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La 'semi-prostitución' en Guinea Ecuatorial, por Gustau Nerín

Published on: martes, 4 de septiembre de 2018 // , , ,

Cap. IX – La ofensiva moral cristiana

p. 182-3, 199

Tanto en la región continental como en la isla de Bioko, los misioneros iniciaron sus programas “moralizadores” con campañas en contra de la poligamia (…) La reestructuración familiar que  proponía la Iglesia llevaba aparejados unos altísimos costes sociales. Suponía la ruptura de muchas familias (aunque los claretianos no las considerasen como tales), e implicaba la discriminación de las mujeres más viejas, feas, conflictivas o exigentes (1). Generalmente, las mujeres liberadas por la fuerza no aceptaban el divorcio impuesto, que les reportaba no pocas complicaciones (2). (…) En realidad, las más perjudicadas por esta estrategia de los predicadores fueron las mujeres, pues si ya eran viejas en el momento de la separación, se quedaban sin nadie que las mantuviera. (…)

p. 199-200

Las disposiciones antipoligámicas generaron fuertes problemas sociales. Los hijos de las mujeres rechazadas se convirtieron en hijos ilegítimos (un hecho inaudito en la mayoría de las culturas del país); se multiplicaron los adulterios; y la conversión al catolicismo se utilizó como una estrategia de separación por parte de esposas irritadas contra sus maridos, o de esposos cansados de mantener a sus mujeres (3). Las rupturas matrimoniales surgidas de las leyes antipoligámicas no suponían un triunfo de la moralidad, sino más bien todo lo contrario.


Paralelamente al intento de reforma del sistema familiar, la puritana administración colonial llevó a cabo una fuerte campaña para perseguir la prostitución. Ya en 1907, un bando había marginado a las prostitutas a vivir en viviendas especiales (4), y las leyes franquistas endurecieron la represión. Una de las primeras medidas coloniales del gobierno franquista fue dictar, en 1936, una ley de “vagos y maleantes” que afectaba a las meretrices, pero no a sus clientes (5). La Iglesia, con sus insistentes protestas, impulsó al gobierno a perseguir drásticamente los “delitos contra la moral”, política que se mantuvo de forma drástica, al menos hasta mediados de los años cincuenta. Aún en una fecha tan tardía como 1968, el obispo de Fernando Poo fue capaz de forzar la expulsión de la isla de 75 prostitutas continentales (6). La ley de “vagos y maleantes” perjudicó, básicamente, a las mujeres: de las 107 mujeres detenidas en 1941 en Fernando Poo, 86 lo fueron por cuestiones relacionadas con la “moralidad” (7). Los franquistas, pues, “defendían” a las mujeres encerrándolas en prisión.

p. 205-207

En realidad, el discurso misional sobre la “protección de la mujer nativa”, paradójicamente, se centraba en el refuerzo del control sobre su sexualidad. Esta obsesión provocó cierta sorpresa entre los pueblos de la región continental, pues en las culturas de esa zona las chicas solteras tenían una cierta libertad para buscar amantes, y el adulterio, si bien no tan generalizado como afirmaban ciertos autores blancos, distaba mucho de ser excepcional.

Entre los bubis, el control de la sexualidad femenina era mucho más estricto. Para casarse en primeras nupcias, la chica bubi debía demostrar que había mantenido su virginidad (…). En las sociedades guineanas del continente, las chicas no solían ser marginadas por sus actividades sexuales (…). Los claretianos, tratando de difundir la ideología peninsular, impulsaron una campaña propagandística destinada a marginar a las guineanas que no se hubieran mantenido castas (8), e incluso propugnaron la discriminación de los “hijos ilegítimos” (9). (…)

Los españoles que viajaban a África, como todos los blancos de la época, estaban convencidos de que el impulso sexual femenino era menor que el masculino (10); por ello, se quedaban desconcertados al constatar que, en las sociedades centroafricanas, la sexualidad de la mujer era plenamente reconocida (…) Si la mujer no quedaba satisfecha de las relaciones sexuales mantenidas con su esposo, lo expresaba de manera pública o incluso convocaba una asamblea familiar para discutir el tema, pues los comentarios sobre las prácticas sexuales, si bien se regulaban estrictamente, no se prohibían. Por otra parte, las danzas y canciones referentes a temas sexuales estaban tan presentes en los rituales femeninos como en los masculinos (11). Algunos ultracatólicos franquistas pensaban que se tenía que luchar contra la esencia misma de la sexualidad femenina: era necesario que las guineanas se abstuvieran de toda actividad sexual. (…) Los puritanos españoles más radicales creían que ni siquiera el matrimonio monógamo, católico y fiel era suficiente para dignificar a la mujer negra. Para que fuera verdaderamente santa era necesario que renunciara completamente a su sexualidad. Los africanos, que creían que la sexualidad era parte integrante de la unidad cósmica y que la fecundidad es un don divino, nunca llegaron a comprender qué pretendían exactamente los claretianos.

