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Nazis en Wall Street, 4ª parte: La trama financiera (revista Amor y Rabia, N° 65)

Published on: viernes, 8 de mayo de 2020 // ,


LA TRAMA FINANCIERA: EL BANK OF INTERNATIONAL SETTLEMENTS, CHASE NATIONAL BANK Y J.P. MORGAN


Una mañana de mayo de 1944, mientras muchos soldados americanos caían en combate en la costa italiana, Thomas Harrington McKittrick, el norteamericano que presidía el Bank of International Settlements [= 'Banco Internacional de Pagos'] (B.I.S.) con sede en Baislea (Suiza) (1), un banco bajo control nazi (más bien era un banco con participación nazi, AyR, 2020), llegó a su oficina para presidir la cuarta reunión anual de esta entidad financiera en tiempo de guerra. Allí discutió con su plantilla de ejecutivos japoneses, británicos, italianos, alemanes y norteamericanos sobre asuntos tan importantes como el ingreso en el banco de 378 millones de dólares en oro enviado por el gobierno nazi tras el episodio de Pearl Harbor. El oro provenía del saqueo al que sometieron los nazis a las arcas de los estados ocupados o bien del Reichsbank alemán, adonde se enviaban las piezas dentales, sortijas, monturas de gafas, etc. del preciado metal procedentes de los prisioneros asesinados en los campos de concentración.


El B.I.S. era una entidad financiera fundada en 1930 en la que participaban los bancos centrales de muchos países del mundo, entre ellos el Banco de Reserva Federal de Nueva York. Su creación se inspiró en las ideas de Hjalmar Horace Greeley Schacht, Ministro de Economía nazi y presidente del Reichsbank, un personaje que había vivido su infancia en el neoyorquino barrio de Brooklyn y que tenía fuertes vínculos con Wall Street. Muy en la línea del gusto por el poder ilimitado que profesaba Hitler, el banco estaba basado en el principio de total inmunidad frente a cualquier intento de expropiación, cierre o proceso judicial, estuvieran o no en guerra los países en él representados.
Aunque fundado bajo las directrices del Plan Young con el propósito de que Alemania proporcionara a través de él indemnizaciones a los aliados tras la Primera Guerra Mundial, el B.I.S. pronto sirvió para el fin opuesto. Así, este banco se convertiría en el canal por el cual fluía el capital británico y norteamericano a las arcas de Hitler, de las cuales salió el dinero que sufragó la construcción de la maquinaria de guerra nazi. En 1939, el B.I.S. ya había invertido millones en Alemania, mientras banqueros nazis como Kurt Von Schröder habían depositado otros tantos millones en oro robado por el III Reich. Estaba claro, por tanto, que el B.I.S. era un instrumento de Hitler, pero, a pesar de ello, su existencia no fue cuestionada por Gran Bretaña ni siquiera después de que ésta entrara en guerra con Alemania.

Declaración de neutalidad enviada en diciembre de 1939 (tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial) por el Bank of International Settlements (BIS) a los bancos centrales miembros

Mientras, en la época en que Pearl Harbor fue atacado, el banco más rico y poderoso era el Chase National Bank (luego Chase Manhattan) cuyos propietarios eran los Rockefeller. El Chase sirvió como conducto del dinero de las cuentas alemanas de la Standard Oil, y lo mismo ocurría con el National City Bank, que pertenecía al grupo financiero JP Morgan. Este último banco también era el canal que fluía el dinero generado en Alemania por la ITT; no es extraño, pues, que Sosthenes Behn, director de dicha multinacional telefónica fuera además directivo del National City Bank.

