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Marianet. Un gitano al frente de la CNT

Published on: lunes, 1 de marzo de 2021 // ,

Mariano Rodríguez Vázquez, secretario del Comité Nacional de la CNT (18 de noviembre de 1936)

por Manuel Martínez Martínez


Libre Pensamiento, nº 104 (03.02.2021)


Hablar de Marianet es hablar de la Guerra Civil Española. Su meteórico ascenso dentro de la CNT le hizo asumir unas responsabilidades para las que aún no estaba preparado. Ante el dilema de priorizar la victoria en la guerra o acometer la revolución social con todas sus consecuencias, se decidió por la primera opción, lo que le arrastró a abandonar postulados libertarios y a realizar diversas concesiones al gobierno central, a fin de evitar el aislamiento de la CNT y mantener una imposible «unidad de acción» contra el fascismo, que sólo él y pocos más parecían creer.


La figura de Marianet es prácticamente desconocida. Sabemos que nació en Barcelona en 1908, pero poco más; sí que fue abandonado por su padre y que sobrevivió de pequeños hurtos. Una vida marginal que le llevó a frecuentar la cárcel, donde se formó en la ideología libertaria, la cual le impulsó a afiliarse en 1931 a la FAI. De su pasado apenas habló, pues sus camaradas solo supieron del «rey gitano del sindicato de la construcción», como era conocido, de sus actividades de cinco años atrás.


Su carrera en la CNT-FAI se caracterizó por sus numerosas estancias en prisión y por su rápido acceso a la secretaría general. En poco tiempo pasó por la Confederació Regional del Treball, el Sindicato de la Construcción, el Comité Pro Presos, la Federación Local de Sindicatos de Barcelona y la secretaría del Comité Regional de Cataluña; para acabar siendo elegido secretario general del Comité Nacional en noviembre de 1936 (Gamón, 1937, 10).


Como redactor de Solidaridad Obrera, sostuvo entre septiembre y octubre de 1935 un debate con Lucía Sánchez Saornil, centrado en el papel de las mujeres en las organizaciones, en la lucha social y en las posibilidades de transformación social. Un intercambio de artículos que dio comienzo con el titulado: «La mujer, factor revolucionario» y «Avance. Por la elevación de la mujer», en los que Marianet reconoció los problemas que afectaban a las mujeres dentro del movimiento anarquista. Una situación de dependencia que creyó, debía ser superada mediante la unión de mujeres y hombres para transformar la sociedad y lograr la independencia económica que la mujer necesitaba para liberarse de la tiranía de los hombres (Ackelsberg, 136). Una lucha que consideraba debía ser responsabilidad de las mismas mujeres. Y, aunque ofreció a Saornil una página semanal en el periódico para tal fin, esta consideró que era una oferta insuficiente, ya que pretendía lograr un espacio independiente dentro del anarquismo. Y así lo hizo en mayo de 1936, al crear Mujeres Libres como una organización, feminista y proletaria independiente de la CNT, con el propósito de acabar con la «triple esclavitud de la mujer»: la ignorancia, el capital y el hombre (Martínez, 2020, 41). Federica Montseny, sin embargo, no llegó a formar parte por sus desavenencias con sus fundadoras, por considerar que el anarquismo nunca había establecido distingos entre el hombre y la mujer, y calificar el movimiento de emancipación de la mujer como retrógado, y sin ninguna transcendencia social ni valor revolucionario (Nash, 1975, 84).


Mariano Rodríguez Vázquez en su intervención en el mitin del Olympia de Barcelona (9 de agosto de 1936)

La noche del 19 de julio, tras el triunfo anarquista en las calles barcelonesas, el presidente Companys quiso pactar con la CNT. Consultada la militancia, se constató la división entre partidarios de intervenir en instituciones burguesas y que deseaban «ir a por todas». Al no haber consenso, se nombró una comisión para sondear la propuesta, que resultó ser la creación de las Milicias Ciudadanas para la Defensa de la República. Aceptada, se rechazó en cambio, formar parte del gobierno, por considerar que a éste se le podía dominar con las milicias desde la calle, situación que se mantuvo hasta que Companys las transformó en el Comité Central de Milicias de Cataluña, con el que pudo garantizar la supervivencia de la Generalitat.


Ante la paulatina pérdida de poder de la CNT, se aceptó el ofrecimiento de entrar en el gabinete de Largo Caballero, pues según Marianet, la revolución estaba en peligro y era preciso adoptar medidas que permitieran alcanzar los objetivos libertarios aun dentro de un gobierno. Un argumento que no convenció a aquellos que consideraban una traición el abandono de la democracia asamblearia y la revolución (Alía, 2014, 248).


