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Noticias Amor y Rabia

¿Existe el «estado profundo» estadounidense?

Published on: viernes, 26 de febrero de 2021 // ,


por Andrew Miller
(director para Oriente Medio del Consejo de Seguridad Nacional bajo Barack Obama y asesor de la Casa Blanca bajo Donald Trump)


EL ASCENSO DEL ESTADO PROFUNDO


El término “estado profundo“ se originó en la década de 1970 en Turquía para describir un gobierno poderoso y no elegido de burócratas, espías y oficiales militares que se aliaron con los carteles de la droga para aplastar una insurrección kurda.


El Oxford English Dictionary define “estado profundo“ como “un cuerpo de personas, típicamente miembros influyentes de agencias gubernamentales o militares, que se cree que están involucrados en la manipulación secreta o el control de la política gubernamental“.


En los Estados Unidos, el término típicamente describe la burocracia permanente de funcionarios no electos que gobiernan el país con una autonomía cada vez mayor mientras su transparencia no para de reducirse.


Los temores de que un grupo de funcionarios no electos de este tipo puedan dirigir en secreto la política del gobierno se remontan a 1947, cuando el presidente Harry Truman firmó la Ley de Seguridad Nacional (National Security Act). Así se creó el Departamento de Defensa, el Consejo de Seguridad Nacional (National Security Council), el Estado Mayor Conjunto y la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Durante la Guerra Fría, funcionarios como el director de la CIA Allen Dulles y el director del FBI J. Edgar Hoover reclutaron como mínimo a un millar de ex agentes nazis para trabajar como espías e informantes estadounidenses. Esto se hizo a espaldas del pueblo estadounidense, y el presidente Truman llegó a lamentar profundamente su papel en el establecimiento de estas agencias.


“Nunca pensé, cuando creé la CIA, que se dedicaría a llevar a cabo intrigas clandestinas en tiempos de paz“, escribió en el Washington Post el 22 de diciembre de 1963. “Creo que algunas de las complicaciones y la vergüenza que hemos experimentado se debe en parte al hecho de que esta sigilosa agencia de inteligencia del presidente se ha alejado tanto del que había sido previsto como su papel, que está siendo calificada como un símbolo de intrigas extranjeras misteriosas y siniestras, y un tema para la propaganda enemiga de la Guerra Fría“.


Sin embargo, en lugar de hacer que la CIA fuera más responsable ante el pueblo estadounidense, los funcionarios del gobierno permitieron que la comunidad de inteligencia continuara operando con una supervisión insignificante y una independencia considerable, hasta el punto de asesinar a líderes extranjeros y llevar a cabo escuchas ilegales de las comunicaciones de los ciudadanos estadounidenses, incluso del presidente de EEUU. En 1971, un taquígrafo de la Armada admitió rebuscar entre las bolsas quemadas, sobres de oficina y maletines usados para las comunicaciones entre el presidente Richard Nixon y el secretario de Estado Henry Kissinger, y también que pasó documentos de alto secreto al Estado Mayor Conjunto del Pentágono (este espionaje fue conocido como el Caso Moorer-Radford). El Estado Mayor Conjunto estaba espiando ilegalmente a su comandante en jefe.


Cuando el senador Frank Church dirigió una investigación sobre las actividades de la CIA, el FBI y la Agencia de Seguridad Nacional en la década de 1970, advirtió que los avances tecnológicos estaban dando a estas agencias poderes de vigilancia sin precedentes.


“Si este gobierno alguna vez se convirtiese en una tiranía, si un dictador se hiciese cargo alguna vez de este país, la capacidad tecnológica que la comunidad de inteligencia le ha dado al gobierno podría permitirle imponer una tiranía total, y no habría forma de defenderse porque coordinar los cuidadosos esfuerzos de la resistencia al gobierno, porque, por muy en privado que se haga, el gobierno puede enterarse”, dijo la Senadora Church en el programa Meet the Press de la cadena de televisión NBC en 1975. “No quiero ver a este país atravesar ese puente. Sé la capacidad que existe para hacer que la tiranía sea total en Estados Unidos, y debemos asegurarnos de que esta agencia y todas las agencias que poseen esta tecnología operen dentro de la ley y bajo la supervisión adecuada, para que nunca crucemos ese abismo”.


