porque Israel se reduce a 22.000 kilómetros cuadrados, por 1.780.000 kilómetros cuadrado de Irán. No hay color. Si algo ha dejado claro la guerra fallida contra Hamás, es que Israel, sin EE.UU., no es nada. Sólo un país exiguo, de población exigua, que existe por y para EE.UU. Sólo eso. Si EE.UU. desapareciera de escena, la existencia de Israel duraría semanas. Quizás menos.


La Europa atlantista participa, mutatis mutandis, de la misma psicología y dependencia que Israel. El presupuesto militar de EE.UU. representa el 80% del presupuesto militar de la OTAN. EE.UU. aporta el 90% de la fuerza aérea y naval y el 70% de la tropa. En otras palabras, sin EE.UU. no hay OTAN, de forma similar a que, sin EE.UU., no hay Israel. Es la alianza con EE.UU. lo que ha venido posibilitando que, tanto Israel como la Europa atlantista, se sientan gallos intocables en sus respectivas geografías, gallos inflados, sobredimensionados por el poder militar de EE.UU. Ahí radica su fuerza. Y su debilidad. Además de la debilidad intrínseca de cada país. Alemania, el país más poderoso de la UE, planea reclutar a 5.000 soldados anualmente, para hacer frente -dicen-, a la ‘amenaza rusa’. Vaya ridículo. Rusia recluta 30.000 soldados al mes, todos voluntarios, para sumar 360.000 nuevos soldados al año. Alemania necesitaría siete años para reclutar lo que Rusia en un mes. Si la UE no es un circo, se le parece cada día más.


Como señala Bandow (y vienen señalando cada vez más expertos y militares en EE.UU.), todas estas bravuconadas parten de que los aliados europeos dan por hecho de que EE.UU. entrará en guerra (con Irán o con Rusia o con China, o con los tres a la vez) para defender y hacer valer sus disparates, aunque EE.UU. no tenga nada que ganar y sí mucho que perder. En esta cuestión radica el talón de Aquiles de atlantistas y sionistas y de quienes, en EE.UU., alientan este tipo de posiciones. Desde una perspectiva cuando menos curiosa, señalada por el canciller ruso, Serguéi Lavrov, el 10 de junio de 2024:


“Aquí está la respuesta a la pregunta de cómo trata EE.UU. a Europa. Están seguros de que, si provocan una guerra nuclear, algo que están haciendo activamente, solo sufrirá Europa y ellos, como siempre —como en la Primera y la Segunda Guerra Mundial—, se beneficiarán.


«Así es la filosofía, así es la mentalidad de los que actualmente determinan la política de EE.UU. y, por lo tanto, de quienes dirigen a Ucrania.”


La cuestión está en que, en caso de guerra nuclear (y fin del cuento), la mayor parte de las ojivas nucleares rusas -unas 4.000-, irán directamente a EE.UU. y el país, como buena parte del planeta, pasará a una forma de vida diferente, con menos hamburguesas y más átomos vitaminados. Quedaría poco por ver en Nueva York, Boston, San Francisco, Filadelfia o Chicago, por mencionar a algunas candidatas al Plutonio de Oro. Moscú fue incendiada por los propios rusos para que Napoleón no se aprovechara de la ciudad. San Petersburgo fue sitiada casi mil días por los nazis. Stalingrado fue la batalla que cambió el signo de una guerra. Pese a todas las invasiones sufridas, Rusia ha emergido fuerte y victoriosa. Los desastres de la guerra le son todo, menos ajenos. EE.UU. nunca ha vivido una situación similar. Nunca. La población de EE.UU. no tiene memoria de ciudades devastadas, de millones de muertos, millones de refugiados y dolor y miseria por todas partes. Todas sus guerras han sido en tierras lejanas, salvo la guerra civil, pero esa no cuenta. Demasiado lejos en el tiempo; demasiado localizada en la geografía. Una guerra nuclear les enseñaría de golpe (literalmente), los dolores atroces que generan las guerras, esas que EE.UU. lleva casi siglo y medio repartiendo por el mundo.


Aquí la pregunta: ¿Están, en EE.UU., tan deseosos de desaparecer, que irían a una guerra nuclear por defender Alemania o a uno cualquiera de esos ridículos países bálticos, que, por no tener, no tienen ni para cambiarse de gayumbos una vez por semana? El pasado 11 de junio, el coronel ® y exasesor militar de Trump, Douglas MacGregor, afirmó en su programa de YouTube que “la gente en Washington está lo suficientemente asustada como para evitar cualquier confrontación directa con los rusos en Ucrania”. Un miedo similar llevó a EE.UU. a evitar una guerra con Irán, que no iba a ser, de inicio, nuclear. El conflicto directo con Rusia lo sería. ¿Haría EE.UU. en Europa lo que evitó con Irán?


Volvamos a Israel, país al que EE.UU. considera vitalmente estratégico y necesario. El gobierno Biden tuvo confirmación directa de Irán de que atacaría a Israel, como represalia por la destrucción del consulado iraní en Bagdad. Los iraníes no estaban dispuestos a negociar el ataque, aunque sí el modo de atacar. El resultado fue una luz verde resignada de Washington, teniendo que limitarse a que dicho ataque no desatara una devastadora guerra regional. En esta decisión, EE.UU. contó con el respaldo de sus aliados europeos, que habrían sido los grandes perdedores en caso de guerra general.


¿Agarra, lector, la seña? Irán comunica que atacará a Israel sí o sí. EE.UU. debe optar por la guerra o por tragarse el sapo para mantener la paz. Y traga el sapo y hace que Israel se lo trague con vinagre y hiel. Demos un paso más. ¿Por qué hoy, ahora mismo, EE.UU. está tan empeñado en un alto al fuego en Gaza? ¿Porque, de repente, Biden se ha hecho pro-palestino? Ni en la peor de las pesadillas. Quiere un alto al fuego y el fin de la guerra porque sabe que la deriva genocida de Israel está destruyendo todo el sistema de intereses de EE.UU. en la región. Que Israel no puede vencer a Hamás. Que Irán, Rusia y China están ganando y que, si no le pone bozal a Netanyahu antes de que sea tarde, de una forma u otra el poder combinado de sus adversarios terminará de derrumbar el edificio de intereses en la región del petróleo, que EE.UU. lleva 70 años construyendo. Por muy importante que sea Israel, no puede prevalecer sobre los intereses de EE.UU., y punto. Esta es la razón real que mueve a EE.UU. a buscar el fin del genocidio en Gaza.


Visto el ejemplo, ¿cree, lector, que EE.UU. actuaría de forma distinta en Europa, si Rusia, en represalia por ataques a su territorio, lanza represalias puntuales, pero avisadoras, a territorios de países atlantistas? ¿Ataques selectivos a aeropuertos, depósitos de armas o fábricas de misiles destinados a Ucrania? Rumania, Polonia y Alemania son candidatos preferentes, pues allí están los grandes centros de acopio y distribución de armamentos atlantistas con destino a Ucrania. Rusia debe tenerlos cabalmente identificados a través de su sistema de satélites espías, de forma que sería cuestión de programar las coordenadas de los objetivos y apretar algunos botoncitos.