Según Ealham, se pretendió asegurar una economía revolucionaria que garantizara en el futuro el triunfo de la revolución, tal como expuso Marianet en el congreso de la CNT catalana de septiembre de 1936. Un apoyo gubernamental que no vino acompañado de un trato igualitario, tanto en reparto de material bélico ruso como en la designación de mandos militares. Un «servilismo» reprobado por personajes como Emma Goldman, quien le acusó de echarse en brazos de los que pretendían destrozar a la CNT. En respuesta, Marianet le pidió en enero de 1938, que bajara el tono de sus críticas para no dar una mala impresión ante el proletariado internacional. Goldman, no solo las moderó, sino que también instó a los demás a que atemperaran sus ataques (Saña, 2010, p. 194).


Entre las concesiones más polémicas, estuvo la integración de las milicias anarquistas en las Brigadas Mixtas, que, según Marianet, no suponía ningún cambio fundamental, ya que mantenían los mismos jefes que actuaban en las columnas. Las críticas prosiguieron, no obstante, y en el pleno de columnas confederales y anarquistas de febrero de 1937, Cipriano Mera protestó por no haberse consultado con las bases y por la debilidad que se mostraba ante el gobierno de Largo Caballero.


A esta cesión siguieron otras, también justificadas por la prioridad de ganar una guerra, que para Marianet, no solo afectaba a España, sino también al futuro del proletariado mundial en caso de triunfar el fascismo. Una idea que expuso en la Monumental madrileña junto a la petición de nuevos sacrificios, como el de intensificar la jornada de trabajo para fabricar material bélico, sin importar las horas que se necesitaran.


Paralelamente a la desmoralización y a las diferencias entre colaboracionistas y antiestatistas, el enfrentamiento entre el POUM y el PSUC acabó salpicando a la CNT. Una crisis que se recrudeció en abril de 1937, a causa de un incidente en la frontera francesa y la detención de varios anarquistas. Así se llegó al primero de mayo, cuando el POUM ofreció a la CNT impulsar la línea revolucionaria y cuando dos días después, militantes anarquistas y del POUM entablaron combates callejeros con levantamiento de barricadas, en respuesta a la toma de la Telefónica.


Ante la gravedad de la situación, temiendo que el Gobierno enviara tropas del ejército para sofocar la insurrección y que la lucha se propagara al frente aragonés, Marianet, junto con Federica Montseny y García Oliver, acordaron desplazarse inmediatamente de Valencia a Barcelona a miembros del comité ejecutivo de la UGT, para hablar por radio y pedir el fin de unas hostilidades, que fueron calificadas por Marianet como una estúpida lucha y criminal «batalla entre hermanos», que se debía dirigir contra el enemigo. No fue fácil convencer a los comités que se reunieron en la casa CNT-FAI, de que esta lucha sólo podía beneficiar a los verdaderos enemigos del pueblo (Muñoz, 1965, 100). Tachado de traidor y cobarde, se justificó posteriormente ante la Regional catalana por haber querido evitar entablar un choque frontal con los comunistas y no ser acusados de ser cómplices de los fascistas ante la opinión pública mundial (Saña, 2010, 228-230).



LA DISOLUCIÓN DEL CONSEJO DE ARAGÓN


La situación de la CNT empeoró tras los acontecimientos de mayo dado que, además, el nuevo gobierno no incluyó a ningún anarquista. El descontento de la militancia se hizo ostensible en la sesión plenaria del 23 de mayo de 1937, cuando se acordó no colaborar con el gabinete. Contrariedad que Marianet resolvió convocando una nueva reunión días más tarde, para, esta vez, lograr dicho apoyo.


Las relaciones entre anarquistas y comunistas a partir de estos hechos empeoraron y, desde la Komintern, se desencadenó una campaña de difamación e intimidación contra el Consejo de Aragón que, bajo control anarcosindicalista, fue acusado de practicar el terror y de dañar los intereses económicos de la región. Un episodio que se entremezcló con una historia rocambolesca, donde su presidente, Joaquín Ascaso, fue detenido y acusado de evasión de capitales, cuando el responsable era Marianet. Un proceso que fue suspendido al cabo de unas semanas por orden de Negrín. Ascaso quedó en libertad, y Marianet, aunque no llegó a ser encausado, quedó, según García Oliver, preso del chantaje de Negrín, por cuanto se garantizaba de esta forma, el apoyo político del secretario general de la CNT. Marianet justificó su tímida defensa de Ascaso para evitar la confrontación con el gobierno, pues, de haberse planteado batalla, aseguraba que se hubiera producido un desastre por carecer la CNT de fuerzas para defenderse.


