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Noticias Amor y Rabia

Lebensraum, la estrategia imperial de solución de la crisis de los nazis, por Heinz Dieterich

Published on: sábado, 8 de septiembre de 2018 // ,

Hitler resumió de forma muy escueta, en un discurso secreto para jóvenes oficiales el 30 de mayo de 1942, el problema de la crisis estructural económica y política del capital, consecuencia de la crisis económica mundial. Contestando a la pregunta retórica de que si la política económica del rearme había sido correcta, dijo: “Si en 1933 no hubiéramos emprendido el camino de nuestra nueva política económica hubiéramos sido barridos por la revolución bolchevique de las masas en paro. No tuvimos otra opción. Había ya 7 millones de parados. Pero cuando el hambre alcanza poco a poco a 10 o 20 millones, empieza a perderse la razón. Entonces ya no domina la razón sino la pasión. Entonces las masas ocupan las calles, destruyen el Estado y el Imperio Alemán hubiera muerto. Había que buscar, por tanto, una última salida a nuestra miseria económica. Y esto sólo podía ser la política económica de los nacionalsocialista: La construcción de un sistema europeo de intercambio de los rendimientos del trabajo. Este fue el único, el último camino” (28).


Contracción del comercio mundial entre 1929 y 1933: La Gran Depresión provocó el hundimiento del comercio global, que tras 4 años quedó reducido a un tercio de su dimensión de 1929.


El problema fue el mantenimiento de las condiciones de producción capitalistas; su solución, el control y la explotación de una zona económica grande, lejos del valor del oro, del bloque de la libra esterlina y del poder del dólar. Lo que Hitler silenció era que el intercambio de las distintas cuotas del rendimiento del trabajo iba a ser desigual, que se estaba planeando un sistema que premiaba los rendimientos del trabajo alemán más que los de los “pueblos de la periferia”. Así se quería asegurar una acumulación acelerada de la riqueza en la metrópoli alemana.

Geopolíticamente hablando, había dos posibilidades para la planeada conquista del Macroespacio o Espacio Vital. O seguir el ejemplo del Imperio Británico y del Imperio Colonial Francés y conseguir colonias en ultramar, o bien controlar la ruta de la llamada “colonización interior”, es decir la de la tradicional expansión germánica hacia Europa Oriental. Confrontados con el poder naval dominante, de Gran Bretaña y EEUU, que planteó problemas insolubles para la protección de colonias tradicionales, y puesto que en Europa Oriental existían las materias primas más importantes (petróleo y alimentos), junto con espacios para la colonización, el nacionalsocialismo alemán decidió que las “Indias” de Alemania estaban en el este (29).


El papel de la Europa ocupada en el comercio global (1940)


Hitler explicó en septiembre de 1941, en su cuartel general, la analogía entre el Imperio Colonial Británico y el Alemán de la siguiente manera: “El lugar de nacimiento de la conciencia inglesa es la India. Hace 400 años los ingleses no habían tenido nada de ello. Pero los grandes espacios de la India les obligaron a gobernar millones de personas con la ayuda de pocos. Un papel importante en esto lo tuvo el abastecimiento de grandes unidades europeas con alimentos y productos de uso diario…

Cuando nosotros colonicemos el espacio ruso, los ‘colonos alemanes’ deberán vivir en asentamientos extraordinariamente bonitos. La administración y las instituciones alemanas habrán de tener edificios maravillosos y los gobernadores deben residir en palacios. Alrededor de estas administraciones se plantará lo que contribuye al mantenimiento de la existencia. Y alrededor de la ciudad se diseñarán en un radio de 30 / 40 kilómetros de distancia pueblos muy hermosos, comunicados entre sí por las mejores carreteras. Luego empieza el otro mundo, donde dejaremos vivir a los rusos como quieran. Sólo que nosotros los vamos a dominar, En el caso de una revuelta sólo tenemos que tirar entonces unas cuantas bombas sobre sus ciudades y el asunto está resuelto. Una vez al año se pasea además un grupo de Kirguises por la capital del imperio para llenar su imaginación con la fuerza y grandeza de sus monumentos de piedra.

Lo que para Inglaterra ha sido la India, será para nosotros el espacio en el este. ¡Si sólo pudiera transmitir a pueblo alemán la importancia de este espacio para el futuro!” (30).


 IZQUIERDA Y CENTRO: Himmler y Rudolf Hess en Berlín en la exposición "Plannung und Aufbau im Osten", dedicada a la colonización alemana del este de Europa
DERECHA: Exposición "Die Grosse Heimkehr", sobre el traslado de minorías de habla alemana a los territorios ocupados del este de Europa para sustituir a la población local, que sería eliminada


Al lado de los asentamientos y los palacios, el “otro mundo”, el mundo “de los rusos” que dominamos. “En el caso de una revolución sólo hace falta entonces tirar unas cuantas bombas… y el asunto está resuelto”. Imágenes muy desagradables se nos vienen a la mente, de Soweto, de los Townships y los Bantustanes de 20 millones de africanos que rodean las islas de bienestar de Africa del Sur; desagradables, pero soportables: ¿quién no ha de estar en contra del sistema bárbaro del Apartheid y la separación en ghettos según el color de piel? La imagen, no obstante, se convierte en desagradable e insoportable cuando lo dicho por Hitler acerca de un orden mundial dicotómico de palacios y chozas, amos y dominados, se muestra como presagio fatídico de la barbarie civilizada del primer y del tercer Mundo. A pesar de que las pantallas de la televisión muestran casi a diario la miseria del “otro mundo”, de cómo se les da alguna vuelta a “los Kirguises”, y cómo se tiran bombas sobre las revoluciones del Tercer Mundo, posibles comentarios sobre lo agradable que es la vida dentro de la cosecha de la concepción mundial Hitleriana sólo producirán una indignación generalizada y, en los círculos más sensibles y sinceros, a lo mejor, un silencio avergonzado.

La máxima a seguir por el nacionalsocialismo para la construcción de la “India alemana” fue la misma que la del gran ejemplo británico y, en última instancia, la de cualquier potencia colonial: explotación económica mediante el empleo de la fuerza (31). La condición previa para ello era la destrucción de la estructura política existente en la URSS. Había un acuerdo entre los sectores más importantes del ejército, la élite política y la económica para destruir el régimen soviético y el bolchevismo (32), y para debilitar en substancia a Rusia como potencia de la postguerra mediante la Balcanización, la anexión de partes de ella (Báltico), despoblación, desindustrialización, etc… “Cualquier organización estatal es de evitar, y os miembros de estos grupos étnicos deberían ser mantenidos al nivel cultural correspondiente. Hay que partir del hecho de que estos pueblos, en primer lugar, tienen la tarea de servirnos económicamente a nosotros” (33).


El colonialismo alemán en los territorios ocupados de la URSS no tuvo límites. En las imágenes, mujeres ahorcadas colgadas del brazo de estatuas de Lenin. Izquierda, un alumno mira el cadaver de su maestra en presencia de un soldado nazi.