p.214

Para analizar la actitud de los colonialistas blancos, que en ciertas ocasiones se ha calificado de feminista, se debería dejar bien claro que sólo se puede considerar a una persona feminista cuando acepta la validez de la opinión de las mujeres sobre sus experiencias y si lucha contra la dominación masculina (12). En realidad, los misioneros y las autoridades coloniales jamás tuvieron en cuenta la opinión de las mujeres africanas (ya que los prejuicios raciales y sexuales los inducían a considerarlas seres inferiores). El paternalismo colonial no dejaba de ser una forma de autoritarismo (13).



Epílogo

p. 217-220

Uno de los rasgos más característicos de la mayoría de los países de descolonización reciente, y uno de los que más sorprende al recién llegado, es la abundancia de prostitución. La monetarización del sexo es aún más patente tras las independencias que durante la colonia.

En este campo, Guinea Ecuatorial no es ninguna excepción. Malabo y Bata son, como Duala, Yaundé, Brazzaville, Kinshasa y (en un lugar destacado) Libreville, ciudades donde se comercia con el sexo de forma abierta y constante. La prostitución es la salida habitual de los solteros en unas urbes en las cuales la sex-ratio no se ha normalizado. Aún hay muchos más hombres que mujeres en Bata y Malabo (ciudades que han crecido recientemente como consecuencia de un éxodo rural mayoritariamente masculino). Los hombres solteros deben recurrir a la prostitución porque no pueden casarse debido al precio astronómico de la dote; y los hombres casados se inclinan por la prostitución porque se mantienen vigentes elementos de la ideología poligámica, pero aunque muchos hombres pretenden seducir a varias mujeres, la poligamia sólo está al alcance de una minoría (no obstante, desde la Independencia ha aumentado notablemente el número de polígamos) (14). Hoy en día todos los hombres, solteros y casados, participan en una escala de valores en la que la potencia sexual es considerada como uno de los factores determinantes de la virilidad. Pero la única forma de mostrar públicamente la potencia sexual es convertir la prostitución en un acto social: el bar o la discoteca donde se efectúan los contactos es también un centro de encuentro masculino, y hasta cierto punto un lugar de promoción social. Ante la competencia desleal del sector informal, ni siquiera existen burdeles.

Pero, generalmente, la prostitución no adopta las mismas formas que en los países occidentales, sino que generalmente aparece bajo una modalidad peculiar, que la socióloga Paulette Songué (15) ha denominado semi-prostitución. Una gran cantidad de chicas jóvenes mantienen relaciones sexuales, con sus amigos o con desconocidos, a cambio de alguna retribución. Partiendo de la idea de que el hombre que quiere a una mujer la ha de ayudar a subsistir, algunas estudiantes se niegan incluso a hacer el amor con su prometido si éste no les ofrece ningún obsequio. Es obvio que en este tipo de relación existe un pacto tácito que implica una cierta compensación material al acto sexual (sea en metálico o en especies). Pero, con frecuencia, para las chicas dedicadas a estos asuntos, las relaciones sexuales retribuidas no son ni su única ocupación ni la principal; pueden ser estudiantes, oficinistas, empleadas del hogar, funcionarias, camareras… En su caso, la prostitución sólo sirve para redondear ingresos y no para subsistir (16).

Al no necesitar el dinero generado por la prostitución para subsistir, estas chicas tienen un cierto margen para compaginar el gusto por el sexo con el anhelo de obtener beneficios y, cuando les parece, pueden mantener relaciones de forma gratuita o bien rechazar a amantes indeseables. Por lo general, la retribución obtenida no se destina a adquirir bienes de primera necesidad, sino que los regalos más usuales de los amantes son ropa y joyas, y las compras de ropa y cosméticos suponen los principales gastos para estas chicas (es decir, los ingresos generados por la prostitución revierten en la obtención de un mayor prestigio) (17).

Los guineanos y los europeos residentes en Guinea Ecuatorial, aunque reconocen que “las chicas cuestan caras”, no suelen aceptar la definición de prostitución para estas prácticas, y recalcan su naturaleza transitoria, refiriéndose a las semi-prostitutas como a “chicas que putean mucho” (o filles qui jouent a faire la pute, como dicen en Camerún). En algunos casos, no obstante, los beneficios obtenidos por las relaciones sexuales son más sustanciosos, e incluso impulsan a centenares de chicas a emigrar temporalmente a Libreville, donde se dedican exclusivamente a la prostitución. Poco ha cambiado todo desde los tiempos en que las guineanas aceptaban calentar la cama de los blancos a cambio de algunos regalos. Sólo que, actualmente, también algunos africanos pueden acceder a estos privilegios: la Independencia no vino acompañada de la justicia social, pero facilitó la consolidación de una clase acomodada autóctona.

