La leyenda de Kronstadt un siglo después
El 100 aniversario del aplastamiento de la rebelión de Kronstadt por el joven gobierno bolchevique ha sacado del baúl de los recuerdos los viejos argumentos de anarquistas y bolcheviques. Estos argumentos zombis de 100 años de antigüedad, al negarse a intentar analizar objetivamente la insurrección, impiden aprender de lo ocurrido.
LA ETERNA CONSPIRACIÓN BLANCA DEL BOLCHEVISMO
Los sectores pro-comunistas han resucitado la propaganda del gobierno bolchevique y del propio Trotsky, que decían que los marineros revolucionarios originales habían sido sustituidos progresivamente a lo largo de la Guerra Civil por otros de origen Kulak (campesinos ricos) y originarios de zonas no rusas, y calificaron además la rebelión de complot blanco (1).
La realidad es muy diferente: el 75,5% de los marineros que sirvieron en la flota del Báltico el 1 de enero de 1921 fueron reclutados antes de 1918, y más del 80% procedían de las zonas de Rusia, 10% de Ucrania y 9% de Finlandia, Estonia, Letonia y Polonia, de manera que al estallar la insurrección seguían siendo aquellos que Trotsky había calificado de “gloria y orgullo de la revolución” por su papel clave en la revolución rusa. Esta situación se repite en las tripulaciones del Petropavlovsk y el Sebastopol, que jugaron un papel clave en la rebelión: de los 2.028 marineros de los que se conoce el año de alistamiento, el 93,9% fueron reclutados en la marina antes y durante la revolución de 1917. Sólo el 6,8% de los marineros fueron reclutados en los años 1918-21. En cuanto a las acusación de que fue una conspiración blanca, el propio biógrafo de Trotsky, Isaac Deutscher, ha reconocido que aunque los bolcheviques “denunciaron a los hombres de Kronstadt como amotinados contrarrevolucionarios, encabezados por un general blanco. La denuncia parece haber sido infundada” (2). En realidad, esas acusaciones han servido para desviar la atención de lo que debería ser el eje del debate: que en 1921 los bolcheviques, con Lenin a la cabeza, habían abandonando los planes de establecer una sociedad comunista y sólo querían consolidar su dictadura, combinada con una apertura al capitalismo: la via autoritaria al comunismo había fracasado.
En 1920, los bolcheviques y sus aliados derrotaron a los contrarrevolucionarios apoyados por UK, Francia y EEUU, poniendo punto final a la guerra civil. y eliminando las excusas que Lenin había utilizado para intentar imponer por la fuerza el comunismo y eliminar el capitalismo. Como explica Avrich en su libro Los anarquistas rusos (3), Lenin se había negado a seguir la línea ortodoxa de Marx: sus Tesis de Abril eran un rechazo a aceptar el periodo de «democracia burguesa» que, según Marx, precede inevitablemente a la revolución proletaria. En lugar de ello, Lenin quería desatar de manera inmediata la revolución, motivo por el que los anarquistas rusos se aliaron con el. El objetivo de Lenin era materializar las 10 medidas propuestas por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, que incluían la centralización del crédito en el Estado, la nacionalización de los transportes, la proclamación del deber general de trabajar, o la creación de ejércitos industriales (4). Lenin, cuyas convicciones revolucionarias son indiscutibles, fue más allá que Marx y Engels y nacionalizó durante la guerra civil todas las industrias, prohibió la empresa privada, militarizó los ferrocarriles, sometió al comercio exterior al control estatal e introdujo una gestión económica centralizada; asimismo, impuso la obligación de trabajar y prohibió las huelgas, y nacionalizó la producción agrícola (dejando a los campesinos lo mínimo imprescindible para sobrevivir), entregando al estado la distribución y racionamiento de alimentos y productos básicos en los centros urbanos. Para poner en marcha una economía comunista intentó eliminar de inmediato la propiedad privada, entregando al Estado la producción de mercancías y el control de su intercambio, todo ello mientras carecía de acceso a los mercados exteriores debido al embargo impuesto por las potencias occidentales.
El resultado fue un desastre. Someter la economía a la burocracia estatal llevó a imponer controles en las ciudades y limitar el suministro de alimentos, disparando su precio: una libra de pan (casi medio kilo) pasó de valer 370 rublos en junio de 1920 a 1.515 en febrero de 1921, el precio del azúcar pasó de 5.625 rublos por libra a 19.500, y lo mismo pasó con el precio del resto de alimentos. Para controlar la distribución de comida y alimentar a las ciudades, el estado confiscó las cosechas, provocando una crisis alimentaria rural y revueltas campesinas. Y, con la llegada del frío, el país se quedó sin combustible, los ferrocarriles dejaron de circular y las fábricas dejaron de producir. Los planes de Lenin para la economía de un estado comunista habían fracasado.