La consecuencia de este programa, que de forma anacrónica intentó realizar la lógica colonial del siglo XIX en el siglo XX, fue el empleo del terrorismo estatal. Hitler explicó que “era imposible conservar con métodos democráticos lo que antes se había conseguido mediante el empleo de la fuerza”. Por otro lado la fuerza era imprescindible para alcanzar las metas a largo plazo de la política alemana en el Este, tal como Hitler las formuló en la primera conferencia después de comenzar la invasión de la URSS. Dijo que no se debería convertir al pueblo en enemigo “de forma prematura e innecesaria” pero que el mando alemán debería ser consciente de que “de allí ya no saldremos nunca más”. No haría falta “pregonar las metas alemanas en todo el mundo”, pero “todas las medidas necesarias –ejecución, evacuación, etc…- se llevarán a cabo y se podrán hacer a pesar de todo”. El lema del día era:

     1. dominar
     2. administrar
     3. explotar (34)

También Goering, en su directriz del 8 de noviembre de 1941, indicó, con vistas a la política económica a largo plazo, que “los territorios recientemente ocupados del este se explotarán bajo puntos de vista coloniales y con métodos coloniales” (35).


ARRIBA: Distribución en los territorios ocupados de los Einsatzgruppen, los "escuadrones de la muerte" nazis, encargados de eliminar a la población local
ABAJO: Algunas de las mayores masacres de los Einsatzgruppen en el este de Europa


Esa máxima cruel se desentendía de los cálculos de una guerra llevada bajo criterios políticos, es decir, del intento de romper la lealtad política de las naciones “liberadas” de la URSS para emplearlas contra el sistema soviético. Pero este tipo de medidas políticas acerca de cómo llevar a cabo la guerra fueron totalmente insignificantes en la planificación del Unternehmen Barbarossa desde sus inicios: debido al menosprecio del adversario soviético y a la soberbia de los éxitos en las guerras relámpago, una guerra a medio plazo pareció de entrada inverosímil. Por tanto, se impuso la política “colonial” de explotación cruel y despiadada sin mayores cambios. Sólo después del fracaso definitivo del concepto de guerra relámpago (después de la batalla de Kursk en el verano del 43) se escuchó algo más a los defensores e una manera más política de llevar a la guerra –y de una política económica más “recíproca con el este”. Finalmente, no obstante, éstos no llegaron a imponerse.

Estaba pensado que la explotación del potencial económico del Ostraum (Espacio Oriental) cumpliera sobre todo tres funciones:

1) cubrir a posteriori las enormes deudas del déficit presupuestario causado por el keynesianismo militar de los nazis;

2) cubrir las necesidades de la máquina de guerra alemana hasta la victoria final, y

3) garantizar a largo plazo unas relaciones de explotación imperialistas que aseguren la riqueza económica y la estabilidad de las metrópolis.

Según Roth los gastos militares para la máquina militar de los nazis alcanzaron los 60.000 millones de marcos al comenzar la guerra, es decir, más del 60% del total de gastos de Alemania. De ellos 20.000 millones se financiaban mediante impuestos, otros 20.000 millones mediante créditos y “el resto a través de hipotecas estatales secretas, letras Mefo, vales para impuestos, etc…“ (36). Se financiaron por tanto alrededor de 40.000 millones de marcos para la preparación de la guerra mediante déficit spending (“gastos que causan un déficit”) cuyos efectos inflacionarios tenían que ser frenados –como en cualquier programa económico keynesiano- mediante una producción más grande, la donación o el robo de productos de valor real.

Los Bonos Mefo, un método de financiación en forma de letras de cambio empleado por la Alemania nazi durante el período de entreguerras.​ Con ellas se pudo financiar el incremento del gasto público sin necesidad de solicitar préstamos bancarios.


Como era de esperar, esta carga se pensaba cobrar a los “territorios orientales”: se quería pedir a las víctimas de la guerra de agresión que pagasen los costes de la misma. Hitler dijo el 25 de marzo de 1942 que la política de rearme había requerido desde la introducción del servicio militar obligatorio “ingentes cantidades de dinero, hasta este momento completamente sin cubrir. Hay por tanto sólo dos posibilidades: o estas deudas públicas se cobran con el tiempo a los ciudadanos alemanes, o se pagan con las ganancias posibles en los territorios orientales ocupados”. Esta última posibilidad debía ser la más lógica y el “caudillo, por tanto, opina que se deben congelar los precios y los sueldos en los territorios ocupados del este, y por tanto también el nivel de vida de su población. Las ganancias derivadas de estas diferencias de los precios entre el este y el territorio del Reich deben beneficiar exclusivamente a este último” (37).

Un documento de planificación secreto del Arbeitswissenschaftliches Institut der Deutschen Arbeitsfront (Instituto Laboral Científico del frente del Trabajo Alemán) de diciembre de 1941 sobre el Aprovechamiento de los territorios ocupados por el pueblo alemán expresa la misma lógica:

“Si un poder conquista territorios de un enemigo hay muchas posibilidades para su uso. Básicamente, éstas pueden consistir o en la incorporación de los territorios nuevos y de su población como nueva provincia y en igualdad de derechos al conjunto del estado anterior o en su dominio en términos del derecho estatal pero considerándolos como objeto de uso y administrándolos separadamente… Cuanto más alto el porcentaje de pueblos no-germánicos, tanto mejor su aptitud para la incorporación en términos de igualdad en el territorio original. Estos tendrán que ser administrados como botín de forma separada. Naturalmente, estos territorios tiene que rendir un beneficio para el pueblo del Estado. Este beneficio puede ser de naturaleza política; en este caso el vencedor decidirá juntar los territorios ocupados en un estado más o menos independiente para conformarse con mantenerlo en una cierta dependencia (véanse Eslovaquia, Croacia, etc.). el otro extremo consiste en la explotación económica exclusiva, que va acompañada de medidas que eviten el surgimiento de cualquier formación de un estado independiente en los territorios ocupados. Este caso se dará por razones políticas inevitables en la mayor parte de los territorios ahora ocupados…

Para la economía de un pueblo vale el principio de que la suma de las producciones equivale a la del consumo, es decir, cada economía produce tanto como consume. En esta ecuación se basa toda la economía fundada en el reparto del trabajo… Ahora bien, si se quiere que los territorios ocupados traspasen una parte de su superávit al pueblo del Estado (alemán, H.D.), hay que romper, para el caso de estos territorios, la mencionada fórmula básica: a los habitantes de estos territorios sólo se les permitirá el consumo de parte de su producción. La otra parte estará reservada a pueblo del estado (alemán) en recompensa por su papel de líder político. Debe producirse, por tanto, en la relación entre los pueblos dominados y sus amos, algo que la teoría económica llama plusvalía cuando e produce en la relación entre el trabajador y el patrón” (38).