Ataques puntuales, siguiendo el modelo iraní, pero no con misiles viejos y drones sin explosivos. Misiles kinzal, hipersónicos para romper, además de la barrera del sonido, el mito de la intocabilidad del “Accidente colectivo”, como Irán rompió el mito israelí. Si tal decidiera Rusia, ¿no creen que una repentina prudencia se extendería por Europa? ¿No reaccionaría la adormilada población, al ser despertada a una realidad que vive y no ve? No hay como verle las orejas al lobo para darnos cuenta de que podemos, en la imprudencia, terminar siendo su bocado. Los humanos somos así. No escarmentamos en lomo ajeno. Además, que el “Accidente colectivo” se siga sintiendo intocable entraña un grave peligro para la humanidad. No olvidemos que sentimientos de omnipotencia llevaron a Napoleón a Rusia y a Hitler a invadir la Unión Soviética, con los resultados conocidos. Más vale un misil a tiempo que cientos volando sobre nuestras cabezas.


Terminamos con una remembranza histórica (que no histérica, ésa, para Macron). Fue don Theodore Roosevelt quien, a principios del siglo XX, en EE.UU., decía que había que hablar suavemente, pero teniendo un garrote a mano por si no te entendían. Dado que el «gallinero accidental» no parece entender con palabras, habría que aprender del enemigo -que tanto ha gustado de aplicar a otros su garrote-, por aquello de que lo que es bueno para el ganso, bueno será para la gansa, sobre todo si se siente supermana. Quién sabe, pero las condiciones son óptimas para recetar al gallinero unas cuantas onzas de su propia medicina. Jarabe de palo ruso, reluciente y merecido. Si tal ocurre, no nos echen la culpa. Aquí, la única línea roja que usamos es la del vino, por aquello de que, con queso, misiles, pan y vino se andan mejor y son más seguros los caminos.

Presentación de la charla "Imperialismo y Geopolítica de la OTAN"

Published on: sábado, 25 de mayo de 2024 // ,

Valladolid, 16/05/2024

En la Asamblea Internacionalista de Valladolid tenemos claro que la OTAN es una criminal maquinaria de matar, subyugar y mentir. Creada por la anglosfera para, según su primer secretario general Hastings Ismay “mantener a los rusos lejos, a los norteamericanos dentro y a los alemanes abajo”, la OTAN fue durante la Guerra Fría un mecanismo antisubversivo para frenar la influencia del comunismo soviético en Europa occidental y de paso que ésta no estrechara lazos con Rusia. Para ello la Alianza Atlántica no dudó en usar a antiguos criminales nazis, golpes de estado e incluso el terrorismo. Ahí está la Operación Gladio para demostrarlo. Más tarde, tras la disolución de la URSS, la OTAN, lejos de desaparecer, se reconvirtió en ariete del expansionismo angloamericano en la Europa del este, bombardeando y troceando la Federación Yugoslava, cuya economía fue previamente saboteada por el FMI. En dicha intervención (78 días de bombardeos ininterrumpidos) se llegó a usar uranio empobrecido y bombas de fragmentación (ambos prohibidos por las convenciones de la guerra) contra hospitales y puentes repletos de civiles. Poco después, le llegó el turno a uno de los países más prósperos de África, la Libia de Gadafi, país en el que los bombardeos otánicos apoyaron la acción criminal de grupos de cortacabezas yihadistas, que en recientes palabras de Juan Manuel de Prada (autor nada sospechoso de ser de izquierdas) no son más que “la OTAN con chilaba”. Finalmente, todo esto es envuelto en una retórica humanitaria y comprado sin cambiar una coma por los grandes medios corporativos occidentales mientras los medios no occidentales y/o críticos con el imperialismo son acosados o directamente cerrados, como es el caso de RT y Sputnik. He aquí la tan cacareada libertad de expresión de nuestras democracias.


Pero el panorama no sería tan sombrío sin la ayuda de una izquierda que ha renunciado a uno de sus principios fundamentales:  el antiiperialismo. En efecto, tras la desaparición de la URSS, la izquierda se ha abandonado a una falsa equidistancia que algunos han denominado “ninismo”. Así, a finales de los 90, cuando la OTAN masacraba Serbia, buena parte de la izquierda se dedicaba a procesionar detrás del eslogan “Ni OTAN ni Milosevic”, equiparando a los imperialistas con sus víctimas. Y es que la palabra “imperialista” por aquel entonces ya estaba proscrita y de protestar “contra la guerra imperialista” se pasó a corear un inocuo “no a la guerra”. No había que ser muy avispado para vaticinar que si la izquierda no frenaba al imperialismo en Yugoslavia el próximo movimiento de la OTAN sería llegar a las puertas de Rusia. Y eso fue lo que ocurrió en 2014, con el golpe de estado del Euromaidán en Ucrania, alentado por la OTAN y el occidente colectivo. Entonces la izquierda “nini” celebró la falsa revolución en Kiev como “un triunfo de la democracia”. Tampoco había que ser adivino para prever lo que iba a ocurrir: la población rusoparlante del Donbass, que había votado a Yanukovic, no se iba a quedar de brazos cruzados tras el derrocamiento del legítimo presidente de Ucrania, se iba a levantar y todo acabaría en una sangrienta guerra civil. Y no solo eso, sino que pedirían ayuda a Rusia y ya tendríamos todos los ingredientes para una guerra nuclear de la OTAN contra la Federación Rusa. Y así fue: en febrero de 2022, Rusia, tras intentar buscar la paz con los acuerdos de Minsk I y II, interviene militarmente en Ucrania para apoyar a la población que rechazó lo que salió del golpe de estado de 2014. Y fue entonces cuando la izquierda “equidistante” desempolvó el cartel del “No a la guerra”, que había estado guardado durante 8 años mientras se masacraba el Donbass, tildó a Rusia de “imperialista” (esa palabra que se negaba a aplicar a la OTAN) y se puso a aplaudir al “resistente” gobierno neonazi de Kiev. En esto, al parecer, consistía la “equidistancia”. Por otra parte, es curioso que esta izquierda de postín vea un genocidio en Gaza pero no en Donbass… ¿Dejarían de apoyar a la población palestina si ésta fuera ayudada por el ejército ruso? ¿Acaso no saben que el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas permite el ejercicio de la defensa propia contra una fuerza agresora? Tanto el Donbass como Palestina tienen el legítimo derecho a tomar las armas y a establecer alianzas con otros países para su defensa. Esto es lo que pensamos en la Asamblea Internacionalista de Valladolid desde donde propugnamos la autodenfensa basada en la lucha popular para vencer al imperialismo. Solo el pueblo salva al pueblo.


