-

Noticias Amor y Rabia

BlackRock toma el control, por Joyce Nelson

Published on: domingo, 19 de abril de 2020 // ,

 

Es notable el silencio de la prensa financiera dominante sobre el nombramiento por la Reserva Federal (el 24 de marzo) de BlackRock para gestionar su programa masivo de compra de deuda empresarial en respuesta a la crisis del Coronavirus. Ese silencio podría tener una explicación simple: no trates mal a tu jefe si sabes lo quete conviene.

El CEO de BlackRock, Larry Fink, puede ser el actualmente hombre más poderoso del mundo, supervisando no solo el nuevo fondo para fondos empresariales de la Reserva Federal (unos 4.5 billones $), sino también administrando 27 billones $ de la economía global (ya antes de la cita de marzo). Como el gestor de activos más grande del mundo, BlackRock ya administraba 7 billones $ para sus inversores globales, clientes o empresas, junto con otros 20 billones $ para clientes mediante su software de control de riesgos financieros (llamado Aladdin).

Como Andrew Gavin Marshall ha explicado: “A diferencia de un banco, las empresas de gestión de activos no gestionan ni invierten su propio dinero, sino que lo hacen en nombre de sus muchos clientes. En el caso de BlackRock, esos clientes se presentan en forma de bancos, corporaciones, compañías de seguros, fondos de pensiones, fondos soberanos, bancos centrales y fundaciones”.

Al gestionar 27 billones $ de dicersas formas, BlackRock se extiende sobre los sectores de finanzas, seguros y bienes raíces. Este poder financiero tan consolidado puede no tener precedentes, pero con BlackRock involucrado en prácticamente todas las grandes corporaciones del planeta (incluidos los medios de comunicación), incluso los competidores de BlackRock (si esa palabra acaso puede aplicarse en este caso) guardan silencio sobre el nombramiento de Fink.

Hasta la fecha, solo Pam y Russ Martens de Wall Street on Parade.com han suministrado la necesaria cobertura informativa, continua y valiente.

¿Cuántos rescates?

Matt Taibbi de Rolling Stone ha calificado este nuevo rescate de Wall Street de ser el “rescate del último rescate” en 2008. Menos conocido es que el rescate de Wall Street de 2008 fue en sí mismo un rescate de un rescate anterior de Wall Street en 2001, en el que la Fed inyectó más de 100.000 millones $ en un sector financiero en apuros (herido por el colapso del puntocom) al amparo de la crisis del 11 de septiembre.

Últimamente se ha prestado atención al hecho de que, durante el rescate financiero de 2008, Larry Fink de BlackRock desempeñó un papel importante asesorando a gobiernos y empresas sobre cómo lidiar con los activos tóxicos de los bancos quebrados. Pero se pasa por alto algo importante.

Como escribí en mi libro de 2016 Beyond Banksters, estos gobiernos y corporaciones “buscaron el consejo de Fink, pese a que (como Fortune informó en 2008) Larry Fink de BlackRock ‘fue un promotor temprano y vigoroso [de] los mismos valores respaldados por hipotecas’ responsable de la crisis. ‘Ahora su empresa está ganando millones limpiando esos activos tóxicos’, señaló Fortune”.

Es evidente que, durante los años entre el rescate de Wall Street de 2001 y el rescate de 2008, BlackRock vio una oportunidad y actuó en consecuencia. Luego, cuando esos valores se volvieron tóxicos, BlackRock vio otra oportunidad y volvió a actuar. Inteligente.

BlackRock es un punto clave de mi libro (junto con McKinsey & Company) porque ambas firmas han estado desempeñando un papel descomunal en la política de Canadá desde la elección del primer ministro Justin Trudeau en 2015. Trudeau ha creado un Banco de Infraestructura de Canadá, generalmente conocido como el “banco de privatizaciones” por nosotros, los siervos, y ha propuesto invertir unos 120.000 millones $ en gastos de infraestructura para atraer inversiones del sector financiero internacional. Como ya escribí, en agosto de 2016 Trudeau supuestamente estaba “cortejando a BlackRock” con la esperanza de que parte de su enorme torrente de dinero se dirigiera a Canadá para proyectos de infraestructura.

Naturalmente, esos inversores privados querrían recibir rendimientos considerables (al menos del 9%) de sus inversiones, por lo que la mayoría de esos proyectos serían: 1) la conversión completa de un activo de propiedad pública en uno privado (venta de carreteras, puentes, puertos, aeropuertos, sistemas de agua y aguas residuales, etc.), o 2) la construcción de nueva infraestructura (para el ransporte, por ejemplo) a través de una asociación público-privada (P3) en la que el sector privado se embolsaría los peajes y operaría sin riesgos durante contratos a largo plazo, o 3) la combinación inteligente de ambos, por la cual un activo público existente se convertiría en un P3.

