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El mito del cirujano de hierro. Sobre la iniciativa #ZeroCovid

Published on: viernes, 30 de abril de 2021 // ,


Sobre la iniciativa #ZeroCovid

8 de marzo de 2021

por Rabioso

El 26 de marzo del año pasado, The Economist, uno de los principales portavoces mundiales del capitalismo occidental, publicaba en su portada un dibujo de Luca D’Urbino en el que se podía ver como la mano del estado tenía atada a una correa a una persona. El dibujo acompañaba un artículo, titulado “El estado en los tiempos del Covid-19”, y subtitulado “Es necesario un estado fuerte para combatir la pandemia”. Fue por aquel entonces cuando los estados occidentales empezaron a poner en práctica medidas claramente ilegales, algo que se ha reflejado, por ejemplo, en la incapacidad de cobrar las multas con las que se obligó a la población a recluirse en sus casas. Fue entonces, también, cuando los mismos medios de comunicación que nos habían dicho poco antes que no había motivo para tener miedo empezaron una siembra constante de pánico, que no ha parado.

Tras un año de bombardeo mediático incesante, que se centra en divulgar los peores augurios y presentarlos como hechos consumados, mientras se calumnia a quienes cuestionen la política hipocondríaca que han adoptado los gobiernos, ha llegado la hora de la cosecha. Para ello ha hecho su oportuna aparición un movimiento, #ZeroCovid, que pretende movilizar a la izquierda para exigir que se extermine al virus Covid-19. Para ello, todo vale: confinamientos brutales, cierre completo de la economía, prohibición de la movilidad, etc. Todas estas medidas tienen un común denominador: la necesidad de un estado totalitario capaz de imponerlas.


Estamos, por tanto, ante la resurrección de la figura del cirujano de hierro que infectó a la política española de finales de siglo XIX y principios del XX, consistente en la búsqueda de una figura mesiánica que mediante una política dictatorial cure de golpe todos los males. Por aquella época, llevar a la práctica el concepto de cirujano de hierro acuñado por Joaquín Costa implicaba poner en marcha una dictadura militar; ahora, lo que se propone es la creación de un estado totalitario, justificando su existencia en la defensa de la vida, el mismo fundamento ideológico de los defensores de la eugenesia llevada a la práctica por los nazis, o de los ultras religiosos contrarios al aborto.

Esta majadería habría sido implanteable hace un par de años, pero el miedo a la muerte hace milagros, y los medios de comunicación/manipulación del poder han logrado hacer creer que encerrarse dejando a un estado todopoderoso la capacidad de decidir cuando podremos salir de las cuevas de hormigón en las que nos quieren meter es una opción a considerar seriamente. Quienes dicen que una sociedad distópica en manos de un estado todopoderoso puede ser una solución, han de tener en cuenta las siguientes objeciones, planteadas por el doctor Juan Gérvas (1):

1 - Erradicar una enfermedad infecciosa requiere reducir a cero el número de casos de dicha enfermedad en la población mundial.

El problema: No es fácil erradicar una enfermedad infecciosa, como demuestran los casos del sarampión y de la poliomielitis. Son dos enfermedades infecciosas que están “casi” erradicadas, pero en el “casi” están pasando décadas. 
La realidad: Sólo hemos erradicado una enfermedad infecciosa en humanos (la viruela) y una enfermedad infecciosa en animales domesticados (la peste bovina).

2 - Para erradicar una enfermedad infecciosa humana se requiere 1) que el agente infeccioso carezca de reservorio no humano, lo que implica conocer el ciclo vital y la dinámica de transmisión, 2) que se disponga de una intervención eficiente y práctica como una vacuna, antibiótico, antiviral, etc. para interrumpir la transmisión del agente infeccioso, 3) que sea una enfermedad claramente identificable y con un método diagnóstico preciso y 4) que haya apoyo mantenido económico, político y social de seguimiento hasta la erradicación, y después. 

Problemas: El Covid-19 probablemente procede de murciélagos y/o animales varios, es decir, hay reservorio no humano; no conocemos bien sus mecanismos de transmisión; no contamos con una intervención eficiente y práctica que interrumpa la transmisión, ya que las vacunas no han demostrado su impacto en cortar la cadena de transmisión y las normas no farmacológicas de higiene personal y colectiva son sólo medidas parciales; no es una enfermedad claramente identificable, ya que los casos asintomáticos son mayoría; falta apoyo económico, político y social, más allá de las declaraciones de buenas intenciones, como demuestra el “nacionalismo vacunal”, con cada país acaparando vacunas, y el conjunto mundial rechazando la eliminación de las patentes en vacunas y medicamentos para la Covid-19. 

La realidad: Las políticas contra la pandemia del Covid-19 han hecho un enorme daño sin aportar nada bueno. Conviene no caer en la tentación utópica de la erradicación, que provocaría de nuevo daños inconmensurables.

3 - ¿Qué hacer, si no buscamos erradicar la Covid-19? La política de #ZeroCovid mantenida de por vida sería incompatible con los derechos y libertades de la democracia, y quizá no moriríamos de Covid-19, pero desde luego vivir sería poco atrayente. Por ello, ante todo, no hay que perder la esperanza y actuar con lógica y sentido común: la respuesta a la pandemia no puede hacer más daño que la propia pandemia, lo que implica no perder libertades y derechos fundamentales, y aprender de países que han tenido éxito mantenido, desde el ejemplo del espejismo de Nueva Zelanda, cerrada a cal y canto, donde sostienen hace un año la estrategia temporal de #ZeroCovid, al más humano, Japón, que ha obtenido resultados excelentes a pesar de tener la población más envejecida del mundo y de no haber utilizado confinamientos.


