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Noticias Amor y Rabia

El virismo global como instancia de domesticación, por Pedro García Olivo

Published on: sábado, 18 de abril de 2020 // ,


1. TRES ETAPAS PARA LA DOMESTICACIÓN CASI ABSOLUTA DE LOS ESPECÍMENES HUMANOS EUROPEOS: MIEDO AL COMUNISMO, AL TERRORISMO INTERNACIONAL Y AL VIRISMO PLANETARIO

Lo peor siempre ocurre en un segundo plano. Se da en lo latente, y no en lo patente; en lo implícito, y ya no en lo explícito; en lo oculto más que en lo manifiesto.

Por debajo de la crisis sanitaria y de las medidas que los gobiernos adoptan para combatirla, está ocurriendo algo terrible, que debería ser atendido en primer lugar: a pasos agigantados, mediante el reforzamiento de la confianza en los políticos, en los policías, en los médicos, en los funcionarios en general, en el Estado mismo, se culmina la domesticación integral de la especie humana.

Por miedo, todo lo permitimos, todo lo consentimos…

Por un miedo inducido, toleramos el crecimiento cancerígeno de una muy sangrienta industria armamentística, ya que había que «defenderse» de los rojos, de la URSS, del socialismo real. Cayó el comunismo y seguimos vendiendo armas, a quien sea, porque lo requiere ese negocio.

Por miedo fabricado, toleramos en Europa restricciones de las libertades individuales, cancelación de muy importantes derechos ciudadanos, suspensiones temporarias del Estado de Derecho, pues había un Enemigo mayúsculo, que se se llamaba Islam o Terrorismo Internacional.

Por miedo, casi por pánico, hemos aceptado el confinamiento riguroso de toda la población, pues se nos dice que estamos en guerra, que seguimos en guerra, ya no contra el comunismo, tampoco contra el terrorismo, sino contra un virus que puede irse y luego volver, que puede desaparecer por la misma puerta por la que entrarán otros.

En el segundo plano de la actualidad, más allá de la cuestión sanitaria, que es deprimiente, encontramos una avanzadilla poderosísima de la sujeción demofascita. No se trata solo de que las poblaciones hayan aceptado el encierro, el control policial, el despotismo médico-político, el sometimiento a los criterios de los «expertos» y de los gobernantes. No se trata solo de eso, que ya es triste de por sí.

Se está produciendo algo peor: la predisposición a aplaudir y homenajear a nuestros dominadores y explotadores.

En España, cada día, a las ocho de la tarde, la gente aplaude a los sanitarios y a los policías. Como si no se supiera lo que es la medicina administrada, medicina definitivamente «mercantil», inserta en una biopolítica general, estatalista y capitalista, productora y gestora sistemática de enfermedades. Como si se ignorara lo que son las policías modernas y la cantidad de muertos y heridos que les cabe en gracia desde su origen. Como si no supiéramos que siguen agrediendo y maltratando hoy mismo.
No es tanto que, por el miedo, admitamos restricciones drásticas de nuestros supuestos derechos y de nuestras proclamadas libertades. Lo alarmante está un poco más allá; y es que estamos a punto de felicitar a nuestros déspotas, de ofrecer flores a nuestros opresores históricos, de abrazar a nuestos verdugos.

Sube en EEUU la popularidad de Trump y el reconocimieto de su política. También se disparan los índices de aceptación de los dirigentes chinos. La presidenta de Alemania obtiene un rédito de estima en medio de la pandemia. Miles de cadáveres, que llegan a colapsar los crematorios, que quedan a veces en las residencias de ancianos o en las casas, están sirviendo para que regalemos flores a nuestros explotadores y dominadores. Esta es la esencia del demofascismo.

No es verdad que, en adelante, vayan a estar nuestras calles llenas de gendarmes y de militares. No es cierto que nos espere un escenario de super-vigilancia y omnipresencia policial. Lo que parece que va a ocurrir, si atendemos a este segundo plano de la crisis, es que se nos habrá preparado para la obediencia incondicional y para el asentimiento acrítico. Sin necesidad de polizontes o de cámaras, nos portaremos «bien», nos auto-reprimiremos y auto-domesticaremos. Casi van a sobrar los «educadores»…

2. LA MATEMATIZACIÓN DE LA VIDA
(Suscripción del Capitalismo Vírico a la deshumanización de la humanidad)


Se nos dice que debemos empezar a tranquilizarnos, pues la tasa de crecimiento de la epidemia en nuestro país se estabiliza y, aunque mueran más de setecientas personas todos los días, no crece la ratio de aumento diario de cadáveres.