Sea como fuere, hoy podemos ajustar cuentas con la historia reciente de la mano de dos pesos pesados de la disidencia no controlada de este país: Javier Couso y Paco Arnau. Con ellos nos daremos cuenta de que sí existe el imperialismo, lo que no existe (aún) es la izquierda que lo pare. 

Animal Laborans: ERROR 404

Published on: miércoles, 24 de mayo de 2023 // ,

Por Jonathan Pérez Fernández

 

10 de mayo de 2022


De niño, pasaba los veranos en Palacios del Pan, un pueblo de Zamora donde vive mi abuela. La casa vieja lindaba con el ayuntamiento, donde jugaba con los amigos cuando el alguacil se olvidaba de echar la llave. El edificio tenía dos plantas unidas por una escalera de mármol. En el descansillo, encima de una palmera artificial, había un cuadro en el que se veía un campo castellano, a punto de cosecha, con un lema escrito en el cielo: “Del trabajo de los hombres, nace la grandeza de sus pueblos”. Intuíamos la solemnidad de aquella frase en el mundo de los mayores. Mi amigo Iván carraspeaba y decía con voz grave: “del trabajo de los hombres, nace la grandeza de sus pueblos”.


Pronto descubrimos que la valía de una persona se correspondía con las horas dedicadas a enriquecerse o con el dinero y las propiedades acumuladas. En las comidas familiares, se decía “ese no ha dado un palo al agua”; “ese trabajó hasta que no pudo más”; “esa ha vivido del cuento”; “esa tiene el cielo ganado”. Merecía aplausos quien recibía una pensión por haber migrado en su juventud a Alemania. Quien se había jubilado anticipadamente era indigno.


Hoy, a la hora de comer, les he preguntado: ¿por qué habéis trabajado tanto? Ellos han dicho que es lo que toca, que gracias a eso yo puedo estudiar, que trabajan menos que la generación anterior, aunque si miro desde fuera, constato cómo la ambición, traducida en número de horas laborales, ha ido creciendo hasta llegar a mi padre, quien ha asegurado que “uno no puede estar sin trabajar”.


No se refiere a que haya que trabajar para comer, sino a que hay que trabajar para estar bien con uno mismo. Hay tres personas de mi familia con depresión. Mi padre encuentra la causa en el exceso de horas libres, que, sumado a la falta de empleo, provoca que uno tenga “demasiado tiempo para pensar”. He creciendo viendo al ocioso como alguien desgarbado, ojeroso, con problemas digestivos, alguien que pasaba las tardes en un sillón con las persianas bajadas.


17 de mayo de 2022


Me gustaría —solo durante estas páginas— ser filósofo y haber desarrollado un sistema que hiciera trizas aquel lema pintado en el cielo de Castilla. Pero solo escribo, zigzagueo, reflexiono para impugnar la idea del trabajo como elemento constitutivo del ser humano. Una idea que mi bisabuelo legó a mi abuelo, mi abuelo a mi padre y mi padre a mí: asumo el privilegio de haber recibido una educación que ellos no tuvieron, sí, y me niego a tomar el relevo, a correr con la mercancía averiada en la mano.


“Uno no puede estar sin trabajar”. Esa frase también la acaba de utilizar mi amigo Carlos. Asegura que no coge un mes entero de vacaciones, sino que lo parcela en semanas a lo largo del año, para no tener demasiado tiempo libre. El día es un día invertebrado si no hay hora de entrada y de salida. ¿Por qué?


Según Pascal, en el siglo XVII el número de creyentes había disminuido porque la gente ya no iba tanto a misa. Es decir, si voy a misa todos los domingos y participo en el ritual, las probabilidades de creer en Dios serán mayores. Si de los dieciséis a los veinticuatro años, hubiera pasado ocho horas al día en una fábrica de neumáticos, como mi amigo Carlos, hoy estaría pensando en comprar una casa con lo ahorrado y quizá me sentiría un poco inútil si no dedicase ocho horas al día, de lunes a viernes, a producir material para vehículos.


El individuo al que da forma el capitalismo tardío, al que necesita, “no es el hombre religioso o el hombre de bien, sino el consumidor que se siente feliz de serlo”, como indicaba Passolini. Carlos, además de ahorrar para comprar una casa, gasta el dinero en accesorios de la moto, en plataformas de series y películas, en tabaco, en pizzas gourmet del Mercadona o en ropa de usar y tirar de Primark.


El animal laborans contemporáneo, como ya señaló Javier Saavedra, construye su identidad muy precariamente por medio de la adquisición de identidades mediante el consumo. De la fábrica al centro comercial. Somos un trabajo, un coche nuevo, unas zapatillas bonitas, la marca del tabaco que fumamos, lo que dicen las etiquetas de nuestras camisetas y nuestros posts, una cafetera de cápsulas, el crucero al que nos subimos para estar confinados después de una pandemia. El primer eslabón, el más importante, no solo a nivel material sino también metafísico es el trabajo, la varita mágica que convierte al ser humano en ciudadano digno. El colectivo Krisis, en su Manifiesto contra el trabajo, afirma: “Los sacerdotes de la religión del trabajo siempre han predicado que el hombre, según su supuesta naturaleza, es un animal laborans. No se hace hombre hasta que, cual Prometeo, somete la materia natural a su voluntad y se realiza en sus productos”.


La dulce inercia que nos empuja a convertirnos en seres útiles, en cuerpos productivos que consumen, es aún más despiadada en los márgenes. Veamos.


El sociólogo Jamie McCallum hizo un estudio en un Work Ethic Camp (1) de Estados Unidos. Allí, se utiliza la ética del trabajo para enderezar a los delincuentes. Reinserción social y laboral van unidas. Los entrevistados por McCallum aseguraban que “es tan importante creer en el trabajo como trabajar” o “es una cárcel, pero también una escuela; la cárcel enseña y no hay nada más importante que aprender a trabajar”. El proceso de normalización, de resocialización, que se lleva a cabo en las instituciones penitenciarias usa el empleo como incentivo: quien produce, quien trabaja durante la “estancia” en prisión, saldrá antes.


He usado el estudio de McCallum porque es más probable conseguir una buena instantánea del poscapitalismo en las cárceles, los no-lugares de Foucault, que en la plaza pública, donde el sistema se disfraza, los lemas meritocráticos tiñen de rosa el aire y las frases que azuzan una libertad mentirosa son como luces estroboscópicas que nos atontan. En las cárceles, el Estado enseña al individuo a perfeccionarse, a dejar atrás los malos hábitos a través de un empleo. El buen preso acabará encajando con lo que se espera del sujeto contemporáneo. La nueva regla monástica: Consume et labora. El ocio del animal laborans ya no es tiempo libre sino tiempo de consumo. Un tiempo que es oro, moneda, dígito.


