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¿Podría desencadenar Turquía la próxima crisis financiera mundial?, por E. Ahmet Tonak

Published on: miércoles, 22 de agosto de 2018 // ,

Todos los ojos están puestos en la lira turca, la moneda de Turquía. Su caída ha sido precipitada: en lo que va de año ya ha perdido más del 40% de su valor frente al dólar estadounidense. Para Turquía, que ha dependido de la afluencia de crédito externo, esto plantea terribles riesgos. La enorme deuda, junto con un feroz ataque por razones políticas a la economía turca por parte del gobierno de Estados Unidos, ha llevado a Turquía al borde del precipicio. Al hundirse, ¿se llevará consigo Turquía a Europa y luego, sin duda, a otros países de ingresos medios? ¿Es este el presagio de una nueva crisis financiera mundial que sería mucho más peligrosa que la de 2007-08?

Inestabilidad Financiera

La crisis crediticia de 2007-08 no ha terminado realmente. Los problemas planteados por el colapso del mercado inmobiliario estadounidense y los problemas de deuda en la banca mundial que surgieron a continuación no han sido resueltos. Se han dejado de lado serias recomendaciones del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, así como de la International Organization of Securities Commissions y de la International Association of Insurance Supervisors. En lugar de una reforma de verdad del sector financiero, el gobierno de EEUU ha mantenido sus tipos de interés casi a cero y ha llenado el sistema financiero de dólares estadounidenses. La solución a la burbuja inmobiliaria en EEUU ha sido crear una enorme carga de deuda en los países de ingresos medios.

En países como Turquía, las empresas privadas empezaron recientemente a tomar más préstamos en dólares de las instituciones financieras internacionales para financiar sus operaciones e incluso para inversiones especulativas. Un diluvio de dólares calló sobre estos países. Los especuladores extranjeros utilizaron este dinero para invertir en sus monedas locales (incluidos los valores del sector público en Turquía, denominados en liras). El Institute of International Finance demostró que este diluvio continuó creciendo en una época tan reciente como en los últimos años. A finales de 2011, los treinta mayores mercados emergentes estaban endeudados al 163% de su PIB; en el primer trimestre de este año, el porcentaje aumentó al 211% del PIB, un aumento de 40 billones de dólares en la deuda de estos países. La salida de la crisis financiera de 2007-2008 se debió a un crecimiento económico financiado por la deuda, con un enorme aumento de varios tipos de deuda en la última década.

Se calcula la deuda mundial total en 247 billones de dólares. Es una cifra que debería darnos hacernos reflexionar. Además, gran parte de esta deuda se destinó a financiar la expansión del sector financiero en lugar de desarrollar los sectores productivos y socialmente beneficiosos. Es un modelo de crecimiento económico que exige más deuda para autofinanciarse. Hay pocas vías alternativas para este modelo insostenible. El detonador que podría hacer estallar esta burbuja se producirá en los próximos meses a medida que países como Argentina, Brasil, Sudáfrica y Turquía tengan que hacer frente a la maduración de su deuda, denominada por un valor de 1 billón de dólares. ¿Serán capaces de reemplazar estos préstamos existentes con nuevos préstamos? ¿Quién se pondrá en la cola para prestar dinero a países que parecen estar al borde del abismo?

Gripe turca

Las crisis financieras no son nuevas para Turquía. En abril de 1994 y febrero de 2001 se produjeron graves crisis en este país de 80 millones de habitantes. En ambos casos, el país perdió gran parte de su PIB y de sus reservas de divisas al dispararse los tipos de interés (en 1994, los tipos de interés a un día pasaron del 75% al 700%, mientras que en 2001 pasaron del 40% al 4.000%). La recuperación llegó a través de una variedad de medios, a saber, a través de un programa de "Transición a una Economía Fuerte" impuesto por el FMI. El programa del FMI empujó a Turquía a la "liberalización de la cuenta de capital", una forma elegante de decir que sus bancos fueron alentados a pedir prestado en dólares de los mercados internacionales de capital y a prestar en liras a los inversores nacionales. Toda la economía se reestructuró para depender de salarios más bajos para fomentar las exportaciones y de la entrada de capital a corto plazo. A medida que este volátil capital cortoplacista se precipitaba hacia Turquía, el actual gobierno del AKP lo utilizaba para financiar proyectos extravagantes e improductivos. No hubo ninguna posibilidad de que Turquía puediese exportar lo suficiente como para financiar su importante deuda externa. Los déficits masivos en cuenta corriente han sido vulnerables a la retirada del capital extranjero a corto plazo, lo que con razón se denomina "dinero caliente" (hot money).