En cuanto a las necesidades económicas de la explotación de los “territorios orientales” originados por la guerra, el principio y el fin de la política alemana de ocupación estaba en la apropiación de cantidades suficientes de víveres, petróleo y otras materias primas. Los científicos (Brain Trusts) nacionalsocialistas, responsables del uso de materia prima extranjera, habían calculado ya meses antes de la invasión de la URSS que el territorio al oeste de la llamada “línea AA” (Archangels-Astrachan) sería suficiente para superar las estrecheces más acusadas de la economía de guerra mientras ésta durara.



Uno de los planes de la invasión de la Unión Soviética (de 1940), que incluye la linea Archangel-Volga como objetivo. El plan definitivo incluyó la conquista de Salingrado y los campos petrolíferos del Caúcaso (Linea A-A, Archangelsk-Astrakan)


“La meta a corto plazo… para los territorios recién ocupados es, por encima de todo, ganar la presente guerra”, decían las Directrices para la economía del Ministerio para los Territorios Ocupados. Los territorios tenían que contribuir a ello de forma extensiva “asegurando los víveres y las materias primas para Europa”. “Esta meta a corto plazo era también prioritaria en los casos en que las medidas necesarias para la guerra estuvieran en contradicción con la futura ordenación del espacio oriental” (39).

La relación estructural de explotación planeada a largo plazo entre los núcleos del espacio vital y la periferia se corresponde de manera casi exacta con los modelos y análisis conocidos a través de la teoría de la dependencia. “A largo plazo había que sustituir la primitiva economía de explotación por una adaptación planificada de la estructura económica a las necesidades del pueblo alemán. Sólo entonces estaría garantizada una verdadera ‘ganancia’ para el pueblo alemán” (40).

Según los conceptos de la élite nacionalsocialista, la industria europea ya no necesitaría mercados exteriores después de a guerra, puesto que la población soviética “iba a vivir a un nivel tan bajo que permitiría comercializar allí prácticamente todo, empezando por los vasos para el agua” (Hitler). La industria alemana importaría del Este materias primas y productos semi-acabados para luego terminarlos, y pagar estas importaciones mediante la re-exportación y, a su vez, la exportación de productos de consumo y bienes de producción (Göring).


Alguno de los objetivos del Generalplan Ost, que establecía cómo se iba a explotar Europa oriental en beneficio de la Alemania nazi


Allí donde existieran industrias competitivas las economías habrían de ser reducidas –mediante la desindustrialización y “naturalización”- al nivel primitivo necesario, es decir, complementario y no-competitivo. En las ya citadas Directrices del Ministerio del Este se resumen las ventajas económicas y políticas de esta desindustrialización de la Unión Soviética de la siguiente manera:

1) Se evita la concentración, no deseada por razones políticas, de la población en centros industriales;

2) la producción y el aprovechamiento de productos con un alto coste de mano de obra se reserva al “Reich” (Imperio) y a los demás países con tradición industrial, asegurándoles de esta manera un nivel de vida satisfactorio (41).

En junio de 1940, el Ministro de Economía y Presidente del Banco Alemán, Walter Funk, precisó el Wirtschaftliche Neuordnung Europas (Nuevo Orden Económico Europeo) tal como el gran capital alemán lo planeaba con ayuda de los nacionalsocialistas: Como moneda principal dentro del macro-espacio económico serviría el Reichsmark, desvinculado a su vez del valor del oro, de la libra y del dólar. Su estabilidad iba a ser avalada por el poder económico alemán. Un nivel de cambio fijo entre las distintas monedas nacionales y el Reichsmark, inferior en un 40% al real, existente en 1940, deberían posibilitar el establecimiento de un sistema mercantil central de compensación, la llamada Deutschen Verrechnungskasse (Caja Alemana de Compensación). Estos sistemas de cambios estables y de compensación económica (clearing), centralizados en Berlín, harían posible un flujo sin obstáculos de mercancías y capitales que, a su vez, ocasionaría la animación de la coyuntura. De la misma manera en que Berlín sería el centro del tráfico de capitales y créditos, se acometería una planificación central de inversiones y una reestructuración del sistema europeo de división del trabajo. Los territorios de Europa que estuvieran incluidos en el macro-espacio europeo cumplirían, según su estructura productiva, su nivel de desarrollo, y los intereses alemanes, la función de “asegurar al imperio alemán un máximo de seguridad económica, y al pueblo alemán un máximo  en el consumo de productos para aumentar el bienestar popular” (42).

En este sistema de explotación,

a) Europa occidental, especialmente Francia y Bélgica, servirían de centros de inversión adicionales del capital alemán;

b) Escandinavia y el “Protectorado de Bohemia y Moravia” concentrarían sus esfuerzos en la producción de energía, aluminio y vehículos;

c) el Sudeste de Europa estaba previsto para la agricultura intensiva, la producción de materias primas, y la producción limitada de productos baratos de consumo en masa;

d) el Generalgouvernement (Gobernación General de Polonia) y la URSS se querían mantener como países agrarios subdesarrollados que pondrían mano de obra y determinadas materias primas (43).


Objetivos del Generalplan Ost, en un mapa que muestra las fronteras europeas anteriores a 1938. La línea de puntos señala la extensión de la segunda fase de la colonización que incluye el Reichskommissariat Ostland (1941–1945) y el Reichskommissariat Ukraine (1941–1944). El Moskowien y el Kaukasien nunca se constituyeron.


También el sistema de carreteras y de comunicaciones correspondería al paradigma conocido hoy en día como típico de la estructura del Primer y Tercer Mundo. En el centro de esta red estaría Berlín y, saliendo de allí, una red de autopistas (44), ferrocarriles y medios de comunicación unirían los núcleos del espacio vital y los centros de producción y explotación más importantes entre sí. Amplias medidas en el ámbito de licencias, patentes y “cárteles” fortalecerían la hegemonía de la metrópolis aún más.


La red de trenes de "vía ancha" (Breitspurbahn) planeada por los nazis


El papel pensado para la metrópolis alemana en este macro-espacio económico europeo o, dicho de otra manera, la relación entre la agresión imperialista y la explotación estructural duradera de “pueblos de la periferia” por un lado, y la prosperidad económica interna y estabilidad política en la metrópolis por el otro, se ver resaltada, a modo de ejemplo, en un discurso del Presidente de la Cámara Económica del Reich y Director General del Ministerio de Economía, Hans Kehrl, en septiembre de 1940. Dice que en el futuro “se ofrecerá al trabajador alemán lo mejor en cuanto a condiciones de vida y de sueldos… y en lo que sea posible técnicamente en cuanto al aprovechamiento de su fuerza de trabajo”. No obstante, semejante revolución de la intensidad del trabajo y de los sueldos sólo se podía producir en el “macro-espacio europeo”: “En el macro-espacio los trabajadores alemanes sólo podrán ser empleados en los trabajos más cualificados y mejor pagados que permitirán el nivel de vida más alto; la producción de productos que no cumplan estos requisitos se cederá, y se tendrá que ceder cada vez más, a los pueblos de la periferia. En cuanto a la producción industrial de Europa, nosotros escogeremos para el trabajador alemán las guindas” (45).