Aristóteles aseguraba que el ocio, no el negocio, es la esfera de la vida donde los seres humanos pueden acercarse a sus verdaderos “yoes”, donde han de luchar para alcanzar la virtud. A día de hoy, hay quien busca “sentirse realizado” en el trabajo, como si la oficina fuera el lugar que viene a completar al individuo. Se concibe el ámbito laboral como un espacio en el que el individuo llega a ser, se perfecciona, adquiere una identidad, encuentra una respuesta no vergonzante a las preguntas “y tú, ¿qué eres?; ¿qué haces ahora?”. Soy abogado, rider, agente inmobiliario. Defiendo a quien me paga, reparto a domicilio, vendo casas. ¿Y tú, el que se esconde en la esquina y mira al suelo? Yo no trabajo, no hago nada.


El “sentirse realizado” tiene que ver con la vinculación emocional entre empleado y empleador. Se busca unir la ganancia de la empresa al crecimiento profesional y personal —buen abogado, mejor persona— del asalariado. El empleado, además de vender su fuerza de trabajo, hoy ha de tener una actitud jovial, mostrarse agradecido. Proactividad. Mi compañero de piso trabaja en el McDonalds y le congelaron el sueldo hace dos años. Ahora bien, McDonalds lo obliga a rellenar unas preguntas tipo test para fingir que conoce su estado emocional y le da consejos prefabricados a través de una app de psicología. La ética del trabajo erige al empleador en un pater familias de cartón-piedra, en un tutor negligente que cuida al tutelado solo para la foto.


Cuando estalló la pandemia de covid-19, cayó la máscara de la vinculación emocional. Se pudo ver que la “preocupación” por el bienestar del trabajador no era algo esencial, sino un lujo prescindible. El ambiente aparentemente beatífico fue sustituido por el sálvese quien pueda. La desvinculación emocional fue una de las causas de la Gran Renuncia: más de cincuenta millones de estadounidenses dejaron su empleo en el año 2021 (2).


Iván, amigo del pueblo, me ha hablado hoy de la Gran Renuncia en una terraza de La Latina. Me cuenta que él también se ha ido del bufete en el que estaba por falta de motivación, por horas extra no pagadas, y también me dice que ahora cobra más, aunque el agobio no ha ido a menos. Son las ocho de la tarde, ya ha cumplido con su tarea, pero cada poco revisa el móvil para ver si le han llegado mails del jefe. El negocio es el negocio, me dice, cuando le pregunto si le merece la pena la conexión non stop. El móvil vibra, reclama atención: interrumpe hasta tres veces nuestra charla. Iván, como yo, viene de una familia de pastores y ganaderos; el abuelo presume con orgullo ante los amigos del pueblo: mi nieto tiene un puesto en el edificio más alto de Madrid. Iván trabaja en una de las cuatro torres y dice ahora, después de disculparse por haber deslizado el dedo por la pantalla (actualización: ningún email nuevo), que los lunes y viernes le está permitido ir a un work café. Un ambiente más distendido. No te miran mal si te levantas dos veces al baño en una hora.


El negocio es el negocio. Las palabras dicen mucho del espíritu de una época. Negocio viene del latín nec otium, no ocio. Para hablar de la actividad remunerada, un romano del siglo III debía nombrar el ocio y después negarlo. El empleo era “lo otro”, lo que no es ocio. Hoy, el trabajo ha colonizado el tiempo libre y la lengua da cuenta de ese fenómeno: hablamos de work cafés, de comidas en azoteas para practicar el networking o de la desconexión. Frente a la partícula negativa nec, el des. Frente al “ocio” como elemento clave, la “conexión”. Lo que antes era principal, ahora es accesorio. Por cierto, la palabra trabajo viene del latín tripalium: un yugo hecho con tres (tri) palos (palus) con que amarraban a los esclavos para azotarlos.


Otro síntoma lingüístico: se habla, más que de ética en el trabajo, de la ética del trabajo. Existe la creencia de que empleo y beneficio moral van unidos. Según el artículo 35 de la Constitución española: “todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo”. No “en”, sino “a través de”.


El ocioso alicaído no podrá “desarrollarse personalmente”, no promocionará, no alcanzará la virtud sino después de la firma del contrato que lo saque del paro y lo ponga en el lugar digno, la plaza pública por la que transitan quienes producen y consumen. Hablar de “desarrollo personal” —concepto que también acaba de usar Iván después de aflojarse la corbata— implica hablar de un individuo que solo puede avanzar gracias a un puesto remunerado. Jorge Freire, en el ensayo Agitación, considera que la ética del trabajo se ha difundido en el poscapitalismo como nuevo dogma de fe. El ser humano no puede vivir sin creencia. El tedio es la falta de mitología, decía Pessoa. La ética del trabajo promete al individuo que si se esfuerza, es proactivo y lucha cada día se verá recompensado en el más acá. Desde que el cielo está vacío y no rezamos, otras formas de autoengaño han arraigado en nosotros. Todo esfuerzo tiene su recompensa. Del trabajo de los hombres nace la grandeza de sus pueblos.


Toni Morrison, después de salir del colegio, iba a limpiar casas para ganar dinero. Era una niña a la que le gustaba sentirse útil, ocupar una posición relevante en el hogar. “Tenía que hacer algo de mí misma”, escribe, “y trabajar era la forma de conseguirlo”. Yo también trabajé de niño, pocas veces, en las tierras de mi padre. Mi tarea consistía en recoger patatas o en quitar piedras para que el arado del tractor no se averiase al labrar el campo. Íbamos ocho o nueve familiares y pasábamos el día bajo el sol, con un bocadillo de chorizo y una botella de agua. Recuerdo aquellas tardes polvorientas como algo desagradable, aunque también había una sensación positiva: la de ser uno más, con tanto derecho como los mayores a opinar y hablar en voz alta. El trabajo nos igualaba. Mis manos pequeñas eran tan necesarias como los dedos torcidos de mi abuela. Iván me dice que él también fue de pequeño a escardar fincas y a adecentar las parras de su tío abuelo. Ha dejado la corbata en la mesa, encima del móvil. No aguantaré mucho así, dice. Le digo que lo entiendo, que toca ganarse la vida y que probablemente su situación será mejor en unos meses. No es la primera vez que consuelo a un amigo con una mentira. Cada vez me siento menos culpable.


Jamie McCallum, en el estudio mencionado anteriormente, indica que “la ideología no es lo que impulsa las experiencias del día a día, sino el producto de esas experiencias; nuestro compromiso ideológico con el trabajo es el resultado de una incesante y repetida actividad”. Iván, con quien ceno hoy en La Latina, aquí, en esta mesa, dice ahora que después de dos años en un bufete, antes del nuevo trabajo, estuvo dos meses sin hacer nada. Lo pasó mal. No hay rutina sin trabajo, asegura. Le contesto que no hay rutina sin esfuerzo, pero que el esfuerzo puede consistir en leer a Virginia Woolf, regar el huerto, ir al teatro o sembrar una hilera de pinos. El animal laborans no concibe una rutina si no hay horas productivas, tiempo de vida canjeable por monedas.