En estas condiciones, la paz representaba para los bolcheviques un peligro mayor que la guerra misma. Irónicamente, tras aplastar los ejércitos de los contrarrevolucionarios, el principal peligro era que el ejército se contagiase del descontento general. A comienzos del siglo XX, el descontento social se transmitía fácilmente a los ejércitos debido al reclutamiento forzoso, convirtiendo a los soldados en un peligro potencial. Varios ejemplos de la época dan una idea de ello: en 1910, un motín de marineros provocó el fin de la monarquía portuguesa; en 1918, motines similares provocaron el fin de las monarquías alemana y austríaca, y en 1919 un motín en la armada francesa en el mar negro provocó el fin de la intervención de Francia en la guerra civil rusa. De hecho, uno de los primeros pasos de la revolución rusa fue el motín del acorazado Potemkin durante la revolución fracasada de 1905, en la que aparecieron por primera vez los soviets; y la revolución de octubre no habría tenido lugar sin los marineros de Kronstadt, que participaron en la toma del Palacio de Invierno y disolvieron la Asamblea Constitucional. Los bolcheviques eran conscientes del papel clave de los marineros en derrocar al zarismo, pero también del peligro potencial del descontento general en Petrogrado combinado con la fuerza amenazante de la flota del Báltico, considerada como la guardiana de la revolución (5). Se sabía además que Kronstadt era un punto vulnerable de Rusia desde la Guerra de Crimea (1853-56), cuando el gobierno ruso se vio obligado a negociar la paz tras una ofensiva naval británica que amenazó con conquistar Kronstadt y hacerse con el control de San Petersburgo, la capital imperial (6).
La rebelión de Kronstadt, que por un oportuno retraso coincidió con el X Congreso del Partido Bolchevique, permitió a Lenin matar varios pájaros de un tiro: justificó acabar con la oposición en el seno del partido, abriendo la puerta a que “el partido siempre tiene razón”, como decía un estribillo de la canción oficial del partido comunista de Alemania oriental (7); el encarcelamiento de gran número de rebeldes capturados fue uno de los primeros pasos hacia la puesta en marcha del Gulag, el sistema de campos de concentración para disidentes en tiempo de paz (8); y, más importante aún, sirvió para abandonar el intento de imponer el comunismo, que pasó a ser calificado de “comunismo de guerra” para disimular su fracaso (9), aceptando la vuelta al libre mercado capitalista y la restauración de los lazos de Rusia (ahora URSS) con las potencias capitalistas, y muy especialmente con las derrotadas en la I Guerra Mundial. Por último, aplastar a una de las unidades militares más aguerridas eliminaba cualquier ilusión de poder llevar a cabo una rebelión victoriosa contra el nuevo estado bolchevique.
Por todo ello, Kronstadt fue el parto sangriento de un nuevo modelo de estado, calificado por Lenin de capitalismo de estado, fruto del fracaso de su vía autoritaria hacia el comunismo. En una obra maestra de manipulación, Lenin transformó su fracaso en triunfo, declarando al X Congreso que “la realidad nos dice que el capitalismo de Estado sería un paso adelante. Si en poco tiempo pudiéramos lograr el capitalismo de estado, sería una victoria“ (10). Y será victoria tras victoria de este estilo como la URSS llegaría a la derrota final y su autodisolución.
EL VIAJE A NINGUNA PARTE DEL ANARQUISMO
El comunicado de varias organizaciones anarquistas para conmemorar el aniversario de la rebelión de Kronstadt puede ser calificado igualmente de zombi, al repetir las denuncias de hace 100 años, sin recoger ninguna de las enseñanzas fruto de las experiencias vividas desde 1921, especialmente las de la revolución de 1936 en España (11). Dicho comunicado se traga casi por completo la narrativa bolchevique: además de aceptar la supuesta existencia del comunismo de guerra, concepto creado para justificar el abandono del comunismo y la vuelta al capitalismo mediante la NEP, se presenta esta como un “compromiso”, y se afirma que “no es cierto que la única alternativa al capitalismo en Rusia fuera el régimen autoritario”, además de hablar de los protagonistas de la rebelión como “ellos y ellas“, a pesar de que no hay la menor huella femenina y los protagonistas de la revuelta eran marineros.