Entre los proyectos megalómanos de los nazis destacaba Berlín, la capital del Tercer Reich, cuyo nombre los nazis querían cambiar por Germania. El genocidio en Europa oriental debía suministrar el capital necesario para financiar estos planes. 

Dentro de esta macro-estructura de explotación la periferia tenía la tarea de alcanzar unos excedentes de producción lo más grandes posibles para su apropiación por la metrópolis. Alguna forma de desarrollo independiente sería posible siempre que se siguieran aumentando al mismo tiempo los excedentes de producción para la metrópolis. Un documento del Departamento de Investigación Económica de la Defensa del Consejo del Delegado para el Plan Cuatrienal en enero de 1941, dice con respecto al Sudeste Europeo que no existían obstáculos para el desarrollo económico general de esta región en el marco de los tipos de producción previstos para ellos, siempre que esto no limitara las posibilidades de apropiación de la metrópolis: “tenemos un gran interés por tener vecinos fuertes en términos económicos. Pero, aparte de esto, tenemos que insistir en la necesidad de unos excedentes de producción lo más grandes posibles, por lo cual no podremos ayudar nunca a un tipo de desarrollo destinado a aumentar allí el nivel de vida a costa de los excedentes disponibles para nosotros. En este caso hubiéramos alcanzado justo lo contrario de lo que debe ser nuestra meta por razones de política económica y de defensa”.

“Si nos proponemos de una manera muy general la meta de desarrollar las economías del Sudeste Europeo, este peligro podría ser fácilmente una realidad. En ese caso realizaríamos inversiones que nos obligarían a desembolsar recursos de forma inmediata pero que, en un primer lugar, sólo contribuirían a un aumento del poder adquisitivo en estos países. La consecuencia inmediata serían balanzas de pago negativas con estos países. Más tarde, el aumento de producción, provocado por estas inversiones, aumentaría seguramente el nivel de productividad del Sudeste en general pero no pondría a disposición de Alemania más productos de los que harían falta para amortizar los intereses de nuestras inversiones anteriores…”

“Cualquier aumento de los ingresos que nosotros posibilitáramos mediante créditos y otras medidas parecidas no tendría, por tanto, como consecuencia un aumento del ahorro, sino más bien un aumento del consumo. Esto significaría que una parte cada vez más grande de la producción revertirá en el propio consumo. Podría ser que, en este caso, se consiguiera un aumento de la producción con la ayuda alemana, pero que la cantidad de las exportaciones sólo aumentaría ligeramente o que incluso mostrara una tendencia a la baja. En el caso de que el nivel de consumo de los pueblos del Sudeste Europeo subiera tanto que alcanzara el nuestro, no sólo bajarían los excedentes de exportación del Sudeste Europeo de alimentos y pienso, sino que además se produciría un déficit tan grande en el suministro de alimentos y materias primas para Europa que ya no podría ser compensado de ninguna de las maneras.


Anuncio nazi de uno de sus planes cuatrienales. La combinación de fábricas y armamento no es casual: el imperialismo era el eje de la doctrina económica nazi, puro keynesianismo militar


Se considera por tanto aconsejable “emplear menos medios para el desarrollo de medidas sociales y grandes proyectos económicos (que precisan muchos años de realización) ya que los créditos y productos económicos necesarios para ello aumentarían los ingresos y las posibilidades de consumo en estos países, pero no aumentarían de manera inmediata nuestros beneficios. Nuestra ayuda material tiene que orientarse más bien a la mejora de aquellas técnicas de producción que permitan unos beneficios rápidos y primar la instalación de aquellos tipos nuevos de producción que puedan realizarse en poco tiempo y que nos provean de productos complementarios”.

El desarrollo del Sudeste “tiene que regirse por tanto por criterios menos amplios que los postulados con frecuencia, y la idea de proporcionarle un nivel de vida más alto a su población no puede ser prioritario para nosotros. Tampoco podremos dar prioridad a medidas de fomento de empleo destinadas a hacer desaparecer el ‘paro encubierto’ en las zonas agrarias que se manifiesta en el superávit de población. Mejor se podrá emplear este excedente de mano de obra en nuestro propio país…

Es un hecho que estos excedentes de mano de obra en los países del Sudeste representan el producto de exportación más valioso que estos países nos pueden mandar, ahora y después de la guerra…

Hay que barajar por tanto la posibilidad de que quizá fuera útil adjudicarle, en el intercambio comercial entre el Sudeste y Alemania, un papel más importante a la absorción de las grandes cantidades de trabajadores inmigrantes…

Este tipo de política nos protegería del peligro, descrito más arriba, de tener que ver algún día cómo el consumo de los pueblos del Sudeste crece más rápidamente que su producción, y que para la importación aquí sólo quedan excedentes de producción muy pequeños y más caros...

Lo más importante es darse cuenta de que no corresponde a nuestros intereses exportar de manera intensiva capital para provocar un crecimiento rápido del poder adquisitivo en el Sudeste, sino que orgánicamente es más correcto –a largo plazo incluso para estos mismos países- aprovechar su excedente de mano de obra” (46).


Reparto del mundo entre el fascismo italiano, el nazismo alemán y el imperialismo japonés, acordado en 1942.


Este documento extraordinario, que refleja de forma ejemplar la lógica del pensamiento estratégico capitalista merecería ser tratado en un artículo aparte que resaltara sus elementos estructurales. En el marco de nuestro trabajo puede considerarse suficiente, no obstante, resaltar el aspecto central de su discurso, que subraya la esencia del sistema de dominio atlántico, y que también está en el fondo de los conceptos de la Gran Area y de la Esfera Mayor de Co-prosperidad: Es decir, que es imposible aumentar el nivel de vida de los pueblos de la periferia sin disminuir al mismo tiempo el de los “pueblos jefes” de las metrópolis. No es factible extender a todo el mundo el nivel de vida de los países industrializados, ya sea mediante una ampliación de la producción, o bien mediante la redistribución de los excedentes disponibles a nivel mundial y que de momento son consumidos de forma totalmente desproporcionada por la metrópolis. Puesto que el pastel no da para todos, no es que los pueblos de la periferia no puedan obtener, en principio, una parte más grande, sino que esto, de hecho, sólo sería así, cuando no disminuyera por ello la parte correspondiente a las metrópolis.


Propuesta de despedazamiento de la Unión Soviética de Alfred Rosenberg, ideólogo del nazismo.


