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Veronelli y Goliat, por Moreno

Published on: martes, 14 de abril de 2020 // , ,


La historia está llena de milagros, sólo hay que saber buscarlos. En 1977 un Tribunal italiano paralizó la distribución de Cocacola en todo país. Durante un día, nadie pudo comprar una sola botella del coloso de Atlanta en toda Italia. Y dicho milagro fue más milagro aún -si cabe- porque fue obrado por un anarquista: Luigi Veronelli.

Al igual que el refresco más famoso -y poderoso- del mundo, la calidad de la que goza el vino italiano hoy en día también tuvo su propio ingrediente secreto, que no fue otro que el propio Luigi. “La vida es demasiado corta como para beber malos vinos”. Periodista, editor, poeta, gastrónomo... Veronelli nació en Milán, Lombardía, en 1926. Alcanzó la mayoría de edad a finales de la II Guerra Mundial y para 1946 ya se había declarado como anarquista -según él mismo relata- tras asistir a una conferencia del historiador Benedetto Croce en Milán.

Luigi Veronelli

Estudió filosofía en una Italia derrotada, segmentada y agrícola que ya había comenzado el meteórico viaje hacia una identidad cultural compartida, la industrialización y el crecimiento de las grandes urbes. “Los italianos necesitaban cómo entender a un país que se estaba industrializando rápidamente sin perder interés en las habilidades tradicionales del lechero, el pescador ilegal, el recolector de hongos y caracoles”. En 1956 comenzaba su carrera como editor y tradujo al italiano La cuestión social de Proudhon e Historias, cuentos y fábulas del Marqués de Sade, asunto este último que le supondría tres meses de cárcel por publicar obscenidades y la destrucción de todas las copias en la que sería la última quema de libros -pública al menos- en Italia. Todo un símbolo.

Escuché una vez por ahí que el resultado de sumar comida más bebida se llama gastronomía. Me vale. La lucha de Veronelli se centró en el común denominador de estos dos factores: La tierra. Había que defender la agricultura frente a los intereses de las grandes corporaciones y rescatar a los pequeños productores -“los verdaderos sabios de Italia”- frente a las grandes corporaciones y una industrialización que los había dejado atrás.

Veronelli utilizaba un lenguaje sencillo y accesible para hablar del vino, siempre huyendo de tecnicismos que lo convirtieran en algo elitista o exclusivo de “entendidos”, pero además de esto -que no está nada mal- donde derrochaba talento por los cuatro costados era en la manera de expresarse, tan divertida, tan lírica y poética, que te relames de puro gusto con sólo leer sus descripciones. Tenía sus arranques, claro. Era italiano. En cierta ocasión llamó “imbécil” a un chef italiano porque en una receta televisada utilizó aceite de girasol en vez de oliva. La pasión de la lucha.

Tuvo sus desencuentros con la izquierda de la época (cómo no, ya trataremos este asunto para otro día) muy aplicada en defender a los agricultores pero impermeable a los buenos alimentos, lujos impropios de la estoica clase trabajadora. “Los grandes vinos son puros, racionales, armoniosos: por lo tanto, por definición, son anárquicos”. Para Veronelli, comer y beber bien era un acto político. Se nos escapa que hay toda una ideología industrial que nos invade, y la gastronomía, por tanto, es en sí misma -debe serlo- un acto de resistencia. Para cerrar con otra cita suya: “El peor vino elaborado por un agricultor siempre es mejor que el mejor vino industrial”.


“La Cocacola está fuera de la ley”. Con este titular, La Repubblica abría un artículo que explicaba la denuncia de nuestro héroe contra el Titán carbonatado. El análisis no podía ser más sencillo: Si la Cocacola es un alimento, ¿Por qué no refleja en el etiquetado de manera explícita su composición? Recordemos que la “cola” -obtenida de las semillas del árbol de la nuez de cola- o la “coca”, extracto saborizante procedente del arbusto andino -y desprovisto de su famoso alcaloide- no figuran entre sus ingredientes. Este argumento bastó para convencer a un juez y en 1977 se prohibía en Italia la distribución del chisporroteante brebaje. “Si la Cocacola es comida, que cumplan”. La victoria fue breve, aunque apoteósica. Cuidadito con Veronelli. A ver cuántos han conseguido la mitad que él.
Tras su muerte, en 2004, su nombre y el del exitoso bebedizo saltaron nuevamente a la prensa debido a una obra póstuma suya: “Vietato vietare: Tredici ricette per vari disgusti”. No hace falta traducir, ¿Verdad?. Prohibido prohibir. El libro consta de trece recetas totalmente reales de distintas culturas (hay alguna española, dicho sea de paso) que incluyen arañas, monos, ratas, gatos, etc. a cada cual más asquerosa. ¿El escándalo? Una de las recetas es de costillas con cocacola. Desde luego, nuestro Luigi además de un genio era un cachondo mental. ¿O no?.

Hablaré de esas recetas, por cierto, y de la gastronomía en tiempos de guerra y grandes crisis, muy a cuento a raiz del encierro que venimos padeciendo y que ha dado lugar a esta jugosa y necesaria publicación. Nos vemos.

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