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¿Hacia el colapso del capitalismo?

Published on: lunes, 20 de abril de 2020 // ,


Todo sistema de dominio ha de aparentar ser invulnerable y ser capaz de hacer frente a cualquier obstáculo. Este espejismo es la fuente de su poder; la convicción de que no hay alternativa y, por tanto, nos ofrece “en el mejor de los mundos“. Sin embargo, estos días el “mejor de los mundos” nos ha puesto de manifiesto lo frágil que es la estructura económica del capitalismo: basta estar unas semanas sin poder explotar a la clase trabajadora para que el sistema se tambalee peligrosamente y se resquebraje la confianza de la población en el sistema. Pero, a pesar de las apariencias de invulnerabilidad que las estructuras de poder se preocpan de transmitir, lo cierto es que no son más que castillos de naipes, que tan solo se sostienen en pie debido a que el pueblo no se rebela y la clase trabajadora acepta silenciosa el yugo del trabajo asalariado.

La realidad es que, bajo estos sueños de grandeza, se esconde la miseria cotidiana: de la misma manera que se dice que la peor forma de tortura es la gota de agua, nada hay peor para un sistema autoritario que la rutina de mantener el sistema en marcha, frente a cualquier imprevisto. Esto se pone especialmente de manifiesto en los sistemas de hegemonía global: el trabajo de mantener toda la maquinaria en marcha, con su inmensa cantidad de mecanismos para mantener el equlibrio, es una tarea hercúlea y, a largo plazo, insostenible, debido a la entropía, que empuja todo sistema complejo al caos.

El liberalismo, la expresión ideológica del capitalismo, es quizá el intento más logrado de dotar al poder de una flexibilidad de la que por su naturaleza suele carecer. Es necesario recordar que surgido en Inglaterra país lleva desde hace 1.000 años en manos de los descendientes de los invasores normandos, en el que 70% de la tierra permanece a menos del 1% de su población, y en el que la monarquía es la propietaria nominal de cada pedazo de tierra y cada propietario técnicamente solo un inquilino (que paga el alquiler en forma de lealtad).

Una ideología de unas élites lo suficientemente inteligentes como para adaptarse a los múltiples cambios sufridos por la sociedad a lo largo de un milenio ha de ser necesariamente una ideología capaz de hacer frente a los desafíos de las fuerzas desatadas por la Revolución Industrial, a las crisis cíclicas del capitalismo, al derrumbe del imperialismo colonial e incluso al desafío de una superpotencia comunista. La pregunta que se plantea ahora, su desafío mayor, es si podrá ser capaz de superar a la época postindustrial.

Fue precisamente el nacimiento de las estructuras de la globalización las que hirieron de muerte a la Unión Soviética. El intento del bolchevismo ruso de participar en los nuevos mercados globales (Ostpolitik) fueron sus sentencia de muerte: todos los países de su área de infuencia se endeudaron con la banca occidental. La negativa de Moscú a seguir pagando la factura de un supuesto imperio en el que se vivía mejor en  las colonias y la perferia vivía que en la metrópoli fue el punto de partida para el derrumbe de la superpotencia creada por Lenin: queda por ver si el capitalismo liberal será capaz de evitar su propio derrumbe.

El derrumbe del sistema económico de la URSS nos permite analizar cómo podría ser el derrumbe de EEUU, el corazón sin rival del capitalismo. Y la verdad es que da miedo: como nos ha demostrado un simple virus, nuestro futuro está en manos de un sistema cada vez más débil.

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