Pero las capacidades tecnológicas sobre las que advirtió Church se fortalecieron durante las presidencias de George W. Bush y Barack Obama. El presidente Bush firmó una orden ejecutiva en 2002 autorizando a la NSA a espiar a ciudadanos estadounidenses y extranjeros si el gobierno sospechaba que tenían vínculos con terroristas. A pesar de que el presidente Obama prometió frenar la recopilación de datos de ciudadanos estadounidenses, amplió enormemente el poder del estado de vigilancia ya arraigado de Estados Unidos. Durante su administración, los agentes de inteligencia llevaron a cabo escuchas ilegales de periodistas, miembros del Congreso, de la campaña presidencial de Trump y de millones de ciudadanos estadounidenses.


Aunque Barack Obama ya no es presidente, la mayoría de las 850.000 personas que tenían autorizaciones de alto secreto  (top secret clearance, que permite acceder a datos confidenciales) bajo su administración todavía están en el trabajo.



LA CUARTA RAMA DEL GOBIERNO


Ya sea que lo llamemos estado profundo u otra cosa, es innegable que Washington tiene una burocracia profundamente arraigada que ha existido durante décadas. Muchos de estos burócratas se oponen firmemente al presidente Trump y su círculo íntimo. Los problemas que crea esta realidad representan una enorme distorsión de cómo los Padres Fundadores de Estados Unidos establecieron el gobierno.


Cuando los redactores de la Constitución de EEUU diseñaron tres ramas iguales del gobierno, le dieron a la rama legislativa el poder de redactar leyes, a la rama judicial el poder de interpretar leyes y a la rama ejecutiva el poder de hacer cumplir las leyes. La gigantesca burocracia en la que piensan muchos estadounidenses cuando piensan en el gobierno federal no está en absoluto en la Constitución. Se supone que existe solo para servir al poder ejecutivo, que es el presidente, en el desempeño de sus deberes constitucionales. En lugar de ello, se ha convertido en una cuarta rama del gobierno no elegida.


Los primeros presidentes fueron asistidos por un número limitado de funcionarios a quienes nominaron y nombraron. Alrededor de 1.000 empleados no militares ayudaron a George Washington. Un siglo después, alrededor de 40.000 empleados no militares ayudaron a Benjamin Harrison. Menos de 50 años después, Franklin Roosevelt aumentó el número de burócratas federales hasta un máximo histórico de 3,5 millones de empleados no militares. Hoy hay 2.794.000 empleados federales en 15 departamentos, 69 agencias y 383 sub-agencias no militares. Esta extensa burocracia estatal consumió 3,98 billones de dólares en 2017, una quinta parte de la producción económica total de Estados Unidos.


Técnicamente se supone que estos burócratas no elegidos deben informar al presidente, pero hay demasiados de ellos para administrar. Los nuevos presidentes nombran menos del 1% de los puestos federales. El otro 99% son burócratas de carrera. Es por eso que la mayoría de las agencias federales se han convertido en entidades independientes sobre las cuales el presidente tiene un control limitado. El estado profundo no solo consiste en agentes de inteligencia: es mucho más grande que eso. Esto es muy preocupante para cualquiera que crea que la fuerza, la estabilidad y la supervivencia de los Estados Unidos dependen de los principios de libertad individual bajo un gobierno constitucional.


“Este crecimiento exponencial ha dado lugar a un mayor poder e independencia para las agencias”, escribió el profesor de derecho de la Universidad de Georgetown Jonathan Turley en un editorial del Washington Post. “El desplazamiento de la autoridad ha sido asombroso. La cuarta rama ahora tiene un mayor impacto práctico en la vida de los ciudadanos que todas las demás ramas combinadas” (24 de mayo de 2013).


Un estudio encontró que los legisladores electos en el Congreso promulgaron 138 leyes públicas en 2007, mientras que los burócratas federales no elegidos establecieron 2.926 regulaciones. Un estudio similar encontró que los jueces federales llevan a cabo aproximadamente 95,000 juicios anuales, en comparación con 939.000 casos juzgados por “tribunales” administrativos vinculados a agencias federales individuales en el poder ejecutivo. Subvirtiendo la separación de poderes establecida en la Constitución, muchas burocracias federales poseen los tres poderes: el legislativo (reglamentos), el judicial (“tribunales” administrativos) y el ejecutivo (cumplimiento por agentes armados).


Si los estadounidenses ya no se rigen por las leyes aprobadas por sus representantes electos, ya no viven en una república democrática. Viven en una tecnocracia autoritaria dirigida por burócratas, funcionarios públicos, líderes militares y agentes de inteligencia poderosos y no elegidos.

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