Las mentiras de la c r i s i s, por Agustín García Calvo
Published on: sábado, 16 de mayo de 2020 //
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Cuando veas, lector, que los Ejecutivos o Administradores del Capital o Estado y los servidores de los Medios, le cogen gusto a un término y dan en usarlo a troche-moche, ya puedes sospechar que ahí se encierra algún truco, tergiversación o disimulo, importante para el Poder, que sólo por la mentira puede sostener la fe que necesita. Y no es que eso de la crisis y el estar en crisis sea cosa de ayer, pero, a lo que oigo, está muy al día, ya sea en el pulso económico o ya en debates de políticos.
Han tomado el uso del término de la vieja Medicina, donde el curso de la pulmonía, por ejemplo, entraba en crisis o alcanzaba el momento crítico, tras el cual o el paciente fenecía o la enfermedad se daba por derrotada; y así, lo que quieren hacer creer es que estamos en un trance decisivo, en el que la marcha de las finanzas y la consiguiente gestión de nuestras vidas toca un máximo de peligro que, una vez superado, permita que las cosas sigan progresando normalmente.
Tal es la doble función política de la Crisis: por un lado, entretener al personal alarmándolo un tanto con algo que pueda amenazar a la Administración y a su ordenada felicidad, esto es, llenar el tiempo vacío, el aburrimiento que cría la fe en el Futuro y en que no puede hacerse más que lo que ya está de antemano hecho; y eso, por otro lado, con la sugerencia de que es sólo una crisis, tras la cual, ya pasada, vuelva la normalidad, que por el pasajero peligro se habrá hecho más amada de los fieles.
Pero ‘crisis’ también quería decir ‘juicio’; y los ejecutivos de Dios, dispuestos a contar Futuros y a que Estado y Capital pasen cualesquiera crisis y avatares, menos la última crisis o Juicio Final, no saben que la mentira se juzga y condena a sí misma, y consigo condena a los “los fabricantes y atestiguadotes de falsedades” a una crisis definitiva.
Medios y fines
… En todo este barullo mediático de la Crisis, parece que cuando se habla del Dinero, (me refiero a ese flujo inmaterial que puebla las pantallas cibernéticas de las Altas Finanzas, no a las moneditas, querido lector, que en tu bolsillo tintinean), que se estuviera hablando de algo palpable y separado de su movimiento y manejo. Hay una pretensión mentirosa en separar los medios de los fines. En contra de lo nos hacen creer, no es que los medios sean para los fines, sino que los fines están en los medios ya, por ejemplo, las pistolas, los automóviles… tienen en sí mismos su fin, y por tanto los que pretenden manejarlos o conducirlos se quedan un poco sin oficio, más que el de servidores: servidores de la pistola, servidores del automóvil.
Seguramente muchos habrán sospechado esto por lo bajo y se lo habrán declarado más o menos: si efectivamente las cosas están cargadas de sus fines —de por sí—, entonces la pretensión del manejo o conducción desde fuera de la cosa es más que dudosa, vana: se descubre que los hombres, los dirigentes no son quienes para eso, para inventar ellos los fines y imponérselos a las cosas puesto que las cosas están ya cargadas de fines, ellas de alguna manera hacen lo que tienen que hacer, a lo que están destinadas, y el conductor, el pistolero, el banquero… pues sí, pueden formar parte del asunto pero como servidores; como servidores de las cosas para esos fines. Este es el tipo de descubrimiento en el que quería insistir. Más bien que el que rechacemos la visión reinante de los fines con respecto a los medios y metamos los medios los fines, eso implica que los pretendidos manejadores o conductores no son más que instrumento de las armas para estos fines.
Acudiendo a la actualidad más inmediata, la llamada Crisis económica, fijaos el empeño que tienen los dirigentes, políticos, filósofos, etc., por ejemplo en la Política de los políticos, como caso más inmediato, en presentar la visión contraria, según la cual los hay, sujetos, coscientes, voluntarios, allá arriba que son los que manejan las cosas de la Economía en primer lugar, del resto de la Política en segundo lugar, es natural: cuanto más hay peligro de descubrir que los hombres no son quienes para manejar nada, que las cosas tienen su fines en sí mismas, cuanto más eso corre peligro de descubrirse tanta más necesidad hay de engañar, es decir, de insistir en la visión contraria y exaltar la misión subjetiva, cosciente, voluntaria, desde arriba, de los que pretenden ser conductores o manejadores de las cosas. Supongo que se entiende bien, esto es una ley de pura economía de la información: cuanto más peligro corre de descubrirse una mentira de las que reinan, tanto más los dirigentes y sus Medios tienen que lanzarse a sostener la creencia contraria, la creencia que dominaba.
Si lo aplicamos al tema tan airado por los Medios de la Crisis Mundial: la famosa crisis económica o financiera que tanto nos ha entretenido durante estos meses pasados y nos seguirá entreteniendo, no debe estrañarnos el empeño en recalcar a las poblaciones de televidentes que por allá Arriba saben: que los Directores de las Bancas, que los Regentes de la Bolsa, que los Ministros de la Hacienda, de un sitio o del otro, saben de qué se trata y que por tanto toman medidas, y hacen declaraciones, declaraciones de conciencia del asunto, y dan órdenes destinadas a modificar o paliar la Realidad de la supuesta Crisis económica.
Bueno, pues supongo que algo recelabais por lo bajo, con eso que nos queda de pueblo-que-no-existe y que está siempre atento haciendo su política contra los políticos; sospechabais que todo eso es fifa, bambolla; bambolla necesaria para engañar, para entretener a través de los Medios.
Ni Banqueros ni Financieros ni Ministros tienen miedo de las cosas que dicen que tienen miedo: tienen un miedo mucho más profundo que es justamente el miedo de descubrir que el Dinero se mueve por sí solo, y que por tanto ellos son unos monigotes. Éste es el miedo de verdad y el que os traía con este ejemplo de lo que antes os decía en general.
Efectivamente lo mismo que hemos dicho de pistolas o de automóviles, pero todavía en grado más alto, del Dinero —cosa de las cosas; la cosa por excelencia— tiene naturalmente sus fines en sí mismo: como que está costituido por sus fines, como que no hay Dinero de verdad poderoso más que el Dinero Futuro, el que depende justamente de su fin, el que camina a un fin con su crédito, con su Fe; y por tanto, claro está, que Él sabe lo que hace, el Capital sabe lo que hace.
Pero, hay un miedo por parte de las personas, y especialmente de las personas ilustres y destacadas, hay un miedo de descubrir que ellos ahí son unos monigotes, que ni saben lo que pasa con la Crisis, ni saben de dónde viene, ni saben siquiera qué quiere decir la tal Crisis, ni saben de las causas por las que ha empezado ni de los medios por los que se puede cortar, pero que tienen que hacer como que sí. Cuanto más es el peligro de descubrir la condición de monigotes de los hombres, tanto más los hombres tienen que apresurarse a sostener lo contrario y a lucirse mucho y a sacar muchos nombres y muchas opiniones en el mismo sentido.
… Pero tú y yo, no nos dejemos entretener por el miedo a perderse de los que creen que tienen algo que perder.
* Las peculiaridades ortográficas de este texto se deben al deseo del autor de ser fiel a la lengua hablada en contra del sometimiento a las normas de la escritura.