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Realidad y Control Social, por el Grupo Apoyo Mutuo

Published on: martes, 21 de abril de 2020 // ,


Desde hace más de 2000 años la humanidad nos hemos hecho una pregunta muy concreta ¿Se corresponde la realidad con la representación mental que tenemos de la misma? Aún sin poder responder esta pregunta, debemos ser capaces de entender que son cosas distintas, la representación mental que tenemos de la realidad (las ideas o realidad psíquica) y la realidad misma o física.
La realidad física, o simplemente realidad, está formada por todo el medio externo en el cual estamos inmersos y al cual accedemos a través de nuestros órganos sensoriales (sensibilidad al calor, dolor, presión, vibración, etc).

Mientras que la realidad psíquica no es más que un conjunto de procesos mentales llevados a cabo en nuestro cerebro, aquí es importante subrayar, que el ser humano solo tiene acceso a esta realidad psíquica. Así cuando vemos a nuestros padres, en realidad no estamos metiendo en el cerebro, como parece lógico, a nuestros padres; sino una representación de los mismos, una imagen simplificada basada en diversas señales electroquímicas que nuestro cerebro puede entender.

Así tenemos una realidad psíquica, una realidad física y una cierta correspondencia entre ellas. Sucede además, que para una persona concreta, su realidad psíquica (si no tiene constancia previa de este dilema) es la verdadera y auténtica realidad. Por ejemplo, si una persona llega a convencerse de algo, aunque sea falso, actuará de acuerdo a esta creencia. Independientemente de que se lo nieguen, hasta que las evidencias sean indiscutibles. Por ejemplo los fanáticos religiosos actúan de acuerdo a su realidad psíquica, en la que existe un dios todopoderoso, aún cuando la experiencia les niegue la existencia de este, pudiendo y llegado el caso, suicidarse en defensa de esta creencia. Es importante resaltar, que no percibimos la realidad física en su totalidad, sino una representación parcial de la misma, radicando el problema en que muchas personas confunden el mundo percibido (la realidad psíquica) con el mundo físico. Por ejemplo, si miramos un árbol desde un lateral, veremos un tronco marrón con una copa de hojas circular y verde encima, mientras que si miramos el árbol desde arriba, veremos sólo una forma casi circular de color verde. En este ejemplo, el árbol representa la realidad y las vistas desde un lateral y desde arriba, representan dos realidades psíquicas distintas de la misma realidad física.

En resumen, cada ser humano tiene una experiencia subjetiva (personal) del mundo físico, lo que le conduce a una cosmovisión, es decir, a tener una concepción del mundo o una teoría implícita de él y por lo tanto un conjunto de prejuicios, que actúan a modo de tamiz en todas las percepciones del mundo físico del sujeto en cuestión.

¿Qué significa esto? Que la realidad percibida es subjetiva a la persona y está condicionada por las experiencias previas de la misma y por lo tanto la realidad en términos humanos podría ser considerada una creación social, ya que es la sociedad la que otorga (o retira) la categoría de realidad a determinadas experiencias de la realidad psíquica. Cuando esta encuentra un alto grado de acuerdo entre las subjetividades de muchas personas, le da a este conocimiento la categoría de objetividad y por lo tanto de verdad o realidad. Pero ¿Qué ocurre en los casos en los que una única entidad o persona se otorga la capacidad de determinar la realidad?

Así, al ser la realidad psíquica únicamente una representación de la realidad física, es susceptible de ser alterada de forma que no se corresponda la una con la otra. La RAE define manipular como: “Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares”. Por lo tanto, manipular es alterar la realidad que perciben grupos de personas para alcanzar determinados objetivos particulares ajenos a estas. Entonces para que la manipulación ocurra de forma satisfactoria es necesario que la fuente de información sea la persona que desea manipular la verdad (o una derivada de esta) y que esa información no sea contrastable, o el contraste no sea fiable.

Esto último se puede conseguir seguramente con diferentes métodos, aunque en estos días, por alguna razón, se me vienen a la cabeza los siguientes: la individualización de la sociedad, el aislamiento, el control totalitario de los medios de comunicación, la difusión de bulos e información basura para hacer dudar de cualquier información que no sea la que la fuente de manipulación disemine, la inoculación del miedo a nivel social, miedo que nos aísla y atenaza impidiendonos relacionarnos.
La visión sobre el coronavirus, teniendonos encerradas en nuestras casas, recuerda a la alegoría de la caverna de Platón. No podremos saber si lo que nos cuentan es la realidad o unas sombras (una realidad psíquica), hasta que no podamos girar la cabeza cada una de nosotras y juntas contrastarlas.
La pregunta por lo tanto es: ¿Qué podemos hacer ante esto?.

Frente a la manipulación, no nos protege no ver la televisión, o no escuchar las opiniones que nos disgustan, o no leer a determinada persona porque no compartamos su ideología. Frente a la manipulación de la realidad, solo nos protege contrastar las realidades psíquicas individuales con cuantas más personas mejor. Por lo tanto la protección ante la manipulación está en que nos relacionemos, evitemos el aislamiento, hablemos, debatamos, nos comuniquemos con cuantas más personas mejor.

Sin embargo las dictaduras lo primero que desean coartar son esos vínculos sociales ¿Te suena de algo?. Los actos dictatoriales se ocultan tras las más diversas formas, no únicamente en las formas políticas que todas conocemos, así que debemos permanecer vigilantes a estos actos que una vez aplicados son difícilmente reversibles y suponen un antes y un después.

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