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Noticias Amor y Rabia

Balconización y Gestapo vecinal

Published on: sábado, 18 de abril de 2020 // ,

 




De todo lo que hay que aguantar durante este encierro sin duda lo más despreciable es la “Balconización”: el control de unos vecinos por otros: sentarse en un parque, sacar a pasear a niños autistas, o pasear por necesidad médica se han convertido en motivo de insulto a grito limpio, e incluso en motivo de agresión mediante el lanzamiento de objetos, que ha llevado ya a personas al hospital.


Al mismo tiempo, esos mismos vecinos se dedican a hacer ruido todas las tardes en los balcones, con aplausos, caceroladas o, simplemente, poniendo música a todo volumen, contando además tiene el acompañamiento de los cuerpos represivos con sus sirenas. Quienes esto hacen “olvidan” -o más bien prefieren olvidar- que al hacerlo no solo molestan al resto de la población que prefiere no participar en performances sin sentido, sino que además impiden el descanso de quienes trabajan. Es más, ya ha habido personas que han sido denunciadas anónimamente por no participar en los “aplausos” colectivos.

La defensa de la salud pública no sirve como excusa para justificar estas actitudes, ya que los más afectados son precisamente quienes se han dedicado a mantener en marcha el sistema sanitario, la limpieza o los supermercados, es decir, aquellas personas que garantizan que se cubran las necesidades básicas de la población. De una primera fase en que los insultos a estas personas se justificaban con no saber por qué salían a la calle, se ha pasado a una segunda en la que se les ha puesto en el punto de mira, y han empezado a recibir escritos anónimos en los que se les exige que abandonen sus casas por el bien de la comunidad. Y, en una nueva escalada, últimamente han empezado a pasar a la violencia, en una escalada siguiendo el modelo de los balcones, lo que se ha reflejado en el reciente escándalo por la pintada (“rata contagiosa”) en el coche de una médica en Barcelona por un anónimo vecino (que finalmente ha sido descubierto y denunciado). Pero esto no es una excepción sino el reflejo de un estado de ánimo colectivo, por lo que está por ver hasta dónde vamos a llegar mientras dure la cuarentena.

Este comportamiento repelente es el reflejo del despliegue militar y policial actual por las calles de toda España, que ha llegado al despliegue de drones para controlar que las calles estén vacías. Del control físico se ha pasado al digital: usando como excusa el Coronavirus, Renfe exige ahora los datos personales de sus pasajeros, el Ministro de justicia Marlaska no descarta utilizar con “amparo legal” la geolocalización de móviles para fines policiales, y los gigantes tecnológicos Apple y Google, que juntos tienen el monopolio de los sistemas operativos utilizados en los smartphones, han anunciado que incluirán una App para controlar dónde está el usuario. Todas estas medidas son muy sospechosas de ser ilegales, y además permiten al estado alcanzar un objetivo que perseguía hace mucho tiempo, por lo que nadie espere que den marcha atrás cuando se acabe la cuarentena. Es irónico ver como occidente, que dice abanderar “la defensa de las libertades y los derechos humanos”, ha pasado a copiar los mismos mecanismos de control social de China, que la OTAN ha calificado oficialmente como “el enemigo” en la nueva Guerra Fría que empezó Trump.

Hoy, más que nunca, hay que reaccionar y hacer frente al intento de sembrar la paranoia y que nos controlemos unos a otros. Contra el control, insumisión.

ECONOMÍA