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Noticias Amor y Rabia

No hay escapatoria de nuestro mundo tecno-feudal

Published on: lunes, 7 de diciembre de 2020 // ,

 


por Pepe Escobar

3 de diciembre, 2020

La economía política de la era digital sigue siendo prácticamente terra incognita. En el libro Techno-Feudalism, publicado hace tres meses en Francia (aún sin traducción al inglés), Cedric Durand, un economista de la Sorbona, brinda un servicio público global crucial mientras examina la nueva Matrix que controla nuestras vidas.

Durand coloca la era digital en el contexto más amplio de la evolución histórica del capitalismo, para mostrar cómo el consenso de Washington terminó haciendo metástasis transformándose en el consenso de Silicon Valley. En una ocurrencia encantadora, califica el resultado de "ideología californiana".

Estamos lejos de Jefferson Airplane y los Beach Boys; se parece más a la "destrucción creativa" de Schumpeter pero con esteroides, completada con "reformas estructurales" al estilo del FMI que enfatizan la "flexibilización" del trabajo y la mercantilización / financiarización total de la vida cotidiana.

La era digital se asoció de manera crucial con la ideología derechista desde el principio. Su aparición debe a la Progress and Freedom Foundation (PFF), que estuvo activa 1993 y 2010, y fue convenientemente financiada, entre otros, por Microsoft, At & T, Disney, Sony, Oracle, Google y Yahoo.

En 1994, PFF organizó una innovadora conferencia en Atlanta que dio lugar a una Carta Magna fundamental: literalmente, Cyberspace and the American Dream: a Magna Carta for the Knowledge Era (El ciberespacio y el sueño americano: una Carta Magna para la era del conocimiento), publicada en 1996, durante el primer mandato de Clinton.

No por casualidad que la revista Wired se fundase en 1993, al igual que PFF, convirtiéndose instantáneamente en el órgano de expresión de la “ideología californiana”.

Entre los autores de la Carta Magna encontramos al futurista Alvin Toffler, autor del Future Shock (El shock del futuro) y a George Keyworth, ex consejero científico de Reagan. Antes que nadie, ya estaban conceptualizando sobre cómo “el ciberespacio es un entorno bioelectrónico que es literalmente universal”. Su Carta Magna fue la hoja de ruta privilegiada para explorar la nueva frontera.


Tecnofeudalismo, de Cédric Durand, autor de otros libros igualmente interesantes como El capital ficticio, que ha sido traducido al español.


Esos héroes randianos

No es casualidad que la gurú intelectual de la nueva frontera fuese Ayn Rand y su dicotomía bastante primitiva entre “pioneros” y la mafia. Rand declaró que el egoísmo es bueno, el altruismo es malo y la empatía es irracional.

Cuando se trata de los nuevos derechos de propiedad del nuevo Eldorado, todo el poder debe ser ejercido por los “pioneros” de Silicon Valley, un grupo de ególatras enamorados de su propia imagen  como héroes randianos. En nombre de la innovación, se les debería permitir destruir cualquier regla establecida, en un comportamiento enloquecido típicamente schumpeteriano de “destrucción creativa”.

Eso nos ha llevado a nuestro entorno actual, donde Google, Facebook, Uber y compañía pueden traspasar cualquier marco legal, imponiendo sus innovaciones como si fuera un hecho consumado.

Durand va al meollo del asunto cuando se trata de la verdadera naturaleza de la “dominación digital”: el liderazgo estadounidense nunca se logró debido a las fuerzas espontáneas del mercado.

Todo lo contrario. La historia de Silicon Valley depende absolutamente de la intervención estatal, especialmente a través del complejo industrial-militar y el complejo aeroespacial. El Ames Research Center, uno de los mejores laboratorios de la NASA, se encuentra en Mountain View (el corazón del Silicon Valley, AyR). La universidad de Stanford siempre recibió jugosos contratos de investigación militar. Durante la Segunda Guerra Mundial, Hewlett Packard, por ejemplo, floreció gracias a que sus dispositivos electrónicos se utilizaban para fabricar radares. A lo largo de la década de 1960, el ejército de Estados Unidos compró la mayor parte de la producción aún incipiente de semiconductores.

The Rise of Data Capital, informe de la MIT Technological Review de 2016 que fue elaborado "en asociación" con Oracle, mostraba cómo las redes digitales abren el acceso a un nuevo fondo virgen lleno de recursos: "Aquellos que llegan primero y toman el control obtienen los recursos que están buscando" - en forma de datos.

Por ello todo, desde imágenes de videovigilancia y banca electrónica hasta muestras de ADN y tíquets de supermercado, implican alguna forma de apropiación territorial. Aquí vemos en todo su esplendor la lógica extractivista incorporada al desarrollo de Big Data.

Durand nos pone el ejemplo de Android para ilustrar la lógica extractivista en acción. Google hizo que Android fuera gratuito para todos los smartphones, con lo que adquirió una posición estratégica en el mercado, superando al ecosistema de Apple y convirtiéndose así en el punto de entrada de Internet predeterminado para prácticamente todo el planeta. Así es como se construye un imperio de facto inmensamente valioso en el territorio online.

