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La crisis como instrumento

Published on: miércoles, 22 de abril de 2020 // ,


Una de las obras maestras del cine es la película “El golpe”, que es también una de las dos veces que Paul Newman y Robert Redford actuaron juntos. La historia trata de una mentira dentro de otra mentira: para vengarse de un mafioso, un ladronzuelo elabora un plan mediante el cual le roba un montón de dinero y, más importante aún, lo hace de manera que engaña al mafioso para evitar que quiera vengarse.

Actualmente está pasando algo similar con el Coronavirus: de manera similar al torero, que usa el capote para esconder la espada con la que dará la estocada mortal, el estado nos marea diariamente con el virus, monotema informativo y eje de las discusiones y de la vida diaria. Pero mientras aquí abajo gastamos nuestro tiempo en discutir sobre las medidas del gobierno y las informaciones de los medios del capital, en las alturas se discute sobre la mejor forma de dar la estocada, es decir, cómo imponer una nueva ronda de privatizaciones y recortes de gastos sociales.

Un oligarca de EEUU, el billonario Dan peña, hablaba abiertamente a mediados de febrero en un video que pusimos en twitter de lo que se avecinaba: “estamos en el ojo de la jodida tormenta perfecta”, decía, a punto de entrar en “la mayor redistribución de la riqueza en la historia de la Humanidad... nunca pensé que volvería a vivir algo así... va a hacer que parezcan una canción de guardería los 80, en los que yo, gracias a Alá, gracias a Buda y gracias a Dios, participé golpeando y violando a todo el mundo“.

Peña se refiere al despedazamiento de lo que queda del llamado “sistema del estado de bienestar”, y muy especialmente del sistema de pensiones. El capitalismo postindustrial no necesita ya preocuparse por mantener la paz social: el precariado actual, atomizado, desorganizado y sumido en la pobreza, carece de la fuerza de que disponía el proletariado industrial con sus organizaciones, por lo que no podrá oponer una resistencia efectiva al asalto al gigantesco botín. Pero el objetivo de todo ladrón es que se olvide su pasado, y por tanto es necesario desarrollar una “narrativa” que justifique el empobrecer aún más a la clase trabajadora.

El virus es ideal para ello y, además, ha aparecido en octubre, que es justo después de empezar a resquebrajarse los mercados de crédito globales, forzando a la Reserva Federal de EEUU a poner en marcha un gigantesco programa de inyecciones financieras a partir de noviembre, que alcanzó ya cifras billonarias en diciembre/enero. En febrero, cuando Peña reconocía en una entrevista que se prepara para volver a golpear y violar “como en los 80”, es justo cuando los estados occidentales deberían haberse preparado para hacer frente a la pandemia, y no faltaron avisos de la OMS o de la UE al respecto. Pero la respuesta fue una pasividad total, abriendo la puerta al colapso de los hospitales que justificó la puesta en marcha de la cuarentena.

Esta medida fue la gota que colmó el vaso y los mercados financieros reventaron, tras lo cual los gobiernos pusieron en marcha gigantescos programas de rescate del capital sin tener que hacer frente a la más mínima resistencia, al estar todo el mundo encerrado. En España, con un gobierno “de izquierdas”, al derrumbe de la economía se unió una ola de despidos, ya que no se pusieron en marcha medidas para evitarlo, como hicieron países con gobiernos conservadores, como Italia o Francia. Y, para colmo, los millones de personas despedidas (el 50% de la clase trabajadora) carecen de ingresos, ya que el gobierno, como ocurrió en 2008/9, dice no poder pagar el paro. Así se siembra el miedo -y el hambre-, para preparar el escenario a una Miseria Básica Universal que ayudará a superar el trago -y servirá para justificar eliminar las pensiones.

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