La esencia común de las estrategias imperialistas (de Japón, EEUU y Alemania) de solución de la crisis de los 30
Published on: miércoles, 26 de septiembre de 2018 //
lucha de poder,
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1) La génesis de las tres estrategias tiene su origen directo (para el caso de Japón y de Alemania) e indirecto (para el caso de los EEUU) en la gran crisis mundial económica capitalista de los años 30, que resultó de la contradicción capitalista clásica entre los modos de producción sociales y su apropiación privada. Para evitar la inestabilidad política, resultado de la crisis estructural económica y la amenaza revolucionaria de las metrópolis, las élites del poder de las tres potencias líder decidieron ampliar la zona económica propia hasta que garantizara la “autarquía económica” (economic self-sufficency) de las metrópolis. Como se demostró, esto implicaba para la burguesía imperialista alemana, en su esencia, el control de la Europa Continental, del este y del Sudeste Europeo. Para el imperialismo japonés estaban en juego las Indias Orientales holandesas, Manchukuo, el norte de China, Corea, Tailandia, Birmania, Malasia, Filipinas y algunas islas del pacífico. Para los EEUU los territorios de la Gran Area como se especificaron anteriormente.
De forma correlativa este intento de salvación económico/político implicaba a nivel militar la autarquía de la defensa, es decir, la imposibilidad de forzar un desenlace de la guerra mediante el bloqueo, tal y como esto había ocurrido en la primera gran guerra imperialista.
La expansión de la zona de explotación propia por parte de los japoneses y los alemanes significaba, no obstante, cuestionar la establecida estructura de dominación y explotación, liderada, a nivel mundial, por el mundo anglosajón. El Nuevo orden, postulado por el imperialismo japonés y alemán, preveía un reparto del mundo en tres zonas hegemónicas, las cuales eran explotadas de forma preferente por el poder dominante respectivo y protegida cada una por una Doctrina Monroe propia,
Como consecuencia de estas reivindicaciones de un Nuevo Orden, los EEUU se vieron confrontados con las siguientes alternativas:
a) aceptar la propuesta de revisión global y consentir de esta manera la pérdida de poder de Francia, Inglaterra y Holanda, a cuya costa iba a ser el aumento de poder de Japón y Alemania, y renunciar al mismo tiempo a su sueño del Siglo Americano o,
b) conservar la constelación de poder anterior y mantener la meta deseada de la hegemonía mundial. Pero esto a costa de una guerra.
Los EEUU se decidieron por la segunda opción y el desarrollo de la guerra mundial, igual que la historia de la postguerra demuestran que esto fue, desde el punto de vista de las élites norteamericanas, una decisión estratégica acertada.
2) La existencia de una zona económica acompañada de una estructura jerárquica de metrópolis-satélites, en la cual los pueblos limítrofes tenían que cumplir tres funciones en un sistema de reparto dependiente del trabajo:
1. Producir materias primas, alimentos y productos baratos para la metrópolis;
2. Consumir los productos industriales de los “pueblos jefes” y
3. Servir como reserva gigantesca de un ejército de mano de obra industrial.
Un sistema de mecanismos de mercado (the terms of trade –“las condiciones del comercio”) y de carácter administrativo (sistema del clearing, precios fijados por la administración) funcionaba como cauces con esclusas, por las cuales se transferían los excedentes de los pueblos de la periferia a las metrópolis.
3) El tercer elemento común de los proyectos imperialistas en su variante fascista, militarista y democrática era el intento de asegurarles a las burguesías unos beneficios muy altos mediante una explotación laboral más dura y la transferencia acelerada de los beneficios, procedentes de las zonas económicas ampliadas. Al mismo tiempo se intentaba crear una “aristocracia obrera” en las metrópolis que renunciara a las tendencias revolucionarias contra el orden establecido a cambio de su pacificación e integración acompañada de un aumento de su nivel de vida.
4) También en el ámbito ideológico había, en parte, coincidencias sorprendentes entre las distintas élites imperiales. Los japoneses (tal y como hemos visto más arriba), igual que los alemanes, fundaron su derecho a conseguir una revisión del anterior orden mundial y una estructura de dominio mundial tripolar en los principios de la Doctrina Monroe practicada desde hace más de c100 años por los EEUU. Así, por ejemplo, los razonamientos de Carl Schmitt (un destacado ideólogo fascista en el campo del derecho) se basan en la Doctrina Monroe como “precedente de un principio con carácter de macro-espacio en el Derecho internacional” (“Ordenación del Derecho Internacional del macro-espacio con la prohibición de intervención para potencias ajenas a la zona”), un razonamiento que debía legitimar y legalizar, en el marco del Derecho Internacional, el “macro-espacio del centro y del este de Europa”, donde el Imperio Alemán ejercía la hegemonía.