Con el paso del tiempo y la cercanía de la guerra los lazos entre los Rockefeller, lejos de disolverse se hicieron más estrechos. En 1936 el Bank of New York cuyo propietario era J. Henry Schroder se había asociado con los Rockefeller fundando Rockefeller, Schroder and Company que era parte de un entramado empresarial que, según desveló la revista Time, era “el promotor económico del Eje Roma-Berlín”. Dos de los socios de esta entidad eran Kurt Von Schröder del B.I.S. y su primo, Bruno Von Schröder, que eran propietarios del 47% de la firma. La compañía, además, contaba con la ayuda de los hermanos John Foster Dulles y Allen Dulles de la firma de abogados Sullivan and Cromwell. De ellos, Allen (que luego sería agente secreto de la OSS americana, antecesora de la CIA) tenía un cargo en esta compañía. Por otra parte la sucursal parisina del Chase estaba relacionada con el banco pro-nazi Worms Bank así como con intereses de la Standard Oil en la Francia ocupada por los alemanes. A su vez los representantes de la Standard en París eran también directivos del Banque de Paris et des Payes-Bas, un banco con conexiones con el Chase y la Alemania nazi.

Thomas McKittrick, presidente del BIS durante la Segunda Guerra Mundial (1940-46), ciudadano estadounidensea que residió en Basilea durante el conflicto

Básicamente, los nazis usaron el Chase National Bank para ofrecer a los alemanes simpatizantes del nazismo que vivían en EE.UU. el cambio de dólares a marcos con un descuento considerable. Por su supuesto los marcos estaban disponibles sólo para aquellos que estuvieran dispuestos a volver a Alemania y usar el dinero en consonancia con los intereses del gobierno nazi después de haber convencido a la embajada alemana en Washington que eran verdaderos partidarios del Führer. La oferta, que prometía un incremento espectacular del valor de los marcos “cuando Alemania ganara la guerra”, estaba anunciada en unos folletos editados por el propio Chase National Bank. Pero en 1939, el Chase decidió llevar este asunto con más discreción para no crearse mala imagen ante el público americano y la operación pasa a ser llevada a cabo por una red de agentes y subagentes. Éstos se encargaron de buscar sólo individuos sin taras físicas y de “raza aria” (siguiendo los principios ideológicos del III Reich) así como de repartir propaganda pro-nazi. Esto obviamente constituía un acto de colaboración total con los nazis.

"No se dieron pistas del motivo de la reunión": El New York Times informaba en 1933 de la reunión de Sosthenes Behn, directivo del National City Bank (y director de ITT) con Hitler tras su llegada de Hitler al poder en Alemania

Pero hubo más ejemplos de colaboración con los nazis por parte del grupo bancario Chase y sus socios. En mayo de 1940 un comerciante de piedras preciosas neoyorquino, Leonard Smit, empezó a hacer contrabando de diamantes con la Alemania nazi. La compañía de Smit, teóricamente holandesa, era una tapadera de la International Trading Company con base en Guemsey, una isla del Canal de la Mancha. Pero cuando Roosevelt decretó congelar todo flujo de capital de EE.UU. con Europa especialmente si beneficiaba a Alemania, los altos cargos del Chase National Bank desbloquearon los fondos como quería Smit. El dinero fluyó a Panamá, permitiendo que los diamantes se vendieran a Berlín a través de la zona del canal.

Poco tiempo después, el 17 de julio de 1940, cuando Francia se estaba desmoronando frente al poder militar alemán, Roosevelt ordenó congelar las cuentas francesas para que el enemigo no se aprovechara de ellas. A las pocas horas alguien del Chase autorizó a las sucursales sudamericanas del Banque Française et Italianne pour l’Amerique du Sud a transferir más de un millón de dólares a través del Banque de Paris et des Payes-Bas desde Nueva York hasta cuentas especiales en Argentina y Uruguay. Del Banque Française et Italianne pour l’Amerique du Sud eran propietarios al 50% la Banca Comérciale Italiana, controlada por Mussolini, y el Banque de Paris et des Payes-Bas, asociado a Chase y la Standard. Además el Chase organizó transferencias de capital al uruguayo Banco Alemán Trasatlántico, el cual según un informe de la embajada de Uruguay en EE.UU., no era “una institución financiera cualquiera. Era en realidad el tesorero del Partido Nazi en Latinoamérica” y además el conducto a través del cual se canalizaban los negocios nazis en Latinoamérica. Por otra parte en Paris, la sucursal del Chase administraba las cuentas de la embajada alemana en Francia, cuyo dinero financió entre otras cosas grupos terroristas de extrema derecha como el Movimiento Sinarquista Revolucionario, que torturó y asesinó a numerosos ciudadanos franceses opuestos a la ocupación nazi. Y todo esto era conocido por el gobierno americano al menos desde 1940, fecha en que el director del FBI J. Edgar Hoover remitió un informe a la Casa Blanca en el que se aseguraba: “Durante el seguimiento de fondos extranjeros en el Chase Bank, el FBI descubrió varios pagos a petroleras de los EE.UU. Hay indicios de que la compañía Standard Oil of New Jersey ha estado recibiendo dinero de ventas de petróleo a Alemania a nombre del
Reichsbank”
.