Decir que en la Rusia de 1921 los soviets eran una alternativa a la dictadura bolchevique implica decir que 1) había grupos políticos de peso que defendían los soviets frente a la democracia burguesa, y 2) que habría sido posible utilizar una vía pacífica al comunismo en el entorno completamente hostil de 1921. Pero la realidad era otra: por un lado, las bases bolcheviques, tanto los defensores de la línea oficial como los miembros de la Oposición Obrera contraria a Lenin, mostraron en Kronstadt que estaban a favor de aplastar a quien se negase a aceptar la dictadura bolchevique; los anarquistas habían dejado de jugar un papel tras la destrucción de la guerrilla de Macno en Ucrania, y los mencheviques y socialrevolucionarios eran mayoritariamente partidarios de la democracia burguesa y el capitalismo. Una vía alternativa al comunismo, para poder llevarse a cabo, habría tenido que ser cualquier cosa menos pacífica, y habría tenido que plantearse que hacer con sus enemigos entre la población, que durante la guerra civil rusa demostraron carecer de escrúpulos para lograr sus objetivos. En resumen, el comunicado pretende que en la Rusia de 1921 habría sido posible repetir la estrategia de la CNT en 1936: llevar a cabo la revolución dejando libertad de acción a sus enemigos, a pesar de que 1) esa estrategia fue un desastre que llevó a los anarquistas a legitimar como ministros un gobierno contrarevolucionario, y 2) que en Rusia no había una organización de masas como la CNT que defendiera la línea de Kronstadt. En resumen, el comunicado no es más que una nueva apología de la fe en las barricadas, que valen para dar mártires pero no para ganar revoluciones, como denunció García Oliver (12).
DEL MITO AL ARCHIVO
El único intento serio para intentar salir de este debate zombi y hacer un balance equilibrado del desastre de Kronstadt fue la publicación en 1970 de Kronstadt 1921 de Paul Avrich. A pesar de que ambos bandos lo reconocen como una obra maestra, e incluso sea recomendada su lectura por grupos pro-bolcheviques (13), el mensaje de Avrich, que se “puede simpatizar con los rebeldes y conceder, no obstante, que los bolcheviques estuvieron justificados al someterlos“ ha sido ignorado, y buena prueba de ello es que su libro no ha sido reeditado a pesar del 100 aniversario de la rebelión, motivo por el que hemos decidido hacerlo nosotros, para evitar que caiga en el olvido.
Como explica Avrich, la rebelión estuvo precedida de multitud de noticias falsas (¡Fake News!) sobre motines en la flota del Báltico en la prensa occidental, algo que los bolcheviques usaron para culpar a los blancos y la Entente de estar detrás de la Comuna de Kronstadt y, de hecho, Avrich logró encontrar un documento de los blancos sobre la organización de un alzamiento en Kronstadt. ¿Fue, entonces, una revolución de colores, y los marineros los convidados de piedra? Los actos rebeldes no cuadran con esta hipótesis: se rebelaron demasiado pronto (antes de que se derritiera el hielo), se negaron a hacer operaciones ofensivas contra los bolcheviques, e incluso se negaron a romper el hielo en torno a la isla, medida puramente defensiva, lo que permitió a los bolcheviques aplastarlos, haciendo justo lo contrario de lo que podría esperarse si hubiese sido el fruto de una conspiración blanca.
Avrich no contempla la posibilidad de que todo hubiera sido una provocación bolchevique, aunque reconoce que la rebelión fue clave para consolidar su dictadura. ¿Es posible que los bolcheviques hayan provocado el motín, de tal forma que no pudiese triunfar, pero sirviese para sus objetivos? El servicio secreto soviético, aunque joven, era un buen aprendiz de Fouché (14), y había penetrado en las organizaciones de exiliados blancos, creando incluso en 1921 una, Трест (Trust), con la que pudieron engañar a los servicios secretos británicos y lograron detener a Boris Savinkov y Sidney Reilly, dos de sus mejores agentes. Crear falsas organizaciones anticomunistas o infiltrar las existentes fue una de las especialidades de los servicios secretos soviéticos (15). ¿Por qué nadie ha pensado que los bolcheviques pudieron estar informados de las conspiraciones de los blancos en el exilio? Esta hipótesis era indemostrable cuando Avrich escribió el libro, al no poder accederse a los archivos soviéticos, pero ese obstáculo desapareció tras el fin de la URSS, y se ha encontrado un documento que confirma -o hace plausible- dicha hipótesis. Dicho documento, titulado “Informe del agente en la representación de la RSFSR en Finlandia“ y fechado el 18 de noviembre de 1922, dice textualmente (16):
El comandante de la casa de la oficina de representación local de la Rusia soviética le dijo a un representante de la Policía Central de Investigación que cuando la posición del gobierno soviético antes del motín de Kronstadt comenzó a parecer precaria, la Comisión Extraordinaria de la provincia de Petrogrado... recibió una propuesta para mejorar la situación de Zinoviev, una orden para organizar el motín de Kronstadt, de modo que, al reprimirlo, fuera posible fortalecer la posición del gobierno soviético. El levantamiento fue planeado en detalle y los planes fueron informados a Petrichenko, quien era un agente secreto de la Comisión Extraordinaria de la provincia de Petrogrado, a quien se ordenó unirse al Comité Revolucionario de Kronstadt para que pudiera participar activamente en la preparación del levantamiento. Se asignaron agentes de la Cheka, en todas las unidades militares ubicadas en Kronstadt, que incitaron a los SR a un levantamiento. Se ordenó a las filas de los rebeldes que reclutaran tantos oficiales y nobles como fuera posible, de modo que el levantamiento fuera de naturaleza blanca. Cuando las guarniciones de Moscú y Petrogrado fueron reforzadas por tropas leales al gobierno soviético, se ordenó a Petrichenko que iniciara un motín.
