Negligencia criminal
Quien todavía crea que el sistema de poder que domina nuestras vidas no funciona de maravilla será mejor que abra los ojos cuanto antes. El espectáculo sangriento que se desarrolla ante nuestros ojos está dejando claro que la oligarquía no debe temer nada, ya que el pueblo está dispuesto a creerse cualquier cosa. Basta reflexionar sobre lo ocurrido hasta ahora para darse cuenta.
Recapacitemos: en enero llegan a occidente las noticias sobre una pandemia que se extendía rápidamente en China y la decisión del gobierno de parar la producción de sus fábricas, imponer una cuarentena total en la provincia de Wuhan, la construcción acelerada de su hospital gigante y el envío de médicos de todo el país. Todo esto no había pasado nunca, y la OMS empezó a avisar al resto del mundo sobre el peligro del Coronavirus.
La información que empezó allegar a occidente dejaba claro que China estaba haciendo frente a una enfermedad muy contagiosa y que, al afectar al sistema respiratorio de las personas infectadas, amenazaba con colapsar sistemas médicos que no estuviesen dotados de los recursos necesarios, especialmente respiradores. Otra característica del Coronavirus es que sus víctimas se concentran en las personas más mayores, que al ser más frágiles da lugar a un elevado número de muertos. Y a esto hay que añadir que, debido al clima frío, era de esperar que el número de víctimas se concentrase a finales de febrero y en marzo, como todos los años como todos los años.
Sorprendentemente, la reacción del gobierno y sus apoyos mediáticos fue poner en marcha una espectacular campaña mediática para negar el problema que se avecinaba: “es solo una gripe”, “casi no habrá infectados”, decían, aseguraban que llevar mascarillas era innecesario, y calificaban de conspiranoicos a quienes decían lo contrario. Al mismo tiempo, no se tomaba medida alguna para menguar en lo posible los efectos de la pandemia sobre la infraestructura médica, como comprar respiradores o mascarillas. Esta política, que ha costado muchos miles de personas, tiene un nombre; negligencia criminal.
En marzo, el gobierno dio un giro de 180 grados y puro en marcha de manera fulminante una de las cuarentenas más duras de todo occidente. Al mismo tiempo, tomándonos como imbéciles, sus soportes mediáticos se dedicaron a decir que nadie podía haber imaginado lo que se avecinaba y pusieron en marcha en las redes sociales la campaña del “capitan a posteriori”, negando que se había denunciado semanas antes de la crisis de Madrid lo que se avecinaba.
El emparedamiento de la población sirvió de inmediato para, aprovechando la indefensión de la clase trabajadora, poner en marcha un inmenso programa de rescate de las grandes empresas del país. Este rescate en realidad no tiene que ver con el Coronavirus, ya que desde octubre el sistema financiero occidental temblaba y la bolsa española estaba en caída libre. En situaciones normales, el gigantesco coste de dicho rescate (recortes salariales y privatización del estado del bienestar y, posiblemente, fin del sistema de pensiones como lo conocemos) habría dado lugar a amplias protestas. Pero, gracias a la cuarentena, eso ha sido imposible: reunirse o manifestarse estaba prohibido, y además la atención general se concentraba en el virus.
Una vez rescatada la oligarquía y puesta en marcha la negociación de los recortes, los “nuevos Pactos de la Moncloa”, nuevo giro de 180 grados: ahora la pandemia ya no es un problema, porque así lo ha dicho la jefa del Banco de Santander. Y así todo.