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Noticias Amor y Rabia

De la izquierda a la pseudo-izquierda, por Rabioso

Published on: martes, 22 de octubre de 2019 // ,

Sobre la necesidad de un anarquismo sin apellidos

Artículo publicado en el Boletín Informativo Amor y Rabia Nr. 5 (27.09.2019)

Históricamente, la izquierda heredó las ideas de la Ilustración francesa, consistentes en romper las barreras que impedían el avance de la humanidad. Por ello se defendía el ateísmo, para combatir las ideas religiosas e irracionales que ponían la ignorancia al servicio del poder; también se luchaba por una sociedad de iguales para acabar con las injustas clases sociales, herederas del sistema de castas medieval, que favorecen o perjudican a las personas al nacer, o el sexismo, que perjudica a la mujer por el hecho de serlo. El nacionalismo se consideraba igualmente una rémora del pasado feudal y arma ideológica de la burguesía y el caciquismo, y se defendía una visión cosmopolita del mundo. Conscientes del papel de la censura al servicio del poder, se defendía la libertad de expresión sin paliativos; de la misma manera se despreciaba el centralismo impuesto desde arriba y se defendía el federalismo, basado en el libre acuerdo, se despreciaba el militarismo, se combatían el imperialismo y colonialismo, y se defendía la propiedad colectiva o comunismo frente a la propiedad privada. El eje del debate era la cuestión social, y gracias a la militancia sindical se logró, tras fuertes luchas y derramamiento de sangre, arrancar al capital unas condiciones de trabajo y de vida más dignas, mientras se sembraba la semilla de la conciencia de clase y se discutía cómo llevar a cabo una revolución mediante la toma de control de los medios de producción.


A lo largo del siglo XX, todo esto fue cambiando. La lucha en el seno del capitalismo debida a la crisis económica producto de la decadencia de la potencia hegemónica británica, unido a la existencia de la Unión Soviética, que servía como aviso de lo que podría pasar en caso de rebelión social, dieron lugar al llamado estado del bienestar. El resultado fue el ascenso de la clase media, que pasó a convertirse en un colchón amortiguador de las tensiones en el seno de la sociedad de clases, generando la ilusión (el "sueño americano") de que con trabajo duro y disciplina es posible ascender en el sistema de clases. Esto tuvo consecuencias nefastas, al identificar la pertenencia a la clase trabajadora con algo malo: desde los años 60, aproximadamente, pertenecer a la clase obrera se convirtió en algo a evitar, y desde el poder se dividió a la clase obrera identificando a la clase trabajadora con su sector más pobre (el lumpenproletariado), y a los sectores con ingresos un poco más elevados y seguros con la clase media.

Es importante tener en cuenta que hay análisis que consideran que sólo pertenece a la clase media quien pueda permitirse estár 2 años sin trabajar y sin caer por ello en la miseria; si aplicamos este filtro, la mayoría de la población es clase obrera y nunca dejó de serlo. Pero el engaño funcionó, y la ilusión del consumismo, que se confundió con una mejora del nivel de vida, se convirtió en el arma más potente del capital contra la clase trabajadora, que abandonó la militancia en favor de una revolución y pasó a conformarse con meras reformas.

Escila y Caribdis: El ascenso de la Nouvelle Droite y de la izquierda neoliberal

A partir de 1968 cambiaron también las ideas y Francia, origen del sindicalismo revolucionario y del fascismo, fue cuna de ideas que definen nuestra época; en 1968, el pensador conservador Alain de Benoist fundó en Niza el grupo GREECE, origen de la Nouvelle Droite (Nueva Derecha), que enlazaba con la Konservative Revolution, una escuela alemana de pensamiento conservador del periodo de entreguerras que sirvió de caldo de cultivo del nazismo; de las ideas de la Nueva Derecha se han nutrido tanto el pensamiento conservador en su conjunto como la alt-right, la extrema derecha contemporánea que aupó a Trump al poder.

En esa misma época surgen en Francia corrientes de pensamiento centradas en destrozar las ideas fuerza de la izquierda tradicional, a pesar de lo cual son calificadas de izquierdas, como el Antitotalitarismo, la Nouvelle Philosophie, el Deconstructivismo o el Postestructuralismo, que desembocarán en el Postmodernismo; Michael Foucault, sin duda su representante más conocido, nunca criticó el neoliberalismo y calificó de "revolución social" la llegada al poder en Irán del ayatolá Jomeini. Otros representantes de esa intelectualidad supuestamente izquierdista son el peronista Ernesto Laclau (faro intelectual de Podemos y del populismo progresista), Bernard-Henri Lévy (uno de los mayores defensores del apartheid israelí y de las agresiones militares de occidente) o André Glucksmann, amigo de Jean-Paul Sartre, y que en 1974 se declarará abiertamente anticomunista.

El Postmodernismo rechaza las bases ideológicas de la Ilustración, al negar que pueda analizarse la realidad de manera objetiva y rechazar la validez del análisis científico. Surgido originalmente como crítica  literaria, se caracteriza por un discurso hueco, dar excesiva importancia al lenguaje y ser incapaz de concretar debido a su rechazo a la objetividad, que implica un rechazo a las definiciones.

Al mismo tiempo que se desarrollaban la Nouvelle Droite y el Postmodernismo, las organizaciones de la izquierda tradicional (de clase) se derrumbaban, incapaces de hacer frente al asalto neoliberal. Este hundimiento tuvo como consecuencia el ascenso de movimientos como el ecologismo, feminismo o el pacifismo, no centrados en la revolución social, y con objetivos aparentemente alcanzables. Así, mientras tenía lugar a lo largo de los 80 la marcha triunfal del neoliberalismo y el desplome a cámara lenta del modelo de desarrollo bolchevique, se fue imponiendo otro modelo político, más acorde con los intereses neoliberales, y la izquierda europea asumió las formas de actuación de la diminuta y marginal izquierda anglosajona y sus esquemas ideológicos. Es así como empezó a difundirse la censura camuflada de corrección política, la discriminación "positiva", el puritanismo, la misantropía del movimiento de liberación animal y ciertas corrientes ecologistas catastrofistas, el intervencionismo neocolonial "humanitario", diversos supremacismos (movimiento Queer, etnicismo) e incluso el irracionalismo en diversas formas (esoterismo, veganismo extremo o lucha antivacunas).


Este giro ideológico ha afectado también al anarquismo, fragmentándolo en multitud de corrientes anarco-X mientras calla ante las agresiones militares occidentales, apoya golpes de estado "blandos", farsas como el Procés catalán o las huelgas del clima, y asume ideas reaccionarias como ecologismos apocalípticos, nacionalismos camuflados de "derecho" de autodeterminación o la misiogínia Queer). Al mismo tiempo se ha colaborado con la extrema derecha: en el ALF (Animal Liberation Front) había anarquistas y fascistas, lo mismo que en el Maidan ucraniano, los golpes "blandos" contra Venezuela y Nicaragua o el Procés catalán. Esta bancarrota ideológica explica el ascenso de la extrema derecha, que se está adueñando impunemente de conceptos tradicionales de la izquierda, como el antiintervencionismo o el rechazo de la censura. ¿Cui bono?

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