Más que ‘mala imagen’

En una exhibición escandalosa de arrogancia empresarial, BlackRock organizó el 14 de noviembre de 2016 una cumbre privada en Toronto para “un grupo selecto de grandes inversores internacionales” con billones de dólares en activos. Se les permitió reunirse e interrogar al Primer Ministro Trudeau, al Ministro de Finanzas, Bill Morneau, al Ministro de Infraestructura, Amarjeet Sohi, y a otros funcionarios federales, pero a la prensa no se le permitió estar allí para registrar las “oportunidades que nuestros políticos electos ofrecían a estos banqueros.

Y en el último movimiento, el 27 de marzo, el mismo día en que el Congreso de los EEUU aprobó el proyecto de rescate que hace de BlackRock un supervisor financiero clave, el banco central de propiedad pública de Canadá, el Banco de Canadá (BoC), anunció repentinamente que BlackRock actuará como su asesor para un nuevo programa de flexibilización cuantitativa (QE) para empresas, lo que es básicamente un grifo de dinero para un sector empresarial en dificultades.

No hubo un proceso de licitación para este puesto, y como señaló un escritor financiero, el gobernador de BoC, Stephen Poloz, parecía haber “elegido darse prisa en lugar de dudar sobre posibles trampas como conflictos de intereses, un proceso de licitación apresurado y mala imagen”.

Pero hablemos claro: los bancos centrales a ambos lados de la frontera entre Canadá y Estados Unidos ahora han puesto a BlackRock a cargo de una posición clave para la política monetaria y fiscal en ambos países. Eso es mucho más que “mala imagen”. Eso es corporativismo flagrante.
Aquí hay una terrible ironía, y merece que le prestemos algo de atención.

SIFI

Cuando escribí Beyond Banksters en 2016, BlackRock estaba administrando solo 15 billones $ (no los 27 $ que está administrando ahora). No es sorprendente que durante varios años hubo algunas voces financieras que pedían que BlackRock fuera clasificado como una “empresa financiero sistémicamente importante”, (un SIFI), lo que significaría que estaría mucho más regulado y necesitaría un capital potencialmente más alto para hacer frente a los requisitos de los reguladores de EEUU.

Cité a The Economist, por ejemplo, que en 2013 estaba preocupado porque debido a que tantas compañías dependen del software Aladdin de BlackRock para el control de riesgos financieros, existe el peligro de que todos “reaccionen de la misma forma” y “empeoren las cosas”.

Del mismo modo, la Oficina de Investigación Financiera del Departamento del Tesoro de los EEUU emitió un informe en 2013 que concluyó que las empresas de gestión de activos como BlackRock y los fondos que administran son “vulnerables a los shocks” y “pueden participar en un comportamiento de ‘rebaño’ que podría amplificar un shock en el sistema financiero”.

Pero BlackRock se había dedicado durante mucho tiempo a presiona enérgicamente contra ser considerado un SIFI.

Luego, en 2014, los ejecutivos de BlackRock obtuvieron de alguna manera una presentación confidencial de PowerPoint de la Reserva Federal que implicaba que BlackRock podría presentar el mismo riesgo financiero que los grandes bancos. Enfurecido por esta nueva pulla, BlackRock presionó fuertemente contra este punto de vista y, como escribí, en abril de 2016 la compañía “evitó una mayor supervisión de los reguladores en los Estados Unidos”.

Considere la posición actual de BlackRock: el nuevo proyecto de rescate no solo difumina aún más la línea entre la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, sino que en la práctica situa a BlackRock en una posición de supervisor de ambos. Esos humildes burócratas de ambas instituciones que intentaron convertir BlackRock en un SIFI ahora tienen que dar cuenta a Larry Fink. Inteligente.

En lo que es la crítica más exhaustiva de la cita de BlackRock hasta la fecha, una carta del 27 de marzo del Sunrise Movement al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, se indica que “al darle a BlackRock el control total de este programa de compra de deuda, la Fed está entrelazando aún más los roles de actores gubernamentales y privados. Al hacerlo, hace que BlackRock sea aún más importante sistémicamente para el sistema financiero. Sin embargo, BlackRock no está sujeto al escrutinio regulatorio de instituciones financieras sistémicamente aún más pequeñas”.