Según este sorprendente documento, que ha criado polvo durante 70 años, el jefe del Comité Revolucionario de Kronstadt, Petrichenko, habría sido en realidad un agente soviético, lo que explicaría porqué tras llegar a Finlandia después del fin de la revuelta empezó a trabajar para los servicios secretos soviéticos (17). Debido a sus actividades prosoviéticas fue deportado a la URSS por el gobierno finlandés tras la II Guerra Mundial, en 1945, siendo juzgado y encarcelado en el Gulag, donde muere en 1947, llevándose a la tumba lo que sabía. ¿Roma no paga a traidores?
NOTAS
(1) Vease por ejemplo Elisa Nowak (Junge Welt, 09.03.2021): “Mythos Kronstadt“. Los blancos son las fuerzas contrarias a la revolución rusa, apoyados por las potencias occidentales.
(2) Israel Getzler (1983): Kronstadt 1917-1921: The Fate of a Soviet Democracy, p.207-8, p.282n.11. Isaac Deutscher (2003): The Prophet Armed: Trotsky, 1879-1921, p.426.
(3) El número 5 de la revista Amor y Rabia (29.03.1996), “El anarquismo ruso“ , p. 12, que se puede descargar gratuitamente en formato PDF aquí, es un amplio resumen del libro de Avrich.
(4) Karl Marx y Friedrich Engels (1848): Manifiesto del partido comunista.
(5) Israel Getzler (Revolutionary Russia, vl, 17, Issue 1, 2002): The Communist leaders’ role in the kronstadt tragedy of 1921 in the light of recently published archival documents.
(6) Basil Greenhill y Ann Giffard (1988): The British Assault on Finnland 1854-1855. A forgotten naval war.
(7) Wikipedia, Lied der Partei.
(8) Dmitri Volkogónov (1996), El verdadero Lenin, p.240-1.
(9) Wikipedia, Comunismo de guerra.
(10) Wikipedia, State Capitalism.
(11) anarkismo.net, 01.03.2021: “100 años del levantamiento de Kronstadt: Recordar es luchar”.
(12) Juán García Oliver (1978): El eco de los pasos, p.194: “las barricadas, románticamente cantadas en un himno anarquista, aparecieron durante las fracasadas revoluciones del siglo XIX en Francia. Decir «a las barricadas» es decir «a la derrota»”.
(13) International Bolshevik Tendency: Kronstadt & Counterrevolution.
(14) “A veces acelera las conspiraciones, a veces las refrena, a veces las provoca artificialmente, a veces las descubre ruidosamente (y avisa al mismo tiempo a los interesados para que se pongan a tiempo a salvo); siempre hace doble, triple, cuádruple juego, y el engañar y burlarse en todas direcciones se convierte poco a poco en pasión“ Stefan Zweig, Fouché, el genio tenebroso.
(15) Wikipedia, Operation Trust. Ver Mark Aaron y John Loftus (1991), Ratlines, sobre la historia del general blanco Anton Turkul.
(16) АГЕНТУРНОЕ ДОНЕСЕНИЕ ИЗ ПРЕДСТАВИТЕЛЬСТВА РСФСР В ФИНЛЯНДИИ; El documento aparece también en el libro КРОНШТАДТ 1921. ДОКУМЕНТЫ О СОБЫТИЯХ В КРОНШТАДТЕ ВЕСНОЙ 1921 Г (Kronstadt 1921. Documentos sobre acontecimientos en Kronstadt en la primavera de 1921). Ver también Katerina Ivanova (Коммерса́нтъ /Kommersant, 07.02.2011): “ЧК было получено предписание организовать Кронштадтский мятеж” (La Cheka recibió la orden para organizar el motín de Kronstadt).
(17) Wikipedia, Stefan Petrichenko.