Se matematiza la muerte, sujeta a estadísticas, curvas, picos, mesetas de desenvolvimiento numérico.
Se matematiza la vida, desde hace tiempo, en todos los niveles, y hay cifras y más cifras de accidentes, transgresiones, obediencias, resignaciones…

La matemática, que nunca ha sido «neutra», persigue en Occidente una completa des-humanización de la existencia. Apegada a la Administración, oculta el sufrimiento concreto del individuo empírico, de la comunidad real, de la gente de carne y hueso. Somos números, cifras, estadísticas, gráficos…; y se nos controla, se nos maneja, desde los criterios de la razón instrumental, estratégica, económico-burocrática.

Sigo sosteniendo que, bajo la capa de una lucha legítima contra le enfermedad, se están implementando procedimientos nuevos, o re-editados, de sujeción bio-psico-política de la ciudadanía. Y que este aspecto no se está atendiendo como debía…

Dije un día que, según mi intución, en España iban a morir, por el coronavirus, unas cien miel personas. Más de cuarenta millones de españoles seguirán vivos. En relación con esos más de cuarenta millones de españoles no eliminados por el virus, ¿cuántos habrán sido afectados, al nivel de la subjetividad, del pensamiento y de la sensibilidad, de un modo rotundo, grave, por la gestión política, mediática y policial de la epidemia, que incluye el confinamiento, las multas y apresamientos de los discrepantes, la brutalidad circunstancial de los «agentes del orden», el martilleo incesante de la radio y de la televisión?

Para este asunto no habrá estadísticas, no habrá números, no habrá cifras, no habrá gráficos… O los habrá, pero no publicitados, no divulgados, registrados básicamente para la gestión matemático-estadística de las poblaciones. Que la vida se está matematizando para la justificación de lo establecido, y no para su impugnación.

Lo que está aconteciendo hoy en el planeta no tiene precedentes en la historia: se da una sumisión absoluta de las gentes a los criterios de los políticos y de los expertos, a las decisiones de los burócratas y de los científicos. ¡Como si no se supiera, desde hace décadas, qué es un «político» y cuál es su catadura moral; qué es un experto o un científico y para qué labora, quién le paga, cómo fue alquilada su consciencia!

Cuando acabe la epidemia, y se tengan cifras de su mortalidad física, se habrá reforzado hasta extremos casi insuperables el orden capitalista que tan bien la está rentabilizando. No habrá tantas cifras para su daño psíquico, existencial, para su contribución al sometimiento y al asentimiento casi absoluto de las poblaciones.

Y creo que ya hay cadáveres en los hogares, como los ha habido en las residencias de ancianos; y me parece que están siendo muchas las personas agredidas o maltratadas por sus parejas en cada casa; y presiento que un montón de niños han recibido ya golpes o están siendo aplastados por castigos psíquicos o simbólicos; y me temo que para toda esta gente, asesinada o dañada, no habrá tan pronto registro matemático y, cuando lo haya, será para asestarles el «tiro de gracia» y usar su dolor en beneficio de la perpetuación del capitalismo antropocida.

Creo, de verdad, que la epidemia es en buena parte un asunto demagógico-publicitario, y no descarto uno o dos millones de víctimas físicas sobre la tierra. Algo terrible, completamente detestable. Pero subrayo que se podrían contar por cientos de millones, por miles de millones, si las matemáticas no estuvieran siempre del lado del poder, los masacrados, destruidos, confundidos, des-humanizados, por la inteligencia del Capital y su modo de llevar las riendas de esta crisis sanitaira.

A mí me cuesta poco desobedecer, pues vivo en un corral de cabras de la media montaña valenciana, con una aldea despoblada cerca, y todos los días paseo por el monte con mis perros hasta que me canso de andar y regreso al refugio. Hago lo que siempre hacía aquí, y no hay mérito en mi estilo de vida.

Pero simpatizo visceralmente con los pocos erráticos que se están proponiendo desobedecer e infringir en las ciudades, transgredir las normas y los confinamientos, reanudar lazos comunitarios, agruparse, hablar y pensar con otros, movilizarse hasta donde sea posible y decirle al Estado que, como es sabido, no se dio nunca para cuidar a la gente, sino para oprimirla y controlarla, y que aún cabe soñar con un protagonismo de la comunidad en su contra y para su derrocamiento. Y en el olvido de las matemáticas…

3. ME QUITO EL SOMBRERO ANTE LA ASTUCIA, SUPREMA Y MORBOSA, DEL CAPITALISMO
(Sobre un virus deseado)


Le salió muy bien al sistema esta expansión, desde el principio tolerada y creo que también deseada, de un virus que eliminara a la mayor parte de las gentes «desechables» del planeta: ancianos, pobres, etnias marginales o marginadas…

En los países ricos, el envejecimiento de la población era un problema. Gracias al coronavirus, el problema se atenúa, pues van a morir muchísimos ancianos.