En 2011, todo parecía manejable. Turquía estaba a punto de entrar en la Unión Europea, las relaciones con los Estados Unidos estaban en su apogeo y los empresarios de Anatolia veían losbeneficios de sus manufacturas venir de los mercados desde el Líbano y Siria hasta el Golfo Pérsicoy el norte de África. La guerra en Siria sembró el caos en la situación política en su conjunto. Las exportaciones al mundo árabe disminuyeron, la crisis de los refugiados presionó a Turquía y su propia estabilidad política terminó con la puesta en marcha de una nueva guerra del gobierno contra los kurdos. Las ambiciones de Turquía en Siria acabaron fracasando y el gobierno del AKP o Partido de la Justicia y el Desarrollo trató de llevar la estabilidad al país purgando despiadadamente a todos los disidentes. Los favores políticos llevaron a personas incompetentes a tomar el relevo de aquellos que habían sido purgados. Todo esto provocó a la economía turca un estrés interno.

Y entonces vino Trump. La política arancelaria de Estados Unidos -especialmente en este caso sobre el acero y el aluminio turco- hizo temblar a los banqueros que habían prestado dinero a Turquía. El aumento de los tipos de interés en EEUU llevó al capital invertido en lugares como Turquía (y otros países de ingresos medios) a apresurarse en volver a los EEUU, donde el dólar es "tan bueno como el oro". Todo esto afectó mucho a la lira. No ayudó que Estados Unidos y Turquía estén en medio de una lucha política por un sacerdote estadounidense encarcelado en Turquía y por un clérigo turco que vive en Estados Unidos. Ahora, la administración de los EEUU ha dejado claro que incluso la liberación del pastor no será suficiente. "Los aranceles que se aplican al acero no se eliminarían con la liberación del pastor Brunson", ha dicho la portavoz de Trump, Sarah Sanders. "Las tarifas son necesarias para la seguridad nacional". Lo que esa frase escalofriante significa no está claro.

Para Trump es una ventaja que los bancos con mayor exposición a la lira turca sean todos europeos (BNP de Francia, UniCredit de Italia y BBVA de España). El Banco Central Europeo ya ha manifestado su preocupación a pesar de que estos bancos dicen que están preparados para el peor escenario. Las cantidades no son pequeñas. Los prestatarios turcos deben a los bancos españoles más de 82.000 millones de dólares, mientras deben a los bancos franceses 38.400 millones de dólares y a los bancos italianos 17.000 millones de dólares. La deuda del sector privado de Turquía es sustancial -dentro de un año debe pagar 220.000 millones de dólares por el servicio de esa deuda. La incapacidad de efectuar estos pagos, así como un nuevo colapso de la lira, podrían desencadenar una crisis en Europa, que tendría un impacto en los mercados financieros mundiales. Turquía, esta vez, podría ser lo que el mercado de la vivienda de EEUU fue en 2007.

Opciones

El ministro de Finanzas de Turquía, Berat Albayrak, que resulta ser también el yerno del presidente Recep Tayyip Erdoğan, ha dicho que su país ha iniciado conversaciones con el FMI. Se comprometió a no establecer controles de capital. Los controles de capital podrían ser la única opción para proteger verdaderamente a Turquía del colapso económico. El partido AKP es contrario a cualquier solución radical. Es probable que se ajuste a las políticas del FMI -sin acudir formalmente al FMI- para preservar la fachada antioccidental de Erdoğan. El AKP está ahora gobernado por una retórica antioccidental, pero con políticas prooccidentales.

El 15 de agosto, el gobierno turco se dirigió a la Organización Mundial del Comercio (OMC) con una queja formal sobre la política arancelaria de Estados Unidos. La queja dice que los aranceles de Estados Unidos son contrarios al Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (General Agreement on Trade and Tariffs, GATT, de 1994), el marco fundamental de la OMC, y que incluso la ley de Estados Unidos (Ley de Expansión Comercial de 1962) viola el acuerdo del GATT de 1994. Cinco días después, la OMC hizo circular esta queja entre sus miembros. Ahora habrá un debate serio basado en este documento.

Mientras tanto, al otro lado de la frontera, Irán también ha sufrido por la vuelta de las sanciones estadounidenses. China ha proporcionado algún tipo de ayuda a corto plazo a Irán. ¿Ofrecerá también dicha protección a Turquía? Cuando Boeing se retiró de su contrato para vender aviones a Irán, la empresa rusa Sukhoi se ofreció a hacerlo. ¿Hará Rusia ahora concesiones similares a Turquía? ¿Habrá una solución asiática a la crisis turca? Pero, ¿pueden China y Rusia, ellos mismos vulnerables a las turbulencias de las finanzas globales, rescatar a estos países de manera indefinida?

Se necesitan otras soluciones, más radicales.



Artículo original (Alternet, 21.08.2018).

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