Reformulemos este importante punto una vez más y de otra manera: los productos sobrantes de la producción mundial, y las materias primas disponibles, de forma limitada, harían posible al género humano su existencia, a un nivel de consumo más bajo, pero libre del cuadro sintomático del tercer Mundo (hambre, enfermedades endémicas, paro masivo, etc…) siempre que éste estuviera organizado en una sociedad democrática y sin clases. Pero, puesto que la especie existe dentro de un sistema nacional y mundial de sociedades de clase, es decir, en un sistema de explotación y dominio nacional e internacional, los centros de poder de este sistema internacional concentran en sus manos, y al máximo posible, los excedentes mundiales de producción y de materias primas. Esto no se debe a la malicia, falta de filantropía o de información/sensibilidad de las élites dominantes en dichos centros –por consiguiente, el cambio de esta situación tampoco es cuestión de una mejor información, educación o de seres humanos mejores. Su actuación no es de índole subjetiva, sino objetiva. En ella se manifiestan dos condiciones decisivas y características del ser: en su función de clase dominante a nivel económico se define por el poder de disponer sobre la plusvalía y, en la política, la razón de ser de esta actuación se define por el afán de conservar su poder como dominante. Puesto que la estabilidad política de cualquier sociedad de clases –y por tanto la existencia de su élite de poder- depende a medio plazo, sobre todo, del nivel de abastecimiento de la población, cada clase dominante intenta escoger para sí “las guindas del pastel que es el mundo”. Pero puesto que no hay guindas suficientes para todos, un 80% de la especie tiene que vivir de lo que deja el 20% de “pueblos jefes”. Y así se cierra el círculo.


La administración colonial nazi de Europa oriental se dedicaba al mismo tiempo a explotar el territorio y a exterminar a las minorías con la complicidad de los nacionalistas locales 


Estas máximas de una racionalidad económica capitalista formuladas por los políticos y tecnócratas nacionalsocialistas no son expresión de su especial bajeza en comparación, por ejemplo, con el discurso de las democracias liberales modernas. Solamente documentan, sin ningún tipo de manipulación ni amortiguación teórica del discurso del tipo de los que se dan en el dominio liberal occidental, las inhumanidades del Cuarto Reich con los pueblos de la periferia, es decir, del tercer Mundo. Son más claras y por tanto más brutales. Y además demuestran que los planificadores que actúan desde los despachos de los dirigentes capitalistas saben muy bien que sus promesas neocolonialistas de desarrollo para el Tercer Mundo –y a hora también para determinados países socialistas como Polonia y Hungría-representan un arma ideológica excelente en la lucha internacional de clases, pero que no ofrecen una perspectiva de desarrollo real para el Tercer Mundo, es decir, para un 75% de la especie.

Si, por un lado, la élite alemana del poder quería pacificar a sus trabajadores mediante la estrategia de la “aristocracia obrera”, que en términos económicos y sociales funcionaba gracias a los mecanismos de explotación de los pueblos de la periferia, por el otro, la nueva ordenación del mundo imperialista debía de asegurar al gran capital alemán la tanto tiempo deseada hegemonía en el macro-espacio europeo y, si era posible, también en el mercado mundial. Sectores dominantes del Gran Capital (IG Farben, Deutsche Bank, etc.) coincidieron en los elementos esenciales y el empuje de “un macro-espacio económico europeo”, ordenado según criterios de auto-abastecimiento que eran elementos estratégicos y operativos imprescindibles para su realización. A comienzos de junio de 1940, todavía antes de la capitulación de Francia, la IG Farben preparó un documento de planificación para los países ocupados donde se decía: “Hay que recordar que nosotros, al elaborar la nueva ordenación, hemos seguido los principios de la llamada política del macro-espacio decretados por el gobierno. Al elaborar este documento estábamos esperando la derrota completa de Francia y la posible capitulación de Inglaterra”.

En el mes de agosto la IG Farben presentó documentos en el Ministerio de Economía que se referían a los intereses de las empresas químicas alemanas en el proceso de reordenación de Francia, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Noruega, Dinamarca, Inglaterra y del Imperio Británico. Documentos sobre “Polonia y el protectorado estaban también en preparación puesto que se estaban esperando decisiones básicas al respecto… (47) Los trabajos preparatorios para la verdadera reordenación del macro-espacio europeo como tal, donde se incluyen los países escandinavos, el espacio del Sudeste Europeo y Suizo, han sido iniciados”. Sin tapujos se reclama el derecho al liderazgo alemán para el nuevo “espacio vital” a ordenar: “Tanto más justificado debe parecer atribuirle en la planificación del macro espacio económico a las empresas químicas alemanas otra vez el papel de líder que corresponde a su nivel tecnológico, económico y científico”. Y también los planes con respecto al último rival serio, los EEUU, eran inequívocos. El miembro del Consejo de Administración de IG Farben, Georg von Schnitzler, declaró en octubre de 1945: “Hay que recordar que nosotros conocíamos muy bien las metas y las maneras políticas de proceder del Gobierno: sabíamos que era la intención del Gobierno fortalecer su posición frente a los países fuera de Europa. Y esto significaba, naturalmente, frente a los EEUU, ya que eran, fuera de Europa, el único país fuerte con el que tenía que contra Alemania” (48).

La variedad de medidas para la conquista económica del macro-espacio y del mercado mundial era muy variada. Al gran capital alemán se quería asegurar el estatus imperial necesario, mediante la coordinación de los principales círculos financieros, la gran industria, y de una política de intervención estatal y capitalista. A estas medidas pertenecían, entre otras:

“a) la penetración con capital alemán de empresas que representaran una competencia dentro del bloque del Reichsmark (marco imperial) con el fin de formar mayorías de acciones alemanas y de situar a alemanes en los puestos claves, etc…

b) asegurarse el monopolio de patentes, ventajas impositivas especiales y ventajas en la localización para la gran industria alemana;

c) conseguir el monopolio sobre todas las fuentes centrales de materias primas;

d) asegurarse el monopolio en los cárteles de precios y contingentes del ‘macro-espacio’ para poder comenzar desde allí la lucha por la posición de líder en los cárteles internacionales” (49).

Como suele ser necesario generalmente en los proyectos imperiales o imperialistas, también la estrategia hegemónica y de superación de la crisis del Lebensraum tenía que estar asegurada mediante técnicas de dominación y de terrorismo estatal. Una de las medidas concebidas y empleadas para ello era la geopolítica del hambre. Para despejar a los conquistadores el “espacio oriental de colonización”, los pueblos que vivían allí tenían que correr la misma suerte que los colonizados de Norteamérica, iban a ser, o bien liquidados (los judíos, gitanos, etc…), o desplazados a territorios marginales, o convertidos en ilotas (50). Según los planes del Reichssicherungshauptamt (Organismo Central de Seguridad del Reich), de los 45 millones de personas que en 1941/42 vivían todavía al oeste de la frontera oriental del espacio de colonización alemana, 31 millones iban a ser deportados a Siberia y el resto “convertidos en alemanes” en 30 años (51).

La suerte tercermundista pensada para ellos se puede deducir de los documentos de planificación de los equipos de coordinación política y económica para el “espacio oriental”. Estos partían del “hecho” de que el consumo de alimentos había de ser reducido en el este para que Alemania tuviera bastante que comer. “Este hecho es la clave en la que se tienen que apoyar nuestras medidas y nuestra política económica” (52).