Bertrand Russell, en Elogio de la ociosidad, indica que el goce del tiempo libre es fruto de la cultura y la civilización. Iván fue el primero de su familia en ir a la Universidad, los profesores de allí asfixiaron una curiosidad omnívora que yo envidiaba, aprendió a estudiar para sacar dieces, dejó de leer ensayos y novelas, después aprendió a rendir en el trabajo (¿y qué hay que sea más importante?) y ahora se aburre si está dos meses sin ir a la oficina.


El hijo del obrero a la universidad, gritaban en las manifestaciones de los noventa. Suerte tuvo el hijo del obrero que fue a la universidad y encontró el trabajo para el que había estudiado. Ya no suerte, sino un billete de lotería premiado, tuvo aquel a quien animaron a sentir amor por el arte, a fraguar un espíritu crítico. Ni tú, ni yo, Iván, salimos de la Universidad siendo los intelectuales que creíamos que íbamos a ser con dieciocho años. Le comento esto y él niega que en algún momento haya querido alcanzar el puesto de “intelectual”. Tú y yo, Iván, salimos de la Universidad con el diploma de graduado en derecho. Hasta aquí lo que le digo en voz alta.


Lo que pienso: y tú, ahora, has seguido la senda marcada por el orgullo del abuelo y el engranaje del sistema, te has formado para vigilar los balances de grandes empresas, estás rodeado de analfabetos funcionales que saben mucho de leyes caducas y nada más, ya no cuestionas, ya no hablamos de la belleza en Yerma ni de los hallazgos verbales en María Zambrano, tu entusiasmo por el conocimiento se ha convertido en un sueldo y una corbata. Tampoco le digo que me duele constatar lo inarticulado de sus frases, los lugares comunes, la derrota asumida.


Los placeres de las poblaciones urbanas, escribía Russell, han llegado a ser en su mayoría pasivos: ver películas, presenciar partidos de fútbol, escuchar la radio etcétera. El animal laborans agota toda su energía activa en el puesto de trabajo. Incluso las novelas o los ensayos, que exigen una actitud atenta, inquisitiva, indagadora, pueden consumirse hoy como audiolibros.


Hemos acabado el postre: una tarta de queso requemada. Dejamos de hablar de novias y novios y volvemos al asunto de este ensayo. Me dice que “es legítimo vender una cantidad de tu tiempo por mucho dinero”. Asegura, además, que “lo que no es legítimo es la explotación, pero que yo gane cuarenta mil euros al año por trabajar ocho horas al día sí es legítimo”. Le vibra el móvil; la pantalla se enciende. Lo pone boca abajo. Le contesto que él trabaja más de ocho horas al día, y él se consuela porque “mi jefe es el último que se va y él gana casi doscientos mil al año”.


El colectivo Krisis, en su manifiesto, indica: “ninguna casta dominante de la historia ha llevado una vida tan esclava y deplorable como los acosados directivos de Microsoft o Sony. Cualquier noble medieval los hubiese menospreciado profundamente. Porque mientras éste se podía entregar al ocio y dilapidar más o menos orgiásticamente su fortuna, las élites de la sociedad del trabajo no se pueden permitir ni una pausa. El ocio, el amor al conocimiento y el placer de los sentidos les son a ellos tan ajenos como a su material humano”.


El ídolo trabajo es la concepción del empleo como fin en sí mismo, como virtud o elemento constituyente del ser humano. El directivo ejemplar solo puede desconectar después de hacer una genuflexión. Le digo esto y él se ríe.


Las cifras suben. Dice que su jefe gana más de doscientos mil al año. Nuestro debate es ahora como La contrata de mozos de Claudio Rodríguez: ¿A qué hemos venido aquí sino a vendernos? Él cree que en algún momento (quinientos mil; setecientos noventa mil) le diré que sí está justificado emplear un tercio de tu vida en trabajar a cambio de X dinero. No se da cuenta de que mi argumento es cualitativo, no cuantitativo. El trabajo no dignifica.


Si la posmodernidad es la era de la automatización, ¿por qué el trabajo ocupa hoy más horas que nunca? El individuo posmoderno se ahoga en un pozo de angustia si no tiene hora de entrada y de salida, le digo. Lo que dignifica es el esfuerzo, el salir de la cama todos los días y tejer jerséis de lana, cuidar a una madre inválida, levantar una construcción para habitar en ella y no para especular, organizar un foro para politizar al vecino. Él contesta que eso es, en esencia, trabajar. Y yo le digo ¿no cabe el esfuerzo sin trabajo?.


Contesta que no.


Lo entiendo, porque las ocho horas que pasa en la oficina son las que dan sentido a sus días, las que materializan la prosperidad que ofrece a su abuelo, envuelta en papel de regalo, cuando vuelve a casa.


25 de mayo de 2022


Hoy, antes de coger el tren a Madrid, he ido a comer con mi abuela a Palacios del Pan. Me llamó ayer para que fuera un poco antes de las dos y le hiciera un recado. Papeles de tierras y subvenciones que hay que darle al secretario. Cuando he llegado, la he visto azuzando el carbón de la estufa. Después del mini-verano que San Isidro ha traído bajo el brazo, las temperaturas han bajado mucho. Veintidós de máxima y siete de mínima.


Creía que se me había olvidado andar en bici. He ido al ayuntamiento y no se me ha salido la cadena. Donde antes estaba la palmera artificial, en el descansillo de la escalera de mármol, ahora hay un hueco: una pared blanca manchada de verde. O la palmera no era artificial, o el sol derritió el plástico y manchó la pintura. Encima de la mancha, agrietado, un poco desteñido, estaba el cuadro con el lema: del trabajo de los hombres, nace la grandeza de sus pueblos.


Le he dado los papeles al secretario, un joven guapete, que me ha pedido que firmara y yo he firmado sin leer nada, emulando el garabato de mi abuela, por si acaso. Al bajar, he descolgado el cuadro del campo de Castilla.


He aparcado la bici en el corral, he ido a la caseta de las herramientas y he usado el hacha para dividir el cuadro en ocho partes desiguales. Me he inventado que una gallina se había escapado. Abuela, ven, he gritado. Te dejo buscándola, que voy al servicio, le he dicho.


He entrado al salón. Pues habrá vuelto a su sitio ella sola, me ha dicho al volver, no he visto nada. Será eso, le he contestado. Nos hemos sentado a comer. El campo de Castilla y su lema triunfal caldeaban la habitación.


NOTAS

(1) Campo de ética del trabajo. Una institución similar en España serían los trabajos en beneficio de la comunidad.

(2) Causa número 6: ¿Sabes qué es la Gran Renuncia?.


Fuentes


Antes de redactar el ensayo, he leído Elogio de la ociosidad, de Bertrand Russell, y Manifiesto contra el trabajo, del Grupo Krisis. El experimento del Work Ethic Camp aparece en How the work ethic became a substitute for good jobs, de Jamie McCallum (Aeon, 2021).

La estrategia rusa

Published on: viernes, 3 de marzo de 2023 // ,


Por Vil.