Una excusa que no era válida para Juan Manuel Molina, comisario político del XI Cuerpo de Ejército, por lo que exigió pedir cuentas a Negrín por los ataques que sufrían las colectividades de Aragón y las detenciones de anarquistas. Acordada una entrevista, Marianet no mencionó este tema, por lo que, al darse por concluida, Molina amenazó a Negrín con que, si no ponía fin a los desmanes, «fuerzas de nuestras divisiones entrarán en acción». Amilanado, prometió libertar a los presos y acudir a Aragón para conocer la situación, cosa que no cumplió (Saña, 2010, p. 261).


Los ataques comunistas hacia el Consejo de Aragón en particular y al anarquismo en general, fueron contestados desde la dirección del Comité Nacional de forma comedida, para evitar un serio enfrentamiento con el PCE, dejando Marianet bien claro que no pretendía enemistarse con Rusia. Aun así, se siguió acusando a los anarquistas de ser los promotores de los disturbios de mayo. Molesto Marianet por estas imputaciones, reclamó sensatez y recordó que lo fundamental era conseguir la unidad, para acabar recriminando al PCE su falta de «autoridad moral para criticar la obra de los demás», exigiéndole que dejara de mencionar a «la Anarquía, que es demasiado pura para ser manchada, por la insensatez y el fanatismo» (Martínez, 2020, p. 122).


Terraza de la Casa CNT-FAI de Barcelona (26 de junio de 1938): De izquierda a derecha: Martín Gudell, asesor para asuntos internacionales de la CNT-FAI; Mariano Rodríguez Vázquez (Marianet), secretario general del Comité Regional de Cataluña de la CNT; su compañera, Conchita Dávila García; Feroze Ghandi, abogado y marido de Indira Gandhi; Nehru Sri Jawaharial, presidente del Partido del Congreso Nacional Hindú; Indira Ghandi, hija de Nehru; y Bernat Pou Riera, responsable de los Servicios de Información y Propaganda de la CNT-FAI.


LA UNIDAD SINDICAL CNT-UGT Y EL FRENTE ANTIFASCISTA


Mientras tanto, el proceso de unificación CNT-UGT siguió en marcha, y el 13 de marzo apareció firmado por Marianet, un Programa de Unidad de Acción entre la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo, en cuyo enunciado se incluía un manifiesto público en el que la idea unitaria se asociaba con la lucha contra el fascismo y la defensa de la libertad.


A pesar de que la unidad sindical traía consigo el abandono de postulados revolucionarios, Marianet firmó con la UGT un pacto el 25 de octubre de 1936, con el que se impulsó la creación de una comisión conjunta que resolviera diferencias teóricas y acordara iniciativas sobre la guerra, las incautaciones y las colectivizaciones. Las críticas que suscitó fueron interpretadas por Marianet como un ataque a «los intereses del pueblo trabajador». Desencantado por la labor destructiva de propios y extraños, denunció la hipocresía de los políticos de «frase hecha, huera y chillona» que desconocían lo que realmente quería el pueblo (Martínez, 2020, p. 202).


En su empeño por aunar a todos los partidos y sindicatos, en marzo de 1938, propuso al Secretario del Frente Popular, la formación de un nuevo Frente Popular Antifascista, con el que lograr la «unidad de acción» y elaborar «un sólido plan de trabajo», con el que revertir el curso de la guerra; y, a pesar del derrumbe del frente de Aragón, siguió apoyando la política de resistencia de Negrín, esperanzado en los frutos de la alianza sindical entre la CNT y la UGT, y en los probables apoyos que el proletariado mundial y las democracias europeas podían dar ante el auge del fascismo.


Con motivo de la crisis provocada por la salida del gobierno de Indalecio Prieto a finales de marzo de 1938, Negrín accedió a incorporar a un anarquista en su gabinete, para lo que solicitó a la CNT una terna de candidatos entre los que elegir uno de ellos. Una prerrogativa que se admitió y que reforzó la visión de Marianet como un secuaz de Negrín, causa por la que probablemente comenzó a ser más crítico con éste. Así, en carta del 14 de mayo de 1938, se quejó de la monopolización comunista en el frente del este, si bien, acabó trasladándole la buena voluntad del sindicato a fin de evitar «situaciones de violencia que resquebrajen la unidad antifascista», rogándole que tomara en consideración lo expuesto y cerrara «las válvulas que conducen a la desunión» (Martínez, 2020, p. 223). Posiblemente, Marianet temía que la CNT quedara aislada, por lo que se vio forzado a pedirle que jugara un papel de moderador entre las organizaciones antifascistas, una condescendencia que no fue correspondida y, aún a mediados de mayo de 1938, Negrín siguió menospreciando a Marianet con quién evitaba hablar incluso por teléfono.