Mapa mostrando las "zonas de tierra negra"


De forma consecuente se dividía al este en ”zonas silvestres” y “zonas de tierra negra” (53), es decir zonas de subvenciones y de superávit. Los planificadores nacionalsocialistas se dieron cuenta de que los imperativos de su política del “espacio vital” significaban “necesariamente la destrucción de equilibrio económico existente en este momento en la URSS. (…) El tratamiento dado a las distintas zonas tendrá que ser necesariamente distinto. Sólo se darán incentivos económicos y se mantendrá el orden en aquellas zonas en las que pueden ser explotadas reservas importantes de petróleo y alimentos”. Las zonas fértiles de superávit del Sur (por ejemplo Ucrania) ya no deberían estar disponibles para el resto de la URSS en el futuro, sino que “tendrían que mirar hacia Europa”. Esto implicaba para el norte lo siguiente: “No existe, con respecto a esta zona, un interés alemán para mantener una fuerza productiva que exceda las necesidades de las tropas estacionadas allí”. Por tanto había que evitar también cualquier “transporte de alimentos del Sur fértil al Norte… Las oblaciones de estas zonas (del Norte), especialmente de las ciudades, se verán avocadas, por tanto, a grandes hambrunas, y será importante desviar a estas poblaciones hacia los espacios siberianos”. Los intentos de salvar a estas poblaciones, no incluidas en la política de alimentación, “de la muerte por inanición mediante el desvío de superávits del Sur, sólo serían posibles a costa del abastecimiento de Europa. Esto minaría las posibilidades de aguante de Alemania en la guerra y evitaría una postura dura contra el bloqueo de Alemania y de Europa. Esto tiene que estar clarísimo.. De ahí se deduce necesariamente la muerte de la industria y de una gran parte de las personas que habitan las zonas hoy subvencionadas (de Rusia)” (54).

Para darse cuenta mejor de que hoy en día son las vastas zonas del Tercer Mundo las que representan estas “zonas subvencionadas” en las que “necesariamente se produce la muerte de personas”, sólo hace falta consultar las estadísticas relevantes de la UNESCO sobre la mortandad infantil, las expectativas de vida y las causas más corrientes de la muerte en el Tercer Mundo, o combinar estos datos –para salirse de este medio abstractamente cuantitativo- con las imágenes de las hambrunas de Arica que periódicamente se pueden ver en las pantallas. Naturalmente esta muerte en las zonas subvencionadas del tercer Mundo no se planea directa y administrativamente como en el caso de los tecnócratas nazis. ¿Quién se atrevería a acusar a los líderes económicos de Occidente de ello? La geopolítica del hambre se realiza en el capitalismo liberal mediante el “mercado”, es decir, mediante la política de las empresas multinacionales que siguen las leyes del valor a de la renta máxima, y la de sus socios capitalistas el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el Banco Mundial. Pero la diferencia entre ambas situaciones es de transmisión y no de contenido: las mismas estadísticas que sirven para describir la miseria del Tercer Mundo pueden servir de base para pronósticos estadísticos exactos acerca del número de personas que “necesariamente se mueren en las zonas subvencionadas” si los banqueros de Nueva York y Tokio, Londres y Frankfurt deciden aumentar en un punto las tasas internacionales de interés.

En el momento presente, la situación actual es incluso más repugnante que la histórica descrita. Los nacionalsocialistas podrán justificarse, frente a una eventual acusación, de manera demagógica, mediante el argumento de las necesidades de la guerra. Pero los centros económicos internacionales de la actualidad n se encuentran es estado de guerra, ni padecen una falta de alimentos. Todo lo contrario, se derrochan sumas gigantescas en la destrucción de alimentos sobrantes y en medidas destinadas a la reducción de la producción de alimentos (55). El capital liberal, a diferencia de la maquinaria administrativa de destrucción del nacionalsocialismo, mata primordialmente a través del mercado. Pero, puesto que los aparatos ideológicos de indoctrinación del Mundo Libre cumplen su función a la perfección, la “muerte necesaria” de los seres humanos del tercer Mundo no representa ningún escándalo, sino sencillamente uno de estos cursos inevitables de las cosas que suelen asolar el mundo.

Las limitaciones de las posibilidades de la educación, la higiene, y el cuidado médico de los pueblos del “espacio oriental”, representaban otras medidas importantes de dominación. Hitler declaró que “para el dominio de los pueblos conquistados del Este… el supremo principio tenía que ser corresponder al máximo a sus deseos de libertad individual, evitando cualquier organización estatal y manteniendo de esta manera a los miembros de estos pueblos a un nivel cultural lo más bajo posible” (56).

En un Tratado sobre “El Trato de los no-germánicos en el este” Himmler consideró en junio de 1940 el tema de la escolarización como básica para la solución de todos estos problemas. El tema escolar era para él una cuestión de “revisión y selección de la juventud. Para la población no-alemana del Este no debían existir más de cuatro años de escolarización a nivel de EGB. Las metas de esta enseñanza básica habían de limitarse a: cálculos sencillos hasta un máximo de 500, saber escribir el nombre propio… Saber leer no hace falta para nada. Aparte de esto no debe funcionar ningún tipo de escuela en el este” (57).

Las ideas de Hitler correspondían a las de su jefe de las SS: “Sobre todo no debemos permitir que nuestros maestros se acerquen a los territorios orientales. En este caso perderíamos a los padres y a los niños. Perderíamos a todo el pueblo porque no les serviría para nada lo que les meten en la cabeza. Lo mejor sería enseñarles sólo a hablar por señas. A través de la radio se les da a las comunidades lo que más les conviene: música sin límites. Pero el trabajo intelectual no lo deberían aprender” (58).


Jerarcas de la Iglesia ortodoxa rusa participando en un acto público nazi. Una de las primeras medidas de los nazis al ocupar la Unión Soviética fué reabrir las iglesias ortodoxas.


De manera parecida al tema de un sistema educativo coherente y estatal había que “evitar la creación de religiones unitarias para grandes zonas rusas. Sólo puede ser nuestro interés que cada pueblo tenga su propia secta, que desarrolle sus propias ideas sobre Dios. Incluso nos convendría que se formaran en algunos pueblos, de esta manera, cultos mágicos como los tienen los negros y los indios. Esto aumentaría aún más el número de elementos de separación en el espacio ruso” (59).

Si consultamos de nuevo las estadísticas de la UNESCO vemos que en muchos países del Tercer Mundo la educación real de más de un 50% de la población no sobrepasa los 4 años propuestos como meta por Himmler, y esto a pesar del inmenso crecimiento de las capacidades productivas durante el ´último medio siglo. Por el otro lado, el fomento sistemático de sectas oscurantistas y religiosas/fundamentalistas (Hare Krishna, Moonies, etc…) junto con el de determinados grupos políticos que se autoproclaman marxistas pero cuya raison d’être consiste en sembrar la confusión y el nihilismo, es, como sabe cualquier conocedor de la situación del Tercer Mundo y de las Metrópolis, un método empleado por excelencia por el Imperialismo contemporáneo para aprovecharse, en ambos mundos, de geste equivocada, ingenua y sin escrúpulos.