Los rusos deben haber estado aprendiendo a jugar al poker en lugar de al ajedrez desde que cayó la URSS... todo es demasiado...

El lider de los Wagner monta en cólera pública contra su patrocinador y... tras toda la parafernalia saca la lista de municiones que debería recibir, que deben ser algo así como una orgía y... y días después suelta que ya está resuelto... Es verdad, es mentira... simplemente quieren que sepas cómo van de sobrados... es que van a su bola... es que el lider ese es la hostia... es que... es que no... es que sí... es que quizás... Con los rusos es todo así.. sí pero no o quizás o tal vez... ponen un general, le cambian, reponen al general anterior... golpean con armas tecnológicas y sin embargo usan la artillería como siempre... usan a contratistas y soldados o no... se van de un sitio a veces, otras no...

Da un discurso Putin, que viene precedido del paseo por Kiev y... y... pues más o menos un tostón, como si ni importase... que les envías tanques, bueno vale... que les destruyes el puente, en tres meses resuelto... que destruyes el North Stream, ok ya vemos... todo así.. y.... y... ahí siguen con su porfía y... resultado tras un año, la economía de la OTAN está echa unos zorros y... los rusos siguen con las mismas cosas de siempre y sus cuitas... cada día hay que enviar más y más suministros y pertrechos y cada día hay que proveer más y más capital para Kiev que no puede y no llega y... los rusos a lo suyo y a sus cosas...

La OTAN en todo un año no ha dado una simple sorpresa a los rusos, pero ni una, cualquiera de los aconteceres que sucedió es probable que los rusos lo hayan previsto, salvo el ataque a su base dentro de Rusia, que eso sí probablemente fue una sorpresa o eso sería lo esperable, que ya sería el colmo que te lo hubiesen dejado pasar; el resto es algo que se podría intuir, incluso algo más como ataques bastante más profundos a Crimea o Kaliningrado o Transnitria, pero... 

Por contra los rusos es todo un juego de máscaras... se asoman a Kiev y... avanzan rápido y... se retiran de Jarkov y... se dedican a mantener la aviación bajo cubierta para... atacan con motos voladoras y... siguen dando cera con artillería y... hacen un reclutamiento de 300.000 tíos para, pero... y será en febrero o en la primavera o... sera?... y tienen misiles o no... y tienen logistica suficiente o no... y tienen capacidades suficientes o no... se les acaban las cosas o no, según dicen los británicos sí, pero es que no o... todo así... Y si esto sigue así nos van a dar una TERRIBLE PALIZA y no nos vamos a enterar por donde nos vienen... 

La campaña de invierno rusa

Published on: lunes, 12 de diciembre de 2022 // ,


Por Gordon M. Hahn


22 de noviembre de 2022


La única forma de que los ucranianos puedan ver algo parecido a unas navidades sería si se pudiera organizar un alto el fuego para el día de Año Nuevo, y es algo que podría suceder, independientemente de las repetidas afirmaciones del presidente Volodomyr Zelenskiy de que no habrá negociaciones con Rusia hasta que retire todas sus tropas. de todos los territorios ocupados, incluida Crimea. Hay varias razones para el posible alto el fuego.

Primero, el martillo ruso está a punto de caer sobre Ucrania. Se está quitando los guantes; están siendo atacadas las estaciones de energía eléctrica, los puentes e incluso los 'centros de decisión', como los edificios gubernamentales del centro de Kiev. Rusia está a uno o dos ataques masivos con bombas más contra la infraestructura de energía y transporte de Ucrania de desarticular de manera permanente permanentemente los sistemas de electricidad, agua y ferrocarril de Ucrania. Con 'solo' el 50% de la infraestructura eléctrica ucraniana destruida en los primeros tres bombardeos a gran escala sobre los componentes de la red eléctrica, ya están teniendo lugar manifestaciones en Odessa y otros lugares del país en protesta por el deterioro de la situación humanitaria, con Zelenskiy enviando a la KGB ucraniana, la SBU, para disolver las protestas y prohibir qu se informe sobre ellas en los medios de comunicación. Según los informes, los técnicos informaron recientemente a la Oficina del Presidente que el sistema eléctrico había entrado en la etapa de "desequilibrio arbitrario e incontrolado", y un funcionario instó a los ucranianos a estar preparados para irse del país en invierno. ¿Cómo será la situación sociopolítica cuando estas infraestructuras críticas colapsen completamente y las temperaturas sean 20 grados más bajas? Rusia se acercará a la estrategia de 'conmoción y pavor' (en referencia a la campaña militar 'Shock & Awe' de EEUU contra Ieak, AyR) destruyendo por completo toda la infraestructura, militar o de otro tipo, como lo hizo EEUU en Serbia e Irak, y probablemente tendrá menos cuidado que ahora en evitar víctimas civiles. ¿Cómo será la situación sociopolítica cuando estas infraestructuras críticas estén en completo colapso y las temperaturas sean 20 grados más bajas?

Después de que las infraestructuras estén completamente destruidas o incapacitadas, los refuerzos de Rusia de 380.000 soldados regulares recién movilizados se habrán integrado por completo en las fuerzas de Rusia en el sureste de Ucrania. Incluso sin estos refuerzos, las fuerzas rusas continúan logrando pequeños avances en Donbass alrededor de Ugledar, Bajmut (Artemevsk), ya que las retiradas y la estabilización de los frentes en Jarkov y Jersón han dado lugar a un redespliegue y, por lo tanto, a la concentración de fuerzas en Zaporozhe, Donetsk y Lugansk. Una ofensiva invernal de alrededor de medio millón de soldados logrará avances sustanciales en esos tres frentes y multiplicará las pérdidas ucranianas en personal y material, que ya son elevadas. Esto podría conducir fácilmente al colapso de las fuerzas ucranianas en uno o más frentes.

En segundo lugar, Occidente sufre empieza a estar cansado de Ucrania. Los suministros de armas de los países de la OTAN han ido más allá de lo tolerable, y la cohesión social se está derrumbando ante la inflación de dos dígitos y la recesión económica. Todo esto convierte a Rusia en ganadora a nivel estratégico y obliga a Washington y Bruselas a buscar al menos un respiro a través de un alto el fuego. Esto se evidencia por la plétora de líderes occidentales que piden a Zelenskiy que reanude las conversaciones con Putin y el surgimiento del 'plan Sullivan' (el consejero de seguridad nacional del gobierno de EEUU, Jake Sullivan, se reunió a comienzos de noviembre con Zelensky para hablar d aun posible plan de paz, AyR). Más recientemente, los rumores dicen que el nuevo primer ministro británico, Rishi Sunak, utilizó un paquete de ayuda militar y financiera que anunció durante su reciente viaje a Kiev para camuflar su mensaje a Zelenskiy de que Londres ya no podía soportar más la carga de liderar el apoyo europeo a Kiev. y que Kiev debería volver a encontrar un compromiso con Moscú.