Los pobres de África y de otros continentes, tentandos a menudo por la emigración, aunque fuera ilegal, dejarán de ser un inconveniente tan grave para los países ricos, pues morirán en sus Estados, fallidos o no. Antes, en cierto sentido, los matábamos en el mar, en el Mediterráneo, cuando sus embarcaciones naufragaban, o en nuestros desalmados CIEs.

En todas partes, en el Norte como en el Sur, en el Centro Capitalista como en su Periferia, en los Países Desarrollados como en los Subdesarrollados o en Vías de Desarrollo, la autoridad política y su brazo armado policial-militar salen reforzados.

Bajo un pánico inducido, las poblaciones desistieron de ejercer la crítica y el sano instinto de desobediencia para plegarse a normas, instrucciones, confinamientos, etcétera, «decretados» directamente por sus dominadores, por sus educadores, por sus domesticadores.

Éxito absoluto, el del Estado y el Capital, que se sentirán para siempre en deuda con la mortalidad del Covid-19. Dieron jaque mate a muchas cosas.

Jaque mate a la comunidad, allí donde, malherida, todavía respiraba: ahora lo dejamos todo en manos de nuestros opresores y vemos en cada vecino, en cada hermano, casi un peligro para nuestra salud, poco menos que un enemigo.

Jaque mate a la resistencia individual, a la denegación personal de las órdenes que nos caen desde arriba y que, en el fondo, con la excusa de salvarnos la vida, nos aherrojan definitivamente.
Jaque mate a la crítica, pues ya nos contentamos apenas con censurar a los desobedientes y a los insumisos, presentados demagógicamente como «enemigos del pueblo».

Y a aplaudir a las gentes de la salud administrada, pues estamos todos invitados a congeniar con esos médicos y enfermeros que siguen trabajando, en su mayoría, porque no podrían vivir sin sus honorarios. Antes se les llamaba «mata-sanos», ahora son presentados como «super-héroes». Dependen de la nómina, la verdad.

Y a aplaudir a esos policías que se ven respaldados, más que nunca, en su vocación de aporrear a la gente, lo que siempre hicieron y siempre harán.

Y a aplaudir a los profesores que, desde la tele-educación, siguen metiendo impúdicamente las manos en el cerebro y en el corazón de sus «presos de docencia».

Y a aplaudir a esos políticos que manejan cifras de infectados y de muertos lo mismo que de expectativas de voto.

Me quito el sombrero… Jugada perfecta del morbo-capitalismo neofascista.

Un escritor al que he leído mucho, huyendo del nazismo y ante la sola expectativa de ser acogido por la democracia necrófila estadounidense, se quitó también el sombrero. Y luego se voló la tapa de los sesos.

Bajo el vicio de vivir, yo solo me quito el sombrero.

4. NADA QUE TEMER DE LA CÁRCEL NI DE LA HUELGA GENERAL: NOS LO ENSEÑÓ EL CORONAVIRUS

¿Quién le va a tener miedo a la cárcel después de haber pasado tanto tiempo confinado? Y más si las cárceles que está diseñando el Reformismo Penitenciario Occidental siguen presentándose como «centros de reeducación» en los cuales los internos deben llevar una vida digna. Muchas de las casas de nuestro tiempo, donde se ha encerrado a las familias, tienen peores condiciones y se antojan más temibles.

¿Quién va a seguir considerando que la «huelga general» puede ser nociva para el sistema e incluso alentar propósitos revolucionarios si, hoy mismo, el propio Estado ha decretado la suspensión de todas las actividades económicas, parando el trabajo casi por completo?

Se acabó el miedo a la cárcel y también se esfumó la aureola de «peligrosidad» que rodeaba a la huelga. El coronavirus colocó en el mismo saco a los legisladores, a los jueces y a los funcionarios de prisiones, de una parte, y a los sindicalistas, a los «obreros conscientes» y a los políticos «transformadores», de otra. La cárcel y la huelga se han dado la mano, y sus sustentadores se guiñan un ojo. Lo estamos viendo todos los días…

Si no fuera porque van a morir «los que sobran» (ancianos, pobres, marginales…), y para eso se propició y toleró esta epidemia, el coronavirus, por su potencia desmitificadora, casi parecería un anarcovirus.

Pero es la nueva forma del Capitalismo, vírica y necrófila, apta para la cárcel incruenta y para la huelga cívica, la que en este tiempo echó a andar.

ECONOMÍA