Si el nacionalsocialismo consideraba la adquisición de la capacidad de pensar y de conocimientos objetivos entre los pueblos de la periferia como disfuncional para los intereses del III Reich, lo mismo valía para la higiene: “En cuanto a la higiene de los pueblos sometidos, no nos interesa transmitirles nuestros conocimientos, con los que les crearíamos la base de un inmenso crecimiento demográfico, lo que ni siquiera sería deseado por ellos mismos. Él (Hitler) prohíbe, por lo tanto, llevar a cabo allí campañas de salud e higiene como las tenemos nosotros. Asimismo la obligatoriedad de las vacunas en estas zonas sólo debe valer para la población alemana… Hay que considerar también como una tontería querer hacer felices a los pueblos sometidos con nuestros conocimientos en el campo de la odontología. Pero ay que proceder en este tema con cuidado, para que la dirección de nuestras actuaciones no les llame la atención” (60).

En un artículo de un colaborador de la U.S. Agency for International Development / USAID (Agencia Norteamericana para el Desarrollo Internacional), publicado recientemente en el Herald Tribune, se puede leer que “menos de la mitad de los niños africanos han sido vacunados contra las epidemias más importantes que ya han sido erradicadas en los países de Occidente”. Y, además, que “los africanos que se contagian de la malaria resistente a la cloroquinina se mueren con frecuencia, ya que la ‘terapia fansidar’ resulta demasiado cara para Africa, a pesar de que cuesta menos de dos dólares” (61).


La lógica del imperialismo: cambia su forma, pero no su contenido


Permítanme insistir de nuevo: el discurso de Hitler sería hoy en día impensable –al menos en los medios de comunicación- pero las consecuencias y las realidades del sistema son las mismas. ¿O se atrevería alguien a afirmar que a las élites del poder en Occidente les causa, moralmente hablando, más dolor de cabeza que a los tecnócratas nazis, saber que su sistema entrega, sin posibilidad de defensa, a más de la mitad de los niños africanos a la muerte por enfermedad epidémica, una muerte que se podría evitar con una vacuna que cuesta pocos peniqes? Sólo un sicofante del sistema o un necio podría mantener esta tesis.

Como quedó claro en las declaraciones de Hitler que se citaron más arriba, los planificadores del “espacio vital” atribuyeron la máxima importancia a la destrucción de la identidad nacional de los “no germánicos del este” mediante la parcelación in extremis de su vida estatal, religiosa y social. Hitler insistió en que “lo único que se tiene que organizar en los territorios rusos ocupados es el tráfico; puesto que hacer el país accesible al tráfico representa la condición previa imprescindible para su control y explotación económica” (62). De la misma manera había que “organizar la formación de núcleos rurales de forma que no pudieran desarrollar características comunes entre pueblos colindantes” (63).

Himmler describe la política de divide et impera en los siguientes términos: “Quiero decir con esto que no sólo no tenemos ninguna intención de unificar a los pueblos del Este, sino, todo lo contrario, de dividirlos al máximo en un sinfín de partes. Y, también, en cuanto a cada uno de estos pueblos no nos interesa en absoluto llevarlos a la unidad y a la grandeza trasmitiéndoles a lo mejor, poco a poco, conciencia nacional y una cultura nacional, sino todo lo contrario, dividirlos al máximo y disolverlos en partículas mínimas” (64).

También, en el caso de los pueblos del “espacio oriental” que se iban a integrar, se pretendía erradicar cualquier conciencia nacional. Igual que los puritanos anglosajones, colonizadores, querían “civilizar y convertir” a aquellos indios que no habían matado (to civilize you, and make you as White men (65)), los nazis pretendían llevar a cabo los procesos de “civilización” de los pueblos asimilables mediante su “germanización”. Hitler escribió en 1940: “Dentro de muy pocos años –me imagino que en 4 o 5- el término Kaschuben (un pueblo eslavo occidental, H. D.) tiene que ser desconocido puesto que ya no habrá entonces un pueblo de este nombre (esto se refiere de manera especial a la población de la Prusia Occidental). En un espacio de tiempo algo más largo debería ser también posible erradicar en nuestro territorio los nombres de Ucranianos, Gorales y Lemken. Lo mismo que se dice sobre estas unidades étnicas minúsculas, vale, en un marco algo más grande, para los Polacos” (66).


Territorio de la Polonia actual donde viven los Kaschuben


En aquellas zonas del “espacio vital” en las que se preveía la necesidad de servicios de los ilotas (por ejemplo en la Gobernación General de Polonia) se quería tener una población “disponible como masa sin líderes que podía proveer a Alemania todos los años de trabajadores inmigrantes y mano de obra para necesidades especiales” (67). “La cuestión de cómo cubrir con masas de trabajadores las necesidades espontáneas de mano de obra, es fácil de contestar. Millones de personas de la Gobernación General y de otros países vecinos, en busca de una mejor existencia, podrán y querrán ofrecerse como mano de obra” (68). Naturalmente estaba claro que no podía haber relación alguna entre “hombres de este tipo”, es decir, los que habitan estas reservas gigantes de mano de obra industrial, y “nuestro pueblo –igual que ésta no existe entre nosotros y los negros. Esta idea tiene que ser asimilada, a nivel sentimental, por todos los alemanes” (69).





NOTAS


(37) Henry Picker, Tischgespräche im Führerhauptquartier (Conversaciones en la Mesa del Cuartel general del Caudillo), Seewald Verlag, Stuttgart, p. 500.

(29) “A esta gran colonización interior se enfrenta el problema colonial que se resolverá con otros métodos. El destino de las colonias… es en primer lugar la producción de productos económicos adicionales y de materias primas. Ya no existirá ninguna patria en el extranjero, ya que la patria sólo podrá ser la eterna Gran Alemania. Ya no habrá colonias que podrían ser el origen de un sin fin de ilusiones, sino solamente zonas económicas a las que se atiende según un plan muy claro. Este es el verdadero sentido de la guerra a la que se ha obligado a Alemania”. Himmler ante el grupo extranjero del NSDAP en Madrid, octubre de 1940. Cit. En Mitteilungen der Dokumentationsstelle zur NS-Socialpolitik (Comunicaciones de la Oficina de Documentación sobre la Política Social del Nacionalsocialismo), Hamburg, Heft 4, junio de 1985, Dok. 4.

(30) Picker, op. Cit., p. 59.

(31) Una amplia documentación de las relaciones entre la explotación económica imperialista y la contra-insurgencia estatal terrorista se encuentra en mi libro Das Netzwerk des US-Staatsterrorismus in Lateiamerika (La Red del Terrorismo estatal Norteamericano en Latinoamérica) que el Hamburger Institut für Sozialforschung (2000 Hamburg 13, Mittelweg 36)  editará en su versión alemana en 1990).