En tercer lugar, el mayor activo político de Ucrania, el propio Zelenskiy, acaba de devaluarse, lo que pone en riesgo aún mayor la estabilidad política de Ucrania. El ataque de la defensa aérea ucraniana que golpeó a Polonia (accidental o intencional) y la insistencia del presidente ucraniano de que fue un ataque aéreo ruso, a pesar de la evidencia y la opinión opuesta casi unánime entre sus partidarios occidentales, ha dañado duramente la credulidad de Zelenskiy. La insistencia de Zelenskiy en los orígenes rusos del misil y los aspectos técnicos de la defensa aérea ucraniana sugiere que el suceso pudo haber sido un ataque intencional de bandera falsa ucraniana contra territorio polaco/OTAN, diseñado para provocar que la OTAN o Polonia entraran en guerra. Algunos en Occidente están comenzando a darse cuenta de los peligros del ultranacionalismo y el neofascismo ucranianos, sin mencionar la creciente megalomanía de Zelenskiy, quien ha aparecido en más de una ocasión dispuesto a arriesgarse a dar lugar a un invierno nuclear global para evitar tener que sentarse a la mesa de negociaciones frente a Putin. Algunos ahora pueden llegar a entender que las afirmaciones de que Putin quiere apoderarse de toda Ucrania y restaurar la URSS, si no conquistar Europa, son historias inventadas por Kiev para conseguir asistencia militar y financiera y, en última instancia, atraer a las fuerzas de la OTAN a la guerra. Sigue existiendo el peligro de que el sueño de Kiev de una intervención de la OTAN se haga realidad en el próximo intento. La OTAN ha declarado que una derrota de Ucrania en la guerra es una derrota para la OTAN, y no se puede permitir que la OTAN pierda una guerra contra Rusia porque eso aceleraría el fin de la hegemonía estadounidense. No se puede excluir e incluso puede ser probable que, si Kiev parece estar perdiendo la guerra, fuerzas polacas, de la OTAN o alguna 'coalición de los dispuestos' traslade fuerzas militares del oeste de Ucrania hasta el Dnepr, pero sin atacar a las fuerzas rusas. Esto obligaría a Rusia a cesar gran parte de su actividad militar o correría el riesgo de atacar a las fuerzas de la OTAN y una guerra más grande en toda Europa. Esto o algo parecido probablemente ya se esté considerando en Washington.

Por ahora, para mantener a Occidente a bordo, se rumorea que Zelenskiy está presionando al comandante de las fuerzas armadas ucranianas, Viktor Zalyuzhniy, para que inicie una última ofensiva antes del invierno en el norte de Donetsk (Svatovo y Severodonetsk) o Zaporozhe para poner fin a los murmullos de alto el fuego de Occidente y lograr más ayudas. Al mismo tiempo, se habla de las continuas tensiones entre Zelenskiy y Zalyuzhniy por la buena prensa y el estatus de estrella de este último en Occidente. Las tensiones surgieron primero por los desacuerdos sobre anteriores ofensivas y la entrada anterior de Zalyuzhniy en el escenario de los medios occidentales. En el contexto del deterioro del campo de batalla y la situación estratégica internacional, tales tensiones entre civiles y militares están cargadas con el potencial de dar lugar a un golpe de estado. Gran parte de la estrategia y las tácticas de Zelenskiy están impulsadas más por consideraciones políticas que militares. No menos importante entre los primeros es la supervivencia política de Zelenskiy, que estaría condenado si tuviera lugar un alto el fuego o conversaciones de paz que requieran que Kiev acepte la pérdida de más territorio. Los neofascistas, los militares y gran parte de la opinión pública no tolerarán que los sacrificios hechos con sangre y dinero den lugar a nuevas pérdidas adicionales de territorio ucraniano. Otros se preguntarán entonces por qué no se evitó todo esto si se podría haber evitado aceptando que Ucrania fuera neutral y cumpliendo los acuerdos de Minsk 2.

Puede que estemos llegando al punto de inflexión en la guerra de Ucrania. Sin electricidad, sin ejército, sin sociedad. Pero aquí, como con cualquier ocupación rusa de las tierras de Ucrania central u occidental (no planeada pero tal vez una necesidad en algún momento del camino para Putin), al Kremlin le espera un atolladero. Rusia no puede permitir que la ruptura social y el caos total reine en Ucrania, no más de lo que podría tolerar una Ucrania miembro de la OTAN que incluya un gran componente neofascista. Todo lo anterior y las próximas elecciones presidenciales previstas en Moscú, Kiev y Washington para 2024 hacen que este invierno sea crucial para todos los principales partidos de la guerra.

No quiero un futuro de ciencia ficción

Published on: viernes, 9 de diciembre de 2022 // ,




Por Caitlin Johnstone


7 de diciembre, 2022


No deseo un futuro para la humanidad como los imaginados por nuestros imaginadores del futuro designados culturalmente. No quiero humanos viviendo en colonias de Elon Musk en Marte (1) o cilindros espaciales de Jeff Bezos (2). No quiero que volemos hacia las estrellas, que desaparezcamos en universos de realidad virtual o que nos alejemos de nuestra humanidad convirtiéndonos en organismos cibernéticos.


No todavía, de todos modos. No durante mucho tiempo. No hasta que hayamos hecho lo que tenemos que hacer aquí primero.


¿Alguna vez has notado que la mayoría de los libros, programas y películas ambientados en el futuro tienden a representar una humanidad más avanzada tecnológicamente que la nuestra, pero que piensa y se comporta básicamente de la misma manera? En la historia típica de ciencia ficción, la gente sigue haciendo guerras, sigue luchando, conquistando, subyugando, esforzándose y sobreviviendo como hoy, excepto que lo hacen en el espacio rodeados por un grupo de extraterrestres (que también están extrañamente enredados en el mismos patrones egoístas de los humanos en el siglo XXI).


En esta visión común del futuro, hemos dominado los viajes espaciales pero aún no hemos dominado la salud psicológica básica. Nuestra tecnología nos ha permitido matar, esclavizar, manipular y explotar por las estrellas para que ya no estemos confinados a matar, esclavizar, manipular y explotar aquí abajo.


Esta tendencia se debe en parte a los límites de la imaginación; es fácil imaginar versiones más avanzadas de nuestra propia tecnología, pero tratar de imaginar un marco mental que sea muy diferente al tuyo es como tratar de imaginar que eres el doble de inteligente que tú. Tratar de imaginar vivir en una civilización consciente mientras su propia civilización es profundamente inconsciente es como un personaje de un sueño tratando de imaginar la vida fuera del sueño. No es difícil extrapolar los patrones existentes, pero imaginar la disolución completa de esos patrones puede ser mucho más difícil.


Esta tendencia también se debe a que los escritores de ciencia ficción cuentan historias para una civilización inmadura llena de mentes inquietas que fácilmente se aburrirían con relatos de un futuro pacífico y sin mayores problemas. Pero ese es el tipo de futuro que quiero para la humanidad. Uno pacífico sin mayores problemas. Uno que no sería un buen éxito de taquilla de Hollywood.


