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Noticias Amor y Rabia

Greenpass, nuevas fronteras y las fronteras del miedo

Published on: sábado, 27 de noviembre de 2021 // ,


por Deriva


Contribución a un razonamiento colectivo


Desde el comienzo de la pandemia ni escribí en un blog, ni utilicé las redes sociales, ni tenía la idea de que el alarmismo inicial de la emergencia de seguridad fuera útil cuando no sabías lo que realmente estaba pasando. Soy un científico social, no un médico, así que me limito a lo que puedo hacer: observar, no hablar precipitadamente, sino seguir observando y escribiendo. Y sin embargo ahora, después de 16 meses desde el inicio de esta pandemia (no son dos años, lo siento, sino solo 16 meses. Y la deformación de la percepción del tiempo que noto a mi alrededor es un primer elemento que encuentro alarmante), después de 16 meses desde el inicio de la pandemia, ahora estoy preocupado.


Me preocupa el silencio, la ausencia total de debate, la falta total de espacios de discusión a los que nos hemos acostumbrado y de los que parece que ya no vemos los efectos deletéreos. Me preocupa la amnesia total que veo a mi alrededor: ya no recordamos lo que dijimos hace solo 12 meses, cuando leí de muchos y en muchos lugares que no queremos volver a lo que había antes, porque lo que había era el problema. Parece que somos incapaces de aprender de la historia, y que somos incapaces de ver la diferencia que existe, hoy como en 1969, 1980 o 2001, entre accidente y masacre, entre un suceso accidental y la participación en una masacre.


Por supuesto, hay un virus y esto no es bueno para nadie y no debe subestimarse. Pero, ¿cómo olvidar que la gran cantidad de muertes no causó solo el virus, sino la loca gestión que ya hace 16 meses puso la economía por delante de la salud pública? ¿Cómo olvidar la Val Seriana y Val Brembana en la zona de Bérgamo, que fueron sacrificadas porque se suponía que do debía afectarse el PIB de Lombardía? ¿Cómo no ver la diferencia de responsabilidad entre el accidente (accidental o no) del virus, y la masacre provocada por las muertes en el trabajo, o en la RSA (Confindustria y OMS y varios gobiernos todos responsables)?


Son muchos los puntos que se están perdiendo, al no haber querido / haber podido discutir más sobre ellos. Intentaré nombrar algunos (sin pretender ser exhaustivo):


• El miedo está en el centro de todas las reacciones y discursos sobre Covid, y la incapacidad de hablar y lidiar con el miedo (y con la muerte, que es parte de la vida y no su excepción) es sin duda el primer punto.


• Plantear la pregunta en términos de una vacuna sí / no es plantear la pregunta muy mal. La arrogancia (hubris)humana tiene un límite. Está muy bien que las vacunas protegen y ayuden tanto como sea posible a las personas más frágiles y expuestas a los efectos nocivos de Covid. Pero otra cosa es creer que la vacuna puede vencer una pandemia que es global, en la que las vacunas están siendo inyectadas a una porción infinitesimal de la población mundial, mientras siguen circulando cuerpos y sobre todo bienes y con ellos bacterias, virus y variantes cruzadas.


• Creo que un punto importante es aceptar que no estamos en una POST-pandemia, por desgracia, pero que todavía estamos metidos hasta el cuello en ella. La pandemia está ahí y seguirá estando, hasta que su curva alcance un nivel alto y luego disminuya. Una pandemia global tiene tiempos que van más allá de la arrogancia humana y la voluntad humana de dominar el mundo entero que nos rodea.


• El greenpass es un instrumento de control social, ayer la ministra Speranza declaró que “El green pass es el trabajo de digitalización más grande jamás realizado” ( aquí ): por lo tanto el objetivo es la digitalización y escrutinio de todas las acciones diarias de la población, no la salud pública. Igualar control y salud es realmente una combinación difícil de digerir. El greenpass es una nueva frontera que estamos viendo erigirse a nuestro alrededor: ya no en las fronteras de los estados nacionales, sino en las fronteras de nuestros cuerpos. Siempre se trata de muros, de límites que determinarán quién tiene privilegios o no. Pero, ¿no gritaban anten muchos que los papeles son solo papel, los papeles se quemará? (La carta è solo carta la carta brucerà) ¿Dónde está esa solidaridad hacia los sin papeles (sans-papier) y las personas que no pueden y no podrán acceder a este green pass de todos modos? (y no se trata aquí ya solo de procedimientos, eso también se llama miedo).