(32) Este interés lo compartían las élites de poder occidentales generalmente. Stalin temía, por tanto, que Francia y Gran Bretaña intentaran desviar hacia la Unión Soviética la guerra (inter)imperialista que se avecinaba. Una preocupación que se vio reforzada por la política del ‘Appeasement’ del año 1938. La política de acomodación de Stalin frente al Nacionalsocialismo, cuya máxima expresión representó el “Pacto Hitler-Stalin”, fue el intento de dirigir la maquinaria de guerra del fascismo capitalista contra la de las democracias capitalistas.

(34) idem, p. 70.

(35) Idem, p. 317.

(36) Cf. El excelente ensayo de Karl Heinz Roth, "Vernichtung und Entwicklung. Die nazistische  ‘Neuordnung’ und Brenton Woods" (Exterminio y Desarrollo. El ‘Nuevo Orden’ nazi y Brenton Woods), en Mitteilungen, op. Cit., p. 11.

(37) H. Picker, op. Cit., p. 140/41.

(38) Erwägungen zur Nutzung der eroberten Gebiete durch das deutsche Volk (Deliberaciones sobre el aprovechamiento de los territorios ocupados por el pueblo alemán), p. 1 y ss., ed.: Arbeitswissenschaftliches Institut der deutschen Arbeitsfront, AWI 211/41, Berlín, dic. 1941, (secreto), en YIVO, New York, N. Y., clasficación 8/32031.

(39) Alexander Dallin, Deutsche Herrschaft in Rußland 1941-1945, Athenäum, Droste, 1981, p. 319.

(40) Erwägungen zur Nutzung…, p. 9.

(41) Alexander Dallin, op. Cit., p. 318/19 y ss. Allí se encuentran también las citas de Hitler y Göring.

(42) K. H. Roth, op. Cit., p. 1.

(43) cf. K. H. Roth, op. Cit., p. 441.

(44) H. Picker, op. Cit., p. 441.

(45) K. H. Roth, op. Cit., p. 2.

(46) Wolfgang Schumann (Ed.), Griff nach Südost-Europa, VEB Deutscher Verlag der Wissenschaften, Berlín, DDR 1973, p. 109 y ss., trozo resaltado por H. D.

(47) De parte del gobierno alemán, se entiende.

(48) Ermittlungen gegen die I. G. Farben (Investigaciones contra la I. G. Farben), Office of Military Government for Germany, United States (OMGUS), versión alemana, Dokumentationsstelle zur NS-Sozialpolitik, editado en Franz Greno, 1986, p. 257.

(49) K. H. Roth, op. Cit., p. 14.

(50) La casta de esclavos de Esparta.

(51) Idem, p. 45.

(52) Alexander Dallin, op. Cit., p. 322.

(53) En alemán Schwarzerdegebiete, es decir, las zonas fértiles como Ucrania.

(54) idem, p. 322 y ss. Himmler habló en su discurso a comienzos de 1941 de “que la meta de la guerra contra Rusia era diezmar su población en 30 millones de habitantes”. Idem, p. 41.

(55) El presupuesto de la Comunidad europea para 1990 tiene un volumen de alrededor de 51 mil millones de dólares. De ellos 30 mil millones se prevén para subvenciones a productos agrícolas. Según datos de la OCDE los ingresos agrarios en la Comunidad Europea contienen un 46% de subvenciones. En Japón esta parte asciende al 24%, en Finlandia al 70%, en Suecia al 58%, en Austria al 48%, en Canadá al 43% y en los EEUU al 34%. Más o menos al mismo tiempo cuando se decidían las subvenciones incluidas en el presupuesto de 1990, los Ministros de Finanzas de la Comunidad decidieron recortar en 33 millones de dólares el presupuesto para la cooperación económica con Latinoamérica y Asia. Para el presupuesto de la Comunidad de 1992 se prevén 36 mil millones de dólares de subvenciones al sector agrario, lo que significará un empeoramiento aún más grande, en cuanto a precios y ventas, para los productos agrícolas latinoamericanos. Uno más uno, 10.08.1989, México D. F.

(56) H. Picker, op. cit., p. 214.

(57) K. H. Roth, op. cit., doc. 3, p. 2.

(58) H. Picker, op. cit., p. 118/9.

(59) H. Picker, op. cit., p. 215.

(60) Idem, op. cit., p. 216.

(61) International Herald Tribune, 10/11.06.1989.

(62) H. Picker, op. cit., p. 215.

(63) H. Picker, op. cit., p. 215.

(64) K. H. Roth, op. cit., doc. 3, p. 1.

(65) “El gobierno… desea enseñaros cómo podéis convertiros en granjeros, civilizaros y haceros como los hombres blancos”. El senador norteamericano John Logan en agosto de 1883 al luchador por la libertad de la nación Lacota, Tatanka Yotanka, conocido en el discurso de dominio de Occidente como Sitting Bull (“Toro Sentado”), Citado en: Dee Brown, Bury my Heart at Wounded Knee, Pocket Books, New York, 1981, p. 400. El libro de Dee Brown sigue siendo un libro de lectura obligatoria para quienes quieran desarrollar una comprensión auténtica de lo que significa el colonialismo en la realidad. Como manifiesto del exterminio colonial es al mismo tiempo también una descripción de las tragedias de los pueblos africanos y asiáticos que cayeron víctimas del colonialismo atlántico.

(66) Cita tomada de: K. H. Roth, op. cit., doc. 3, p. 2.

(67) Para mantener al Arbeitsvolk (pueblo destinado al trabajo) en un nivel en que carezcan de líderes, los niños dotados de inteligencia sólo podrán ir a una escuela en Alemania. “Los padres de estos niños de sangre limpia no tendrán otra opción que entregar a sus hijos, y, de esta manera, desaparecerá el peligro de que estos pueblos de subhombres del Este (véase sobre el mismo término la nota siguiente) obtengan, a partir de estas personas de sangre limpia, una capa dirigente peligrosa para nosotros por sus capacidades equiparables a las nuestras”. K. H. Roth, op. cit., doc. 3, p. 13.

(68) idem, doc. 2, p. 6.

(62) Idem, doc. 2., p. 6/7. La equiparación de ‘Rusos’ y ‘Negros’ fue una parte integral del discurso de dominación racista de los Nacionalsocialistas, igual que el término del Untermenschen (“subhombres”) que fue propagado por las SS a partir de 1941 como correlato propagandístico esencial de la expansión militar en el Ostraum (“Espacio Oriental”). Parece que el término se tomó de la pésima obra racista y anticomunista de Lothrop Stoddard, The Revolt against Civilization, The Menace of the Under Man. En ella, su autor define como Untermesch al “hombre que no alcanza los niveles (en inglés: ‘who measures under the standards…’) de capacidad y adaptabilidad impuestos por el orden social en que vive”. cf. Stoddard, op. cit., New York 1922, p. 23. Este panfleto vulgar y socialdarwinista de Stoddard fue traducido al alemán en 1924. El racismo en el discurso de dominación occidental es, sin lugar a duda, uno de los temas más importantes que tiene  que tratarse con preferencia en el marco de la temática del imperio de los 500 años.


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