Muchas chicas escogen la vía de la prostitución porque no encuentran posibilidades de ascenso social por ningún otro medio.  A pesar de las transformaciones socioculturales del último siglo, los vínculos de sumisión tradicionales entre hombre y mujer han cambiado poco. El asalariamiento ha afectado, básicamente, a las relaciones entre padres e hijos, ofreciendo autonomía económica a los jóvenes, pero no ha conseguido insertar totalmente a la mujer en el mercado laboral ni en la economía moderna (18). La mujer, que por tradición no controlaba ningún otro recurso que su propio cuerpo, y a la que la “modernidad” no ha ofrecido ningún recurso adicional, trata de utilizar su cuerpo para satisfacer sus ansias monetarias.

La prostitución plantea menos problemas morales en Guinea Ecuatorial que en Occidente. Para la mayoría de la población centroafricana, la función de la mujer es gustar a los hombres, y las semi-prostitutas cumplen esta función tradicional (obteniendo algunos beneficios). Las semi-prostitutas africanas no deben enfrentarse al ostracismo social al que las prostitutas son condenadas en Occidente. Incluso en ciertos casos, los familiares no ignoran los “entretenimientos” de las chicas, pero no ponen obstáculos a sus actividades si pueden sacar de ellas algún beneficio. En la sociedad Fang, actualmente, aunque se valora positivamente la “seriedad” de una chica, en general ninguna joven tendrá problemas para casarse si decide “sentar la cabeza”. Habitualmente, las semi-prostitutas aspiran a contraer matrimonio antes de alcanzar la madurez, pues en una sociedad en la que la prostitución está sometida a una fuerte concurrencia, sólo las mujeres muy jóvenes suelen obtener grandes beneficios (“las chicas somos como el jabón, usándonos nos gastamos”, dicen ellas). Además, es muy difícil para la mujer encontrar otro tipo de actividad retribuida, pues en el país hay altísimas tasas de paro, y la mujer está aún fuertemente discriminada en el mundo laboral.



NOTAS

(1) Ondó Mayié, Luis María: “Pluralidad de esposas entre los fang de Rio Muni y la ética cristiana”, tesina de licenciatura, Barcelona, 1972, p.17 y p.60; Pujadas, Tomás Luis: “La Iglesia en Guinea Ecuatorial II. Rio Muni”, Barcelona, 1983, p. 216.

(2) Nsue Angue, María: “Ekomo”, Madrid, 1986, p.97; Pujadas, 1983, p.149.

(3) Ondó, 1972, p.16.

(4) Cordero Torres, José María, “Tratado elemental de derecho colonial español”, Madrid 1941, p.206.

(5) Miranda Junco, Agustín: “Leyes coloniales”, Madrid 1945, p. 1013.

(6) González-Green, Jesús: “España negra“, Sevilla 1968, p. 36.

(7) Negociado de estadística: “Gobierno central de los Territorios españoles del Golfo de Guinea. Resúmenes del año 1941”, Madrid 1943, p.12.

(8) DD.AA.: “Quince años de evangelización. Misión de San Francisco Javier de Nkuefulán”, Barcelona 1939, p.217, 231 y 240.

(9) Xavier, Adro: “África. Ayer y hoy” s.f.: p 217.

(10) Nash, Mary: “Mujer, familia y trabajo en España 1875-1936”, Barcelona 1983, p. 31.

(11) Manfredi Cano, Domingo: “Ischulla (Panorámica lírica de las costumbres, tradiciones y arte popular de los bubis de Fernando Poo)”, Madrid 1950, p.155; Laburthe, Manuel: “Fang”, París 1991, p.257.

(12) Offen, Karen: “Definir el feminismo: un análisis histórico comparativo”, en Historia Social Nr. 9, Valencia 1991, p.91.

(13) Creus, Jacint: “Guinea Equatorial: 1883-1911: La invenció d’una identitat” en Recerques Nr. 30, Barcelona 1995, p.111.

(14) Nze Abuy, Rafael María: “Familia y matrimonio fang”, Malabo 1985, p.75.

(15) Songué, Paulette: “Prostitution en Afrique. L’example de Yaoundé”, París 1986.

(16) Songué, 1986, p.77.

(17) Songué, 1986, p.89.

(18) Esteva Frabegat, Claudi: “Algunos caracteres del sistema de propiedad fang” en Ethnica Nr. 1, Barcelona 1971, p. 52.




Fragmentos del libro de Gustau Nerín “Guinea Ecuatorial, historia en blanco y negro. Hombres blancos y mujeres negras en Guinea Ecuatorial (1843-1968)”.

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