Rescates ‘sigilosos’

Los 30 firmantes de esa carta a Powell incluyen a Public Citizen, así como muchas organizaciones ambientales como Greenpeace, Indigenous Environmental Network, Amazon Watch, Stand.Earth y Rainforest Action Network. Expresan con razón su preocupación por los numerosos conflictos de intereses de BlackRock y destacan: “...programas de compra de bonos empresariales como estos pueden ser rescates clandestinos de compañías de combustibles fósiles si no se aplican las salvaguardas climáticas adecuadas. La Reserva Federal no debería apuntalar a la industria que destruye el clima y crea más riesgos para el sistema financiero, y muchas de nuestras organizaciones pedirán al Congreso que tome medidas legislativas para evitar esto”.

Pocos días después, el 3 de abril, los siete CEOs de Exxon Mobil, Chevron Corp., Continental Resources, Occidental Petroleum, Devon Energy, Phillips 66 y Energy Transfer tuvieron una reunión privada con el presidente Trump. ¿Quién sabe lo que pidieron o se les prometió?

El New York Times intentó asegurar a los lectores que BlackRock “no se quedará con la Reserva Federal” y “ganará comisiones relativamente modestas” por ayudar a la Fed a “ejecutar un programa de compra de bonos para estabilizar los mercados sin resolver la pandemia”. Pero esa garantía en gran medida olvida el punto clave: mucho más importante es el “comportamiento de rebaño” del que es capaz un gran administrador de activos como BlackRock, y sobre el cual varios economistas han expresado su preocupación. Con 70 oficinas en 30 países, y un centro de datos llamado Aladdin que asesora las veinticuatro horas del día a sus clientes sobre esos 20 billones $ en inversiones, el potencial de BlackRock para dar forma a la economía global a su gusto es formidable. Añada a eso el hecho de que BlackRock ahora también está asesorando al banco central de Canadá.

Aquí en Canadá estamos esperando a ver si el gobierno de Trudeau da otro rescate al charco petrolero de Alberta. El anuncio, que podría alcanzar los 15.000 millones $, probablemente llegará esta semana. Con BlackRock, un accionista importante es casi todas las compañías petroleras involucradas en las arenas bituminosas (y en todo el mundo), será difícil para el gobierno explicar tal rescate sin parecer que está obedeciendo a Larry Fink.

Por otro lado, tal vez esta pandemia ha llevado todo en dirección a una “nueva normalidad” donde no hay tal cosa como “mala imagen”, solo acción urgente y pragmática. Inteligente.

Por cierto

La última vez que la prensa financiera dedicó una cobertura masiva a BlackRock fue durante la campaña presidencial estadounidense de 2016, cuando numerosos expertos financieros intercambiaron chismes sobre el deseo y el potencial de Fink de ser Secretario del Tesoro de Hillary Clinton. Por supuesto, el resultado de la elección cambió todo eso. Pero ahora, con Larry Fink supervisando la fusión virtual de la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro y asesorando a Steve Mnuchin del Tesoro, su posición podría ser aún más poderosa que cualquier nombramiento que Clinton hubiera hecho. Inteligente.

Como Matt Taibbi observó en 2009, en medio del rescate financiero anterior, “al crear una crisis urgente que solo pueden resolver quienes dominan un idioma demasiado complejo para que la gente común lo entienda, la gente de Wall Street ha hecho que la gran mayoría de estadounidenses dejen de participar en su propio futuro político. Hay una razón por la que solía ser un crimen en los estados confederados enseñarle a un esclavo a leer: la alfabetización es poder. En la era de los CDS [swap de incumplimiento crediticio] y CDO [obligación de deuda garantizada], la mayoría de nosotros somos analfabetos financieros. Al hacer que una economía ya demasiado compleja sea aún más compleja, Wall Street ha utilizado la crisis [de 2008] para provocar un cambio histórico y revolucionario en nuestro sistema político, transformando una democracia en un estado de dos niveles, uno con burócratas financieros interconectados. arriba y clientes despistados abajo”.

Así que estén atentos a su fondo de pensiones y al Seguro Social, mis compañeros siervos (¿o debería decir: compañeros esclavos?). Larry Fink lleva mucho tiempo comprometido con la privatización de la Seguridad Social y esta crisis actual podría ser la oportunidad adecuada. Por supuesto, se llamará algo inocuo o cálido y difuso, como la Ley CARES, y será recibido en los principales medios de comunicación como una decisión pragmática y urgente.

ECONOMÍA