• El greenpass se recibe después de una sola dosis de vacuna, que ahora se sabe que NO cubre ni protege a la persona de los efectos dañinos del virus. Entonces nuevamente me parece que el estado quiere responsabilizarse de que la economía siga adelante sin tener que proporcionar “refrigerios”. Pero, ¿dónde está la protección de la salud? Finalmente: no se exige el green pass para entrar en las iglesias. Ir a misa una vez más demuestra ser una reunión permitida y tolerada, burlándose aún más de escuelas, teatros y otros lugares de socialidad y cultura.


Y algunas preguntas:


• ¿Cuánto dinero se ha asignado para ayudar al sistema de salud pública en Italia y Europa en los últimos meses? ¿Por qué pensamos que la solución a la pandemia es una vacuna y un nuevo pasaporte digital, en lugar de recursos para las estructura sanitaria, una cultura de la salud, la alimentación, la importancia del deporte y un alivio del estrés y el miedo que en cambio son inhibidores muy fuertes del sistema inmune?


• ¿Cuál es el motivo de salud pública que justifica pretender vacunar de manera obligatoria a los jóvenes? Este punto me duele tanto que ni siquiera puedo comentarlo, pero es de una gravedad inmunda, y que no haya discursos serios que tomen en cuenta los riesgos que desconocemos de los efectos de esta vacuna en los jóvenes en los próximos años (porque no hubo el tiempo técnico necesario para hacer tests) es una muestra más de que vivimos en una gerontocracia patriarcal violenta.


• ¿Qué provocó la aparición de Covid? ¿Y qué convirtió un virus en una pandemia mundial? ¿Por qué no estamos hablando de granjas industriales, combustibles fósiles, plantas de energía nuclear y todo ese montón de cosas que producen y fabrican diariamente las condiciones para que se desarrollen este u otros virus?


• Finalmente: ¿cómo podemos engañarnos a nosotros mismos creyendo que una vacuna resuelve la pandemia (o más aún, un documento de control digital), si no abordamos en absoluto las causas estructurales que la provocaron?


Crecí en un contexto en el que la cultura no eran ideas ingeridas a través de una pantalla, sino un entrenamiento diario en pensamiento crítico, reflexión, observación y uso del cerebro que siento que tengo bajo la corteza cerebral.


Me desesperé cuando vi gente apresurarse a ponerse en la cola ir a tomar algo como reabrió el bar, tanto como ahora pensando que la vacuna “es la única solución que tenemos”. Más aún, me parece que cualquier similitud entre vacuna y green pass no se justifica racionalmente. Siempre defenderé la importancia de las vacunas para defender a las personas en riesgo y limitar la circulación del virus. Pero nadie me puede hacer creer que la vacuna para menos del 1% de la población mundial pueda frenar un virus que la mala gestión de las instituciones que nos gobiernan ha convertido en pandemia. Me niego a olvidar las responsabilidades políticas que llevaron a la masacre en la zona de Bérgamo y sobre las que, por cierto, por cierto, no queremos investigar, a pesar de las peticiones de los familiares de las víctimas.


Me niego a dejar de usar mi cerebro, porque el hecho de que funcione es una gran responsabilidad. Me niego a pensar que pasear con o sin perro pueda lastimar a cualquiera, que quedarse en casa es bueno para la salud (mientras las fábricas siempre estuvieron llenas), que hoy comer en restaurantes o tomar café sin estar vacunado equivale a atacar la salud pública. Hay una gran diferencia entre el egoísmo neoliberal, que solo quiere hacer crecer el PIB o volver a una mala copia de lo que teníamos antes, y un solo cuerpo que camina y respira. Los amos hacen las masacres y, como hace muchos años, incluso ahora suelen recibir ayuda de los fascistas para conseguir el resultado que quieren.


No dejemos de usar la cabeza, no dejemos de ser solidarios, no dejemos de buscar y condenar las responsabilidades estructurales que nos han llevado a donde estamos.


Finalmente: aprendamos a admitir que tenemos miedo, que estamos aterrorizados. Esa muerte nos asusta, esa enfermedad nos asusta. No es malo tener miedo, la muerte es parte de la vida, y el miedo a su fin es parte del amor. Sin embargo, aprendamos a vivir con ello, porque el amor es más fuerte.



Este texto es parte de un dossier sobre la izquierda y la dictadura sanitaria publicado en el número 47 de la revista Desde el Confinamiento, que puede descargarse gratuitamente aquí. Una introducción puede leerse aquí.



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