El punto clave es que cualquiera que sea el negocio original (Google, Amazon, Uber), las estrategias de conquista del ciberespacio siempre apuntan al mismo objetivo: tomar el control de los “espacios de observación y captura” de datos.

Sobre el sistema de crédito chino...

Durand ofrece un análisis finamente equilibrado del sistema de crédito chino - un sistema híbrido público/privado lanzado en 2013 durante la tercera reunión plenaria del 18 º Congreso del PCC, bajo el lema “para valorar la sinceridad y castigar su ausencia”.

Para el Consejo de Estado, máxima autoridad gubernamental en China, lo que realmente importaba era fomentar comportamientos considerados responsables en los ámbitos financiero, económico y sociopolítico, y sancionar los que no lo son. Se trata de confianza. Pekín lo define como "un método para perfeccionar el sistema de economía de mercado socialista que mejora la gobernanza social".

El sentido del término chino -shehui xinyong- de pierde totalmente en la traducción occidental. Mucho más complejo que el "crédito social", se trata más de "confiabilidad", en el sentido de integridad. En lugar de las acusaciones occidentales de que es un sistema de control orwelliano de peatones, sus prioridades incluyen la lucha contra el fraude y la corrupción a nivel nacional, regional y local, las violaciones de las reglas medioambientales y la falta de respeto a las normas de seguridad alimentaria.

La gestión cibernética de la vida social se lleva debatiendo seriamente en China desde la década de los 80. Y, de hecho, desde la década de 1940, como vemos en el Pequeño Libro Rojo de Mao. Podría verse como inspirado por el principio maoísta de las "líneas de masas", en el sentido de "empezar en las masas para terminar en las masas: agrupar las ideas de las masas (que están dispersas y no son sistemáticas), concentrarlas (en ideas generales y sistemáticas), y luego devolvérselas a las masas difundiéndolas y explicándolas, asegurandose de que las masas las asimilen y traduzcan a la acción, y verificando en la acción de las masas la validez de estas ideas" (todo esto es muy interesante, pero no cuestiona la realidad, es decir, que el sistema de crédito chino ofrece unas posibilidades enormes de controlar y reprimir de manera automatizada al individuo, AyR).

El análisis de Durand va un paso más allá que La era del capitalismo de la vigilancia: La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder de Soshana Zuboff (The Age of Surveillance Capitalism), cuando finalmente llega al núcleo de su tesis, mostrando cómo las plataformas digitales se convierten en "feudos": viven y se benefician de su vasto "territorio digital" poblado de datos, e incluso cuando mantienen el poder sobre sus servicios, que se consideran indispensables.

Y, al igual que en el feudalismo, los feudos dominan el territorio encadenando a sus siervos. Los amos se ganan la vida aprovechando el poder social derivado de la explotación de sus dominios, y eso implica un poder ilimitado sobre los siervos.

Todo explica la concentración total. Peter Thiel, un defensor incondicional de Silicon Valley, siempre ha enfatizado que el objetivo del emprendedor digital es exactamente evitar la competencia. Como se cita en Crash: Cómo una década de crisis financieras ha cambiado el mundo (Crashed: How a Decade of Financial Crises Changed the World), Thiel declaró: "El capitalismo y la competencia son antagónicos. La competencia es para perdedores".

Así que ahora nos enfrentamos no a un mero choque entre el capitalismo de Silicon Valley y el capital financiero, sino en realidad a un nuevo modo de producción: un renacimiento del capitalismo rentista en forma de turbocapitalismo, donde los gigantes del silicio toman el lugar de las haciendas y también del Estado. Esa es el “tecno-feudalismo”, tal como lo define Durand.

Blake conoce a Burroughs

El libro de Durand es extremadamente relevante para mostrar cómo la crítica teórica y política de la era digital es aún rar. No existe una cartografía precisa de todos esos dudosos circuitos de extracción de ingresos. No hay análisis de cómo se benefician del casino financiero, especialmente los mega fondos de inversión que facilitan la hiperconcentración. O de cómo se benefician de la explotación extrema de los trabajadores en la economía gig.

La concentración total de la gleba digital conduce a un escenario, como recuerda Durand, ya soñado por Stuart Mill, en el que cada tierra de un país pertenecía a un solo amo. Nuestra dependencia generalizada de los amos digitales parece ser "el futuro caníbal del liberalismo en la era de los algoritmos".

¿Existe alguna forma posible de escaparse? La tentación es radicalizarse: un crossover Blake/Burroughs. Tenemos que ampliar nuestro alcance de comprensión y dejar de confundir el mapa (como se muestra en la Carta Magna) con el territorio (nuestra percepción).

William Blake, en sus visiones protopsicodélicas, tenía que ver con la liberación y la subordinación, representando una deidad autoritaria que imponía la conformidad a través de una especie de código fuente de una influencia masiva. Parece un protoanálisis de la era digital.

William Burroughs conceptualizó el Control como una serie de manipulaciones que incluyen los medios de comunicación (las redes sociales lo horrorizarían). Para romper el Control, debemos poder piratear e interrumpir sus programas principales. Burroughs mostró cómo todas las formas de Control deben ser rechazadas y derrotadas: “Las figuras de autoridad se ven como lo que son: máscaras muertas y vacías manipuladas por computadoras”.

Aquí será nuestro futuro: hackers o esclavos.

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