En un reportaje para eldiario.es (2), Sergio Ferrer afirma que “ninguno de los expertos consultados para este artículo cree que la estrategia sea factible ni realista”. Para llevarla a cabo, serían necesarias restricciones muy grandes durante mucho tiempo, entre ellas:

Un confinamiento domiciliario más severo y prolongado que el de primavera, de al menos dos meses, con una reducción de la actividad económica al mínimo; pero el confinamiento en ningún momento logró alcanzar un nivel de contagios casi nulo, a pesar de que fue uno de los más duros de Europa y a posteriori se ha sabido el enorme coste en materia de desigualdad, violencia de género, educación, salud mental y soledad que supuso, afectando especialmente a los sectores más vulnerables de la sociedad, incluidos los grupos de riesgo, las personas más amenazadas por el Coronavirus. Dicho confinamiento debería cubrir además muchos períodos de incubación porque las cadenas de transmisión aguantan con facilidad en un domicilio en cuanto haya más de dos personas.

Un cierre de fronteras y una estrategia de visitas muy restrictiva, algo que aumentaría la pobreza, al afectar a las capas carentes de formación de la clase trabajadora en España, país en el que el turismo es un pilar clave de la economía y un refugio en épocas de crisis.

Confinar y hacer tests a millones de personas si se detecta un solo caso, algo sencillo cuando hay pocos casos, pero que implica tener a una ciudad, provincia o comunidad autónoma completamente aislada sin poder hacer vida normal por una sola infección. Nueva Zelanda, que aplica este modelo y es una isla, lo que supuestamente facilita erradicar el virus, impuso recientemente el confinamiento a Auckland, ciudad de 1,6 millones de habitantes, al descubrirse un solo caso, resquebrajando el apoyo a estas medidas (3)

MFV, en el blog reinventar la utopía (4), profundiza en las consecuencias desastrosas que tendría aplicar la estrategia fundamentalista de #ZeroCovid: 

1 - No pueden aplicarse las mismas medidas en contextos diferentes, debido a que implica gestionar las interacciones humanas y la actividad económica, las cuales se ven influidas por las dinámicas sociales, culturales, políticas, históricas e institucionales, o por la situación geográfica de cada territorio. No es lo mismo aplicar un cierre de fronteras en una isla que en un país rodeado por otros estados.

2 - Las medidas no deben agrandar las desigualdades existentes en la sociedad, o crear otras nuevas. Entre otras cosas, el confinamiento aumentó el uso del teléfono de asistencia a víctimas de violencia machista; la desigualdad condicionó el poder seguir la educación por vía telemática; las personas migrantes sufrían situaciones de inseguridad; y el teletrabajo es una modalidad solo apta para trabajadores privilegiados en detrimento de las clases bajas, las cuales presentan más riesgo de contagio y de sufrir un COVID-19 grave. Estos grupos son los que suelen trabajar en aquellos sectores económicos más expuestos a sufrir las restricciones que la #ZeroCovid requeriría, y donde la modalidad del teletrabajo no es posible implementar, y también quiénes más dificultades tienen para seguir con las medidas de aislamiento por el miedo a perder el sustento económico en una situación ya precaria. A veces da la sensación de que las personas que defienden esta estrategia gozan de una posición privilegiada que no se vería amenazada por la implementación de las medidas que proponen.

3 - Algunas de las medidas claves no provienen del ámbito sanitario, sino que guardan relación con que las personas que tienen que guardar cuarentena o aislamiento no tengan miedo de perder su empleo, con que los padres y madres gocen de permisos cuando sus hijos o hijas son consideradas contacto estrecho, o que las personas dispongan de unas condiciones habitacionales dignas para poder realizar un aislamiento estricto.

4 - El discurso de #ZeroCovid es un discurso que suele partir de un análisis superficial y basado en emitir mensajes simples pero vacíos de contenido sustancial, delimita un marco que sitúa a los discrepantes en la oposición al objetivo de eliminar la transmisión del virus y, por tanto, favorables a la situación actual de la pandemia, y plantea una falsa dicotomía entre eliminar la transmisión o desear convivir con el virus. Quienes defienden esta estrategia o bien no disponen de los conocimientos necesarios para abordarla de manera integral, o bien prefieren hablar únicamente de aquello que puede reforzar su postura, aunque suponga mostrar una mirada parcial y sesgada de la realidad. La situación es de tal complejidad que requiere huir de discursos efectistas y abrazar el integrar conocimientos de otras áreas para una mayor comprensión del problema y de las posibles soluciones, que siempre serán múltiples y sinérgicas.

Resumiendo: “en el contexto actual, cualquier propuesta que no incluya un análisis en términos de equidad y cuente con medidas para reducir el impacto negativo, está planteando un modelo individualista que prioriza la ley del más fuerte con el pretexto de defender la salud pública”. Exigir el estado totalitario de #ZeroCovid refleja la guerra de clases -desde la perspectiva de la clase dirigente.

NOTAS

(1) Juan Gérvas (ActaSanitaria.com, 14.02.2021): Sin covid. ZeroCovid. Erradicar la covid. Cero coronavirus.

(2) Sergio Ferrer (eldiario.es, 31.01.2021): #ZeroCOVID: ¿se puede eliminar el coronavirus en España?.

(3) Phil Taylor (The Guardian, 03.03.2021): Auckland lockdown threatens to split ‘team of five million’.

(4) MFV (reinventarlautopia.wordpress.com, 09.02.2021): Estrategia ZeroCovid: una crítica entre el deseo y la realidad.

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