La justicia, el orden y la ley
Tenía que pasar: tras varias décadas destruyendo -o integrando, que es lo mismo- las organizaciones del movimiento obrero, sembrando ideologías identitarias y apocalípticas para borrar la lucha de clases, y creando falsos movimientos sociales interclasistas para encauzar las energías hacia callejones sin salida, el capital carece de resistencia digna de tal nombre. Y es justo ahora cuando más falta haría, ya que lo que los planificadores del sistema pretenden no una vuelta de tuerca más, sino un cambio radical del sistema, eliminando los restos de la época del capitalismo industrial (pensiones, trabajo fijo, ayudas sociales...).
Como es lógico, todo esto va a dar lugar a un hundimiento del nivel de vida de la población, generando resistencia. Para prevenirlo, se usa el Coronavirus siguiendo el modelo que describe Naomi Klein en La doctrina del shock: provocar impactos en la psicología social mediante desastres o emergencias, para aprovechar la conmoción y confusión y asi poder llevar a cabo reformas impopulares que de otra forma habrían sido imposibles de imponerse. Según Klein, “el coronavirus es el desastre perfecto para el ‘capitalismo del desastre’”, ya que permite volver a rescatar a los mercados financieros: “No lo hacen porque crean que es la forma más eficaz de aliviar el sufrimiento durante una pandemia. Ya tenían estas ideas en mente y ahora han visto la oportunidad de llevarlas a cabo”. El problema es que los rescates son de tal calibre, que las reformas que se plantean van a generar una fuerte resistencia entre amplios sectores de la sociedad, en un momento en que el paro alcanza a la mitad de la clase trabajadora activa. Aquí, de nuevo, el “enemigo invisible” y las medidas para luchar contra el les ayudan a alcanzar su objetivo.
Como ya denunciamos (Desde el Confinamiento, 5), el emparedamiento de la población está dando lugar a la aparición de comportamientos reaccionarios entre la clase trabajadora, convertida una parte de ella como por arte de magia en una Gestapo vecinal. La combinación de críticas a este comportamiento con la exigencia de continuar con el confinamiento e incluso endurecerlo convierten a la izquierda en cómplice del poder en un momento en que este viola de manera sistemática su legislación, despliega al ejército por las calles e impone un control de los movimientos de cada persona que no tiene nada que envidiar a China. De la misma forma que el estado, cuando se prepara para asesinar, se hace llamar patria, cuando se prepara para hundir el nivel de vida de la clase trabajadora utiliza todos los medios a su alcance para disciplinarla. No colaboremos con nuestros enemigos.