Mariano Rodríguez Vázquez en su intervención en el gran mítin de la Plaza de Toros Monumental de Barcelona fotografiado por Pérez de Rozas (25 de octubre de 1936)


DERROTA Y RESISTENCIA EN EL EXILIO


Ante la inminente derrota, buscó el apoyo de las internacionales obreras y el proletariado mundial, presentando la Guerra Civil Española como una guerra de independencia frente a las potencias totalitarias extranjeras, a las que las democracias europeas, por su inacción, daba alas para envalentonarse más. Desencantado, así se lo comentó a Emma Goldmann en noviembre de 1938, criticando que con limosnas y palabrería no se podía vencer (Saña, 2010, 111).


Con Cataluña casi perdida, se dispuso a poner en práctica el plan diseñado en la primavera de 1938, de convertir el sindicato en un partido político con secciones, a partir del llamado Departamento Político del Comité Nacional de la CNT, la FAI y el Movimiento Libertario, que con Marianet de secretario nacional y Martínez Prieto de vicesecretario se creó en mayo del 38.


El apoyo de Marianet a Negrín empezó a ser insostenible y, en septiembre de 1938, la delegación de la FAI rechazó apoyarle más y pidió volver a la identidad anarquista.


Así, en el pleno de los Comités Regionales de la CNT-FAIJJLL de octubre, Marianet, acorralado, llegó a exclamar: «¿para qué nos sirve la dignidad si somos derrotados?» A lo que Herrera, en alusión a Marianet dijo: «si alguien desprecia nuestras doctrinas, que se vaya de nuestro lado» (Saña, 2010, p. 291). La escisión era evidente, y así lo reconoció Marianet al comentar cómo, por una parte, la FAI no quería estar en el gobierno y, por otra, el Comité Nacional lo que no quería era estar en la oposición.


El 7 de diciembre de 1938, Negrín convocó a los principales dirigentes para informarles sobre la evolución de la guerra. Marianet y Prieto callaron, pero Abad Santillán abandonó indignado la reunión gritándole: «Estás mintiendo miserablemente» (Saña, 2010, p. 307). Fue entonces cuando Marianet, junto con García Oliver y Federica Montseny, propusieron a Largo Caballero asumir la jefatura del gobierno, pero este se negó por considerar que todo estaba perdido. Aun así, a finales de diciembre, Marianet siguió trabajando como si el fin de la guerra quedara lejano e, incluso, la noche antes de la caída de Barcelona, se realizó un último llamamiento radiofónico para frenar al enemigo, junto con Santiago Carrillo y otros líderes.


Las tropas de Franco entraron en Barcelona el 26 de enero y Marianet, con toda la documentación que pudo llevarse del archivo de la CNT, hubo de instalarse cerca de la frontera francesa, sin que la derrota le hiciera abandonar la línea de apoyo a Negrín, en contra de la opinión de los militantes madrileños. Reorganizó el Comité Nacional y dispuso ayudas económicas para militantes dispersos por toda Francia y exiliados internados en los campos de concentración.


UNA MUERTE BAJO SOSPECHA


Instalado cerca de París, bajo la estrecha vigilancia, tanto de la policía francesa, como de infiltrados comunistas y franquistas, pudo viajar el 17 de marzo de 1939 a Londres para rescatar los fondos depositados en el Banco de Inglaterra, y encargar a González Marín, recoger el dinero que pudiera y emplearlo en la financiación de las actividades organizadas por las Juntas de Evacuación. Por último, el 14 de abril se reunió en París para tratar de la duplicidad representativa confederal, acordándose disolver el Comité Nacional del Movimiento Libertario, y crear el Consejo General del Movimiento Libertario con sede en Londres, lo que fue un motivo más de desacuerdo y división entre la militancia.


Otra aportación de Marianet durante su exilio, consistió en salvar el archivo de la CNT. Una tarea que encargó a Simón Radowitzky que, junto a Martín Gudell, lo pasaron a Francia para, posteriormente y para evitar posibles reclamaciones del régimen franquista, Marianet firmó el 11 de mayo de 1939 y a título personal el contrato de depósito de los archivos en el International Institute of Social History de Amsterdam (Holanda).


La muerte de Marianet por ahogamiento en el río Marne el 18 de junio de 1939 levantó muchas especulaciones. Entre los más escépticos se hallaron Manuel Azaña, García Oliver y McHarg, quien comentó cómo sus camaradas Germinal Esgleas y Federica Montseny vieron desde la orilla cómo «luchaba denodadamente en el agua sin que nadie acudiera en su ayuda», añadiendo que, de esta forma, Germinal Esgleas fue «testigo y beneficiario de su muerte» (McHarg, 2012, p. 194).


Con la muerte vino el olvido, ya que pocos investigadores se han interesado en su figura, y cuando lo han hecho, muchos lo han denostado tanto a nivel personal como político. Por nuestra parte, en su descargo, podemos decir que le faltó formación y llegó demasiado pronto a la secretaría general, sin que su dedicación y su gran capacidad de trabajo suplieran sus déficits.



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