Coronavirus: a las 8 me aplauden y a las 9 me insultan desde el balcón, por Elena González y Sandra Martín
Dieciséis días han pasado desde que el Gobierno decretó el estado de alarma por el coronavirus Covid-19 y en todo este tiempo hemos visto numerosas iniciativas para agradecer el trabajo que están realizando los profesionales sanitarios -quienes han llegado a doblar o triplicar sus esfuerzos-, como los aplausos diarios a las 20:00 desde ventanas y balcones.
Sin embargo, desde este mismo lugar donde se produce dicha cita, algunos ciudadanos en cuarentena han comenzado a increpar a todo aquella persona que pone un pie en la calle, desconociendo o ignorando que están ahí porque van a trabajar a un hospital, una farmacia o a realizar una visita domiciliaria.
Es lo que le ha ocurrido a Elsa, una enfermera del Hospital Gregorio Marañón cuando se dirigía a comenzar su jornada laboral. “Me dijeron vete a tu casa, puta”, relata a Redacción Médica, “No conozco al hombre que gritó, vive en unos pisos cercanos donde yo tenía el coche aparcado. Me sentí muy violentada”. Elsa explica que no le ha vuelto a pasar, pero que desde entonces sale grabando con el móvil por si se repite.
Esta enfermera confiesa que no se lo ha contado ni a sus compañeros de trabajo ni a su familia, pero considera que no es positivo que alguien “te increpe desde casa” y piensa que si una persona “está en la calle tendrá un motivo y si no lo tiene no es mi cometido reprenderle”.
“Vete a casa, payaso”
“No sé por qué puede ocurrir esto, quizá es un caso aislado, un energúmeno que me tocó a mí”, responde dudosa Elsa, sin embargo, no es la única profesional sanitaria que ha vivido una situación de este tipo en los últimos días.“Vete a casa payaso”, estas fueron las palabras que tuvo que escuchar un profesional sanitario mientras volvía a su hogar tras una larga jornada de 15 horas en la que hizo frente, junto a sus compañeros, al creciente número de contagiados de coronavirus Covid-19.
Precisamente, este profesional sufrió en sus propias carnes la ira de una vecina, que desde su balcón lo insultó, a lo que él respondió: “¡A eso voy señora, después de 15 horas trabajando en el hospital, gracias!”, según publicó Álvaro Barrantes en su perfil de Twitter.
En el caso de Juan, fue su madre, enfermera del Hospital Universitario Son Espases de Palma de Mallorca, la que recibió un rapapolvo parecido cuando volvía a su casa en bicicleta. Reconoce que son situaciones que “disgustan mucho”, sobre todo teniendo en cuenta el ambiente que reina en los hospitales actualmente.
Este tipo de conductas, dice, “son algo complicado de controlar” dado el nerviosismo generalizado que ha provocado esta “situación sin precedentes”. “Esto no significa que debamos tormarnos la justicia por nuestra mano” y “acosar verbalmente a nadie desde el balcón para conseguir algún tipo de autosatisfacción por pensar que se está salvando el país”.
Juan aclara que debe ser la policía la que se encarge de los irresponsables, “no nosotros”, y pide una dosis extra de “empatía”. Algo que no se demuestra “únicamente saliendo a aplaudir a las 20 de la tarde”. El verdadero agradecimiento,explica, empieza por facilitarles la vida a todas estas personas que van a “trabajar para que la mayoría de nosotros podamos quedarnos en casa”.
“La gente está juzgando con una facilidad y gratuitdad enormes”
Dentro de este grupo entrarían los farmacéuticos, que tampoco escapan a este tipo de comentarios recriminatorios. El viernes pasado, a las ocho de la tarde, Luis Hevia cerró su farmacia como cada día, después de una semana “muy muy complicada” sobre todo a nivel mental. Aprovechó el camino de vuelta a su casa - a tan solo 300m del establecimiento- para pasear a su mascota junto a su chica, justo cuando se producía el aplauso diario al personal sanitario.Al llegar, recibió varios mensajes en el grupo de WhatsApp de su comunidad de vecinos criticando su comportamiento. “¡¡¡Vaya huevos salir justo cuando la cacerolada!!!”, le espetó una de las inquilinas.
Un comentario que provocó el enfado de este farmacéutico de Oviedo. “Me quemó por dentro”. Sobre todo, después de haber estado “toda la semana luchando”, tratando de atender a toda la gente “de la mejor forma posible”, formándose e informándose para poder aconsejar y explicar la crisis a sus clientes, “sufriendo por sus empleadas” -expuestas también- y enfrentarse durante 12 horas al día a “sospechosos de Covid-19 y familiares en casa”.
En este sentido, su pareja advirtió que “hay que tener cuidad con los comentarios que se sueltan tan alegremente, sin conocer la situación de la persona”. Al día siguiente, Luis decidió compartir su comentario en las redes.
Luis considera que no se está valorando el trabajo de profesionales como él y se está “juzgando con una facilidad y gratuidad enormes”. Por ello, pide que a la gente “que confie más en sus paisanos y no estén tan pendientes de lo que hacen los demás”.
Gestapo, hooligans o justicieros del balcón
“Creo que el vigilantismo puede ser problemático, porque asumimos funciones para las que nadie nos ha preparado, y si ya la policía comete errores, siendo su profesión, nosotros no lo vamos a hacer mejor”, reflexiona una técnico de laboratorio de un hospital público de Lugo, quien también sufrió en sus propias carnes insultos y amenazas desde una ventana.Esta técnico cuenta a Redacción Médica que recibió dos escupitajos hace unos días al volver del trabajo. “¡Vete a tu puta casa!”, escuché gritar a una mujer desde una ventana. De repente, delante de mí, cae un escupitajo“.
Estos sanitarios han bautizado a estas personas como “gestapo, hooligans o justicieros del balcón” e incluso han propuesto crear un hashtag para unificar estos hechos y compartirlos con el resto.
“Creo que desde las redes sociales y la televisión, se ha inculcado mucho la necesidad de que la gente se quede en casa, pero hay gente que parece no entender que la mayoría estamos fuera por necesidad. Eso solo hace que se aumente el miedo a salir que tenemos los que vamos a trabajar, que no sabemos si nos van a increpar, a parar la policía...”, apunta la técnico de laboratorio gallega.
Dentro de esta situación excepcional también se encontrarían aquellos padres con hijos con TEA o cualquier tipo de diversidad funcional. Como posible solución, varios usuarios recominedan portar algún tipo de distintivo, como un brazalete azul. “Creo que basta con que todos seamos un poco más educados y coherentes”, opina Luis, farmacéutico en Oviedo.