Y en realidad es un problema que el futuro al que la humanidad apunta mentalmente es uno en el que persiste toda nuestra inquietud y disfunción. Nuestros pasos hacia el futuro estarán guiados por nuestra visión colectiva del mismo, y cuando esas visiones se refieran a la colonización espacial, la realidad virtual y el transhumanismo, nuestra brújula colectiva estará sesgada hacia la disfunción.


En este momento, por ejemplo, la mayor parte de la innovación humana se dirige hacia la generación de ganancias y/o el dominio militar, lo que nos coloca en una trayectoria hacia más y más artilugios personales tecnológicamente avanzados para comprar en la tienda y más y más formas de matar a un gran número de personas a la vez. No nos pone en el camino para encontrar formas de asegurarnos de que todos tengan suficiente, de ayudar a las personas a tener más tiempo libre, de ayudar a la humanidad a moverse en armonía con nuestro ecosistema. Todas esas innovaciones harían infinitamente más para crear un futuro más agradable para la humanidad que las naves espaciales y las pistolas láser, pero nuestros sistemas no las generan, porque no son rentables y no ayudan a aumentar el poder militar de un gobierno.


Hay gran número suposiciones integradas en nuestras visiones colectivas para el futuro y los sistemas que hemos establecido para llevarnos allí. Suposiciones como que nunca tendremos paz, que siempre tendremos violencia, conflictso y dominación; que siempre tendremos pobreza y la necesidad de un trabajo sin fin; que nunca podremos dejar de consumir nuestra biosfera hasta su muerte, así que será mejor que salgamos al espacio para que el capitalismo pueda seguir expandiéndose. Todas esas suposiciones nos alejan de un futuro saludable y armonioso.


Y, por supuesto, eso es lo que esperarías de una especie profundamente inconsciente, que es lo que todavía somos actualmente. Todavía estamos operando en gran medida en piloto automático como cualquier otro animal, azotados por las fuerzas de los patrones de condicionamiento que han estado reverberando desde los confines más distantes de nuestra ascendencia evolutiva. Una historia colectiva de trauma y miedo (3) combinada con nuestra capacidad recién evolucionada para el pensamiento abstracto nos ha dejado confundidos y desorientados de maneras sobre las que aún no hemos ganado lucidez; somos una especie adolescente en una fase de transición incómoda (4).


Y no puedo dejar de pensar en lo productivo que sería si, en lugar de gastar nuestra energía tratando de volar al espacio exterior o enterrar nuestras cabezas en la realidad virtual, nuestro camino hacia el futuro se centrara más en resolver todo eso. ¿Y si, en lugar de alimentar nuestra inquietud inconsciente dándonos más y más lugares a los que intentar escapar, nos propusiéramos aprender a simplemente a estar aquí ahora?





¿Qué pasaría si, en lugar de tratar de estar en cualquier lugar menos aquí, la humanidad hiciera un loco esfuerzo por la ilustrarse? ¿Qué pasaría si, en lugar de pasar los próximos siglos tratando de alejarnos de la realidad presente, nuestra sociedad comenzara a enfatizar cosas como la meditación y la auto-indagación para ayudarnos finalmente a conocer verdaderamente la realidad presente? ¿Qué pasaría si nuestra ciencia se enfocara menos en las ganancias y la destrucción, y más en tratar de encontrar formas de ayudar a las personas a estar bien consigo mismas? ¿Qué pasaría si se establecieran instituciones psicodélicas en todo el mundo para ayudar a todos a explorar sus reinos internos y traer el inconsciente a la conciencia utilizando métodos hábiles y compuestos enteogénicos? 


Quiero decir, la mayoría de nosotros ni siquiera podemos permanecer sentados quietos en meditación durante una hora sin que nuestra mente corra por todos lados y haga todo excepto lo que se le pide que haga. ¿Te parece natural? ¿Suena eso como una especie consciente y saludable? ¿O suena como una especie que, si se le entregara el paraíso en bandeja de oro, lo destruiría inmediatamente por aburrimiento?


Mucho de lo que vemos que las mentes más influyentes imaginan para nuestro futuro me parece inquietante, una compulsión implacable de estar en cualquier lugar menos aquí, muy parecido a la inquietud mental de un individuo que intenta meditar. Ni siquiera tenemos ninguna evidencia de que los humanos puedan vivir completamente independientes de la biosfera de la Tierra (5), pero se da por hecho que saldremos corriendo hacia las estrellas para no tener que hacer los cambios drásticos en nosotros mismos que serán necesarias para sostener la vida humana en este planeta. La idea de simplemente establecerse y aprender a estar aquí suena inconcebiblemente infernal para una mente esclavizada por la inquietud, hasta tal punto que inventará ficciones poco realistas sobre el futuro en lugar de enfrentarse a la realidad.


Incluso si lográramos colonizar el espacio, no resolvería ninguno de nuestros problemas y no haría que nuestro futuro fuera más agradable. Estaríamos moviendo nuestras mentes inquietas, violentas, insaciables y descontentas fuera del mundo, donde recrearemos de inmediato los mismos problemas que creamos aquí, excepto que lo haremos en burbujas artificiales rodeadas de un desierto negro mortal por todos lados. Quiero decir, ¿piensas que Acción de Gracias es un infierno? Imagínese encerrado con su familia todo el día todos los días en lo que es esencialmente un centro comercial del que nunca puede salir. ¿Está tu cabeza realmente preparada para eso?


Una cabeza agitada por el parloteo mental sería incapaz de experimentar ninguna maravilla en la exploración espacial y sería incapaz de experimentar alegría en la creación de mundos virtuales. Una mente serena experimenta asombro y alegría al cruzar un aparcamiento. Lo que realmente queremos es ecuanimidad, no colonización espacial y realidad virtual. En el fondo no queremos estar en otro lugar, realmente queremos poder estar aquí.


Realmente me gustaría ver a la humanidad comenzar a recalibrar sus visiones para el futuro lejos de estos caminos hacia el escapismo glorificado y hacia la creación de un mundo saludable y armonioso. Puede que no venda libros y entradas para el cine (al menos no de inmediato), pero nos indicará dónde todos realmente queremos estar en el fondo de nuestro corazón.


NOTAS


(1) Caitlin Johnstone (Consortium News, 21.08.2019): The Oligarchy’s Plans for Our Future Keep Getting Dumber.

(2) Caitlin Johnstone (CaitlinJohnstone.medium.com, 12.05.2018): Bezos Reveals His Ugly Vision For The World He’s Trying To Rule.

(3) Caitlin Johnstone (CaitlinJohnstone.com, 11.09.2022): In This Disaster We Are All, Ultimately, Innocent.

(4) Caitlin Johnstone (CaitlinJohnstone.com, 17.05.2022): We’re Just A Confused Species In An Awkward Transition Phase.

(5) Caitlin Johnstone (CaitlinJohnstone.com, 07.05.2021): Space Colonization Is A Capitalist Perception Management Op.

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