Celebración de la fusión de Chase y Morgan en la Bolsa de Nueva York.

WILLIAM R. HEARTS Y SU READER’S DIGEST AL SERVICIO DE LA PROPAGANDA NAZI


Según el periodista George Seldes, autor de Facts and Fascism, “Hitler contaba con el apoyo de la revista con mayor tirada de la historia”. Se refería al Reader’s Digest, la revista más popular de los EE.UU. y cuyo propietario era el gran magnate de la prensa William Randolph Hearst. Además al apoyo del Reader’s a Hilter también había que contar con diecinueve periódicos editados en grandes ciudades americanas y una de las tres mayores agencias de noticias de los EE.UU., tal era el imperio mediático de Hearst, que se calculaba en unos 220 millones de dólares. Como consecuencia de esto, las mentes de los millones de personas que leían algunas de estas publicaciones o veían los avances de noticias de Hearst en las salas de cine de los EE.UU. fueron envenenadas con propaganda nazi.

IZQUIERDA: Escena de la película "Citizen Kane", en la que Orson Wells contaba la historia de Hearst, que además de sufrir un brutal boicot le costó su carrera como director. DERECHA: El magnate de la prensa William Hearst.

Y es que según demuestra el diario del que fuera embajador de los EE.UU. en Alemania, William E. Dodd, Hearst tuvo al menos desde 1934 una relación personal directa con Hitler. En septiembre de ese mismo año Hearst acudió a un balneario de aguas termales en Alemania. Inmediatamente Hitler envió al balneario a dos de los más destacados propagandistas nazis, los cuales preguntaron a Hearst sobre la manera de mejorar la imagen del III Reich en los EE.UU. Días más tarde Hearst fue conducido ante el mismísimo Führer en Berlín. Según Seldes, allí Hearst llegó a un pacto con Hitler y Goebbels (el Ministro de Propaganda nazi) por la nada despreciable suma de 400.000 $. Hearst cambió la línea editorial de sus periódicos el mismo mes que recibió el dinero.

 Caricatura de 1936: Hearst y Hitler juntos

No es difícil imaginar en que consistía la “nueva línea editorial”. Según el editor de la revista Friday Dan Gillmor, que llegó a denunciar a Hearst, tras su entrevista con Hitler el magnate de la prensa instruyó a todos sus corresponsales en Alemania incluyendo los del INS (Servicio Internacional de Noticias Hearst) para que informaran sobre los sucesos acontecidos en Alemania sólo de manera amistosa. Todos los corresponsales que informaban de manera veraz y sin simpatía por el régimen nazi fueron o destinados a otros lugares, o despedidos u obligados a renunciar. No es extraño pues que, a finales de los 30, cuando a Hearst le llovían las denuncias, muchas de ellas habían sido formuladas por antiguos empleados suyos.

NOTAS

  1. Para conocer el poco “neutral” papel jugado durante la Segunda Guerra Mundial por Suiza y sus bancos, principales perceptores del oro nazi, léase Los banqueros secretos de Hitler de Adam Lebor (Grijalbo, 1998).

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