“Para nosotros es decisivo que la Doctrina Monroe, original de 1823, es la primera declaración en la historia del Derecho Internacional moderno que habla de un macro-espacio y que establece para este macro-espacio el principio de la no-intervención para potencias ajenas a él… Desde el punto de vista del Derecho Internacional científico, el espacio y las ideas política no se pueden separar. Para nosotros n existen ideas políticas en el vacío, ni, al revés, espacios o conceptos espaciales, vacíos de ideas. Una idea política definible se apoya necesariamente en un determinado pueblo y tiene la mirada puesta en un determinado adversario, así adquiere entonces la calidad de político… Es que el núcleo de la gran Doctrina Monroe original, un verdadero principio de macro-espacio, representa la unión entre un pueblo que despierta políticamente, una idea política y un macro-espacio dominado por esta idea donde se excluyen intervenciones extranjeras. No la Doctrina Monroe en sí, sino éste, su núcleo, la idea de un orden para un macro-espacio, basado en el Derecho Internacional, es transferible a otros espacios, otras situaciones históricas y otras combinaciones de amigos-enemigos… Quiero insistir otra vez, que no es nuestra intención proponer aquí una Doctrina Monroe Alemana, sino que simplemente estamos descubriendo el núcleo justificado de la Doctrina Monroe original, es decir la idea de que la intervención de potencias ajenas en un macro-espacio dominado por otra es inadmisible en términos del Derecho Internacional” (70).
Ambos, el imperialismo alemán y el japonés, hablaban correctamente, en términos históricos, de un Nuevo Orden que querían establecer. Puesto que los EEUU no perseguían ningún Nuevo Orden, sino el mantenimiento del status quo con algunos cambios a su favor, su discurso del “espacio vital” se limitaba a las posiciones de probada eficacia de 1776 / 89 más algunos elementos del Estado social (las cuatro libertades), es decir se limitaba a la defensa de estas posiciones frente al ataque del totalitarismo.
La movilización de ideologías nacionalistas y anticoloniales constituyó otro elemento común a los tres proyectos imperialistas. Los japoneses querían desplazar de su zona de explotación la competencia hegemónica norteamericana, francesa y holandesa, mediante la movilización de sentimientos de identidad nacional y regional. “Asia para los asiáticos” era, por tanto, uno de los lemas ideológicos centrales de su discurso propagandístico. De la misma manera “Europa para los europeos (germánicos)” lo era para los nazis. Puesto que las élites de poder angloamericanas tenían que defender un imperio colonial universal, su ideología para la dominación no se podía limitar a un macro-espacio geopolítico específico. Adoptaron, en consecuencia, la forma general de defensa y propagación de los valores democráticos y de la civilización occidental, contra la barbarie militarista y fascista. El verdadero contenido de este discurso se iba a explicar a los pueblos de las colonias después de 1945 mediante bombas y napalm.
Un último elemento común de las tres estrategias imperialistas para superar la crisis era que, a lo largo del tiempo, cambiaban las dimensiones de sus espacios y los métodos y formas de su imposición. Los territorios previstos para la expansión, ocupación y explotación aumentaban o disminuían en las mesas de los planificadores según los éxitos obtenidos o los reveses sufridos por sus ejércitos. En los momentos cumbre de los respectivos éxitos nacionales, militares, los planes regionales para los macro-espacios mostraban la tendencia a convertirse en diseños a nivel mundial. Pero esta suerte sólo estaba reservada para la Gran Area. Los tecnócratas nazis iban reduciendo sus planes más soberbios lentamente a dimensiones más realistas, a partir de 1943, como consecuencia de las derrotas militares. Los programas maximalistas de 1940 se convertían así, poco a poco, en planes para una “Comunidad Económica Europea”, liderada por Alemania, lo que, desde el punto de vista actual (71), representaba para el capital alemán una perspectiva del macro-espacio y de la explotación a nivel mundial indiscutiblemente más realista que aquella basada en la expansión militar y que fracasó poco antes de llegar a las puertas de Moscú.
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